Sin embargo, ella le habia visto las alas. El la habia cubierto con su calor. Claramente, habia sucedido lo imposible.
– Ya esta -dijo Brenna, cuando hubo asegurado el brazo de Elphame a su pecho con el cabestrillo. Mientras terminaba habia empezado a caer una fina llovizna-. Esto es todo lo que puedo hacer aqui. Debemos llevarla al castillo.
– Elphame.
Abrio los ojos y vio a su hermano arrodillado a su lado. Le sonrio, intentando calmar la angustia que veia en sus ojos.
– El -dijo el, y extendio ambas manos sobre su cara para protegerla de la lluvia-. Se que va a ser muy duro para ti, pero tendras que montar para volver al castillo.
Brighid se acerco a Cuchulainn.
– Yo la llevare -dijo.
– No puede montar sola -dijo Cu-. Tendra que ir conmigo.
– Entonces te llevare a ti tambien. De todos modos, estarias demasiado ocupado sujetandola como para poder dirigir a ese caballo tuyo -respondio Brighid-. Y yo no dare un paso brusco que le cause dolor.
Cuchulainn se quedo mirando atonito a la Cazadora.
– ?Puedes llevarnos a los dos?
– Con facilidad, si.
La lluvia comenzo a intensificarse entre los arboles.
– Quiero sacarla de aqui ahora mismo -dijo Brenna-. Y no debe dormir, asi que habla con ella, Cuchulainn.
El asintio con tirantez, y despues comenzo a repartir ordenes.
– Angus, Brendan, levantadla y dadmela -dijo. Se puso en pie y monto en el lomo de la Cazadora-. ?Con cuidado! -les espeto al oir que su hermana gemia de dolor cuando comenzaban a levantarla.
Elphame intento ayudar a los hombres, pero se le habia puesto la vision borrosa, y cada vez que se movia, la herida del costado le dolia insoportablemente. Sintio los brazos fuertes de Cuchulainn a su alrededor mientras montaba a horcajadas sobre la Cazadora.
– ?Listos? -pregunto el.
– Si.
Cuchulainn agarro con fuerza a Elphame y la Cazadora comenzo a trotar suavemente. En algun rincon de su mente, Elphame penso que le hubiera gustado disfrutar de la novedad de montar sobre un centauro. En vez de eso, estaba viviendo una pesadilla. A cada paso que daba Brighid, el dolor descargaba en su cuerpo, y su estomago daba un vuelco. Notaba una humedad en el costado, y sabia que estaba sangrando a traves del musgo. Se desplomo contra su hermano.
– No falta mucho. Yo te sujeto -le decia Cuchulainn, susurrandole una letania de animos-. Hablame, El. Cuentame lo magnifico que sera el Castillo de MacCallan cuando terminemos de reconstruirlo.
Las respuestas de su hermana a las preguntas constantes de Cuchulainn fueron vagas. Algunas veces describian habitaciones que el reconocia como las estancias en las que habian crecido, y otras no tenian sentido en absoluto. Mientras seguian avanzando comenzo a llover con fuerza. Las antorchas de los jinetes se apagaron, y Cuchulainn agradecio los fogonazos brillantes de los relampagos, que ayudaban a iluminar el camino. La decision de Brighid de llevarlos a los dos habia sido muy inteligente. Si el hubiera estado montando su caballo, no habria podido controlarlo a traves de aquella tormenta al tiempo que sujetaba a su hermana.
La Cazadora pronto saco ventaja al resto del grupo, incluso a los centauros que se habian ofrecido a acompanarlos durante la busqueda. Su determinacion y su resistencia eran impresionantes. Cuchulainn tuvo que admitir que habia juzgado mal a la Cazadora. Sin su ayuda nunca habrian encontrado a Elphame con tanta rapidez.
?Ojala el hubiera reaccionado de la misma manera cuando habia tenido la primera premonicion de que ocurria algo malo con Elphame! Pero habia ignorado el presentimiento porque provenia del reino de los espiritus, la parte de su vida que intentaba reprimir e ignorar. Bien, pues en aquella ocasion, el reino de los espiritus no se habia dejado ignorar. Aquello le producia un gusto amargo en la boca, y Cuchulainn se dio cuenta de que era en parte odio hacia si mismo y en parte miedo.
Cuchulainn agarro con fuerza a Elphame. Ahora sabia que era lo que le habia estado angustiando desde que habian comenzado su viaje hacia el Castillo de MacCallan, cual era la amenaza sin nombre que se cernia sobre su hermana. No era un amante desleal ni una antigua maldicion. Era algo totalmente mundano, un accidente, y el estaba demasiado ocupado imaginandose fantasmas como para preverlo.
Brighid fue aminorando el paso, y Cuchulainn vio las murallas oscuras del castillo materializadas ante ellos.
– Llevala a la cocina. Alli es donde han hecho la mayor parte del trabajo -le dijo a la Cazadora, gritando para hacerse oir por encima del estruendo de la tormenta.
Brighid asintio y se dirigio hacia el Gran Salon. Alli se detuvo, finalmente. Giro la cintura hacia atras y dijo rapidamente:
– La cocina va a estar muy oscura. Esperadme aqui mientras voy a recoger las antorchas de las carretas.
Brighid le ayudo a bajar a Elphame al suelo, y Cuchulainn sujeto cuidadosamente la cabeza de su hermana en el regazo.
– Vendre enseguida -dijo Brighid, y miro por ultima vez a Elphame con preocupacion, antes de salir apresuradamente del salon.
– Es mejor estar quieta -dijo Elphame debilmente.
– Brenna llegara enseguida -le aseguro Cuchulainn.
– ?Como sabias que tenias que venir a buscarme, Cuchulainn?
– Me sentia muy inquieto por ti.
Elphame sonrio debilmente.
– Llevas inquieto por mi desde que llegamos. ?Que fue lo que te empujo a venir a buscarme?
– No iba a hacerlo. Me dije que eran todo imaginaciones mias. Entonces vi llegar la tormenta y me preocupe, asi que pense en ir a recogerte y desafiarte a una carrera con mi caballo hasta Loth Tor, porque como ya habias estado corriendo, tal vez tendria posibilidades de ganarte.
El vio que ella sonreia, y le devolvio la sonrisa.
– Asi que estaba esperando en la entrada del castillo cuando oi un ruido que provenia del interior. Y, al igual que mi inquietud, me fue imposible pasarlo por alto.
– ?Por que?
– Porque me estaban llamando a gritos -dijo Cu, al recordar la voz grave que reverberaba por los muros del castillo-. El, tengo que decirte que los rumores sobre tu castillo son ciertos, en parte. Tal vez no este maldito, pero te prometo que esta encantado.
El siguiente relampago ilumino los sorprendidos ojos de Elphame.
– ?El MacCallan tambien ha hablado contigo?
Cuchulainn fruncio el ceno.
– ?Me estas diciendo que se te ha aparecido y no me lo habias contado? -le pregunto con incredulidad a su hermana.
– Bueno, yo… Se que te disgusta mucho todo lo que tenga que ver con el reino de los espiritus.
– ?Que me disgusta! -exclamo el. Al ver que su hermana se estremecia de dolor por su respingo, cerro los ojos y respiro profundamente-. El -dijo-, no se trata solo de que me disguste lo espiritual. Piensa en todo lo que ha ocurrido desde que llegamos. Tu nunca habias sentido el roce de la magia de Epona, y de repente, te has convertido en un conducto vivo de ella. Aqui hay fuerzas que no entendemos, El.
Elphame hizo un gesto debil con la mano e intento negar con la cabeza, pero el movimiento termino en un gesto de dolor.
– Shhh -dijo su hermano-. No queria disgustarte. No estoy enfadado contigo.
– Lo se, Cu -susurro Elphame, e intento ordenar las ideas-. Pero debes recordar que para mi las cosas son distintas. Yo no temo al reino de los espiritus. Y tu no pensaras que El MacCallan o Epona desean nuestro mal.