– Claro que no. Pero quiero que recuerdes que, de igual modo que existe el bien, el mal tambien existe. Y el mal en el reino de los espiritus no puede vencerse con la fuerza de las armas.
– No -dijo ella-. Debe vencerse con honor, verdad y fuerza de voluntad.
– Debes prometerme que me contaras mas de tus visitas espirituales. Sobre todo, si tienen algo que ver con nuestros antepasados.
– Te lo prometo -respondio Elphame-. A proposito, ?te has dado cuenta de lo mucho que te pareces a El MacCallan?
Cuchulainn solto un resoplido.
– ?Por favor! Yo no me parezco a ese viejo fantasma sarcastico.
– ?Que te dijo?
– Voy a ver si lo recuerdo correctamente… Si, me dijo algo como «Cuchulainn, ?acaso no eres nada mas que un monton de musculos sin cerebro? ?Ve a buscar a tu hermana, la chica te necesita!» -rugio, imitando excelentemente la voz ronca del espiritu.
Elphame estaba entre risitas y gestos de dolor cuando Brighid y el resto del grupo entraron al Gran Salon. Brenna desmonto y se acerco a Elphame, y fruncio el ceno con severidad mirando a Cuchulainn.
– Te dije que le hablaras, no que la pusieras histerica.
Lochlan vigilo, bajo el aguacero, para asegurarse de que Elphame llegaba al castillo a salvo. Ellos desaparecieron en el interior de las murallas, y pronto, el resto del grupo se les unio. Lochlan continuo vigilando durante toda aquella noche, y solo volvio a dormir a su refugio cuando Elphame salio del castillo, al dia siguiente, apoyandose pesadamente en su hermano para caminar, con rigidez, hacia la tienda que los trabajadores habian montado rapidamente para ella en cuanto habia empezado a amanecer.
Lochlan sonrio. El sabia que Elphame no aceptaria retirarse al pueblo para recibir cuidados como si fuera una flor delicada. Se sorprendio un poco al verla salir del castillo, pero seguramente era un compromiso que habia alcanzado con su hermano. La mirada aguda de Lochlan se fijo en la expresion severa de Cuchulainn. Si, el guerrero preferiria que ella se recuperara en el pueblo. ?Acaso no entendia que ella obtenia fuerza de las piedras del castillo?
Sabia que no debia juzgar con dureza a su hermano, puesto que Cuchulainn queria mucho a Elphame, y solo deseaba ahorrarle dolor, igual que el. Ojala los dos pudieran ser aliados…
Lejos, al norte, Keir elevo la cabeza palida y olfateo el aire. Sin embargo, el gesto era innecesario. No era un rastro fisico lo que detectaba, sino algo espiritual, un retazo de lo que permanecia desenrollado a sus pies.
– Si -dijo con triunfo-. Lochlan partio desde aqui.
Las alas de Fallon, que estaba a su lado, se movieron de nerviosismo mientras miraba el camino estrecho y escondido que llevaba a lo mas profundo de las montanas.
– ?Estas seguro? -le pregunto, casi sin poder creerlo-. Hemos buscado antes en esta zona y no encontramos nada de el.
– Lleva demasiado tiempo lejos, y se ha descuidado. He dicho muchas veces que su obsesion lo debilita, y esto es una prueba de ello. Ha relajado su pensamiento y yo vuelvo a sentirlo. Si pudieras concentrarte, tu tambien lo sentirias -le dijo Keir a Fallon, en tono de recriminacion.
Fallon no se amedrento. Eso solo serviria para enfurecerlo, y la ira de Keir estaba ya lo suficientemente cerca de la superficie sin necesidad de atraerla. Fallon sentia la locura de Keir. Sentia como esperaba que su companero se rindiera a ella, que dejara de luchar por su humanidad y se dejara abrazar por la herencia oscura que les habian dejado sus demoniacos padres en la sangre. Desde que Lochlan se habia marchado, Keir se habia hecho mas y mas salvaje. Parecia que Lochlan se habia llevado consigo una parte de la condicion humana de su companero. Otro motivo mas para encontrarlo, y para encontrar a la diosa ungulada de sus suenos…
Fallon cerro los ojos e ignoro el dolor insistente que le atravesaba la mente mientras contenia una punzada de ira. Lochlan deberia haberles permitido que lo acompanaran. Su busqueda era demasiado importante. Un solo error y todos quedarian condenados a la locura. Keir tenia razon: Lochlan se habia dejado obsesionar por sus suenos, y no podian confiar en el por completo. Con un esfuerzo enorme, lo recordo, y vio sus ojos grises, que brillaban de buen humor y paciencia, y de comprension, y lo sintio. Un pequeno tiron hacia delante. Abrio los ojos y sonrio a su companero.
– ?Lo he sentido!
Keir se relajo, y la oscuridad de su mirada se aclaro. Asintio con satisfaccion.
– Vamos a decirselo a los otros.
Capitulo 15
El sol acababa de salir por encima de los altos pinos del bosque cuando Brenna anuncio que Elphame podia dormir.
– Bebete esto -le dijo la Sanadora mientras le ponia una taza en los labios.
La tisana estaba caliente y era espesa, con un vago sabor a miel y a menta. Al instante, Elphame sintio que le pesaban los parpados.
– No tenias que drogarme, ?sabes? Ya estoy muy cansada -dijo arrastrando las palabras.
Cuchulainn le aparto un mechon de pelo de la cara palida.
– Duermete. Brenna sabe lo que es mejor para ti.
Elphame intento, sin exito, concentrarse en el rostro de su hermano. El todavia estaba muy preocupado. Tenia unas ojeras muy profundas.
– Tu tambien necesitas dormir -susurro.
– Pronto, El.
Elphame suspiro y cerro los ojos, y por fin permitio que el sueno la venciera.
Cuchulainn se sento junto a la cama de su hermana. Se froto la sien y giro el cuello para relajar la tension.
– Elphame tiene razon. Necesitas dormir -le dijo la Sanadora sin mirarlo, mientras colocaba la ropa de la cama de Elphame.
Cuchulainn se dio cuenta de que la voz de Brenna se habia suavizado de nuevo y ella se habia dado la vuelta mientras hablaba. En realidad, no parecia la misma mujer que hacia poco tiempo habia empezado a soltar ordenes como una guerrera. Observo a Brenna mientras formaba montoncitos de hierbas con las que habia hecho la infusion de su hermana. La amistad entre Elphame y la Sanadora era una de las cosas que habia predispuesto a Cu para ser amable con Brenna, pero la capacidad que habia demostrado poseer al enfrentarse al accidente de su hermana habia fortalecido el respeto que sentia por ella. Algunas veces el tenia la sensacion de que debia protegerla, como lo haria con su hermana, y al instante siguiente la Sanadora estaba gritando ordenes y se comportaba con una seguridad que le recordaba a su propia madre. Era una mezcla de mujeres, y distinta a todas las demas que el hubiera conocido.
La luz que habia en la tienda era tenue. Solo habia una vela encendida en la mesilla. Como de costumbre, ella llevaba una tunica con el escote alto, que le cubria por completo el pecho hasta el cuello, al contrario que la mayoria de las mujeres de Partholon, que normalmente se sentian libres de ensenar todo el escote que quisieran. El vestido recatado de Brenna era poco corriente, y mas en una mujer joven. Cu entendia que ella debia de estar cubriendo mas cicatrices, pero aquel pensamiento se le olvido rapidamente. Lo que permanecio fue el deseo de ver lo que habia bajo su ropa, y no porque tuviera curiosidad por sus heridas. Queria verla a ella de verdad, queria ver a la mujer que habia bajo las cicatrices. Sus ojos se posaron sobre la piel de marfil de sus delicados brazos.
Brenna sentia su mirada. Sabia cuando la estaba mirando un hombre. Habia tenido una decada de experiencia con los hombres y sus miradas venenosas. Noto que se le encogia el estomago. Durante una emergencia normalmente olvidaba su propio aspecto, pero cuando terminaba la enfermedad, o el accidente, o el parto, la Sanadora se convertia de nuevo en La Mujer de las Cicatrices. No era porque sus miradas fueran espantosas, sino porque, pese a que la observaran tanto, nunca la veian de verdad, y menos los guapos, como Cuchulainn. Solo