Ella le miro las manos y el cuerpo, y lo estudio con curiosidad y extraneza, casi sin poder respirar como resultado de la impresion, de la perdida de sangre y de la incredulidad. Era un hombre. Un hombre alado. Era muy alto, y tenia el pelo rubio, pero de un color excepcional, como si alguien hubiera domesticado los rayos del sol del amanecer, penso Elphame. Debia de tenerlo muy largo, porque aunque lo llevaba recogido en una coleta, se le habian soltado algunos mechones durante la lucha con el jabali y le llegaban hasta los hombros. Tenia la cara esculpida con maestria, con lineas fuertes y unos pomulos muy bonitos, muy altos. Sus ojos, que la observaban atentamente, eran ligeramente rasgados. Cada vez mas asombrada, Elphame se dio cuenta de que era muy guapo. Tenia un cuerpo largo y delgado, y la piel muy palida, aunque no enfermiza. Parecia un ser etereo, como si no perteneciera al mundo de los mortales. Llevaba una camisa de color crema y unos pantalones de cuero marron. No llevaba zapatos. Sus pies tenian algo extrano, pero estaba en mitad del rio, asi que Elphame no podia verselos bien.
Entonces, miro sus alas. Las tenia plegadas y colocadas a la espalda, pero incluso asi su tamano era impresionante. Recordo como eran mientras el luchaba contra el jabali. Estaban extendidas a su alrededor como si el fuera un enorme pajaro de presa con una envergadura de mas de tres metros. No tenian plumas, sino una membrana que tenia aspecto de ser muy suave al tacto. La parte inferior tenia un color muy claro, como su piel y su pelo, pero la parte superior era mas oscura, mas parecida al gris oscuro de sus ojos.
– ?Que eres? -le pregunto.
– Me llamo Lochlan. Y no quiero hacerte dano. Nunca te lo haria. ?Vas a permitir que te ayude, Elphame? - inquirio el con urgencia.
Elphame estaba perdiendo mucha sangre. Tenia los labios azules, y estaba muy palida. Sin embargo, abrio los ojos con sorpresa al oir como la habia llamado el.
– ?Por que conoces mi nombre?
– Siempre lo he sabido -dijo el, y dio un paso hacia delante.
– ?Esta ocurriendo esto de verdad, o estoy muerta?
Lochlan dio dos pasos mas hacia ella.
– Te prometo que esta ocurriendo, y que no estas muerta.
Entonces, el sonrio, y ella se quedo asombrada del calor que desprendia.
– Sin embargo, entiendo lo que sientes. Para mi tambien es como un sueno -le dijo Lochlan-. Aqui hace demasiado frio, y estas mojada. No es seguro que te quedes en el rio.
La preocupacion de su voz era real, y penetro a traves de la niebla de dolor que amenazaba con abrumar a Elphame.
– Creo que no puedo andar -dijo ella.
– Yo te llevare.
Elphame penso que tenia que estar viviendo un sueno. Lo que le estaba ocurriendo era solo un sueno muy realista, como el de la noche anterior. Pronto se despertaria y se encontraria a Cuchulainn echando otro leno al fuego. La reprenderia por no dormir lo suficiente, y despues fingiria que no estaba en vigilia, protegiendola durante toda la noche.
Entonces, ?por que no? Era su sueno, y ella penso que podria gustarle que la llevara aquel hombre alado.
– Puedes llevarme -dijo.
El se arrodillo a su lado, intentando ignorar el olor de su sangre, llena de poder femenino. Entonces, oyo las palabras de la Profecia en la voz de su madre.
«Salvaras a tu gente de la locura con la sangre de una diosa moribunda».
?No! Elphame no podia morir. Ni alli, ni en aquel momento.
Apreto los dientes, rechazando la llamada de la sangre, y acepto el dolor que lo atravesaba cada vez que negaba sus deseos mas profundos. La tomo en brazos con sumo cuidado, intentando no hacerle mas dano del que ya estaba sufriendo.
– Perdoname -le dijo.
La levanto del suelo y ella emitio un grunido que a Lochlan le partio el corazon. El extendio las alas para guardar mejor el equilibrio y, con toda la rapidez que pudo, la saco del barranco.
Comenzaron a sonar truenos, y la luz de un relampago ilumino el cielo. Lochlan miro hacia arriba. Se estaba acercando una tormenta desde el mar. Elphame iba a necesitar un refugio, e iba a necesitar que le curaran aquellas heridas. El miro a su alrededor y detecto un lugar adecuado bajo un gran pino, junto a cuyo tronco habia un lecho grueso de aciculas. Lochlan amontono unas cuantas mas con la garra y, con delicadeza, la tendio sobre aquel lecho improvisado.
– Elphame, necesito ver tu herida.
Ella abrio los ojos.
– Esto no es un sueno.
– No, no es un sueno. No quiero causarte mas dolor, pero necesito comprobar la gravedad de la herida.
– Adelante -dijo ella, y volvio a cerrar los ojos.
Lochlan supo que tenia que mantener la calma. Aquel no era momento para temblar, ni para sentir panico. El era mas humano que demonio, y podria hacerlo.
Respiro profundamente y abrio los bordes rasgados del corpino de Elphame. El corte era muy largo y tenia mal aspecto, pero cuando lo inspecciono, pudo ver con alivio que no era tan profundo como habia creido. Palpo la zona con todo el cuidado que pudo, y no sintio ninguna costilla rota.
Estaba sangrando mucho, y Lochlan tuvo que apretar los dientes por el esfuerzo que le estaba costando mantener a raya al demonio de la sangre. Por una vez, se alegro de sentir aquel dolor en las sienes, que le permitia observar la herida con un interes clinico. Tendria que rellenar el corte para detener la hemorragia. Le miro la cabeza a Elphame; estaba manchada de sangre seca. Aquella herida de la cabeza le asustaba mas que el corte del costado, pero no podia hacer mucho por ella.
Lochlan penso en lo que necesitaba. En un siglo de vida habia aprendido muy bien algunas lecciones. Su gente era longeva, pero no inmortal, y ciertamente, no inmune a las heridas. Lochlan habia curado muchas heridas y habia tratado incontables lesiones. Se levanto y se dirigio hacia el barranco.
– ?No me dejes sola!
Aquellas palabras lo llevaron rapidamente junto a Elphame. Le acaricio la mejilla.
– No, corazon mio. Pero tengo que taparte la herida y parar el sangrado. Eso es todo. No me voy a alejar mucho -le explico, senalando hacia el barranco-. En la orilla del rio habia musgo.
Ella asintio silenciosamente, e hizo un gesto de dolor a causa del movimiento.
Lochlan noto que lo seguia con la mirada mientras el se aproximaba a toda velocidad al barranco. Se deslizo hacia la corriente de agua y, con la espada, corto una porcion de musgo sano. Despues volvio junto a Elphame y se arrodillo a su lado.
– No quiero hacerte dano, pero no puedo permitir que sigas sangrando. Tengo que rellenarte la herida del costado. ?Lo entiendes? -le pregunto, mirandola a los ojos. ?Hasta que punto eran claros sus pensamientos? ?Seria muy grave la herida de la cabeza?
– Entiendo que me vas a hacer tanto dano que lo sientes antes de haber empezado -susurro ella con una sonrisa debil.
Aquella sonrisa, y aquella respuesta inteligente, fueron un alivio para Lochlan. Era como la Elphame que el conocia tan bien de sus suenos.
– Entonces, lo entiendes bien.
– Estoy lista -respondio Elphame mientras cerraba de nuevo los ojos-. Hoy he descubierto que no me gusta ver mi propia sangre.
La vision de su sangre… su olor… su contacto… A Lochlan tampoco le gustaba lo que le hacia a el. Trabajo con rapidez. Corto una tira de musgo de la longitud de su herida y con cuidado la metio en el corte, intentando no oir el sonido del dolor que le estaba causando.
– Ya he terminado -dijo con la voz temblorosa.
Ella tenia las mejillas llenas de lagrimas y los ojos cerrados, y cuando volvio a abrirlos, tuvo que pestanear varias veces para poder enfocarlo.
– Hace mucho frio -musito.
– Puedo darte calor, Elphame, pero debes confiar en mi. Te doy mi palabra de que no quiero hacerte