– Ella me dio la humanidad, y despues me enseno lo que significaba. Nunca me vio como si fuera un monstruo, sino como a su hijo.

– Tu no eres un monstruo -dijo Elphame.

– No. No lo soy, pero llevo la sangre de una raza de demonios en las venas, y eso es algo que ninguno debemos olvidar.

– ?Deberia tener miedo de ti?

– No puedo responder a esa pregunta por ti -dijo el-. Lo unico que puedo decirte es que preferiria morir antes que hacerte dano.

Elphame noto que se le hacia un nudo en la garganta. Su mente y su corazon estaban batallando. Deberia pedirle que se marchara. Le daria ventaja, y despues informaria a Cuchulainn de que habia una criatura Fomorian en Partholon. Tenia que dejar de pensar como una tonta romantica. El no era mas que un sueno peligroso.

– Me marchare, si es lo que deseas -dijo el.

– ?Puedes leerme el pensamiento? -pregunto Elphame con aspereza.

– No, no puedo, solo puedo leer tu semblante y tus ojos. He sonado contigo desde que naciste. Ha sido tiempo mas que suficiente para aprender como son todas las expresiones de tu cara, y para entender tus estados de animo.

Elphame lo miro a los ojos, intentando obviar la tristeza que percibio en ellos. Podia hacerlo. Podia pedirle que se fuera. Su destino era ser la Jefa del Clan, ser La MacCallan, y estaba marcada por el poder de Epona. Estaba aparte de los demas.

Como Lochlan.

Lo miro y analizo la verdad de la criatura que estaba ante ella. Tenia un cuerpo muy humano. Era alto y musculoso, y estaba bien formado. Sin embargo, los hombres no tenian alas, y no tenian la piel brillante como si irradiaran una luz palida. Tampoco habia visto nunca unos ojos de aquel color gris oscuro, como una tormenta. Elphame recorrio su figura con la mirada hasta que llego a sus pies.

– Garras -dijo Lochlan, y se encogio de hombros-. Tengo garras. Tu tienes cascos. Si pudiera elegir, creo que preferiria tener cualquiera de esas dos cosas antes que los pies de un hombre. No puedo imaginar como es llevar zapatos.

Elphame se rio.

– Esta es la primera vez que lo digo en voz alta, pero pienso lo mismo. Cuando era nina, mi madre se ponia triste porque yo no podia ponerme medias y zapatos, asi que me abrillantaba los cascos hasta que relucian. Yo intentaba explicarle que a mi no me importaba, que me gustaban mis cascos, pero ella nunca lo entendio.

Lochlan le devolvio la sonrisa.

– Mi madre solo me decia que me cortara las garras porque estaba cansada de remendar mis sabanas.

Era muy facil hablar con el. Cuando dejo de analizar su humanidad, y comenzo a reaccionar como una mujer ante un hombre, se dio cuenta de que no era dificil olvidar que fueran tan distintos. Su corazon le decia que el no podia ser un monstruo, pero ?podia confiar en su corazon?

Lochlan no mostro ninguna senal de su propia angustia mientras observaba su lucha interna y el conflicto de sus emociones. ?Que podia decirle? No podia pedirle que lo aceptara. ?Como iba a hacerlo? ?Que ocurriria si no encontraba ningun modo de llevar a cabo la Profecia, si no era con su sangre? Deberia dejarla en aquel mismo instante, darse la vuelta y huir, y no volver a verla, aunque al hacer aquello estuviera condenando a los suyos a la locura eterna.

Notaba el tiron del demonio que habitaba en sus venas. «Llevatela», le susurraba. «Tomala y haz lo que quieras con ella».

«?No!», penso Lochlan, y acepto el dolor con agrado, como siempre que conseguia reprimir al demonio de su sangre. Aquel dolor era el mismo que estaba haciendo que su gente perdiera la humanidad y se abandonara lentamente a la locura y a la sed de sangre que era la esencia de la raza Fomorian. El dolor era el precio que debian pagar por intentar ser algo mas que sus demoniacos padres. Habian nacido diferentes, unicos. En los vientres de sus madres, cada uno de ellos se habia alterado, y en vez de pertenecer a la raza Fomorian, habia evolucionado hasta ser algo casi humano. Sin embargo, la llamada de su sangre oscura siempre estaba presente, y era una tentacion que debian reprimir. Era una seduccion llena de suenos de muerte y de la enloquecedora esencia de la sangre.

?Como iba a salvar a su raza de la violencia que los estaba destruyendo? ?Matando a Elphame? ?Como podia pedirle Epona algo semejante? No tenia sentido. Debia de haber otro modo de cumplir aquella Profecia.

Ella estaba muy cerca, y ya no era la mujer eterea de sus suenos, sino un ser vivo que respiraba, y que estaba a pocos metros de el. No podia dejarla. Todavia no. Habia pasado un siglo luchando contra la oscuridad, y no iba a retirarse.

Lentamente, Elphame alzo la vista para mirarlo, y Lochlan vio su confusion, que era casi un espejo de la que el sentia.

– No tengo todas las respuestas que necesitas -dijo-. Estan sucediendo muchas cosas que yo tampoco entiendo, pero te juro que mi corazon, incluso mi alma, estan ligados a los tuyos. Si tu no estas a mi lado, sufrire por ti hasta que deje de respirar -dijo Lochlan.

El sufria por ella. Elphame estaba empezando a sentir algo igualmente terrible y maravilloso. De repente, quiso acariciarlo. Queria sentir la seguridad de que el respiraba, de que era de carne calida. El habia estado sonando con ella durante toda la vida, y ella solo habia sonado con el durante una fraccion de aquel tiempo, pero Elphame ya sabia que queria algo mas que suenos y esperanzas.

Sin dudarlo, bajo cuidadosamente de su asiento y se acerco a el.

– Elphame -susurro el-, no deberia quedarme.

– Lo se, pero no quiero que te marches -respondio ella, e intento sonreir-. Pero tal vez el golpe que me di en la cabeza me este nublando el juicio.

Lochlan fruncio los labios.

– Entonces, parece que tu herida se me ha contagiado -dijo. Alzo la barbilla y senalo a un lado de la cabeza de Elphame-. Y parece que has mejorado mucho. Te curas con rapidez -anadio, y miro su hombro-. Veo que tu Sanadora te ha dado permiso para que te quites el cabestrillo.

– Brenna -dijo ella-. La Sanadora se llama Brenna. Tiene mucho talento, y ademas es mi amiga.

El asintio pensativamente.

– Me gustaria ver como te ha curado el corte del costado.

Elphame se puso la mano sobre el vendaje que tenia bajo la tunica de lino.

– Creo que tendras que aceptar mi palabra de que tambien se esta curando bien.

Lochlan sonrio con picardia.

– Ya te he visto el costado desnudo.

Oh, por Epona… Elphame sintio un cosquilleo en el estomago. Deseo desesperadamente tener el don de su hermano para flirtear.

– Bueno, eso fue en un momento de urgencia, pero ahora no me va a atacar ningun jabali. Y de todos modos, no creo que tenga muy buen aspecto. No me he banado desde el accidente.

Elphame se paso una mano, con un gesto nervioso, por el pelo. Le parecio que estaba sin vida, muy sucio. Incluso dio un paso atras por miedo a oler tan mal como pensaba.

Pero Lochlan no le permitio que se retirara. Sin acercarse a ella, la tomo de la muneca. Elphame noto el contacto de su mano y le parecio fuerte y calida. El tiro suavemente, y ella dio un paso adelante.

– ?Como podria explicarte lo que veo cuando te miro? -le pregunto el-. Mi madre me educo en sus creencias. Me enseno a comportarme como la gente de Partholon, su gente. Y ella me transmitio el amor por la diosa Epona. No se cuantas veces la oi pedirle a Epona que nos protegiera, que nos ayudara, en especial, a mi y a los que eran como yo. Ella tenia un vinculo con su diosa que se mantuvo fuerte durante toda su vida. Mi madre era una mujer con una gran fe. Murio creyendo que sus plegarias obtendrian respuesta.

Lochlan volvio a tirar de Elphame para que se le acercara mas, y en aquella ocasion ella siguio los latidos de su corazon y fue hacia el.

– Asi que ya ves, para mi es como si hubieras salido de las plegarias de mi madre y hubieras entrado en mi corazon. Cuando te miro, veo el amor de mi pasado junto a la realizacion de mis deseos mas profundos.

Suavemente, como si temiera que ella volviera a apartarse de el, le acaricio la mejilla con las puntas de los dedos. Con lentitud, dibujo la linea de su mandibula y despues le acaricio el cuello hasta que su mano descanso

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