– Nunca he tenido un hogar propio. Soy el mas pequeno de diez hijos, y durante toda mi vida me he sentido desplazado, como un vagabundo. Creo que muchos de nosotros nos hemos sentido asi -dijo. Hizo una pausa y miro a su alrededor, a los demas humanos y centauros. Varias cabezas asintieron, y Elphame oyo un murmullo general de acuerdo-. Pero ya no sera asi. No naci en el clan de los MacCallan, pero como he trabajado para reconstruir sus muros, yo tambien siento la atraccion de la piedra. Encajo aqui como nunca habia encajado en otro sitio. Este castillo es un cimiento para mi, y si La MacCallan me acepta, le jurare lealtad y llevare con orgullo el nombre del clan hasta mi muerte y mas alla, si ella me lo concede.
– ?Yo tambien! -dijo alguien a la derecha de Elphame, y otro hombre se puso de rodillas.
– ?Y yo!
– ?Yo tambien!
Elphame vio abrumada que todas las criaturas, incluida la orgullosa Dhianna, se ponian de rodillas, hasta que solo Cuchulainn y Danann permanecian en pie. Entonces, Cu se acerco a su hermana.
– Yo ya pertenezco al clan de los MacCallan, pero en este dia me uno a todos los que te estan jurando lealtad, hermana mia -dijo, y se arrodillo ante ella.
– Hace decadas yo jure lealtad al Templo de Epona, y ese es un lazo que no puedo romper -dijo Danann lentamente-. Pero reconozco que eres la heredera legitima del clan de los MacCallan, y me ofrezco como testigo de todos los juramentos que te han hecho este dia.
El viejo centauro hizo una reverencia ante Elphame.
– Gracias, Danann. Entonces, se tambien testigo de que yo acepto el juramento de todos los humanos y centauros que estan presentes aqui -dijo ella, con una voz clara y llena de fuerza del castillo, aunque estaba a punto de echarse a llorar de felicidad-. Y lo aceptare a la vieja usanza -anadio, y levanto las manos para recitar las palabras ancestrales de vinculacion entre los miembros del clan.
»A traves de la paz de la brisa, os uno a mi. A traves de la paz del fuego del hogar, os uno a mi. A traves de la paz de las olas, os uno a mi. A traves de la paz de la tierra calma, os uno a mi. A traves de los cuatro elementos estais unidos a mi, a La MacCallan, y a traves del espiritu de nuestro clan, el vinculo se ha sellado. Asi se ha dicho; asi sera. ?Levantaos, miembros del clan de los MacCallan!
Todos prorrumpieron en vitores mientras el nuevo clan se ponia en pie. Elphame se enjugo las lagrimas de felicidad de las mejillas mientras veia felicitarse a los demas. De repente aparecieron odres de vino y la gente comenzo a pasarlos con entusiasmo, para hacer brindis por la salud de La MacCallan.
– Bien hecho, hermana -le dijo Cu al oido mientras la abrazaba.
– Es como si estuviera en un sueno, Cu -dijo ella-. Son mios.
– Son tuyos. Somos tuyos -respondio el guerrero con una sonrisa para su Jefa.
Todos le pertenecian, y a traves de ellos, Elphame tambien pertenecia a aquel lugar.
Uno de los hombres saco una flauta y comenzo a tocar una melodia ligera y animada. Pronto se le unio otra flauta, y el sonido de la lira. Elphame sonrio. Queria bailar y cantar para celebrarlo durante toda la noche, pero antes de que pudiera tomar a Cu de la mano para que su hermano bailara con ella, Elphame noto que alguien le ponia una mano sobre el brazo. Miro hacia arriba, y se encontro con la mirada de Danann.
– Es algo temporal -dijo en voz baja-. La fuerza que has obtenido de la piedra se desvanecera pronto.
Cuchulainn la tomo del brazo y miro por toda la multitud hasta que encontro la cabeza oscura de Brenna, que estaba junto a la Cazadora, con la cara agachada para que el pelo le tapara las cicatrices. Al sentir la mirada de Cuchulainn, alzo la vista y vio la expresion preocupada del guerrero. Asintio, hablo con Brighid y las dos comenzaron a acercarse a Elphame.
Cu se volvio hacia su hermana.
– He reconocido esa mirada tuya, hermana mia, pero a menos que quieras ponerte palida y desmayarte delante de todo el mundo, creo que deberias pensar bien si quieres bailar.
Elphame fruncio los labios, e iba a responder a Cuchulainn que ella no se desmayaba, pero en aquel mismo instante, el dolor de cabeza le martilleo las sienes con intensidad.
– Acabas de quedarte blanca -le dijo Brenna-. ?Es la cabeza?
– ?Si digo que si voy a tener que beber mas tisanas de las tuyas?
Brenna intento disimular la sonrisa.
– Por supuesto que si.
– Entonces, no me duele nada la cabeza.
– Mientes muy mal.
– Yo diria que es el momento perfecto para su sorpresa -dijo Danann.
Cuchulainn, Brenna y Brighid asintieron.
– ?Clan de los MacCallan! -dijo Cuchulainn con fuerza, y la multitud quedo en silencio-. Vuestra Jefa va a retirarse a su aposento para descansar antes de la fiesta de esta noche.
Elphame fruncio el ceno con confusion. ?Su aposento? ?No se referia a su tienda?
Por las miradas de alegria de la gente, y los gritos alegres con los que le deseaban un buen descanso, Elphame supo que ellos tambien estaban al tanto del misterio. Cu debia de haberle preparado una tienda dentro de las murallas del castillo, y eso le gustaba. Asi pues, Elphame sonrio y se despidio saludando con la mano, mientras Cu, seguido de Brenna y de Brighid, la llevo desde el salon central por un pasillo que se curvaba hacia la derecha, y que estaba bien iluminado con antorchas. Ella miro a su alrededor con curiosidad, puesto que no habia pasado mucho tiempo en aquella zona del castillo.
– ?Adonde me estais llevando?
Cuchulainn sonrio enigmaticamente. Elphame suspiro. Conocia aquella sonrisa, y sabia que no iba a sonsacarle nada.
– Terco -le dijo-. Siempre has sido muy terco.
Tras ellos, Brighid resoplo y murmuro:
– Os pareceis como si fuerais hermanos.
A Brenna se le escapo una risita.
Elphame miro por encima de su hombro a sus dos amigas, con una ceja arqueada mientras Cuchulainn resoplaba tambien.
A la izquierda del pasillo se abria otro pequeno corredor, y Cuchulainn entro en el. Elphame pestaneo al encontrarse con una puerta gruesa de madera, que tenia tallada la yegua encabritada del emblema de los MacCallan. Habia un aplique con una antorcha a cada lado de la puerta, y la madera de pino de la puerta brillaba a la luz del fuego. Elphame paso los dedos por encima de la yegua.
– Es preciosa. Esta puerta no pudo sobrevivir al incendio -dijo.
– No. Varios de los hombres trajeron madera de tus bosques, y Danann la tallo. Dijo que era adecuado que el emblema de los MacCallan adornara la puerta de la habitacion de la Jefa del Clan -explico Cuchulainn.
– ?La habitacion de la Jefa del Clan? -repitio Elphame con asombro.
– Es un regalo de tu clan -dijo el, y abrio la puerta.
Lo primero que vio Elphame fue que la habitacion estaba inundada de luz. Habia antorchas en todas las paredes y candelabros altos de metal con velas. En la chimenea ardia un buen fuego. Las ventanas eran altas y estrechas, y habia dos de ellas en cada una de las cuatro paredes. Por sus huecos entraba la luz tenue del atardecer. Habia pocos muebles en la estancia; una sencilla mesa de madera con sillas, un tocador pequeno con un espejo muy adornado y un divan dorado, y la gran cama, que estaba vestida con sabanas de lino grueso y un edredon del color del oro con bordados.
Elphame se acerco a la cama y paso la mano por el edredon.
– Mama -dijo con una sonrisa, y miro a su hermano-. Lo ha enviado mama.
– Si. Han llegado esta manana, junto a varios barriles de su excelente vino y estas dos cosas -respondio su hermano, senalando el espejo y la silla.
Elphame se echo a reir.
– Mama ha enviado lo esencial -dijo. Despues se quedo callada, mirando a su alrededor.
– Os dije que se iba a quedar sin habla -dijo Cu, sonriendo como un nino.
– Por supuesto que esta sin habla -respondio Brenna-. Vamos a ensenarle el resto.
– ?Hay mas?
Los tres asintieron. Brenna la tomo de la mano y la llevo hacia un pasillo de piedra. El pasillo se abria a una torre redonda en la que habia unas empinadas escaleras, tambien de piedra, que llevaban a una especie de