profundamente y abrio las manos.
– Lo unico que puedo hacer es darte mi palabra. Si crees que eso no es suficiente, entonces no puedo decir nada que te convenza de mi amor. Tienes que decidir creer en mi, Brenna.
Ella estudio al guerrero. Debia tomar una decision, ?y era lo suficientemente fuerte como para hacerlo? Abrio mucho los ojos. Aquella era su respuesta. Lo unico que sabia mas alla de toda duda era que podia confiar en su fuerza. El fuego la habia puesto a prueba, y ella habia triunfado.
– He decidido creer en ti, Cuchulainn -dijo lenta y claramente. Y entonces, sonrio al ver su mirada de asombro.
Cuchulainn dio un grito de alegria y la levanto por los aires.
– Me voy a asegurar de que nunca me pierdas.
La dejo en el suelo y la abrazo. Cuchulainn se sentia increiblemente bien en contacto con su cuerpo. Ninguna mujer habia encajado tan perfectamente entre sus brazos. Ni siquiera la habia besado todavia, pero Brenna ya le habia dado mas que cualquiera de las bellas mujeres con las que habia malgastado tanto tiempo.
Entonces, Cuchulainn noto que a Brenna le temblaban los hombros, y penso que se le iba a romper el corazon. ?No lo creia? ?No se daba cuenta de que el nunca le haria dano?
– ?Que te sucede, amor mio? -le pregunto, y se inclino hacia atras lo justo para mirarle la cara. Vio que le brillaban los ojos, y que era la risa lo que le estaba sacudiendo el cuerpo.
– Oh, Cu -dijo ella entre risitas-. Hueles a orin de cachorro y a leche agria.
Cuchulainn fruncio el ceno con severidad fingida.
–
Y, como para darle significado a sus palabras, de la tienda surgio un quejido que pronto se convirtio en la version juvenil del aullido de un lobo.
– ?Te habia dicho que tendras que compartirme con
El aullido incremento su intensidad.
– Voy a buscar mas leche -dijo Brenna, que ya se estaba dando la vuelta.
Sin embargo, Cuchulainn no estaba listo para soltarla.
– ?Vas a volver?
Ella lo miro a los ojos, que le recordarian eternamente al altar de Epona y a la magia de las segundas oportunidades.
– Si, Cuchulainn. Volvere.
El aparto las manos de sus hombros para que ella pudiera marcharse.
– ?Date prisa! -le pidio a Brenna mientras se alejaba, y la urgencia de sus palabras fue subrayada por los aullidos lastimeros que emergian de la tienda.
El castillo estaba en silencio, pero mientras Brenna atravesaba el Gran Salon y llegaba a las cocinas, se vio rodeada por los sonidos y los olores de un castillo que despertaba. En la cocina habia una actividad febril, y olia a delicioso pan recien hecho. Brenna intento no molestar mientras tomaba una jarra limpia y la hundia en el barril de leche que habian ordenado aquella manana.
– Buenos dias, Sanadora -le dijo Wynne. Varias de sus ayudantes asintieron para saludarla amistosamente.
– Buenos dias -susurro ella.
No habia olvidado la belleza de Wynne, pero al verla alli, con su melena rojiza recogida en una masa de rizos que se le derramaban alrededor del rostro perfecto, a Brenna le vacilo el corazon.
?Como era posible que Cu la prefiriera a ella antes que a aquella mujer despampanante?
– ?Vas a llevarle leche al animalito del guerrero?
– Si -dijo Brenna. Era consciente de que la aguda mirada de Wynne estaba clavada en ella.
– Hay queso y pan recien hecho si quereis desayunar despues de estar toda la noche alimentando a la criatura.
– Gracias, lo anadire a la bandeja -dijo Brenna rapidamente. Solo queria salir de la cocina.
– Te ayudare -dijo Wynne.
Con movimientos precisos lleno una cesta con una gran rebanada de pan caliente, un trozo de queso y varias lonchas de fiambre, y lo puso todo sobre la bandeja de Brenna. Despues saco un odre de vino de la despensa y lo anadio.
Brenna la miro sorprendida, y se dio cuenta de que la joven cocinera la estaba observando con sus preciosos ojos verdes.
– Te deseo alegria, Brenna. El guerrero ha elegido bien.
Brenna se ruborizo con un placer inesperado. No pudo hacer otra cosa que sonreir y susurrar:
– Gracias.
Wynne le guino un ojo.
– Las mujeres debemos cuidarnos las unas a las otras. La proxima vez que me ponga enferma, espero que me des una de tus horribles pociones legendarias para sanarme. Y ahora, date prisa y desayuna bien, porque, chica, seguro que vas a necesitar las fuerzas.
Brenna enrojecio de nuevo y, sonriendo, salio apresuradamente de la cocina con la bandeja, y tomo unos trapos limpios de la cesta que habia junto a la puerta mientras las mujeres se reian y la animaban con comentarios subidos de tono.
Nunca en su vida lo hubiera creido posible. La aceptaban. La incluian. Y Cuchulainn la deseaba. La felicidad que se le movia en el pecho era un pajaro pequeno que empezaba a agitar las alas y a elevarse por su alma.
Cuando entro en la tienda, Cuchulainn le dedico una sonrisa fatigada.
–
– Si se siente lo suficientemente bien como para estar enfadada contigo, creo que podemos decir que va a sobrevivir.
Brenna lleno la tetilla artificial mientras Cuchulainn se las veia con la lobezna. Cuando el animal se engancho a la tetilla de leche, Brenna deseo de repente que hubiera alguna herida que tuviera que atender, o algun brazo que colocar.
– ?No quieres sentarte a mi lado, Brenna? -le pregunto Cuchulainn, senalandole la cama con un gesto de la cabeza.
Brenna se sento, agarrandose las manos en el regazo para impedir que le temblaran. Durante un rato, el unico sonido que hubo en la tienda fue el que producia
– Solo soy yo, ?sabes? -le dijo Cu a Brenna, con el mismo tono suave que utilizaba para la lobezna.
– ?Solo tu? -repitio, sintiendose muy tonta.
– Si. Soy el mismo a quien diste ordenes la noche del accidente de Elphame. El mismo cuyo rostro sabes leer al instante, en cuanto ocurre algo malo en nuestro clan. El mismo con el que has trabajado codo con codo para reconstruir nuestro hogar -dijo el. Sonrio y movio el cuerpo de modo que sus hombros y sus piernas se tocaron-. Te voy a decir un secreto. Por muy tarambana que te parezca, tu, mi dulce Sanadora, me asustas tanto que me dejas sin habla.
Brenna lo miro con incredulidad.
– Eso no tiene sentido.
– Te he dicho un secreto bastante embarazoso. Ahora te toca a ti.
Ella lo miro fijamente. Su logica le decia que se protegiera a si misma, que no se abriera a el, que no le dijera nada. Sin embargo, el la estaba observando con expectacion, con calidez, y la esperanza que se habia despertado en su pecho comenzo a latir de nuevo.
– Tienes los ojos del mismo color que dos regalos que me hizo Epona hace mucho tiempo -dijo ella con timidez, aunque sostuvo la mirada de Cuchulainn y no se escondio tras el velo de su cabello.
– ?Regalos de Epona? ?Y que son?
– Una piedra turquesa y la pluma de un pajaro.
Al decirlo en voz alta, le parecio algo trivial, y se ruborizo. Sin embargo, Cuchulainn no se echo a reir, ni le