Fallon se aparto de su companero con las alas temblorosas.
– ?Mientes! -grito.
– No. He probado su sangre. He leido la verdad en ella.
– ?Que esta diciendo? -pregunto Cuchulainn.
Elphame no se volvio a mirar la rabia de su hermano.
– Lochlan es mi companero. El y yo nos hemos casado, y hemos consumado el matrimonio. El probo mi sangre como parte del ritual de apareamiento.
Cuchulainn miro a su hermana como si no la conociera. Elphame aparto la vista de el antes de que su coraje se resquebrajara.
– ?Que es lo que te dijo mi sangre? -le pregunto a Lochlan.
– La Profecia dice que nosotros nos salvaremos a traves de la sangre de una diosa moribunda, pero no hablaba de una muerte fisica. Lo que dice es que tu debes tomar la sangre oscura de nuestros padres en tu cuerpo, de modo que se mezcle con la tuya y, finalmente, la reemplace. Cuando suceda eso, como tu llevas la marca de la diosa, tu seras quien recoja la locura de nuestros padres. Las batallas que ha de mantener mi gente a diario para conservar su condicion humana se transferirian a ti -dijo el, y el horror de lo que estaba diciendo se reflejo en su semblante-. Nosotros nos liberariamos de la locura, pero para ti seria peor que una muerte fisica. Seria la muerte de tu humanidad.
– Eso no es posible -dijo Cuchulainn con desden, y el clan lo secundo con gritos de aquiescencia.
Elphame siguio mirando fijamente a su amante. Recordo la expresion de horror con la que habia huido de su lecho despues de probar su sangre, y supo que su marido habia dicho la verdad. Entonces, supo lo que tenia que hacer. Aparto la vista de Lochlan, antes de que el pudiera descifrar la decision que habia tomado.
Alzo una mano y pidio silencio.
– He completado mi juicio -dijo.
En aquel momento no era hermana ni esposa. Era La MacCallan, y sus palabras resonaron por las murallas del castillo.
– Cuchulainn, tu perdida, y la del clan, ha sido muy grande. Debe haber una reparacion -declaro, y se volvio hacia Fallon-. Acabaste con la vida de una inocente. Tu daras tu vida a cambio.
Cuchulainn se adelanto hacia la mujer alada con la espada en alto.
– ?No! -grito Keir.
– No puedes salvarla, pero puedes morir con ella -dijo Cuchulainn, en un tono letal.
Fallon dio un paso adelante, como si estuviera dispuesta a recibir el golpe mortal del guerrero.
– Entonces, matame y demuestra tu barbarismo -dijo con altivez. Entonces se arranco los jirones que le cubrian el cuerpo y dejo a la vista su vientre abultado-. Pero has de saber que al matarme tambien asesinaras a mi hijo.
Elphame no tuvo que ordenarle a su hermano que se detuviera. La espada de Cuchulainn vacilo. El la bajo lentamente hasta que la punta dio en el suelo, y con los ojos llenos de dolor miro a Elphame.
– Brenna habria dicho que era venganza, y no justicia, el hecho de matar a un nino para compensar su muerte.
– Estoy de acuerdo, Cuchulainn. No seria justo acabar con la vida de otro inocente -dijo Elphame-. Pero alguien debe pagar el precio del asesinato de Brenna.
– Fallon es mi companera. El nino es mio. Yo pagare ese precio -dijo Keir.
Entonces, con un gesto de dolor, se inclino para recoger la ropa de Fallon, que le entrego sin mirarla. Fallon no hablo, pero Elphame vio una emocion en los ojos de la mujer, algo que no era locura ni odio.
– ?Sabias que Fallon tenia planeado matar a Brenna? -le pregunto Elphame a Keir.
– No, Diosa. Vinimos a comprobar que se cumplia la Profecia, no a matar a inocentes. Pese a lo que la gente piense de nosotros, no somos como nuestros padres.
– Keir, tu no tienes la culpa de que Fallon claudicara a la locura. No eres el culpable de la muerte de Brenna.
Elphame se giro lentamente hacia Lochlan. Los murmullos del clan cesaron. En el silencio, las palabras de Lochlan sonaron con fuerza y con claridad.
– Keir no es el culpable de la muerte de Brenna. Soy yo. Yo soy el lider de mi gente, y tambien soy un traidor.
– Tus palabras son sabias, esposo -dijo ella.
Entonces extendio el brazo hacia Cuchulainn, pidiendole silenciosamente la espada. Sin decir nada, su hermano deposito la empunadura en la palma de su mano. Despues, Elphame se aproximo a Lochlan. El ignoro a todos los demas y hablo solo para ella.
– Cuando nos casamos, te dije que te seguiria aunque eso me condujera a la muerte. No reniego de esa promesa, como no me arrepiento de nuestro amor. Cuando respondi a tu llamada y lleve el cuerpo de Brenna, sabia cual iba a ser mi final. Lo acepte entonces y lo acepto ahora.
Tenia una sonrisa sin amargura, y su voz reflejaba el amor que sentia por ella.
Elphame le devolvio la sonrisa, en vez de golpearlo con la espada.
– ?Te acuerdas de que me dijiste que yo tenia que confiar en mi misma lo suficiente como para escuchar la voz de Epona? Tenias razon, Lochlan. Por fin he encontrado esa seguridad en mi misma, y he oido la voz de la diosa. Ahora tu tambien debes confiar en mi.
– Confio en ti, corazon mio -respondio el, y abrio los brazos para que ella pudiera darle el golpe final con facilidad.
– Bien. Pronto necesitare esa confianza -dijo ella, y miro hacia atras, por encima de su hombro, a su hermano-. Perdoname, Cuchulainn -le dijo.
Mientras ella tomaba aire profundamente, su hermano abrio mucho los ojos, porque acababa de entender lo que se proponia Elphame.
– ?Detenedla! -grito, lanzandose hacia ella.
Su grito fue seguido del de Lochlan, y el hombre alado tiro salvajemente de sus cadenas para intentar alcanzar a Elphame, mientras ella se cortaba la carne de la muneca hasta el codo, profundamente. Temiendo que Cuchulainn la alcanzara demasiado pronto, Elphame intento cambiar la espada a la otra mano apresuradamente para terminar lo que habia comenzado, pero la fuerza ya estaba abandonando su cuerpo, y se le hizo dificil sujetar la espada. En silencio, pidio mas tiempo, y la piedra sobre la que estaba en pie oyo su suplica.
A traves de una niebla rojiza, Elphame vio el espiritu de El MacCallan.
«Aqui estoy, muchacha».
Entonces, el alzo la mano, un instante antes de que Cuchulainn alcanzara a Elphame, y ella quedo encerrada en una esfera transparente de poder. El cuerpo de Cuchulainn se detuvo en seco como si hubiera chocado contra un muro invisible.
«No, Cuchulainn. No puedes cambiar el futuro de La MacCallan. Ella es quien debe elegir, no tu».
– ?Elphame, no! -grito Cuchulainn, dando punetazos de impotencia sobre la barrera de poder espiritual.
Elphame paso la espada a la otra mano, mientras la sangre manaba del corte de su brazo y formaba un riachuelo escarlata. Apreto los dientes contra el dolor y repitio el corte en su brazo derecho, y solo entonces dejo caer la espada al suelo de marmol. Sintio el calor de la sangre, que banaba sus brazos y sus piernas. Entonces, miro a Lochlan. El tenia la cara cubierta de lagrimas.
– Salvame -le dijo-, y a cambio, yo te salvare a ti.
«Ya sabes lo que tienes que hacer, sobrino».
Despues de que El MacCallan hablara, el circulo de poder desaparecio con el espiritu, y gritando de angustia, Cuchulainn tomo a Elphame entre sus brazos.
– ?Acercamela antes de que pierda el conocimiento! -grito Lochlan.
El guerrero arrastro a su hermana hacia Lochlan, y el se arrodillo a su lado y la abrazo.
– ?La espada! ?Dame la espada! -rugio.
Entonces, tuvo la empunadura ensangrentada en la mano. Con un movimiento veloz, Lochlan se hizo un corte profundo sobre el corazon y arrojo el arma lejos de si. Tomo la cabeza de Elphame entre las manos y le apreto los labios contra la herida.
– Bebe, corazon mio -le suplico.
Ella tenia los ojos cerrados, y no respondio.