sus fuerzas de no pensar en otra cosa que el liquido caliente y dulce que se deslizaba por su garganta y la placentera sensacion de estar otra vez en casa, entre su propia gente y sus propias cosas. Pero la vision del rostro angustiado de Bingley en respuesta a sus deliberados comentarios no se borraria de su mente.
A la manana siguiente, Darcy se desperto despues de la primera noche de verdadero reposo que habia tenido en mucho tiempo. Casi antes de que dejara de balancearse el cordon para tocar la campana, aparecio Fletcher y, con silenciosa habilidad, lo preparo para un dia dedicado a los asuntos de negocios. El desayuno y la lectura del periodico matutino estuvieron deliciosamente libres de las interrupciones y la charla de la senorita Bingley, y cuando termino, levanto la vista y lo informaron de que su secretario lo esperaba en la biblioteca.
– Senor Darcy. -Hinchcliffe se levanto de su asiento, que estaba frente al ancho escritorio de Darcy.
– Hinchcliffe -dijo Darcy en respuesta al saludo del secretario-, parece que tenemos un dia ocupado por delante. ?Ha recibido usted las instrucciones relativas a la disposicion de los fondos de caridad para este ano? -Se sento frente a su secretario, que volvio a acomodarse en su puesto.
– Si, senor. -Hinchcliffe saco la carta de Darcy de la carpeta de cuero que tenia sobre las piernas y la puso sobre el escritorio de su patron para su aprobacion. Cada uno de los beneficiarios de la generosidad anual de Darcy tenia una anotacion y una marca escritas con la clara letra del secretario-. Las expresiones de gratitud por su interes llegan diariamente, senor. -Entonces saco mas cartas de la carpeta y las puso al lado de Darcy. El caballero levanto las cartas, echandoles una rapida ojeada, antes de empujarlas hasta el otro extremo del escritorio.
– Muy bien, Hinchcliffe. -Un movimiento de cabeza casi imperceptible fue toda la respuesta del secretario a sus palabras. Muchos de sus conocidos se habrian sorprendido al ver la naturaleza tan seca del secretario y la poca importancia que Darcy le prestaba a un comportamiento tan petulante en un sirviente. Desde luego, ellos no podian saber que Hinchcliffe habia sido el secretario de su padre y que llevaba trabajando para su familia desde que Darcy era un chiquillo de doce anos.
Su primer encuentro no habia sido muy afortunado. Feliz por estar en casa para pasar unas cortas vacaciones mientras estaba en Eton, Darcy entro corriendo en Erewile House al bajarse del coche, a traves del vestibulo de entrada, cuando se estrello directamente contra una figura alta y vestida de negro, que estaba pasando en ese momento. Cuando la ultima hoja de papel termino de caer al suelo, se encontro metido entre las piernas de un hombre de mirada severa, que debia de tener unos treinta anos. La caida habia torcido la peluca del hombre de una manera tan comica y que contrastaba tanto con la expresion de granito de su barbilla, que Darcy no pudo evitar reirse ante aquella graciosa situacion. Aquello solo duro hasta que el extrano sirviente se levanto y recupero la compostura por completo. Ante el asombro de un Darcy de doce anos, el hombre parecia un gigante de ojos oscuros, que lo miraba fijamente.
– El senorito Darcy, supongo -dijo el gigante con voz profunda.
– Si, senor -respondio Darcy con tono sumiso, seguro de haber tenido la mala suerte de estrellarse contra un desconocido maestro que tal vez sus padres habian contratado para mantenerlo al dia en sus estudios durante las vacaciones.
– Soy el nuevo secretario de su padre, el senor Hinchcliffe -siguio diciendo el gigante con diccion precisa y una voz atronadora-. A usted, senorito, lo esperan en la biblioteca. Me perdonara que no lo anuncie, pero tengo que terminar un trabajo inesperado. Sugiero que se levante antes de que su padre venga a buscarlo personalmente. -Despues de clavarle una ultima mirada, Hinchcliffe se giro y comenzo a recoger los papeles que llenaban el suelo del vestibulo, mientras Darcy subia rapidamente los escalones y se escabullia por la puerta de la biblioteca.
Durante anos, Hinchcliffe fue una rigida presencia entre los sirvientes, la cual Darcy aprendio a apreciar solo cuando regreso de la universidad y encontro que la salud de su amado padre se habia deteriorado enormemente. Durante esos dos angustiosos anos que precedieron a la muerte de su progenitor, Hinchcliffe le enseno a Darcy todo lo relativo a los negocios, intereses y preocupaciones de su padre, y el no podia pensar en nadie mas indicado para ser su propio secretario que aquel hombre que conocia tan intimamente los intereses de los Darcy y los habia llevado con tanta lealtad y pericia. Darcy no buscaba afecto en Hinchcliffe ni esperaba ninguna deferencia por su parte. Era suficiente para el saber que se habia ganado el respeto y la lealtad de un hombre que conocia todas sus preocupaciones desde que era un nino y que luego le habia prestado los servicios de un verdadero maestro en su oficio.
– Senor Darcy, hay una cosa mas sobre la que debo llamar su atencion. -Hinchcliffe saco otra carta de su carpeta y, tras abrirla cuidadosamente, la puso sobre el escritorio-. Recibi esto de la senorita Darcy hace unos cuantos dias. ?Debo hacer lo que me solicita, senor?
Darcy tomo la carta y la leyo en voz alta:
Senor Hinchcliffe:
Por favor tenga la bondad de extender un cheque de mis fondos de caridad por la suma de veinte libras a favor de la «Sociedad para devolver jovencitas del campo a sus familias», en la siguiente direccion, y ocupese de que un cheque por la suma de cien libras sea consignado anualmente a su favor de aqui en adelante.
Muchas gracias,
Senorita
Enarcando las cejas con un gesto de sorpresa, Darcy miro a su secretario por encima del borde de la carta.
– ?La Sociedad para devolver jovencitas! Hinchcliffe, ?conoce usted esa institucion?
– No la conocia, senor, antes de recibir la carta de la senorita Darcy. He hecho algunas averiguaciones y es una sociedad legal, con conexiones en Clapham, senor. Tiene una junta directiva muy respetable, los socios son personas de las mejores familias e incluso hay algunos nobles. Nada que objetar, senor.
– Mmm -musito Darcy, mientras miraba la carta con gesto pensativo-. Eso puede ser cierto, pero me inquieta que mi hermana sepa algo sobre esas mujeres… esos diablos -se corrigio.
– ?Debo seguir las instrucciones de la senorita Darcy, senor? -pregunto Hinchcliffe con su voz de bajo.
– Si -contesto Darcy lentamente, como si le costara trabajo aceptar la solicitud-. Haga la donacion de veinte libras, pero no mande las cien libras hasta que tenga noticias mias sobre el particular. Hablare antes con la senorita Darcy.
– Muy bien, senor. Su primera cita es con el gerente de la bodega que administra los productos importados de su negocio de transporte. ?Lo hago pasar?
Darcy asintio con la cabeza y el dia comenzo en serio, con una sucesion de reuniones y negociaciones. Se hicieron tratos y se retiraron o invirtieron fondos uno tras otro, con una pequena pausa al final de la tarde para una colacion fria y un vaso de cerveza. Esto gracias a la insistencia de su atenta ama de llaves, la senora Witcher. Cuando la puerta se cerro tras el ultimo hombre anotado en su agenda de citas, el reloj estaba a punto de dar la seis.
– Un dia muy productivo. -Darcy suspiro al cerrar los libros de contabilidad y se recosto contra el asiento de su escritorio. Hinchcliffe se inclino sobre la mesa para colocar los libros en un cuidadoso monton y luego los llevo hasta la caja de seguridad que estaba escondida tras un grupo de gruesos volumenes en la estanteria.
– Si, senor -contesto el secretario mientras tomaba una llavecita que tenia atada a su chaleco con una cadena, cerraba la caja de seguridad y volvia a dejar los libros en su lugar-. ?Eso es todo, senor Darcy?