mientras metia la mano por la puerta para bajar la escalerilla del carruaje.

– Muy bien, Harry. -Darcy se bajo y Bingley lo siguio-. Venga a buscarme a las dos. Espero salir temprano, a menos que el senor Bingley no se quiera ir.

– Si, senor. A las dos en punto, entonces, y que tenga una buena noche, senor Darcy.

Los dos hombres dieron media vuelta y recorrieron a buen paso la calle, que ya estaba llena de curiosos y vendedores callejeros de todas clases. Darcy apreto el precioso mango de su baston. Se enderezo, proyectando un aire de inquebrantable determinacion, mientras se abria paso entre la multitud, con Bingley detras de el. Rapidamente alcanzaron la fila de antorchas que iluminaban las entradas de Melbourne House, y tras entregar al lacayo sus tarjetas, fueron escoltados de inmediato escaleras arriba, al interior de la casa, antes que otros invitados que habian llegado primero.

Bingley miro a Darcy con un gesto de desconcierto, mientras un criado se acercaba a recoger el sombrero y el abrigo, pero Darcy se limito a encogerse de hombros a modo de respuesta. Siempre habia recibido aquel trato preferente, y seria dificil explicarle a Bingley, que era un recien llegado, que esto solo era uno de los elementos basicos del juego al que tanto le gustaba jugar a la alta sociedad. Aunque mientras se dirigia al mayordomo y volvia a presentar su tarjeta, Darcy reconocio para sus adentros que el tampoco esperaba tanta deferencia en aquel lugar, en Melbourne House. Solo se habia mezclado con ese grupo en contadas ocasiones, a pesar de haber tenido muchas oportunidades y ser invitado innumerables veces, y sabia que la mayor parte de esa gente lo consideraba un tipo orgulloso y pomposo, por su devocion a los principios y el decoro. Pero parecia que esa noche su apellido y su fortuna superaban todos esos defectos. Faltaba ver quienes eran los otros invitados de lady Melbourne. Entonces, tal vez, pudiera evaluar mejor la forma en que habia sido recibido.

Darcy avanzo hacia el arco que llevaba a los salones sociales y espero a que el mayordomo de los Melbourne lo anunciara a el y luego a Bingley. Un rapido examen le confirmo que casi todo el mundo habia llegado, los nobles y los politicos, los literatos y los artistas, los hombres que estaban en la cima de sus carreras y aquellos cuyo momento de gloria acababa de pasar. Mujeres nobles y senoritas muy ricas colgaban airosas de sus brazos, mientras el esplendor de sus vestidos contrastaba con la austeridad brummelliana de los caballeros, que miraban a todos lados con el unico objetivo de ver y ser vistos. La musica sonaba en el salon de baile, que sumada a las voces daba como resultado una mezcla ensordecedora.

Darcy se volvio hacia Bingley y sonrio con ironia, al ver la expresion de asombro e intimidacion de la cara de su amigo. ?Claro que era una experiencia apabullante para un joven tan poco presuntuoso como Charles! A Darcy le entraron dudas sobre la conveniencia de su plan, pero ya era demasiado tarde para reconsiderarlo. El mayordomo estaba anunciandolos precisamente en ese momento.

Lady Melbourne se disculpo con el grupo con el que estaba conversando y se dirigio hacia ellos, con una sonrisa muy elogiada por su calidez pero no por su sinceridad.

– Senor Darcy, ?que maravilla tenerlo aqui! -Extendio su elegante mano enguantada, que el caballero tomo con suavidad al tiempo que hacia una reverencia-. Sefton -dijo lady Melbourne por encima del hombro-. ?Ve usted? ?Si ha venido, aunque usted juro que no lo haria! -Lord Sefton le hizo a Darcy una rapida inclinacion a modo de disculpa.

– Encantado de verle, Darcy -saludo, arrastrando las palabras el fundador del club Four-In-Hand-. Solo estaba tratando de evitar que la dama sufriera una decepcion. Ademas, usted nunca viene, al menos no hasta ahora.

– Shhh, Sefton, hara que piense que no hacemos otra cosa que chismorrear, y eso no es del todo cierto. -Lady Melbourne miro coquetamente a Darcy con sus famosos ojos negros y sonrio-. Hay muchas maneras de divertirse, senor Darcy, y hoy tenemos disponibles para los invitados muchas de ellas. -Al tomar el brazo de Darcy, lady Melbourne se fijo en Bingley, que estaba parado en silencio, detras de su amigo-. ? Ay, por favor excuseme, senor! ?Un amigo suyo, senor Darcy?

– En efecto. ?Me permite tener el honor de presentarselo, su senoria? -Despues de que la dama asintiera con curiosidad, Darcy hizo la presentacion. Para alivio de Darcy, Charles parecia haberse recuperado de su asombro por todo lo que lo rodeaba y pudo recibir la mano de la senora con genuina elegancia.

– Senor Bingley, debe usted aprovechar todas las oportunidades de divertirse que tenemos esta noche. Hay baile en el salon de baile, partidas de cartas en varios salones alrededor del vestibulo… -Lady Melbourne hizo una pausa. Darcy pudo percibir que estaba evaluando rapidamente a Charles y asignandole una posicion entre la clasificacion de sus conocidos. ?Donde lo clasificara?, se pregunto, lo cual fue seguido de una pregunta mas pertinente: ?Y donde me incluira a mi esta noche?-. Pero si sus gustos tienden, como los de su amigo, hacia lo filosofico y lo politico, mi hijo Lamb esta atendiendo a los invitados mas intelectuales en el salon azul. Ahora, ?adonde quiere que lo lleve?

– Lady Melbourne, es usted muy amable. -Bingley volvio a inclinarse ante su anfitriona y luego miro a Darcy sin saber que hacer-. No se por donde comenzar…

– Entonces, permitame que decida por usted, senor Bingley. -Lady Melbourne dio media vuelta, y despues de examinar a los que tenia cerca, levanto con elegancia su abanico y le hizo senas a una joven que enseguida se disculpo con su distinguido acompanante y se dirigio hacia ella-. Mi querida senorita Cecil, permitame presentarle al senor Bingley, un amigo especial de nuestro querido senor Darcy. Senor Bingley, la senorita Cecil, sobrina nieta del marques de Salisbury, Hertfordshire. -Darcy observo a Bingley mientras hacia una inclinacion, y penso que le habria gustado conocer mejor a la joven. La muchacha se inclino graciosamente ante su amigo y ante el, pero tenia un aire de presuncion que a el no le gusto, aunque era una mujer muy atractiva.

– Senorita Cecil -dijo Bingley con esa sonrisa sincera que contribuia a desplegar su encanto normal-, ?le gustaria bailar o…?

– Claro que quiere bailar, senor Bingley; ?no es asi, querida? -Lady Melbourne le sonrio a la senorita Cecil con sorna y esta, inmediatamente despues de intercambiar una mirada con su senoria, asintio en senal de aceptacion y tomo el brazo que Bingley le ofrecia.

– Entonces bailaremos, senorita Cecil, si tiene usted la bondad de ensenarme el camino. Darcy -le dijo por encima del hombro a su amigo-, tendras que arreglartelas sin mi. ?Buena suerte! Lady Melbourne. -Bingley hizo una reverencia y se perdio rapidamente entre la multitud de invitados, dejando a Darcy con la certeza de que habia sido manipulado con exquisita pericia y preguntandose donde diablos se habria metido Dy.

– Bueno, Darcy, su joven amigo ya esta en buena compania -senalo lady Melbourne, dandole un suave golpecito en el brazo con el abanico-. Ahora ya no tiene que cuidar a su encantador protegido y puede divertirse a sus anchas. -Levanto la vista hacia el y luego agito las pestanas, mirandolo a traves de ellas-. ?Y que lo divierte a usted, Darcy? Sefton tenia razon; usted nunca viene. ?Sin embargo, aqui esta! Me pregunto cual puede ser la razon.

– La razon, querida senora, es tan clara como el agua -dijo una voz desde la espalda de la dama. Darcy enarco la ceja izquierda cuando una esplendida figura vestida con una levita negra muy satinada y una impecable camisa de lino almidonado se detuvo delante de ellos. Enseguida se formo un circulo de espectadores, mientras el hombre procedia a obsequiar a Darcy con un minucioso escrutinio, que realizo mientras se llevaba una mano a la espalda y apoyaba la barbilla sobre la otra, golpeandose la mejilla con el dedo indice.

– Y esa razon es… -comenzo a decir lady Melbourne, pero fue interrumpida por un rapido gesto de la mano.

– ?Shhh, necesito silencio, madame!

Lady Melbourne miro a Darcy y entorno los ojos a modo de disculpa, pero el estaba totalmente concentrado en su examinador, a quien observaba con cierta presuncion. El silencio exigido por el mayor arbitro de la moda de la sociedad inglesa se extendio hacia los alrededores, llamando la atencion de mas invitados. Darcy se enderezo todavia mas ante la insolente mirada del hombre, decidido a no dejar traslucir su disgusto y a contener el comentario descortes que tenia en la punta de la lengua, pues sabia que cualquiera de las dos cosas seria un terrible error. Hasta el principe se sometia al exquisito gusto de aquel hombre.

– Humm -musito el hombre mientras miraba a Darcy por un lado y luego por el otro. Despues, de repente, dijo-: ?Que? -Entonces se acerco mas, mirando a traves de un monoculo con montura dorada que colgaba de una cadena que salia de su chaleco-. ?Ah, si, ya veo! -Soltando un gran suspiro, el hombre retrocedio un paso y por fin miro a Darcy a la cara-. ?Como se llama?

Darcy esbozo una fugaz sonrisa al percibir el tono de resignacion de la voz del hombre, pero mantuvo una actitud impasible y contesto con indiferencia:

– El roquet.

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