a unos reyes hasta el, del hombre bueno y generoso en que se habia convertido el tal Jesus, de los milagros que habia hecho, de ese hijo de Dios que queria a todo el mundo y que lloraba con los pobres, de ese Dios hermoso y bueno que acabo en la cruz y que otorgo el perdon. La Navidad, dijo ella, es el dia del nacimiento de Dios hace 1.944 anos. A veces decia Dios, a veces decia el hijo de Dios, a veces el buen Jesus, pero yo, lo que habia registrado era que el tal Jesus hacia milagros, ?habia caminado sobre las aguas! La costurera de la casa roja y blanca me estrecho las manos y me hablo con ternura, como lo hacia a veces la maestra en la escuela, y me confio que ese dia sagrado, ese dia al que llamaban Navidad, los pequenos podian pedirle lo que quisieran al nino Jesus (o al hijo de Dios, o al buen Jesus) y se producia el milagro.

Aquel dia, en el largo trayecto hacia casa, agobiado por la sabana, no sufri como de costumbre. Pensaba en ese Dios que caminaba sobre las aguas y pensaba en nuestro rio, que se habia convertido en un torrente de lodo, y pensaba que si nuestra familia le rezaba como me habia dicho la senora Ghislaine, si cambiabamos de Dios como me habia aconsejado la senora Ghislaine, puede que si yo pedia esa cosa magnifica, maravillosa -volver a ver a mis dos hermanos-, si me atrevia a desearlo, ese milagro… Por el camino, ese pensamiento increible, esa esperanza loca, crecio y se hincho en mi para otorgarme una energia impresionante, y lleve la sabana como si mis hermanos estuviesen ahi, Anil delante, Vinod justo detras, tambien ellos con una sabana en vez de los cubos que antes transportabamos, los tres juntos de nuevo, afrontando la vida.

Cuando volvio mi padre, le hable de Jesus, del Dios que andaba sobre el agua y que hacia milagros. Estaba tan excitado por esa noticia que no me fije en su paso inseguro, no oli el alcohol y no vi sus ojos enrojecidos ni su boca hinchada. Cuando me di cuenta de todo eso, de todo lo que mi madre me habia ensenado a adivinar, de esas senales que anunciaban una noche en la que mas nos valia quedarnos callados, invisibles, inmoviles, cuando me di cuenta de todo eso, ya era demasiado tarde.

La elasticidad felina que desplegaba mi padre, la manera que tenia de saltar encima de nosotros como si fuesemos presas que habia perseguido y acosado. Siempre se ocupaba primero de mi madre, y mientras avanzaba en su direccion, ella retrocedia con las manos por delante, extendidas, sus pobres manos arrugadas, ridicula barrera, risible proteccion. ?Me estoy inventando ahora la sonrisa en el rostro de mi padre? ?Me invento esos ojos de repente tan vivos, tan crueles? Y si digo que el disfrutaba de aquello, ?es mi voz de viejo o mi recuerdo de nino quien me lo dicta?

Con un golpe, uno solo, mi padre agarraba las manos de mi madre y se las retorcia hasta que ella gritaba. Acto seguido, la golpeaba, con una mano aprisionando las de su mujer y la otra tomando impulso por encima de la cabeza, detras del hombro, que fuerza tan increible tenia mi padre en esos momentos, que fuerza tenia ese hombre -a quien me pareci durante mi juventud, aunque afortunadamente, gracias, Dios mio, solo en lo fisico, pero hasta eso lamentaba cada vez que me veia en un espejo-, ?de donde sacaba ese poderio y por que lo utilizaba asi? Estaba borracho, pero golpeaba con precision y paciencia. Arreaba una bofetada, fuerte y plana, y la cabeza de mi madre giraba hacia un lado. Esperaba a que ella volviera a mirarle para darle otro golpe, igual de fuerte, igual de preciso, y asi sucesivamente hasta que mi madre dejaba caer la cabeza sobre el cuello. Mi padre la sacudia como si fuera una muneca de trapo y la tiraba al suelo; y yo, el pequeno Raj, esperaba ese momento suplicando a Dios que hiciera algo al respecto, ahora mismo, de inmediato, algo que dejara congelado a ese hombre, que le hiciera caer hacia delante, hundirse en el sueno, no se, ya no se que le pedia a ese Dios, pero suplicaba con fuerza que pasara algo antes de que los golpes de mi padre acabaran por matarnos a mi madre y a mi.

Yo esperaba que acabara con ella, esperaba que empezase conmigo, esperaba ese unico instante en el que podria ayudar a mi madre. Ah, cuantas veces intente separarlos, cuantas veces salte sobre mi padre, pero ya lo he dicho, era un felino, nosotros eramos sus presas y yo nunca gane esa batalla. Al final, cuando habia sacudido a mi madre, yo la agarraba mientras caia. Eso era todo lo que hacia, todo lo que podia hacer. Ya habia visto a Anil actuar asi, en Mapou. Sostenerla para que no se partiera la crisma contra el duro suelo de esa casa en el bosque. Pero apenas notaba yo el peso de mi madre, la mano de mi padre ya se acercaba, la tenia encima, machacandome la boca, silbando en los oidos, cerrandome los ojos, abriendome la nariz. Mi padre no decia ni una palabra, hasta parecia que dejaba de respirar. Mi madre lloraba, intentaba levantarse, suplicaba; y yo, yo solo oia el estruendo de un torrente de barro. Asi fue mi primera Navidad.

Los dias siguientes a las chaladuras de mi padre se parecian todos. Mi madre y yo nos quedabamos en la casa, pasmados, hechos polvo, moviendonos a camara lenta y con el cerebro reblandecido. Mi madre pasaba horas haciendo cataplasmas, infusiones, pociones y lociones a base de hierbas, raices, hojas y flores que recogia en el bosque y con las que borraba nuestras heridas. Pero ese 26 de diciembre de 1944, su medicina no fue suficiente. No se que fue lo que ocurrio realmente esa manana, igual no me desperte, igual los potingues de mi madre no hicieron el menor efecto. Me acuerdo de mi padre hablando con una voz que yo no le conocia, una voz pequena, casi una voz de mujer, explicando a no se quien que me habia caido de un arbol, que era muy travieso, y entonces me metieron en la carcel, junto a los cAnAllAs, los lAdrOnEs y los mAtOnEs. Lo adivine cuando, en brazos de mi padre, pase bajo el enorme mango y oi el crujido de su pantalon al engancharse con la suela del zapato.

Se detuvo varias veces y, en cada ocasion, con su voz de mujer, decia, en frances, se ha caido del arbol. Yo no sabia que mi padre hablaba frances, pero en todo caso sabia el frances suficiente para mentir y camuflar lo que le habia hecho a su propio hijo. A fin de cuentas, igual tambien hablaba ingles, espanol o chino, no me habria extranado, pues la verdad es que no le conocia. Entre nosotros se alzaba el muro infranqueable de la violencia y de la muerte. Pensaba en mi madre, y cuando el me dejo en una cama llore hasta quedarme dormido. Nunca antes habia dormido en una cama. En Mapou y en nuestra casa del bosque, nos acostabamos sobre alfombras de hojas secas y trenzadas. Recuerdo que en cierto momento, en la cama de ese hospital situado en el seno de la prision -si, alli habia un hospital, en la epoca no me parecio extrano, pues no conocia otras carceles, y para mi todas tenian un mango, una verja con una bandera ilustrada, flores y cesped, cabanas, sombras, policias bien vestidos, fantasmas tristes y, evidentemente, un hospital-, en esa cama, pense por primera vez desde hacia meses en la enorme nube de vapor blanco que revoloteaba por encima de la plantacion de cana, cerca del campamento de Mapou, y en la que yo queria pasarme la vida.

Creo que dormi mucho. No me encontraba en muy buen estado: la nariz rota, costillas hundidas, hematomas, una papilla azul donde estaban los labios. Cuando pienso en eso, es mi hijo quien me viene a la memoria y lo vuelvo a ver cuando tenia ocho anos y probaba su primera bicicleta. Su concentracion era intensa: pedalear, mantener el equilibrio, mirar el camino y vigilarme, a mi, que iba detras de el como todos los padres, ?no le habia prometido que no le dejaria tirado? Me acuerdo de su mirada brillante de dicha y de esa sonrisa de oreja a oreja que se le habia quedado encajada desde que recibio el regalo esa misma manana. Habia empezado a pedalear bastante rapido, yo oia a mi mujer y a mi madre riendo y animando a mi hijo, que iba detras de mi, y le deje adelantarme porque se las arreglaba muy bien sin mi. Algunos metros despues, mi hijo se volvio y la mirada sorprendida que me lanzo, ese grito de nino atemorizado por encontrarse solo de repente, aunque supiera que yo hacia bien en dejarle pedalear solo, pues asi es como se aprende a ir en bicicleta, me hizo experimentar un sentimiento de culpa que me puso el corazon en un puno…

Si le imagino por un instante en el estado en que yo me hallaba ese 26 de diciembre de 1944, cuando solo tenia ocho anos, me entran ganas de gritar.

Dormi mucho, y cuando abria los ojos habia fantasmas de ojos coloreados y piel palida encima de la cama, fantasmas que ya habia visto antes, errando por un patio soleado con un enorme mango. Tenia la impresion de encontrarme en un mundo de algodon, de ruidos ahogados, de luz tamizada, con el cuerpo hundido en el colchon y en las sabanas blancas.

En varias ocasiones, un rostro cubierto de hilos de oro venia a tocarme ligeramente la cara, ahi donde todo estaba hinchado y morado. Si abria los ojos cuando estaba sobre mi cabeza, el me sonreia, pues me habia reconocido, a mi, el chaval del arbusto. Solo me habia visto unos minutos, pero yo estaba convencido, y lo sigo estando, de ese reconocimiento a primera vista, una identificacion fisica, el reconocimiento tambien de la desdicha, y me sentia muy tranquilo, como si estuviera en uno de mis escondites y nadie pudiera, alli, quitarme a mis hermanos y hacerme dano.

6.

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