analfabetas de delitos sexuales- estuvo a punto de hacerle gritar ante la incompetencia del Departamento del sheriff de Los Angeles; esos sordidos relatos acerca de romances en cuartos de bano y colegiales que recibian dinero a cambio de chupar vergas en un coche le revolvian el estomago con una biliosidad que sabia a cafe rancio o a las seis copas de la noche anterior. Consiguio cuatro candidatos, hombres que tenian de cuarenta y tres a cincuenta y cinco anos, de un metro ochenta a un metro noventa de altura, que en total sumaban veintiuna condenas por actos de sodomia, la mayoria consumados en alguna celda con otro preso homosexual, un
Karen trabajaba con la centralita, recibiendo llamadas, un auricular sobre el peinado a lo Veronica Lake. Era una chica de diecinueve anos, rubia y tetona, una empleada civil destinada a cubrir la proxima vacante femenina en la academia del condado. Danny no le veia pasta de policia: el periodo de dieciocho meses de servicio carcelario impuesto por el Departamento le haria perder los nervios y la arrojaria en brazos del primer policia que prometiera apartarla de matronas lesbianas, putas mexicanas y madres blancas acusadas de abusos infantiles. La rompecorazones de Hollywood Oeste no duraria ni dos semanas como policia.
Danny se ajusto la corbata y se aliso la camisa, su seductor preludio para pedir favores.
– ?Karen? ?Estas ocupada, carino?
La muchacha lo vio y se quito el auricular. Fruncio la boca; Danny se pregunto si convendria ablandarla con otra invitacion a cenar.
– Hola, agente Upshaw.
Danny apoyo las carpetas en la centralita.
– ?Que ha pasado con «Hola, Danny»?
Karen encendio un cigarrillo a lo Veronica Lake y tosio. Solo fumaba cuando intentaba deslumbrar a los policias del turno diurno.
– El sargento Norris oyo que llamaba a Eddie Edwards por su nombre de pila y dijo que lo llamara agente Edwards, que no me tomara tantas familiaridades hasta que hubiera ascendido.
– Dile a Norris que yo te he dado permiso para llamarme Danny.
Karen hizo una mueca.
– Daniel Thomas Upshaw es un bonito nombre. Se lo dije a mi madre, y ella estuvo de acuerdo conmigo.
– ?Que mas le dijiste de mi?
– Que eres muy dulce y apuesto, pero que te haces rogar. ?Que hay en esas carpetas?
– Informes sobre delincuentes sexuales.
– ?Para ese homicidio en que estas trabajando?
Danny asintio.
– Encanto, ?han respondido Lexington y San Quintin a mis preguntas sobre Goines?
Karen hizo otra mueca, entre astuta y coqueta.
– Ya te lo habria dicho. ?Por que me das estos informes?
Danny se inclino sobre la centralita y le guino el ojo.
– Estaba pensando en una cena en Mike Lyman's cuando termine con ciertos trabajos. ?Quieres echarme una mano?
Karen Hiltscher trato de responder al guino, pero la pestana postiza se le quedo pegada en el parpado inferior y tuvo que arrojar el cigarrillo en un cenicero para sacarla. Danny desvio la mirada, asqueado; Karen fruncio los labios.
– ?Que quieres de esos informes?
Danny miro hacia la pared para que Karen no le leyera la expresion.
– Llama a Registros de la carcel Salon de la Justicia y consigue el grupo sanguineo de los cuatro sujetos. Si te dan algo que no sea cero positivo, olvidalo. Para los cero positivo, llama a Libertad Condicional para pedir el ultimo domicilio conocido, antecedentes e informes. ?De acuerdo?
– De acuerdo.
Danny miro a su Veronica Lake de pacotilla. Tenia la pestana izquierda pegada a la ceja postiza.
– Eres un encanto. Cenaremos en Lyman's cuando termine este trabajo.
La Sede Local 3126 estaba en la calle Vine, al norte de Melrose, un tugurio pardo entre una bolleria y una tienda de licores. Habia sujetos pintorescos cerca de la puerta, engullendo pastas y cafe, cerveza y vasos de moscatel.
Danny aparco y entro. Un grupo de bebedores de vino se aparto para dejarlo pasar. El interior del local era humedo: sillas plegables alineadas en filas irregulares, colillas en el suelo de linoleo rayado, fotos de
La mujer ignoro la placa y miro las fotos.
– ?Ese tipo toca el trombon?
– Asi es. Martin Mitchell Goines. Ustedes lo mandaron a Bido Lito's en Navidad.
La mujer examino las fotos con mayor atencion.
– Tiene labios de trombon. ?Que ha hecho?
Danny mintio discretamente:
– Ha violado su libertad condicional.
La demacrada mujer toco las fotos con una una larga y roja.
– La vieja historia. ?Que quiere de mi?
Danny senalo los archivos.
– Sus antecedentes laborales hasta el momento.
La mujer titubeo, abrio y cerro cajones, hojeo carpetas, escogio una y le echo un vistazo a la primera pagina. La apoyo en el escritorio.
– Un musico de ninguna parte. Sin clase.
Danny abrio la carpeta y la miro; advirtio de inmediato dos lagunas: la sentencia del 38 al 40 por tenencia de marihuana, y la del 44 al 48 en San Quintin por el mismo delito. Desde el 48 los empleos eran esporadicos: contratos de dos semanas en salas de juego de Gardena y su precario trabajo en Bido Lito's. Antes de la primera sentencia, Goines tenia trabajos «muy» ocasionales. Tugurios de carretera en Hollywood en el 36 y el 37. A principios de los 40 Martin Goines era un loco del «cuerno» o trombon.
Bajo su consigna «El loco Martin Goines y su Cuerno de la Abundancia», habia tocado un tiempo con Stan Kenton; en 1941, habia hecho una gira con Wild Willie Monroe. Un fajo de paginas detallaba trabajos en el 42, el 43 y principios del 44, contratos de una noche con bandas de seis u ocho musicos que tocaban en tugurios del Valle de San Fernando. En las hojas de empleo solo figuraban los directores o los gerentes que se encargaban del contrato. Los otros musicos no se mencionaban.
Danny cerro la carpeta. La mujer dijo:
– Nada, ?verdad?
– Nada. ?Sabe usted si alguno de estos individuos conoce a fondo a Martin Goines?
– Puedo preguntar.
– Hagalo, por favor.
La mujer alzo los ojos al cielo, dibujo un signo de dolar en el aire y se senalo el escote. Danny aferro el borde del mostrador y olio el burbon de la noche anterior brotandole por los poros. Estaba a punto de hacerse el duro cuando recordo que estaba en terreno de la ciudad y la filipica de su comandante. Hurgo en los bolsillos, saco un billete de cinco y lo aplasto contra el mostrador.
– Hagalo ya.
La mujer cogio el billete y desaparecio detras de los archivos. Segundos despues salio a la acera, hablo con los que bebian vino, y despues con los que engullian bollos y cafe. Escogio a un sujeto negro que llevaba un maletin de bajo, le aferro por el brazo y lo arrastro adentro. El hombre olia a sudor rancio, hojas y enjuague bucal, como si el largo abrigo que llevaba puesto fuera su domicilio permanente.