alto, al protagonista de la pelicula que habia visto con Karen, a Tim. Cuando apunto su Camara Humana al peaton a quien presuntamente estaba mirando, todo eran gargolas, todo estaba distorsionado.

Tardo mucho en calmarse, en volver a la realidad. No habia comido desde el dia anterior; habia postergado su racion de burbon para caminar por el Strip con la cabeza despejada. Recorrer clubes nocturnos y restaurantes preguntando acerca de un hombre alto y canoso en Ano Nuevo seria tarea suficiente como para mantenerlo despabilado.

Lo hizo.

Y no consiguio nada.

Dos horas.

Las mismas versiones en Cyrano's, Dave's Blue Room, Ciro's, el Mocambo, La Rue, Coffee Bob's, Sherry's, Bruno's Hideaway y el Movieland Diner: cada sitio habia estado atestado hasta el amanecer del Ano Nuevo. Nadie recordaba a un hombre alto, canoso, solitario.

A medianoche, Danny regreso al coche y condujo hasta el Moonglow Lounge para tomarse sus cuatro copas. Janice Modine, su confidente favorita, vendia cigarrillos a un publico escaso: tortolos que se manoseaban, parejas que se acariciaban al son de la musica lenta del tocadiscos automatico. Danny se sento mirando hacia el lado opuesto al escenario; Janice aparecio un minuto despues, llevando una bandeja con cuatro vasos y agua helada.

Danny dio cuenta de las copas sin mirar a Janice, para que ella entendiera y lo dejara en paz. No queria gratitud por las veces que la habia salvado de arrestos por prostitucion, ni datos sobre Mickey C., inutiles porque el mas promisorio delincuente de la Seccion de Hollywood Oeste sobornaba a la flor y nata del cuerpo. El recurso no dio resultado, la muchacha se le planto delante. Un tirante se le deslizo por el hombro, luego el otro. Danny espero la primera oleada de calor. Cuando la recibio, todos los colores del salon cobraron el tono adecuado.

– Sientate y dime que quieres antes de que se te caiga el vestido -dijo.

Janice se subio los tirantes y se sento frente a el.

– Es por John, senor Upshaw. Lo han arrestado de nuevo.

John Lembeck era el amante y chulo de Janice, un ladron de coches especializado en robos a medida: un chasis para el vehiculo basico, repuestos que cumplieran ciertos requisitos. Habia nacido en San Berdoo, como Danny. Sabia muy bien que un agente del condado habia robado coches en Kern y Visalia, pero no lo mencionaba cuando lo capturaban por sospechoso.

– ?Partes o un coche entero?-pregunto Danny.

Janice se saco un panuelo del escote y lo plego.

– Tapiceria.

– ?Ciudad o condado?

– Creo que el condado. San Dimas.

Danny torcio el gesto. San Dimas tenia la seccion de detectives mas dura del Departamento; en el 46 el jefe de la guardia diurna, ebrio con hidrato de trementina, habia matado a golpes a un peon mexicano.

– Es territorio del condado. ?A cuanto asciende la fianza?

– No hay fianza, a causa de la ultima infraccion de John. Violo la libertad condicional, senor Upshaw. John esta asustado porque dice que esos policias son duros de veras, y le hicieron firmar una confesion por coches que en realidad no robo. John pidio que le dijera a usted que un chico de San Berdoo que ama los coches deberia proteger a otro chico de San Berdoo que tambien los ama. No me aclaro que queria decir, pero me pidio que se lo dijera.

Tenia que intervenir para impedir que echaran al traste su carrera: llamar a los polizontes de San Dimas, decirles que John Lembeck era su soplon y que una pandilla de ladrones negros con contactos en la carcel lo tenia entre ceja y ceja, que lo degollarian si el imbecil ingresaba en una prision del condado. Si Lembeck se portaba como un buen chico en la celda, lo dejarian libre con una tunda.

– Dile a John que me encargare de eso por la manana.

Janice habia deshecho el panuelo de papel en jirones.

– Gracias, senor Upshaw. John tambien me pidio que fuera amable con usted.

Danny se levanto, sintiendose tibio y flojo, preguntandose si debia dar su merecido a Lembeck por hacer de alcahuete.

– Siempre eres amable conmigo, preciosa. Por eso me tomo las copas aqui.

Janice abrio ojos celestes y seductores.

– Dijo que fuera muy amable con usted.

– No quiero.

– Quiero decir, amable con «extras».

– No insistas -dijo Danny, y dejo su habitual propina de un dolar sobre la mesa.

8

Mal estaba en su oficina. Ya habia leido doce veces los archivos psiquiatricos del doctor Saul Lesnick.

Era poco mas de la una de la madrugada; la Oficina de la Fiscalia era una hilera de cubiculos oscuros solo iluminados por la luz de Mal. Tenia carpetas desparramadas sobre el escritorio, senaladas con paginas de notas manchadas de cafe. Celeste pronto estaria dormida. El podria ir a casa y dormir en el estudio sin que ella lo molestara con ofrecimientos sexuales solo porque a esa hora de la noche el era su unico amigo, y darle un beso significaba que empezarian a hablar hasta que uno de ellos provocara un rina. Esa noche la hubiera aceptado: los datos de los archivos lo habian excitado como en los viejos dias de Antivicio, cuando hacia vigilar a las chicas antes de irrumpir en un burdel. Cuanto mas se sabia sobre ellas, mas oportunidades habia de que senalaran a sus chulos y clientes. Y al cabo de cuarenta y ocho horas de revisar papeles, creia haber calado a los rojos de la UAES.

Enganados.

Traidores.

Perversos.

Gritaban topicos, amaban los lemas, eran pseudoidealistas a la moda. Langostas atacando causas sociales con informacion erronea y soluciones falsas. Casi estropeaban su unico autentico respaldo -el caso de Sleepy Lagoon- por haberse asociado con quienes no debian: camaradas que habian solicitado a verdaderos miembros del Partido que organizaran piquetes y repartieran panfletos, desacreditando casi todo lo que hacia y decia el Comite de Defensa de Sleepy Lagoon. Escritores, actores y parasitos de Hollywood escupiendo traumas baratos, perogrulladas izquierdistas y sentimientos de culpabilidad por haberse revolcado en dinero durante la depresion y haber usado luego sus riquezas para respaldar falsas causas izquierdistas. Gente llevada al divan de Lesnick por su promiscuidad y su estupidez politica.

Enganados.

Estupidos.

Egoistas.

Mal bebio cafe y reviso mentalmente los archivos, una ultima reflexion antes de ponerse a clasificar a los dirigentes que el y Dudley Smith interrogarian y aquellos que se asignarian a un operativo que aun no habian encontrado: el proyecto de Loew, su herramienta favorita. Eran muchos sujetos con demasiado dinero y poco seso haciendo tonterias a fines de los 30 y durante los 40: traicionandose a si mismos, a sus amantes, a su pais y a sus propios ideales. Dos acontecimientos habian acentuado esa locura, arrancandolos de su orbita de fiestas, mitines y amorios.

El caso de Sleepy Lagoon.

La investigacion de la influencia comunista en la industria del entretenimiento realizado en 1947 por el Comite de Actividades Antiamericanas Internas.

Lo curioso era que los dos acontecimientos conferian a los rojos cierta credibilidad, cierta nobleza.

En agosto de 1942 alguien habia matado a golpes y arrollado con un coche a un joven mexicano llamado Jose Diaz frente a Sleepy Lagoon, un lugar de lomas herbosas donde se reunian bandas de la zona Williams Ranch de Los Angeles Central. Presuntamente, el origen del suceso era que esa noche habian echado a Diaz de una fiesta;

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