ocasion. Se desplazo hacia las pilas de archivos, oyo «?Atencion!» y vio un pequeno objeto azul volando hacia el. Buzz Meeks se lo habia arrojado. Lo atajo por reflejo: una cajita de terciopelo.
– Un simbolo de paz, capitan -dijo Meeks-. No pienso pasarme el dia con un tipo que tal vez quiso hacerme matar sin adularlo un poco.
Mal abrio la caja y vio un par de galones plateados de capitan. Miro a Meeks.
– No pido un apreton de manos ni un agradecimiento -continuo el gordo-, pero me gustaria saber si fuiste tu quien me disparo esos torpedos.
Habia algo raro en Meeks: su habitual encanto viscoso resultaba mas discreto, y tenia que saber que lo ocurrido en el 46 ya no tenia importancia. Mal cerro la cajita y se la devolvio.
– Gracias, pero no.
Meeks cogio el regalo.
– Mi ultimo intento de cordialidad, capitan. Cuando aborde a Laura, no sabia que era la mujer de un policia.
Mal se aliso el chaleco; Meeks siempre le daba la sensacion de que necesitaba ir a la tintoreria.
– Toma los archivos del final. Ya sabes lo que quiere Ellis.
Meeks se encogio de hombros y obedecio, un profesional. Mal empezo con la primera ficha, leyo un largo informe de Inmigracion, entrevio a un ciudadano solido con ideas erroneas inspiradas por la gran inflacion europea y dejo la carpeta a un lado. Los archivos dos y tres eran muy similares; miraba de soslayo a Meeks, preguntandose que buscaba. El cuatro, el cinco, el seis, el siete y el ocho eran refugiados que habian huido de Hitler, un veneno que parecia justificar los virajes hacia la extrema izquierda. Meeks vio que lo miraba y le guino el ojo; Mal comprendio que estaba feliz o contento por algo. Termino con el nueve y el diez, y entonces oyo golpes en la puerta.
– Toc, toc. ?Quien es? Es Dudley Smith. ?Alerta, rojos!
Mal se levanto. Dudley se le acerco y le dio una serie de palmadas en la espalda.
– Seis anos menos que yo y eres capitan. ?Fantastico! Muchacho, mis mas sinceras felicitaciones.
Mal se imagino poniendo en vereda al irlandes, dandole ordenes e imponiendole respeto.
– Muchas gracias, teniente.
– Y tienes un genio perverso acorde con tu nuevo rango. ?No dirias eso, Turner?
Meeks se mecio en la silla.
– Dudley, no consigo que este hombre hable.
Dudley rio.
– Sospecho que hay un viejo rencor entre ambos. No se cual es el origen, aunque apostaria a que
Mal aun oia el eco de «mientras estoy aqui» y el trueno de «
– Eres tan sutil como un tren de carga, teniente. ?Que pasa con Upshaw?
Dudley solto su carcajada.
– Mike Breuning tambien tiene problemas con el chico -explico Meeks-. Anoche me llamo y me dio una lista de nombres, cuatro tipos que Upshaw quiere hacer vigilar. Me pregunto si eran para el caso de los homosexuales o para el gran jurado. Le dije que no lo sabia, que no habia visto al chico, que solo lo conocia de oidas.
Mal se aclaro la garganta, irritado por sentirse excluido de la conversacion.
– ?Que significa de oidas, Meeks?
El gordo sonrio.
– Estuve investigando a Reynolds Loftis y descubri una pista de Antivicio del Departamento de Policia de Samo. Loftis fue arrestado en un bar de homosexuales en el 44, en compania de un abogado muy influyente llamado Charles Hartshorn. Interrogue a Hartshorn, quien al principio creyo que yo era detective de Homicidios, porque conocia a uno de los homosexuales muertos del caso de Upshaw. Supe que el sujeto no era un asesino. Lo presione con fuerza, luego lo deje en paz diciendole que procuraria que el condado no se metiera con el.
Mal recordo el informe de Meeks a Ellis Loew: la primera corroboracion externa de la homosexualidad de Loftis.
– Estas seguro de que Hartshorn no era esencial para el caso de Upshaw?
– Jefe, el unico crimen de ese sujeto es ser un homosexual con dinero y familia.
Dudley rio.
– Lo cual es preferible a ser un homosexual sin dinero ni familia. Tu eres padre de familia, Malcolm. ?No te parece acertada esta ley?
Mal perdio los estribos.
– Dudley, ?que demonios quieres? Dirijo este caso y Upshaw esta trabajando para mi, asi que dime por que estas tan interesado en el.
Dudley Smith hizo un numero de vodevil: un joven compungido arrastrando los pies, encorvando los hombros con timidez y frunciendo el labio inferior.
– Muchacho, me estas hiriendo los sentimientos. Solo queria celebrar tu buena suerte y hacerte saber que Upshaw ha provocado la ira de sus colegas, hombres no acostumbrados a recibir ordenes de aficionados de veintisiete anos.
– Te refieres a la ira de un recaudador de Dragna que le guarda rencor al Departamento del sheriff y a tu protegido.
– Es una forma de verlo, si.
– Muchacho, Upshaw es mi protegido. Yo soy capitan y tu eres teniente. No olvides lo que esto significa. Ahora hazme el favor de largarte y dejarnos trabajar.
Dudley se cuadro y se fue; Mal vio que tenia las manos firmes y la voz no le habia temblado. Meeks empezo a aplaudir. Mal sonrio, recordo a quien le estaba sonriendo y puso el gesto adusto.
– Meeks, ?que quieres tu?
Meeks se columpio en la silla.
– Comer filete en el Dining Car, tal vez unas vacaciones en Arrowhead.
– ?Y?
– No me entusiasma este trabajo ni me seduce la idea de que me mires con mala cara hasta que termine. Y me gusto la forma en que te enfrentaste con Dudley Smith.
Mal sonrio a medias.
– Continua.
– Le tenias miedo y sin embargo te enfrentaste a el. Eso me gusto.
– Ahora soy su superior. Hace una semana habria tenido que aguantarlo.
Meeks bostezo, como si todo empezara a aburrirlo.
– Amigo, tener miedo de Dudley Smith significa dos cosas: que eres listo y que eres cuerdo. Y yo fui su superior una vez y lo deje en paz, porque es un canalla listo que jamas olvida. Asi que animo, capitan Considine, y todavia quiero ese filete.
Mal penso en las barras de plata.
– Meeks, tu no eres de los que ofrecen una conciliacion. Buzz se levanto.
– Como te he dicho, no me entusiasma este trabajo, pero necesito el dinero. Asi que digamos que me hizo pensar sobre las cosas buenas de la vida.
– A mi tampoco me entusiasma el trabajo, pero lo necesito.
– Lamento lo de Laura -dijo Meeks.
Mal trato de recordar a su ex esposa desnuda, no lo consiguio.
– No fui yo quien intento matarte. Oi que fueron pistoleros de Dragna.
Meeks le arrojo la caja de terciopelo.
– Aceptala mientras me siento generoso. Acabo de comprarle a mi chica doscientos dolares en sueters.
Mal guardo las insignias y tendio la mano. Meeks se la estrecho con fuerza.
– ?A comer, capitan?
– Claro, sargento.