Bajaron en el ascensor hasta la planta baja y salieron a la calle.

Dos policias uniformados bebian cafe frente a un coche patrulla; Mal oyo palabras sueltas de la conversacion: Mickey Cohen, bomba, grave.

Meeks se acerco a ambos mostrando la placa.

– Fiscalia de Distrito. ?Que decian acerca de Cohen?

El policia mas joven, un novato de piel color melocoton, dijo:

– Acabamos de oirlo en la radio. Una bomba estallo en la casa de Mickey Cohen. Parece grave.

Meeks echo a correr; Mal lo siguio hasta un Cadillac verde menta y subio. Una ojeada a la cara del gordo le indico que «?Por que?» era una pregunta inutil. Meeks viro en redondo haciendo rechinar los neumaticos. Se interno en el trafico de Westwood y enfilo hacia el oeste, atravesando el campamento de la Administracion de Veteranos y saliendo a San Vicente. Mal recordo la casa de Mickey Cohen en Moreno; Meeks pisaba el acelerador a fondo, zigzagueando para esquivar coches y peatones, mascullando maldiciones. En Moreno viro a la derecha. Mal vio coches de bomberos y de policia, vaharadas de humo. Meeks freno frente a las cuerdas que cercaban la escena y se apeo; Mal se irguio y vio una bonita casa espanola humeando, al hampon numero uno de Los Angeles de pie en el jardin, indemne, rezongando ante oficiales de uniforme. Los curiosos llenaban la calle, la acera y los jardines vecinos. Mal busco a Meeks y no lo vio. Se volvio y miro al costado, y alli estaba su colega, el policia mas corrupto de la historia de Los Angeles, dedicado al mas puro suicidio.

Buzz estaba mas alla del tumulto, ahogando a besos a una rubia despampanante. Mal la reconocio por las fotos de las revistas: Audrey Anders, la Chica Explosiva, amante de Mickey Cohen. Buzz y Audrey se besaron. Mal miro boquiabierto a los tortolos, se volvio y observo a derecha e izquierda buscando testigos, matones de Cohen que pudieran avisar al amo. La multitud se apinaba detras de las cuerdas, absorta en las protestas de Mickey; aun asi, Mal siguio observando. Sintio que le tocaban el hombro: era Buzz Meeks, limpiandose el lapiz de labios de la cara.

– Jefe, estoy en tus manos. ?Vamos a comer ese filete?

23

– Y Norm dice que sabes pelear. Es un fanatico del boxeo, asi que debe de ser cierto. La pregunta es si estas dispuesto a pelear con otros sistemas… y para nosotros.

Danny miro a Claire de Haven y Norman Kostenz, que estaban sentados frente a el. Su examen habia empezado hacia cinco minutos, la mujer mantenia una actitud profesional y daba golpecitos al afable Norm para enfriar su entusiasmo con el episodio del piquete. Una mujer atractiva que no podia dejar de tocar cosas: los cigarrillos, el encendedor, a Kostenz cuando hablaba demasiado o decia algo agradable. Cinco minutos y ya sabia esto sobre la actuacion: era importante deslizar en la representacion algo real. Habia pasado la noche investigando el distrito negro despues de un extrano ataque de sollozos, y no habia averiguado nada sobre el Pontiac robado, pero intuia que «el» lo observaba; la investigacion de La Paloma Drive no dio ningun resultado, y tampoco las consultas a la linea de autobuses y las companias de taxis. Mike Breuning habia llamado para decirle que estaba tratando de conseguir cuatro agentes para seguir a los hombres de su lista. Se sentia cansado y tenso, y sabia que se notaba; le interesaba su caso, no los comunistas, y si De Haven insistia en pedir datos del pasado fingiria que se enfadaba y encauzaria la conversacion hacia detalles especificos: el resurgimiento de su fe politica y que le ofrecia la UAES para ponerla a prueba.

– Senorita De Haven…

– Claire.

– Claire, quiero ayudar. Quiero ponerme de nuevo en marcha. Estoy oxidado en todas partes menos en los punos y tengo que encontrar pronto un empleo, pero quiero ayudar.

Claire de Haven encendio un cigarrillo y ahuyento a una camarera impertinente agitando el encendedor.

– Creo que por ahora deberias abrazar una filosofia de la no violencia. Necesito que alguien me acompane cuando salgo en busca de contribuciones monetarias. Creo que serias eficaz para ayudarme a proteger las sumas de las viudas del HUAC.

Danny tomo «viudas del HUAC» como una indicacion escenica y fruncio el ceno, lastimado por repentinos recuerdos de Donna Cantrell, un fogoso amor ahogado en el rio Hudson.

– ?Te pasa algo, Ted?-pregunto Claire.

Norm Kostenz le toco la mano como diciendo «Cosas de hombres». Danny hizo una mueca, y los dolores musculares lo aguijonearon.

– No, solo me recordaste a alguien que conoci.

Claire sonrio.

– ?Te la recorde yo, o fue lo que dije?

Danny torcio el gesto exageradamente.

– Ambas cosas, Claire.

– Te sentirias mejor si me lo contaras.

– Todavia es pronto.

Claire llamo a la camarera y pidio martinis; la muchacha se alejo con una reverencia, anotando la consumicion.

– ?Entonces no habra mas accion con los piquetes?-dijo Danny.

– No es el momento oportuno -explico Kostenz-, pero pronto estrecharemos el cerco.

Claire lo hizo callar con un mero pestaneo de sus ojos de fanatica. Danny insistio: Ted el Rojo era un tipo tenaz.

– ?Que cerco? ?De que estas hablando?

Claire jugo con el encendedor.

– Norm es un poco atolondrado, y por ser un fanatico del boxeo ha leido mucho Gandhi. Ted, el esta tan impaciente como yo. Se estaba gestando una investigacion, una especie de HUAC en pequeno, pero parece que la interrumpieron. Eso nos tiene intimidados. Cuando venia hacia aqui iba escuchando la radio. Ha habido otro atentado contra la vida de Mickey Cohen. Tarde o temprano perdera el juicio y nos lanzara a sus matones. Necesitaremos tener camaras para filmarlo.

En realidad no habia respondido a la pregunta, y el discurso sobre resistencia pasiva sonaba como un subterfugio. Danny se dispuso a lanzar una frase seductora, pero la intervencion de la camarera se lo impidio.

– Solo dos vasos, por favor -dijo Claire.

– Yo no bebo -explico Norm Kostenz, y se marcho saludando con el brazo.

Claire sirvio dos medidas grandes. Danny levanto el vaso para brindar.

– Por la causa.

– Por todas las cosas buenas -dijo Claire.

Danny bebio y fruncio el ceno, un abstemio midiendose con una bebedora experta; Claire bebio un sorbo y dijo:

– Ladron de coches, revolucionario, seductor de mujeres. Estoy bastante impresionada.

Tenia que darle rienda, dejarla avanzar, envolverla.

– No lo estes, porque todo es una impostura.

– Oh. ?Que quieres decir?

– Que fui un revolucionario sin conviccion y un ladron asustado.

– ?Y el seductor de mujeres?

El cebo daba resultado.

– Digamos que trataba de recuperar una imagen.

– ?Alguna vez lo conseguiste?

– No.

– ?Tan especial es ella?

Danny bebio un largo sorbo. El alcohol junto con la falta de sueno lo mareo un poco.

– Lo era.

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