Shortell llevo a Danny hasta el coche, arrancandole la promesa de que intentaria dormir. Danny condujo hasta su casa, cada vez mas deshecho e inseguro. Al fin le vencio el agotamiento y recurrio a dialogos Ted-Claire para permanecer despierto. El dialogo lo acompano hasta la cama, y al pasar bebio un sorbo de la botella de Mal Considine. Tapandose con la chaqueta de cuero de Krugman, se durmio de inmediato.
Lo acompanaron mujeres extranas y «el».
Baile en la secundaria de San Berdoo, 1939. Glenn Miller y Tommy Dorsey por los altavoces. Susan Seffert lo lleva al gimnasio y al vestuario de chicos, usando como senuelo una lata de galletas. Ya dentro, le desabrocha la camisa, le lame el pecho, le muerde el vello. El trata de entusiasmarse mirando su propio cuerpo en el espejo, pero sigue pensando en Tim; eso le hace bien pero resulta doloroso, no se pueden tener ambas cosas. Le dice a Susan que conocio a una mujer mayor a quien quiere ser fiel y menciona a la suicida Donna, quien le compro esa bonita cazadora de aviador, un autentico trofeo de heroe de guerra. «?Que guerra?», pregunta Susan; la accion se esfuma porque el sabe que algo no encaja, faltan dos anos para Pearl Harbor. Luego ese hombre alto, sin rasgos faciales, de pelo plateado, desnudo, esta alli, rodeandolo en un circulo, y mientras entorna los ojos besa a Susan en la boca.
Luego un pasillo con espejos, el persiguiendolo a «el»; Karen Hiltscher, Roxy Beausoleil, Janice Modine y mujeres de Sunset Strip se abalanzan sobre el mientras el arroja excusas.
– Hoy no puedo. Tengo que estudiar.
– No se bailar, soy muy timido.
– En otra ocasion, ?de acuerdo?
– Encanto, no nos liemos. Trabajamos juntos.
– No quiero.
– No.
– Claire, eres la unica mujer verdadera que he conocido desde Donna.
– Claire, quiero follarte tanto como follaba a Donna y a todas las demas. Ellas disfrutaban porque yo disfrutaba con ellas.
Lo estaba alcanzado a «el», viendo con mas precision a ese hombre canoso con contextura de letrina de ladrillos. La aparicion dio media vuelta; no tenia cara, pero tenia el cuerpo de Tim y un miembro mayor que el de Demon Don Eversall, quien solia pasearse por la ducha, juntar agua en el descomunal prepucio, empunar su verga y ronronear: «Ven a beber de mi copa del amor.» Besos intensos; cuerpos fundidos, uno dentro del otro, Claire salia del espejo, diciendo:
– Eso es imposible.
Luego un escopetazo, y otro, y otro.
Danny desperto sobresaltado. Oyo un cuarto timbrazo, vio que habia empapado la cama de sudor, sintio ganas de orinar y aparto la chaqueta para encontrar sus pantalones mojados. Fue hasta el telefono y barboto:
– ?Si?
– Danny, habla Jack.
– Si, Jack.
– Hijo, he logrado quitarte de encima al comandante de guardia un teniente llamado Poulson. Es amigote de Al Dietrich, y se muestra razonable en cuanto a nuestro Departamento.
Danny penso: y Dietrich es amigote de Felix Gordean, quien tiene conocidos en el Departamento de Policia y en la Fiscalia de Distrito, y Niles esta relacionado con vete a saber quien en el Departamento del sheriff.
– ?Y Niles?
– Lo han distanciado de nuestra mision. Le dije a Poulson que te estaba acosando, que el empezo la pelea. Creo que estaras bien. -Una pausa, luego-: ?Estas bien? ?Has dormido?
El sueno regresaba, Danny ahuyento una imagen de «el».
– Si, he dormido. Jack, no quiero que Mal Considine se entere de lo que ha pasado.
– ?Es tu jefe en el gran jurado?
– Si.
– Bien, yo no le dire nada, pero es probable que alguien se vaya de la lengua.
Mike Breuning y Dudley Smith lo reemplazaron a «el».
– Jack, tengo que trabajar en la otra mision. Te llamare manana.
– Algo mas -anadio Shortell-. Ha habido suerte con nuestras averiguaciones acerca de coches robados: se llevaron un Oldsmobile a dos manzanas de La Paloma. Lo abandonaron en el muelle de Samo, sin huellas, pero anadire «ladron de coches» a nuestros antecedentes. Y hemos hecho ciento cuarenta y una llamadas a talleres dentales. Vamos despacio, pero presiento que lo atraparemos.
«El».
Danny rio. Le dolian las heridas del dia anterior, y nuevas magulladoras le hacian arder los nudillos.
– Si, lo atraparemos.
Danny se transformo de nuevo en Krugman con una ducha y un cambio de ropa, Ted el Semental Rojo en la chaqueta deportiva de Karen Hiltscher, pantalones de franela y una camisa de seda del vestuario cedido por Considine. Condujo hacia Beverly Hills despacio, mirando el espejo retrovisor de vez en cuando por si algun coche lo seguia demasiado cerca y un hombre sin cara lo miraba demasiado intensamente, haciendo brillar los faros porque en el fondo ansiaba que lo atraparan, que todos supieran por que. No aparecieron sospechosos en el espejo; dos veces estuvo a punto de chocar por su lentitud. Llego a la casa de Claire de Haven tres cuartos de hora mas temprano; vio Cadillacs y Lincolns en la calzada, luces tenues brillando detras de cortinas y una estrecha ventana vertical, tapada por cortinas pero abierta. La ventana daba a un sendero de piedra y a arbustos altos que separaban la residencia De Haven de la casa contigua; Danny se acerco, se acuclillo y escucho.
Oyo palabras, entre toses y farfulleos. La exclamacion de un hombre: «Cohen y sus malditos lacayos tienen que perder la chaveta primero.» Claire: «Todo consiste en saber cuando presionar.» Una suave voz del Este: «Tenemos que dar a los estudios una salida para que salven las apariencias, por eso es importante saber cuando. Todo tiene que saltar en el momento preciso.»
Danny escucho pensando en probables testigos. Oyo una larga digresion sobre las elecciones presidenciales del 52 -quienes serian los candidatos, quienes no lo serian- que degenero en una pueril competencia de gritos, hasta que Claire impuso su opinion de que serian Stevenson y Taft, sicarios fascistas de diversa importancia. Se menciono a un director de cine llamado Paul Doinelle y sus clasicos «estilo Cocteau»; luego un dueto casi completo: el hombre de voz suave riendose de «viejas llamas», un hombre de estentoreo acento sureno replicando: «Pero yo tengo a Claire.» Danny recordo los archivos psiquiatricos: Reynolds Loftis y Chaz Minear habian sido amantes en el pasado; Considine le habia dicho que ahora Claire y Loftis estaban comprometidos. Sintio un retortijon en el vientre y miro el reloj: las 8.27, hora de enfrentarse al enemigo.
Rodeo la casa y llamo al timbre. Claire abrio la puerta y dijo «Que puntual». Danny vio que el maquillaje y el traje le disimulaban las arrugas y le marcaban las curvas mejor que la pintura y el vestido del restaurante.
– Estas encantadora, Claire -saludo.
– Guardalo para despues -susurro Claire.
Le cogio del brazo y lo llevo al salon, elegancia sutil equilibrada por fotografias cinematograficas enmarcadas: titulos izquierdistas que habia visto en sus informes. Habia tres hombres de pie, bebiendo: un fulano de aire semitico en traje, un sujeto menudo y pulcro que llevaba un sueter de tenis y pantalones blancos, y un duplicado de «el», un hombre de pelo plateado, casi cincuenton, mas de un metro ochenta, tan flaco como Mal Considine pero diez veces mas guapo. Danny le miro la cara, pensando que algo le resultaba familiar en la configuracion de los ojos, luego miro hacia otro lado: homosexual, ex homosexual o lo que fuese, era solo una imagen, un comunista no un asesino.
Claire hizo las presentaciones.
– Caballeros, Ted Krugman. Ted, de izquierda a derecha tenemos a Mort Ziffkin, Chaz Minear y Reynolds Loftis.
Danny les dio la mano. Ziffkin respondio con un «Hola, campeon», Minear con un «Es un placer» y Loftis con una sonrisa socarrona, un aparte implicito: dejo que mi novia coquetee con jovencitos. Saludo al hombre alto con mayor firmeza, adoptando la personalidad de Ted K.
– El placer es mio, y ansio ponerme a trabajar.