psicologica.

En la libreria robaba de la caja. Miraba todas las revistas que llegaban y arrancaba las fotos de las mujeres que mas me excitaban. Trabajaba desde medianoche hasta las ocho de la manana, guardaba el botin y me iba a un bar donde ponian peliculas porno todo el dia. Me emborrachaba y miraba a las hippies. Siempre estudiaba mas los rostros que los cuerpos.

Mi periodo pornografico duro poco. El jefe de la libreria descubrio mis hurtos y me despidio. Volvi a los trabajos temporales, saque algo de dinero y pase dos meses pantagruelicos.

Compre una caja de vodka, montones de bistecs y parvas de inhaladores. Me ahogaba en fantasias, delirios sexuales, colesterol y las obras de Raymond Chandler, Dashiell Hammett y algunos escritores de novelas policiacas verdaderamente malos. No salia de casa durante dias. Perdi, gane y volvi a perder peso al tiempo que me dejaba llevar por un frenesi cercano a la locura.

Me retrase dos meses en el pago del alquiler. El casero empezo a golpear la puerta y a hablar de desahucio. No me alcanzaba el dinero para hacerlo callar. Con lo que tenia solo podia alquilar por un mes un cuarto barato.

Encontre un apartamento cerca de los estudios de la Paramount. Estaba en un edificio cursi llamado Apartamentos Green Gables. Costaba sesenta dolares al mes, lo cual era muy poco para 1970.

Lloyd me ayudo con el traslado. Puso mis cosas en su coche e hicimos la clasica fuga de medianoche. Me instale en Green Gables y busque empleo.

No encontre nada. Los trabajos que no exigian especializacion escaseaban. Hice unos cuantos viajes con inhaladores y empece a ver y oir cosas que tal vez fueran reales o no.

El tipo que vivia en el apartamento de al lado me evitaba cada vez que nos encontrabamos en el rellano. Cuando me pegaba un viaje, golpeaba en mi ventana. Sabia lo que yo estaba haciendo y no le gustaba. Me leia los labios y descifraba todos mis dulces y sucios vacios. Leia mis pensamientos a traves de la pared que nos separaba.

Odiaba mis libros porno. Sabia que habia asesinado a mi padre y habia dejado morir a mi madre de puro negligente. Pensaba que era un monstruo y un pervertido. Queria destruirme.

Volaba y me estrellaba, volaba y me estrellaba, volaba y me estrellaba. Mi paranoia bramaba en proporcion directa con la droga que habia en mi cuerpo. Oia voces. Unas sirenas de la calle me transmitian mensajes de odio. Para enganar a mi vecino me masturbaba en la oscuridad.

El me conocia.

Puso bichos en mi cubitera. Me enveneno el vino. Conecto mis fantasias a su televisor.

Un dia, en mitad de un viaje, me marche.

Deje mi ropa y todos aquellos libros de mierda, sali corriendo y camine a paso rapido, cinco kilometros hacia el noreste. En un edificio de Sunset con Micheltorena vi un letrero de «se alquila».

Arrende una habitacion por treinta y nueve dolares. El edificio era asqueroso y apestaba a basura.

El cuarto media la mitad de una celda para seis hombres. Entre con lo que llevaba puesto y media garrafa de vino barato.

A la manana le di a unos cuantos inhaladores. Me asaltaron voces nuevas. El inquilino del cuarto de al lado empezo a silbar por los tubos de la ventilacion.

Me daba miedo salir de la cama. Sabia que las resistencias de la manta electrica eran en realidad microfonos. Las arranque. Me mee en la cama y destroce los almohadones. Me meti goma espuma en las orejas para acallar las voces.

A la manana siguiente me largue. Me fui derecho al Robert Burns Park.

A partir de alli, todo fue mal. Fue mal con su logica autodestructiva.

Fue mal poco a poco.

Las voces iban y venian. Los inhaladores las dejaban entrar. El alcohol y la sobriedad obligada las alejaban. En un nivel intelectual entendia el problema, pero en cuanto me metia esas bolas de algodon en la nariz cualquier pensamiento racional me abandonaba.

Lloyd aseguraba que las voces eran producto de un estado de «psicosis anfetaminica». Para mi formaban parte de una conspiracion. El presidente Richard M. Nixon sabia que habia matado a mis padres y habia ordenado a la gente que me acechara. Susurraban a traves de microfonos conectados a mi cabeza. Yo oia las voces, nada mas.

No podia desengancharme. Oi voces durante cinco anos.

Me pasaba casi todo el tiempo fuera. Vivi en parques, patios traseros y casas vacias. Robe. Bebi. Lei y tuve fantasias. Camine por todo Los Angeles con algodones metidos en las orejas.

Fue una carrera continua durante anos.

Despertaba fuera de algun sitio. Robaba licor y carne. Leia en las bibliotecas, entraba en los restaurantes, pedia comida y bebida y me largaba sin pagar. Entraba en los lavaderos de casas de apartamentos, rompia las lavadoras y las secadoras y me llevaba las monedas. Seguia dandole a los inhaladores y tenia buenos momentos antes de que las voces me llamaran.

Entonces caminaba.

Wilshire Boulevard llevaba directo a la playa. Durante un viaje lo recorri hasta el final y regrese. Tenia que moverme. Los ruidos del trafico amortiguaban las voces. La falta de movimiento hacia que se volvieran cacofonicas.

Pase cinco anos andando. Transcurrieron como una pelicula borrosa a camara lenta. Mis fantasias corrian por ellos en un contrapunto acelerado. Las escenas de la calle servian de telon de fondo a las voces a mi dialogo interno.

No tartamudeaba ni revelaba abiertamente mi estado mental. Siempre iba bien afeitado y llevaba pantalones oscuros para ocultar la mugre acumulada. Robaba camisas y calcetines a medida que los necesitaba. Me banaba en colonia para matar el hedor de la vida al aire libre. De vez en cuando, me duchaba en casa de Lloyd.

Lloyd iba hacia ningun sitio a una velocidad agradable y sedada. Bebia, tomaba drogas y hacia novillos en el instituto. Flirteaba con el peligro y la mala vida y contaba con la casa de su madre como recurso de apoyo. Me ayudaba cuando tenia un mal viaje. Me interrumpia con pequenas descargas de verdad. La policia de Los Angeles tambien me interrumpio y me hizo tragar a la fuerza otra estancia en prision.

Me abroncaron y me arrestaron por ebriedad, por conducir bajo los efectos del alcohol, por hurto menor y por allanamiento de morada. Me retuvieron porque sospechaban que era un pederasta que actuaba de madrugada y me echaron a patadas de casas abandonadas y albergues para indigentes. Estuve en varias comisarias y luego me mandaron a la Oficina del Sheriff para que cumpliera de cuatro a ocho meses de prision en la carcel del condado.

La carcel era mi cura de salud. Me abstenia del alcohol y la droga y comia en abundancia tres veces al dia. Hacia gimnasia y mi tono muscular mejoraba. Me relacionaba con blancos estupidos, con negros estupidos y con mexicanos estupidos, y nos contabamos historias estupidas. Todos habiamos cometido delitos osados y habiamos follado con las mujeres mas maravillosas del mundo. Un negro viejo y borracho me dijo que se habia tirado a Marilyn Monroe. «No fastidies -le dije-. Yo tambien me la cepille.»

En la carcel de New County me ocupe de recoger la basura y de la descarga de mercancias y en Tayside Honor Rancho trabaje en la biblioteca. Mi prision favorita era Biscailuz Center. Te daban de comer muy bien y te dejaban leer en las letrinas cuando se apagaban las luces.

Sabia como llevar bien aquellos encierros cortos. La carcel me limpiaba el cuerpo y me daba algo que esperar con ganas, que me soltaran, y mas fantasias estructuradas alrededor del alcohol y la droga.

Fantasias de delitos. Fantasias de sexo.

La pelirroja llevaba quince anos muerta y estaba muy lejos, pero en el verano de 1973 me tendio una emboscada.

Yo vivia en un hotel de mala muerte. Le daba al inhalador en el bano comunitario que estaba al final del pasillo. Llenaba la banera con agua caliente y me pasaba horas dentro. Nadie se quejaba. Casi todos los huespedes se duchaban.

Estaba en la banera. Me masturbaba imaginando una sucesion de caras de mujeres viejas. Vi a mi madre desnuda, luche contra esa imagen y desaparecio. Apane una historia de inmediato.

Estabamos en el 58. Mi madre no habia muerto en El Monte. No estaba borracha. Nos amabamos como

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