Era muy buena, la mejor que habia probado en mi vida. Empece a comprar y a fumar todos los dias.

Creia que no me joderia los pulmones ni me reblandeceria el cerebro. No encenderia en mi fantasias incestuosas ni haria que me cagara en Dios. Era la droga manejable y controlable de los anos setenta.

Y asi lo racionalice.

Fume hierba durante un ano y medio. Era muy buena, pero no extraordinaria; en cualquier caso, como pretender ir a la luna en un Volkswagen.

No bebia ni le daba a los inhaladores. Fumaba marihuana y vivia como un fantaseador a dedicacion plena, pero mucho mas sutil.

Saque mis fantasias al aire libre. Por la noche las sacaba en Hillcrest y en otros campos de golf. Saltaba la valla del L.A. Country Club y con mi fantasia recorria los terrenos durante horas.

Jugue con mi elenco de personajes de Hillcrest y los encaje en un relato policiaco. Perfile a un heroe alcoholico que saludaba desde el rincon triste de Hancock Park y alimentaba una obsesion perpetua por el caso de la Dalia Negra.

Me concentre en la musica clasica y romantica del club Mecca. Me concentre en los delirium tremens. Mi heroe queria encontrar a una mujer y amarla hasta la muerte.

Mi reserva de fantasias de dieciocho anos cristalizo en esta historia. Empece a advertir que era una novela.

Me despidieron de Hillcrest. El hijo de un socio me grito delante de una mujer atractiva. Lo derribe delante de todo el mundo. Un guardia de seguridad me escolto hasta la salida.

Estaba muy colocado de hierba. La hierba me subia de manera imprevisible.

Encontre trabajo de cadi en el Bel-Air Country Club. Los socios y mis companeros eran tan fascinantes como los de Hillcrest y el campo era aun mas hermoso.

En Bel-Air segui colocandome. Compre un reproductor de casetes y me pasaba horas ciego de hierba escuchando a los compositores romanticos alemanes. Por la noche vagaba por los campos de golf y luchaba con aquella novela emergente.

Lloyd se traslado al hotel Westwood. Habia dejado el alcohol y la droga dura y se mantenia con marihuana. Flirteaba con la idea de la sobriedad real. Le dije que no me interesaba.

Mentia.

Tenia casi treinta anos. Queria hacer cosas, no robaba, no tenia fantasias sexuales con mi madre. Dios u otras fuerzas cosmicas me habian devuelto el cerebro de manera permanente. No oia voces. No estaba tan jodido como antes.

Y no era un ser humano civilizado.

Mantenerme a base de marihuana me llenaba fisicamente. Comia mucho, cargaba bolsas de golf y hacia gimnasia. Era alto, fuerte y corpulento. Tenia ojos pardos, muy grandes y llevaba gafas con montura metalica que acentuaban su tamano. Estaba colocado todo el rato. Parecia un loco consumido por un monologo interior. Los desconocidos me encontraban molesto.

Las mujeres me tenian miedo. Intente hablar con algunas en una libreria y se asustaron muchisimo. Sabia que tenia mal aspecto y que mi nivel de higiene estaba por debajo de la media.

Tenia hambre. Queria amor y sexo. Queria dar mis historias mentales al mundo.

Sabia que en aquellas circunstancias no podia conseguir esas cosas. Debia renunciar a toda clase de droga. No podia beber. No podia robar. No podia mentir. Tenia que ser un jodido hijo de puta encerrado en si mismo, estricto y severo. Tenia que repudiar mi vieja vida y a partir de la fuerza disecada de esta, y solo de ella, construir una nueva.

Me gusto el concepto, resultaba atractivo para mi naturaleza extremista. Me gustaba el caracter de autoinmolacion. Me gustaba el aire de apostasia absoluta.

Durante semanas le di vueltas a la idea. Estimulaba mi impulso narrativo y amargaba mi gusto por la droga. Queria cambiar por completo mi vida.

Lloyd se habia limpiado en Alcoholicos Anonimos. Me aseguro que la abstinencia total era mejor que el alcohol y la hierba en sus mejores momentos. Le crei. Siempre habia sido mas listo y fuerte que yo, y mas lleno de recursos.

Segui su pista. «Al carajo», me dije, y abandone mi antigua vida.

Alcoholicos Anonimos era un desenfreno. El panorama a finales de los anos setenta era una locura: redencion, sexo, Dios y unas caidas tan brutales como estupidas. Era mi educacion sentimental y mi camino de regreso a la vida.

Me encontre con muchas personas cuya vida era igual a la mia con ligeras variaciones. Oi historias que superaban a las mias en horror. Hice amigos. Aprendi preceptos morales y desarrolle una fe en Dios expresada con sencillez que no era mas compleja y sentida que la de un nino en una escuela dominical.

Entrar en Alcoholicos Anonimos fue doloroso. Sus reuniones me pasaron factura. La gente mantenia conversaciones ambiguas y trilladas. Solo me quedaba para tomar las manos a las mujeres durante la plegaria al Senor.

Las mujeres me magnetizaban, y si volvia era por ellas, para tomarlas de la mano. La lujuria y mi voluntad apostolica me mantenian sobrio.

Alcoholicos Anonimos hizo un trabajo sutil conmigo. Su literatura criticaba el alcoholismo y la drogodependencia de manera brillante. Comprendi que yo era un elemento mas de una plaga comun. En ese contexto mi historia resultaba banal y solo unos pocos detalles incidentales la hacian unica. La critica imbuia a los principios de Alcoholicos Anonimos de una gran fuerza moral. Yo los encontraba absolutamente creibles y confiaba en su eficacia.

Los principios me vencieron. La gente me hizo capitular.

Trabe amistad con algunos tipos. Me relaje con las mujeres y di rienda suelta a mi ego en los atriles de Alcoholicos Anonimos. Enseguida me converti en un magnifico orador. Mi exhibicionismo autodestructivo dio un giro completo.

En Alcoholicos Anonimos del Westside habia ganas de placeres mundanos. Los asistentes a las reuniones eran jovenes, blancos y lascivos. El alcohol y la droga no existian. El sexo, si. El lema era: «Mantente sobrio, ten confianza en Dios y folla.»

Despues de las reuniones, la gente se desmadraba. Un chico dio una fiesta en la que hubo intercambio de parejas. Habia hombres y mujeres que se conocian en el local y a las dos horas se casaban en Las Vegas. Las fiestas nudistas en piscinas abundaban. Las mujeres atacaban a los hombres con todo descaro. Annie B., conocida como la Salvaje, le enseno los pechos a Kenny Deli despues de la reunion de los martes en Ohio Street.

Me acoste con mujeres. Tuve lios de una, dos y tres noches, y penosos intentos de monogamia estricta. Deje que los adictos al caballo que estaban desintoxicandose cayeran redondos en la pista mientras yo bailaba con los ligues de ultima hora. Ganaba trescientos dolares a la semana y me gastaba casi todo en mujeres. Elegia prostitutas yonquis, las llevaba a las reuniones de Alcoholicos Anonimos y les hacia tragar la historia de la Dalia Negra para que se asustaran y se desenganchasen. Era un libertinaje frenetico, a menudo alborozado.

Sobrio, hice realidad casi todos mis suenos sexuales inducidos por la droga.

El mundo real eclipso el fantastico. Solo persistia esa historia. Sabia que era una novela.

Me perseguia como un fantasma. Invadia mis pensamientos en momentos extranos. Yo no sabia si tenia huevos para escribirla. Disfrutaba de una epoca de bonanza. Ignoraba que el motivo de todo eran cosas viejas.

Mi madre llevaba muerta veinte anos. Mi padre, trece. Sonaba con el. Con ella no sonaba nunca.

Mi nueva vida era abundante en fervor y escasa en retrospeccion. Sabia que habia abandonado a mi padre y acelerado su muerte y habia pagado la deuda con creces. Mi madre era otra cosa.

Solo la conocia con verguenza y repugnancia. La expolie en un sueno febril y negue mi propio mensaje de anhelo. Me asustaba resucitarla y amarla con el cuerpo y el alma.

Escribi la novela y se vendio. Trataba de mi y del mundo del delito en Los Angeles. Me daba miedo acechar a la pelirroja y desvelar sus secretos. Aun no habia encontrado al hombre que me la devolveria.

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