hombre y mujer.

Hicimos el amor. Oli su perfume y su aliento a tabaco. Su pezon amputado me excitaba.

Le aparte el cabello de los ojos con una caricia y le dije que la amaba. Mi ternura la conmovio hasta las lagrimas.

Fue la historia de amor mas apasionante y dulce que nunca habia perpetrado. El comprobar lo que moraba en mi interior me hizo sentir verguenza y horror.

Intente revivir la historia. Mi mente no me dejaba. Toda la droga del mundo no alcanzaba para devolverme a la pelirroja. La habia abandonado una vez mas.

Fundi el dinero del alquiler y perdi el cuarto de hotel. Volvi a instalarme en Robert Burns Park.

Seguia dandole al inhalador y libre una batalla conmigo mismo. Intente evocar a mi madre e idear una manera de que se quedara conmigo. Mi mente me fallo. Mi subconsciente cerro a cal y canto toda aquella historia.

Las voces eran muy elocuentes: decian que me habia follado a mi madre y la habia asesinado.

Desarrolle una enorme tolerancia a la profilexedrina. Para despegar necesitaba entre diez y doce algodones. Aquella mierda me estaba jodiendo los pulmones. Todas las mananas despertaba congestionado.

Empezo a dolerme el pecho. Solo con respirar me doblaba, cada latido del corazon era insoportable. Fui en autobus al hospital del condado. El medico que me examino diagnostico neumonia. Me ingresaron y me dieron antibioticos durante una semana. Acabaron por completo con la infeccion.

Sali del hospital y volvi a la vida al aire libre, al alcohol y los inhaladores. Tuve otra neumonia. Me curaron. Segui todo un ano en una loca carrera a base de vino barato e inhaladores, y acabe con delirium tremens.

Lloyd vivia en West Los Angeles. Acampe en la terraza de su casa. Las primeras alucinaciones las tuve en su cuarto de bano.

Un monstruo salto del lavabo. Cerre la tapa y vi que mas monstruos la atravesaban. Me corrian aranas por las piernas. Unas manchas pequenas revoloteaban ante mis ojos.

Corri a la sala y apague las luces. Las manchas se volvieron fluorescentes. Saquee el bar de Lloyd y bebi hasta perder el sentido. Desperte en el terrado, muerto de miedo.

Sabia que tenia que dejar de beber y de darle al inhalador. Sabia que iban a matarme en un futuro muy proximo. Robe una botella de whisky y fui a dedo al hospital del condado. Liquide la botella en las escaleras principales y entre.

Un medico dictamino mi ingreso en la sala de alcoholicos. Dijo que me recomendaria para el programa del Hospital Estatal de Long Beach. En treinta dias estaria limpio y preparado para vivir sobrio.

Era lo que yo queria. O eso o la muerte. Tenia veintisiete anos.

Me pase dos dias en la enfermeria de la sala de alcoholicos. Me dejaban zombi a fuerza de tranquilizantes y sedantes. No vi monstruos ni manchas. Queria beber con la misma intensidad que queria dejarlo. Procuraba dormir todo el dia.

En Long Beach dijeron que me aceptarian; seria trasladado con otros tres tipos de la enfermeria. Eran viejos borrachos, alcoholicos reincidentes profesionales, que llevaban anos en el circuito de rehabilitacion.

Nos llevaron en una furgoneta del hospital. Me gusto el aspecto del lugar. Los hombres y las mujeres dormian en pabellones separados. La cafeteria semejaba un restaurante. Las salas de recreo parecian sacadas de un campamento de verano.

El programa constaba de encuentros con miembros de Alcoholicos Anonimos y terapia de grupo. Las sesiones de autocritica no eran obligatorias. Los pacientes llevaban uniformes color caqui y unas pulseras numeradas, como los reclusos de las prisiones del condado de Los Angeles.

El Antabuse era obligatorio. Unas enfermeras de ojos de lince se ocupaban de que los pacientes lo tomasen todos los dias. Si bebias despues de tomar ese medicamento, te ponias a morir. El Antabuse era una tactica disuasoria.

Empece a encontrarme mejor. Siempre considere los ataques de delirium tremens como un accidente marginal. Convivia con borrachos de todos los pelajes. Los hombres me asustaban, las mujeres me excitaban. Pensaba que podria vencer el alcohol y las drogas a mi manera.

Comenzo el programa. En las reuniones con Alcoholicos Anonimos me dedicaba a ensonaciones y durante la terapia de grupo hablaba por los codos. Inventaba hazanas sexuales y dirigia mis cuentos a las mujeres de la sala. Tarde una semana en entenderlo: estas aqui dentro por tres comidas calientes al dia y una cama.

Segui adelante con el programa. Comi como un cerdo y engorde cuatro kilos. Me pasaba todo el tiempo libre leyendo novelas policiacas.

Tosia mucho. Una enfermera me pregunto por ello. Le dije que hacia poco habia tenido un par de neumonias.

Me envio a un medico para que me examinara. El tipo me inyecto un relajante muscular y me metio un tubo con una linterna en la garganta. Miro por el aparato y movio la bolita en el interior de mis pulmones. No dijo si habia algun problema.

La tos persistia. Yo resistia el programa y me preguntaba que haria para librarme de aquello. Todas las opciones me asustaban.

Podia encontrar un trabajo miserable y seguir limpio con el Antabuse. Podia dejar el alcohol y los inhaladores y tomar otras drogas. Podia fumar hierba. La hierba producia apetito. Podia ganar peso y trabajar un poco los musculos. Entonces las mujeres me desearian. La hierba era mi salida hacia una vida normal y saludable.

En realidad, no me lo creia.

Los inhaladores eran sexo. El alcohol era el nucleo de mi fantasia. La hierba era estrictamente para risitas y citas con pizzas y rosquillas.

Complete el programa. Segui tomando Antabuse y volvi a instalarme en el terrado de Lloyd. Llevaba treinta y tres dia sobrio.

La tos empeoraba. Tenia los nervios destrozados y mi capacidad de atencion se colapsaba a los tres segundos. Dormia diez horas seguidas o me revolvia toda la noche.

Mi cuerpo no era mio.

El terrado constituia mi refugio. Tenia un buen rincon junto a la salida contra incendios. Ahi todo empezo a ir mal.

Estabamos a mediados de junio. Me levante de una siesta y pense: «Necesito cigarrillos.» Entonces la mente se me quedo en blanco. No puedo recordar nada mas.

Mi cerebro golpeaba paredes vacias. No podia visualizar mis pensamientos ni encontraba palabras para expresarlos. Me llevo mas de una hora dar forma a esa unica y simple elucubracion.

No sabia pronunciar mi nombre. No conseguia recordar como me llamaba. No podia dar forma a ese simple pensamiento ni a ningun otro. Mi mente habia muerto. Mis circuitos cerebrales se habian desconectado. Era un demente con el cerebro muerto.

Grite. Me tape los oidos con las manos, cerre los ojos y grite con voz bronca. Seguia debatiendome con ese simple pensamiento.

Lloyd subio al terrado. Lo reconoci. No lograba recordar su nombre ni el mio ni ese sencillo pensamiento de hacia una hora.

Lloyd me bajo a su casa y llamo a una ambulancia. Llegaron los enfermeros y me ataron a una camilla.

Me condujeron al hospital del condado y me dejaron en una sala de espera atestada. Empece a oir voces. Las enfermeras se acercaban y me gritaban telepaticamente. Yo tosia y me debatia. Alguien me clavo una aguja en el brazo…

Desperte atado a una cama. Estaba solo en la habitacion de un hospital privado.

Tenia las munecas despellejadas y ensangrentadas. Notaba casi todos los dientes flojos. Me dolia la barbilla y los nudillos me escocian debido a unas pequenas raspaduras. Llevaba puesto un camison de hospital. Y lo tenia todo meado.

Busque ese pensamiento simple y lo pesque al primer intento. Recordaba mi nombre de macarra negro: Lee Earle Ellroy.

Todo volvio. Me acorde de cada detalle. Empece a llorar. Rece a Dios y le suplique que me conservara cuerdo.

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