Stoner se sumia a menudo en sus ensonaciones.
Veia las cosas rapidas y brillantes. Pasaba mucho tiempo con sus mujeres muertas.
Estaba exhausto. Le faltaba un mes para jubilarse. En su mente revoloteaba un pequeno pensamiento divertido.
No estaba seguro de poder abandonar el caso por completo.
IV. GENEVA HILLIKER
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Vole a Los Angeles para ver el expediente del asesinato de mi madre. Mis motivos eran ambiguos, como poco.
Estabamos en marzo del 94. Jean Ellroy llevaba treinta y cinco anos y nueve meses muerta. Yo tenia cuarenta y seis anos.
Vivia en una zona adinerada de Connecticut. Tenia una casa tan grande como aquellas en que solia entrar para robar. Tome un vuelo, a primera hora, y me aloje en una suite del hotel Mondrian. Queria acercarme al expediente con la cabeza clara y el corazon frio.
El impulso habia surgido seis semanas antes. Mi amigo Frank Girardot me habia llamado para contarme que estaba escribiendo un articulo sobre los viejos asesinatos del valle de San Gabriel. El articulo se publicaria en el
Frank iba a ver el expediente de mi madre. Leeria los informes y veria las fotos de la escena del crimen. Veria a Jean Ellroy muerta. Aquello me afecto de inmediato. Me afecto profunda y rapidamente y en dos niveles distintos.
Yo tambien tenia que ver el expediente. Tenia que escribir sobre aquella experiencia y publicar el escrito en alguna revista importante. Seria un buen golpe publicitario para mi siguiente novela.
Llame a mi editor en
Me dispuse a hacer el viaje, pero el gran terremoto de Los Angeles retraso mis planes en varias semanas. El Palacio de Justicia fue clausurado. Homicidios de la Oficina del Sheriff estaba de traslado y los expedientes se hallaban en transito. El retraso me dio cierto tiempo para bailar con la pelirroja.
Sabia que era el momento de enfrentarme a ella. Una vieja fotografia me dijo por que.
Mi mujer la encontro en el archivo de un periodico, compro un duplicado y lo enmarco. En ella aparecia yo, de pie junto al banco de trabajo de George Krycki. Era el 22 de junio de 1958.
En la foto no se puede discernir mi estado de animo. Quizas estuviera aburrido. Quiza, catatonico. Mi actitud no delata nada.
Es mi vida en el nivel cero. Estoy demasiado aturdido, aliviado o perdido en calculos como para dar senales de simple pena.
La foto tenia treinta y seis anos y definia a mi madre como un cuerpo en una cuneta y como fuente de inspiracion literaria. Yo no me sentia capaz de separar lo que era suyo de lo que era mio.
Me gusta encerrarme en suites de hotel. Me gusta apagar las luces y poner el acondicionador de aire. Me gustan los ambientes contenidos y con temperatura controlada. Me gusta sentarme en la oscuridad y dejar vagar la mente. Por la manana me encontraria con Bill Stoner. Pedi al servicio de habitaciones que me subieran algo de cenar y una jarra enorme de cafe. Apague las luces y deje que la pelirroja me llevara por ahi.
Conoci cosas de nosotros. Otras, las presenti. Su muerte corrompio mi imaginacion y me proporciono unos dones explotables. Me enseno autosuficiencia mediante ejemplos negativos. Mi tendencia a la autoconservacion estaba a la altura de mis impulsos autodestructivos. Mi madre me aporto el don y me maldijo con la obsesion. Empezo como curiosidad en lugar de hacerlo como pena infantil. Florecio como una busqueda de oscuro conocimiento y muto en una horrible avidez de estimulacion. Los impulsos obsesivos estuvieron a punto de matarme. La furia por convertir mis obsesiones en algo bueno y util me salvo. Sobrevivi a la maldicion. El don adopto su forma final en el lenguaje.
Ella me cargaba de energia para el sexo y para la muerte. Era la primera mujer en mi camino hacia la mujer brillante y valerosa con que me habia casado. Ella me daba un rompecabezas resistente sobre el cual reflexionar y del que aprender. Me proporcionaba el tiempo y el lugar de su muerte para extrapolar cosas de ella. Era el centro, tacito o susurrado, del mundo de ficcion que yo habia creado y del mundo placentero en el cual vivia. Y, hasta aquel momento, apenas se lo habia reconocido de manera suficientemente rutinaria.
Escribi mi segunda novela,
La ascension significaba dos cosas: escribir una gran novela policiaca y atacar la historia fundamental de mi vida.
Me dispuse a ello. Lleve a la practica mi decision consciente de manera inconsciente.
Aun no estaba preparado para Elizabeth. Queria dirigirme a ella como novelista maduro, pero antes queria ampliar mi dialogo con las mujeres.
Deje Los Angeles en el 81. Era demasiado conocido y demasiado facil. Alcoholicos Anonimos era demasiado facil. Queria desembarazarme de toda aquella gente enganchada a la terapia y a la religion de los doce peldanos. Sabia que podia mantenerme sobrio de todas maneras. Queria volar Los Angeles y limitar mi dosis de la urbe a lo meramente ficticio. En octubre tenia fijada su salida al mercado