contraponia radicalmente con la que yo conservaba en mi recuerdo.

Esa foto reflejaba deseos satisfechos. Congele en mi mente su imagen a unos lascivos cuarenta. Las arrugas de su rostro no eran huellas de vida disoluta, sino de fuerza, de energia. La foto era todo ansia soterrada. Sucumbi a la imagen y le hice el amor unas pocas veces, todas ellas preciosas y fantasticas.

Abri el segundo sobre. Vi dos retratos robot del Hombre Moreno. El retrato numero uno mostraba a un enjuto soplapollas. El retrato numero dos mostraba a un sadico de rasgos similares.

Abri el tercer sobre. Contenia treinta y dos fotos para las fichas de otros tantos hombres, todos ellos catalogados de delincuentes sexuales. Unos eran blancos y otros hispanos. Todos los rostros se parecian a los retratos robot.

Los treinta y dos habian sido interrogados y dejados en libertad. Todos tenian ese aspecto de viles pervertidos que produce el fogonazo del flash. Llevaban al cuello el rotulo de identificacion de anteriores detenciones por asuntos de caracter sexual. Los rotulos recogian las fechas de detencion y diversos numeros de articulos del codigo penal. Las fechas iban desde el 39 hasta el 57. Los numeros cubrian desde violaciones y escandalos sexuales hasta media docena de delitos pasivos. Casi todos los tipos ofrecian un aspecto desaseado. Unos cuantos aparecian encogidos, como si acabaran de golpearlos con un listin telefonico. El efecto que producian en conjunto era repulsivo. Tenian el aire de una mancha venerea o de una salpicadura de semen en la pared de un cagadero.

Abri el ultimo sobre. Vi a mi madre muerta cerca del instituto Arroyo.

Tenia las mejillas hinchadas y las facciones abotargadas. Parecia una mujer enferma pillada en pleno sueno.

Vi el cordel y la media en torno a su cuello. Vi las picaduras de insectos en los brazos. Vi el vestido que llevaba puesto. Me acordaba de el. Contemple las fotos en blanco y negro y recorde que el vestido era celeste y azul marino. Le llegaba por debajo de las rodillas, pero alguien se lo habia levantado hasta las caderas. Vi su vello pubiano. Aparte rapidamente la mirada y converti la imagen en algo borroso.

La ultima foto correspondia a la autopsia. Mi madre estaba boca arriba en una mesa del deposito de cadaveres, con la cabeza apoyada en un bloque de caucho negro.

Vi su pezon deformado y la sangre seca que cubria sus caderas. Vi una incision abdominal suturada. Era muy probable que la hubiesen abierto en la escena misma del crimen, para hacer un estudio del higado antes de que sobreviniera el rigor mortis.

Examine todas las fotos tomadas en el lugar donde la hallaron. Grabe cada detalle en la memoria. Me sentia en perfecta calma. Volvi a colocarlo todo en el expediente y le entregue este a Stoner.

Me acompano hasta el coche. Nos estrechamos la mano y nos despedimos. Stoner estaba algo alicaido. Sabia que mi mente se hallaba muy lejos de alli.

Esa noche me acoste pronto. Cuando desperte aun no habia amanecido. Vi las fotos incluso antes de abrir los ojos.

Note que un pequeno engranaje encajaba en su lugar con un chasquido. Era como decir, «?Oh!», al reconocer una gran revelacion.

Ahora lo sabes.

Creiste que lo sabias, pero te equivocabas. Ahora sabes de verdad. Ahora vas a donde ella te lleva.

Ella y el Hombre Moreno regresaron al Stan's Drive-In. Eran las dos y cuarto de la madrugada. Acababan de follar y el estaba aburrido, queria deshacerse de aquella mujer desesperada y continuar con su vida. La combustion se habia producido porque ella queria mas. Mas sexo o mas atenciones masculinas. La promesa de una siguiente vez con flores y un trato mas lujoso.

Confie en mi nueva teoria. Hacia que sintiese una poderosa oleada de amor hacia mi madre.

Yo era hijo suyo. Estaba tan enganchado como ella a aquel «querer mas». La diferencia de sexo y la epoca me favorecian. Yo me habia dedicado a beber y a follar con una aprobacion general que ella nunca habria sonado tener. La suerte y la cautela del cobarde me salvaron.

Vi la cuesta abajo que ella habia recorrido. Me habia imbuido a la fuerza de un instinto de supervivencia que ella nunca habia desarrollado. Su dolor era mayor que el mio. Definia el vacio que habia entre nosotros.

Regrese a Connecticut y escribi mi articulo para GQ. No era nada catartico. No desconecto ese pequeno mecanismo. Ella siempre estaba alli, conmigo.

Fue un abrazo torpe y una reunion. Fue un paso temerario. Fue una cita a ciegas a la que me habian empujado Helen y Bill Stoner.

Ahora vas a donde ella te conduce.

La idea me confundio. Entregue mi devocion con fe ciega.

16

Ella me senalo el camino que conducia a sus secretos. Su guia fue una provocacion y un reto. Me desafiaba a descubrir como habia vivido y como habia muerto.

Decidi ampliar mi articulo para GQ, hacerlo cincuenta veces mas largo y convertirlo en libro. A mi editor la idea le parecio bien. Bill Stoner se jubilo en abril. Me puse en contacto con el y le hice una oferta. Le dije que queria que investigase el homicidio de mi madre. Le pagaria un porcentaje del anticipo del libro y cubriria todos los gastos. Formariamos equipo e intentariamos encontrar al Hombre Moreno, vivo o muerto. Sabia que nuestras probabilidades eran minimas, pero no me importaba. La pelirroja constituia mi principal objetivo.

Stoner acepto.

El articulo de GQ se publico en agosto. Se centraba en las figuras de mi madre y mia y en el se subrayaba nuestra ansia comun de «tener mas». Entregue la novela y alquile un apartamento en Newport Beach, California. Stoner dijo que nuestro trabajo podia llevar un ano, o mas.

Vole alli el Dia del Trabajo. En el avion, la gente hablaba de O.J. Simpson sin parar.

El caso ya tenia tres meses. Se habia convertido en el asunto relacionado con el asesinato de una mujer mas ventilado de todos los tiempos. El de la Dalia Negra habia sido un caso importante -y angelino hasta la medula-, pero el de Simpson lo habia eclipsado rapidamente. Era enorme, una escenificacion epica, un circo multimedia representado sin disimulo y basado en la poco sostenible defensa de un robo con escalo frustrado por la victima. Todo el mundo sabia que habia sido O.J., pero los corifeos desafiaban el consenso y se volvian locos buscando la verdad oculta y algun precedente empirico. Los lacayos de los medios de comunicacion atacaban la verdad con fuerza cada vez mayor. Consideraban el asunto O.J. como un tosco microcosmos. Era cosa de cocaina y sexo. Era narcisismo de club de salud y mutuas ataduras a pagos de pensiones mensuales de cinco cifras. Fue el publico de bajo nivel economico quien definio el delito. Ese publico ambicionaba el ostentoso estilo de vida de O.J. y no podia tenerlo. Por eso, se conformo con la representacion teatral, de moralidad pestilente, que les decia que aquel estilo de vida era venal.

O.J. y el hombre Moreno. Nicole y Geneva.

Mi madre era una mujer muy reservada. Yo era dado a los faroles y un oportunista redomado. Siempre deseaba llamar la atencion e intuia que ella nunca lo habia hecho. Yo queria entregarla al mundo. Podria llamarseme secuestrador de recuerdos y senalar mis anteriores hazanas para demostrarlo.

Quiza fuera asi, o quiza fuese un error. En vista de mi pasion recientemente desatada, me declararia culpable de tal delito.

Pero ella estaba muerta. Insensible. Preguntarse si lo entenderia o no era ridiculo. Yo tenia una faceta chismosa, descarada. Ella era el centro de mi relato.

El tema me preocupaba. Respetaba su intimidad y a la vez me disponia a destruirla. Solo veia una salida.

Tenia que someterme a su espiritu. Si la perjudicaba en algo, notaria en mi su censura.

Stoner se reunio conmigo en el aeropuerto. De alli, fuimos directamente al instituto Arroyo.

Era mi segunda visita, tiempo despues de que un equipo de filmacion me tomase unos planos alli. La

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