se incendiaba de resplandores, como si la piedra hubiera adquirido una cualidad traslucida… Y acaso la princesa tampoco reparara en las sidras y los tintos que habian contribuido a encender aun mas las sonrosadas mejillas de las habaneras, que los consumian a granel.
Florencio habia pasado dos dias transportando toneles y cajas de velas. Ahora que en el cielo apenas quedaban algunas franjas violetas de luz solar, emprendio el regreso a su casa. Varios carruajes se cruzaron con el suyo mientras se alejaba, y transcurrio bastante rato antes que dejara de escuchar el sonido de la musica. Las monedas le pesaban en el saquito que llevaba dentro de la camisa. Acaricio el mango de su machete y azuzo al caballo.
Mientras memorizaba los accidentes del camino, iba pensando en lo que haria con aquel dinero. Hacia tiempo acariciaba una idea y creyo que, por fin, habia llegado el momento; venderia su local y compraria otro en un sitio mejor de la ciudad.
Las luces de los faroles callejeros le guiaron en el trayecto final hacia intramuros. Rodeado de un ambiente conocido, tras recorrer aquella calzada inhospita, comenzo a canturrear mientras se bajaba del carreton y forcejeaba con el caballo para hacerlo entrar al improvisado zaguan lateral de su tienda. Un chirrido inusual capto su atencion. Reparo entonces en que la puerta del almacen estaba abierta.
– ?Cacha? -llamo, pero no recibio respuesta.
Dejo el caballo con los arreos puestos y se acerco con sigilo, alzando el farol de su carromato.
Caridad sintio el tropelaje del forcejeo y el ruido de un estante que se desplomaba. Bajo corriendo, vela en mano, sin acordarse de agarrar el machete que Florencio siempre dejaba bajo la cama. Cuando llego, apenas se dio cuenta del desorden que reinaba en la tienda porque casi enseguida tropezo con un obstaculo que le cerraba el paso. Levanto la vela y se inclino. El suelo estaba cubierto de cristales rotos, pero sus ojos solo pudieron ver el charco oscuro que crecia bajo el agonizante cuerpo de Florencio.
SEGUNDA PARTE. Dioses que hablan el lenguaje de la miel
TENGO UN CHINO ATRAS:
Expresion comun en Cuba para indicar que a alguien lo persigue la mala suerte. Su origen pudiera ser la creencia de que la brujeria china es tan fuerte que nadie puede anular o destruir sus «trabajos», como puede hacerse con la africana.
En la isla tambien se dice que alguien «tiene un muerto atras» para indicar que la desgracia persigue a una persona, pero «tener un chino atras» significa una fatalidad aun peor.
Por que me siento sola
Cecilia se adentro por el antiguo camino, ahora pavimentado, que conducia a la playita de Hammock Park. A su izquierda, una pareja de cisnes flotaba ingravidamente sobre las aguas verdes de una laguna, pero ella no se detuvo a contemplarlos. Siguio hasta la caseta de peaje, pago la entrada y condujo hacia la playa. Cuando vio el letrero del restaurante, busco donde aparcar y despues se dirigio a la puerta.
Su excursion habia sido una corazonada. En lugar de ir a la libreria, como le recomendara Gaia, habia decidido indagar en el sitio de la segunda vision. No tuvo dificultad en encontrar lo que buscaba; Bob, el trabajador mas viejo del lugar, tenia casi sesenta anos y ahora era el administrador alli, aunque habia comenzado siendo camarero.
El hombre no solo conocia la leyenda de la casa fantasma, sino que habia escuchado los testimonios de varios empleados que tropezaron con ella. Lo curioso era que los vecinos mas antiguos de la zona no recordaban haber oido hablar de las apariciones hasta fecha relativamente reciente.
– Algo debe de haber disparado ese fenomeno -aseguro el viejo-. Cuando surgen esas cosas es porque reclaman o buscan algo.
Aunque nunca pudo ver la casa ni sus ocupantes, estaba convencido de su existencia. Era imposible que tantas personas coincidieran en los mismos detalles. Todos describian la aparicion como un chalet playero de dos pisos, coronado por un techo de dos aguas, semejante a las primeras construcciones que se hicieran en Miami un siglo atras. Sin embargo, sus misteriosos inquilinos llevaban ropas de epocas mas recientes. Y era solo aqui donde diferian las historias. Algunos daban razon de dos ancianos: ella, con un traje de flores, y el, con una jaula vacia en las manos. Otros anadian una segunda mujer. Quienes las habian visto juntas, aseguraban que eran madre e hija, o quizas hermanas. La aparicion masculina, sin embargo, no parecia tener ningun vinculo con ellas. Ni siquiera reparaba en su presencia. Lo mismo ocurria por parte de ellas. Intrigado, Bob habia pasado mas de una noche en vela con la esperanza de ver algo, pero nunca tuvo suerte.
– Yo creo que hay personas con vision para el mas alla y otras que no pueden ver -dijo antes de despedirse-. Por desgracia, pertenezco al segundo grupo.
Cecilia solo atino a asentir, recordando a su abuela Delfina, y respiro con alivio cuando salio a la terraza. Por fin tenia algun material nuevo que podia usar.
La brisa golpeo su olfato con un violento olor a sal y yodo. A lo lejos, una pareja paseaba sobre el muro que separaba la playa del mar abierto. Todavia quedaban dos o tres horas para que el sol se ocultara.
Se acerco a la orilla, atenta al rumor de los cocoteros. No habia nadie a la vista y echo a andar hacia el bosquecillo, pensando nuevamente en su abuela Delfina. Si hubiera estado viva, habria conocido toda la historia con solo acercarse al lugar. Su abuela era capaz de ver a voluntad los acontecimientos pasados o futuros. No era como ella ni como el viejo gringo, criaturas ciegas para las visiones. Sospecho que la soledad era el unico fantasma que siempre la acosaria.
Tras andar un rato por el bosquecito, sin mas compania que un cangrejo y varias lagartijas saltarinas, decidio irse a casa. Al dia siguiente tendria que volver al periodico para poner en orden sus notas.
Sintio una especie de ahogo cuando penso en el apartamento vacio que la aguardaba. El cielo se iba tinendo de purpura a medida que recorria las calles. En pocos minutos, la noche cubriria la ciudad y haria relucir sus incontables anuncios. Los clubes, los cines, los restaurantes y los cabarets se llenarian de turistas.
De pronto no resistio la idea de encerrarse entre cuatro paredes, a solas con sus libros y sus recuerdos. Penso en Amalia. A diferencia de aquella casa intangible que deambulaba por Miami, la historia que comenzara a contarle tenia un comienzo y seguramente un final. Sintio que aquellos personajes, perdidos en la distancia y en el tiempo, eran mucho mas reales que su propia vida y que aquella mansion ilusoria que insistia en esfumarse entre sus dedos. Sin pensarlo mucho, hizo girar su auto rumbo a La Pequena Habana.
«Al doblar de cada esquina, siempre esta el pasado», penso.
Y con ese animo, se adentro en las callejuelas atestadas de gente.
Llanto de luna
El animo de Kui-fa quedo dividido entre la tristeza y el gozo. Cada tarde se sentaba con su hijo junto al