caracter, se arrimo al caballo y los convencio a los medicos de que iba a aguantar y lo curaron, y el estuvo todo el tiempo ahi, de modo que cuando lo llevaron de vuelta a los haras ya era otro, era el que ahora esta tirado ahi: empecinado, maneado a una idea fija, solo queria que el animal volviera a correr y lo hizo. Fue una metamorfosis, una metempsicosis entre el hombre y el caballo -escucho Renzi, y penso que se habia vuelto a dormir y que estaba sonando que un gaucho decia esas palabras-. Por eso digo que no es que haya sido meramente inducido a comprar el caballo, se vio obligado. Y no por el comprador o por el vendedor, sino por el propio animal, con tal autoridad que no fue posible contemporizar y menos negarse. -Renzi penso que seguia sonando-. Y eso -dijo Hilario- se debe no a que fuera un jockey excepcional, como pudo haber sido si hubiera seguido corriendo en los hipodromos, iba ya muy prendido en la estadistica esa temporada. Fue porque entre el hombre y el animal se habia desarrollado una afinidad de corazon, al extremo de que si el Chino no estaba presente el caballo no hacia nada, se quedaba inmovil sin permitir que nadie se le acercara o le diera de comer y menos que lo montara. Primero logro salvarlo y luego logro que pudiera empezar a caminar, despues empezo a montarlo y de a poco le enseno otra vez a correr, casi en tres patas, apoyaba apenas la mano izquierda, un caballo medio rengo, raro, aunque no se notaba porque era tan rapido, y entonces lo empezo a llevar a distancias cortas, y al fin lo hizo volver a correr, no en los hipodromos ya, pero si en las cuadreras, con la ilusion de verlo siempre invicto, aunque pisara mal y corriera con un estilo desgarbado pero siempre mas rapido que ningun otro. Ganaba y apostaba y guardaba el sueldo porque queria juntar plata con la intencion de comprarlo, pero nunca le alcanzaba porque el Ingles le puso un precio imposible, como una de esas bromas inglesas que nadie entiende. Seis veces el valor, por lo menos, y lo amenazaba con mandarlo a los haras como reproductor, sacarlo de la accion, y entonces hizo lo que hizo para conseguir la plata y comprar el animal. Y cuando usted, comisario, lo descubrio, ya estaba perdido. Me vino a ver, me dijo que le cuidara el caballo porque me conoce y sabe que se tratarlo y me lo dejo. Esa noche yo habia ido al pueblo a tomar una cana, y cuando regrese ya lo habia hecho. Sabia que se lo iba a cuidar, por eso me lo dejo y por eso vino a mi casa a matarse. Alguien le ofrecio la plata, alguien que conocia esta historia, y el fue y lo hizo. Ya se que no tiene perdon matar a un desconocido, pero le doy la explicacion, comisario, para que usted entienda el acontecimiento, aunque no lo justifique. -Hizo una pausa larga, mirando el campo-. Desaparecio unos dias y cuando volvio trajo el caballo. Yo no sabia nada, me dijo que habia ganado unas apuestas y habia conseguido la plata. No me conto como lo hizo. Lo hizo, como si una vez hecho ya no importara. Me lo dejo de herencia y ahora no se muy bien que voy a hacer con el, aunque es muy inteligente el animal y sabe todo lo que ha pasado, hace dos dias que casi no se mueve.

Se quedaron en silencio, mirando el caballo, que pastoreaba en el potrero. En una aguada, al costado, entre los yuyos, aparecio una luz mala, una fosforescencia luminosa que parecia arder como una llama blanca sobre la llanura. Era un alma en pena, la presencia triste de los aparecidos que tiraban esa claridad livida; la miraron con un silencio respetuoso.

– Debe ser el -dijo Huergo.

– La osamenta de un gaucho -dijo respetuoso, desde lejos, el gendarme.

– Nomas los huesos de un animal -dijo Croce.

Subieron al auto y se despidieron. Renzi supo anos despues que el paisano Hilario Huergo, el domador, en el ocaso de su vida habia terminado con Tacito conchabado en el circo de los Hermanos Rivero. Recorrian el interior de la provincia y el Tape Huergo, como le decian ahora, habia inventado un numero extraordinario. Montaba en el alazan y se hacia subir hasta lo alto de la carpa con un sistema de aparejos y poleas. Parecia que flotaba en el aire, porque las patas del animal se apoyaban en cuatro discos de fierro que le cubrian justo el redondel de los vasos, como los alambres y las roldanas estaban pintados de negro la impresion que se tenia era que el hombre se subia al cielo montado en el alazan. Y cuando estaba arriba, con toda la gente en silencio, el Tape Huergo le hablaba al caballo y miraba la oscuridad abajo, el circulo claro de la arena como una moneda, y entonces prendia unos fuegos de artificio de todos colores y alla en lo alto, vestido de negro, con sombrero de ala fina y barba en punta, parecia el mismo Lucifer. Hacia siempre ese numero fantastico, el, que habia sido un gran domador, inmovil ahora en el caballo, arriba de todo, sintiendo el viento contra la lona de la carpa, hasta esa noche en que una chispa de fuego le entro en un ojo al caballo y el animal, asustado, se paro en dos patas y Huergo lo sostuvo de la rienda, alzado, sabiendo que no iba a poder asentar otra vez las manos del animal justo en los redondeles de fierro y ahi, como si todo formara parte del numero, se saco el sombrero y saludo con el brazo en alto y despues se vino abajo y se estrello contra la pista. Pero eso paso -o se lo contaron- muchos anos despues… Esa noche cuando llegaron al pueblo Renzi noto que Croce estaba apesadumbrado, como si se culpara por la muerte del Chino. Habia tomado algunas decisiones y esas decisiones habian provocado una serie de resultados que no habia podido prever. Asi que volvio pensativo Croce, todo el viaje moviendo los labios como si hablara solo o discutiera con alguien, hasta que al fin entraron en el pueblo y Renzi lo despidio y se bajo en el hotel.

11

La noticia de que Croce habia encontrado al asesino de Duran en un rancho por Tapalque sorprendio a todos. Parecia otro de sus actos de prestidigitacion que cimentaban su fama.

– Vieron a un tipo chiquito, medio amarillo, entrar y salir de la pieza, y pensaron que era Dazai -explico Croce. Reconstruyo el crimen en una pizarra con mapas y diagramas. Este era el pasillo, aqui estaba el bano, lo vieron salir por aca. Hizo una cruz en la pizarra-. El que lo mato se llamaba Anselmo Arce, nacio en el departamento de Maldonado, fue aprendiz en el hipodromo de Maronas y termino de jockey en La Plata, excelente jinete, muy considerado. Corrio en Palermo y en San Isidro y despues se metio en lios y termino en las cuadreras de la provincia. Tengo aqui la carta en la que confiesa el hecho. Se ha suicidado. No lo mataron, presumo, se ha suicidado -concluyo Croce-. Descubrimos que habian usado el viejo montacargas del hotel para bajar la plata. Encontramos un billete en el piso. Fue un crimen por encargo y la investigacion sigue abierta. Lo que importa siempre es lo que sigue al crimen. Las consecuencias son mas importantes que las causas. -Parecia saber mas de lo que declaraba.

El asesinato por contrato era la mayor innovacion en la historia del crimen, segun Croce. El criminal no conoce a la victima, no hay contacto, no hay lazos, ninguna relacion, las pistas se borran. Este era el caso. La motivacion estaba siendo estudiada. La clave, habia concluido, es localizar al instigador. Por fin distribuyo una copia de la carta del jockey, escrita a mano con una letra aplicada y muy clara. Era una hoja de cuaderno, en realidad una vieja pagina de esos grandes libros de cuentas de las estancias donde estaba escrito, arriba, con letra redonda inglesa, el Debe y el Haber. Buen lugar para escribir una carta de suicidio, penso Renzi, que al darla vuelta vio algunas notas escritas con otra letra: tientos 1,2, galleta 210, yerba 3 kg, cabestro; no habia cifras despues de esa palabra, abajo habia una suma. Le llamo la atencion que hubieran fotocopiado tambien la parte de atras de la hoja. Todo parece encontrar sentido cuando uno intenta descifrar un crimen, y la investigacion se detiene en los detalles irrelevantes que no parecen tener funcion. La bolsa en el deposito, el billete en el piso, un jockey que mata por un caballo. Siento haberme desgraciado por un hombre al que no conozco. Y aprovecho la oportunidad para advertir que debo otras dos muertes, un policia en Tacuarembo, Republica Oriental del Uruguay, y un resero en Tostado, provincia de Santa Fe. Todo varon tiene sus desdichas y a mi no me han faltado las propias. Mi ultima voluntad es que mi caballo quede de mi amigo, don Hilario Huergo. Espero en la otra vida mejor ventura y me encomiendo al Supremo. Adios, Patria Mia, Adios mis Amigos. Soy Anselmo Arce, pero me dicen el Chino.

– Los paisanos son todos psicoticos, andan por ahi a caballo por el campo, perdidos en sus propios pensamientos, y matan al que se les cruza -se reia el encargado de la seccion Rural del diario La Prensa-. Una vez un gaucho se enamoro de una vaca, con eso les digo todo… La seguia a todos lados, un correntino.

– Hubieran visto el rancho donde murio -dijo Renzi-. Y el velorio sin nadie, con el caballo en el potrero.

– Ah, te llevo con el -dijo Bravo-. Vas a terminar escribiendo Los casos del comisario Croce, vos.

– No estaria mal -dijo Renzi.

Al dia siguiente Cueto pidio una orden del juez para requisar las pruebas. Croce dijo que el caso estaba

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