que lo hizo entrar. La sala de mujeres estaba al fondo y solo tres internos ocupaban el pabellon de varones.
Croce estaba sentado en una cama de hierro atornillada al piso, apoyado en el colchon enrollado y vestido con un guardapolvo gris que lo envejecia. En la cabeza llevaba un gorro de lana y tenia los ojos enrojecidos, como si no hubiera dormido. Al fondo, apoyados en la pared, los otros dos pacientes se miraban, parado uno frente al otro, y parecian jugar a un juego mudo, haciendo senas con los dedos y las manos.
Croce tardo en saludar y al principio Renzi penso que no lo habia conocido.
– Te manda Saldias -le dijo. Parecia una pregunta pero era una afirmacion.
– No, para nada. No le he visto -dijo Renzi-. Y usted como anda, comisario…
– Embromado. -Lo miro como si no lo recordara-. Voy a descansar unos dias aca y despues veremos… De vez en cuando hay que estar en un loquero, o hay que estar preso, para entender como son las cosas en este pais. Preso ya estuve hace anos, prefiero descansar aqui. -Sonrio con un brillo en los ojos-. Sospechoso de demencia…
Renzi le habia traido dos cajas de Avanti, una lata de duraznos al natural y un pollo asado que habia hecho preparar en el almacen de los Madariaga. Croce guardo todo en un cajon de manzanas parado contra la pared que usaba como armario. Renzi vio que tenia una brocha, jabon y una maquinita de afeitar que estaba abierta y sin cuchillas.
– Escuchame, pibe -dijo Croce-. No hagas caso a lo que te digan de mi en el pueblo… Me parece que los escucho a esos idiotas. -Se toco la frente con un dedo y despues sonrio con una sonrisa que le iluminaba la cara-. ?Viste mis cartitas? Escribi otras dos. -Busco en la parte de adentro del colchon y saco dos sobres cerrados-. Mandalas por correo.
– Pero no tienen direccion.
– No importa, metelas en el buzon de la plaza. Los estoy jodiendo a esos mierda… Y el Judas de Saldias, que me decis, pensar que yo lo estimaba, si sere gil. Me acuso de extraer conclusiones poco cientificas. Y yo le digo: «Que queres decir con eso.» Y el me contesta: «Que no es una
Se habian detenido frente a la cama del comisario, en la mitad del pasillo, y hacian el signo de pedir cigarrillos. Se llevaban dos dedos a la boca y hacian que fumaban, mirando a Renzi.
– Aqui -dijo Croce- una pitada de cigarrillo vale un peso a la manana y cinco pesos a la noche… El precio sube cada hora que se pasa sin fumar. Nos van a convidar, deciles que no, gracias, y dales un cigarrillo. -Se fueron acercando a la cama de Croce, sin dejar de fumar en el aire.
Renzi les dio un cigarrillo y entonces los dos se pusieron a fumar por turno en el pasillo. El mas gordo habia partido al medio un billete de un peso y le dio al otro la mitad del billete a cambio de una pitada. Cada vez que fumaban le daban al otro la mitad del billete y cuando exhalaban el humo se guardaban la mitad en el bolsillo. Pagaban con el medio billete, aspiraban, exhalaban, recibian la mitad del billete, el otro fumaba, soltaba el humo, pasaban la mitad del billete, el otro fumaba, el circuito era cada vez mas rapido a medida que el cigarrillo se consumia. La colilla los obligaba a ir rapido para no quemarse y al final la tiraron al piso cuando solo era una brasa y la miraron consumirse. El que termino primero le exigio al otro la mitad correspondiente del billete y se pelearon a los gritos hasta que un enfermero aparecio en la puerta y los amenazo con llevarlos a la ducha. Entonces se sentaron uno en cada cama, de espaldas, mirando la pared. Croce saludo a Renzi con alegria, como si lo viera por primera vez.
– Leiste mis cartas. -Se rio-. Me las dictan. -Hizo un gesto hacia el techo con un dedo-. Oigo voces -repitio en voz muy baja-. Los poetas hablan de eso, una musica que te entra por la oreja y te dice lo que tenes que decir. ?Trajiste lapiz y papel?
– Traje -dijo Renzi.
– Te voy a dictar. Veni, vamos a caminar.
– Si camino no puedo escribir.
– Te paras, escribis y despues seguimos caminando.
Se paseaban por el pabellon, de una pared a la otra.
– Ojo con este, que es cana -dijo el flaco.
– Cree que es cana -dijo el gordo-, cree que es un comisario de policia.
– Si este es comisario, yo soy Gardel.
– El jockey asesino tendria que haberse colgado de un bonsai.
– Exacto. Colgado como un munequito de torta.
Croce se detuvo cerca de una ventana enrejada y tomo a Renzi del brazo. Los otros dos pacientes se detuvieron cerca de ellos, sin dejar de hablar.
– La naturaleza nos ha olvidado -dijo el gordo.
– Ya no hay naturaleza -dijo el flaco.
– ?No hay naturaleza?… No exageres. Respiramos, se nos cae el pelo, perdemos nuestra
– Nuestros dientes.
– ?Y si nos ahorcaramos?
– Pero ?como nos ahorcariamos? Nos sacaron los cordones, se llevan las sabanas.
– Podemos pedirle el cinturon a este joven.
– Los cinturones son demasiado cortos.
– Me lo pongo en el pescuezo y vos me tiras de las piernas.
– ?Y de mi quien tira?
– Cierto, cuestion de logica.
– Don -dijo el flaco, mirando a Renzi-. Le compro un cigarrillo.
– Te lo doy.