– Mi hijo Luca es un genio, igual que mi padre -parecia cansado-, pero no tiene ningun sentido practico… lo he ayudado de todas las maneras posibles…

El Viejo para entonces ya estaba hablando solo con el tono de quien amonesta a su capataz porque la hacienda se le ha embichado y habia vuelto al principio.

– Estoy harto de todo este asunto, cansado de los periodistas, de los policias, no quiero saber nada con esas versiones que estan circulando sobre mi familia, sobre mis hijos. Ese muchacho era muy querido por mi, Tony, un chico de suerte que sin embargo vino a morir a este desierto. -Se detuvo y volvio a servirse whisky-. He tenido lo que se llama un episodio cerebrovascular, un derrame cerebral, y no tendria que tomar, pero si no tomo me siento peor. El alcohol es el combustible de mi vida. Mire, joven, estan queriendo confiscar la fabrica, los militares, y cuando vuelva Peron va a ser lo mismo, porque es otro militar. Somos duenos de este lugar desde que se fundo pero ahora se quieren quedar con todo y especulan con los terrenos vecinos, porque mi hijo me desairo en su momento y se enfrento conmigo, es un obstinado, pero tiene todo el derecho del mundo a mantener esa fabrica vacia si se le da la gana, la puede usar como cancha de paleta, como criadero de palomas, pago todas sus deudas y va a levantar la hipoteca, pero se quieren agarrar de esa deuda para confiscarla. No es una deuda con el Estado, es una deuda con un banco, pero la quieren expropiar. Mire, ?ve? -dijo, y busco entre unos papeles y le mostro el recorte del diario-. Los comerciantes estan atras de eso, quieren hacer ahi un centro comercial. Odio el progreso, odio ese tipo de progreso. Hay que dejar el campo en paz, ?un lugar bajo techo!, como si estuvieramos en Siberia. -De pronto el Viejo se quedo callado, se puso la palma de la mano en la cara, y luego retomo el monologo-. Ya no hay valores, solo hay precios. El Estado es un predador insaciable, nos persigue con sus impuestos confiscatorios. A quienes como nosotros, como yo, para no hablar en plural, vivimos en el campo, retirados de los tumultos, la vida se nos hace cada vez mas dificil, estamos cercados por las grandes inundaciones, por los grandes impuestos, por las nuevas rutas comerciales. Como antes mis antepasados estaban cercados por los malones, por la indiada, ahora tenemos a la indiada estatal. En esta zona cada tanto llega la sequia o viene el granizo o la langosta y nadie cuida los intereses del campo. Entonces, para que el Estado no se lleve todo hay que confiar en la palabra dada, a la vieja usanza, nada de cheques, nada de recibos, todo de palabra, el honor antes que nada, hay dos economias, un doble fondo, un subterraneo donde circula la plata. Todo para evitar las expropiaciones estatales, los impuestos confiscatorios a la produccion rural, no podemos pagar esas tasas. Buenos Aires tiene que ser una nacion independiente como en los tiempos de Mitre. Por un lado Buenos Aires y por otro lado los trece ranchos. ?O son catorce ahora? -Se detuvo otra vez y busco algo en el bolsillo del saco-. Hay una gran especulacion inmobiliaria en la zona, quieren usar la fabrica como base para una nueva urbanizacion. El pueblo ya les parece perimido. Lo voy a impedir. Tome, mire. Mande buscar esa plata para mi hijo, es parte de la herencia de su madre. -Era un recibo de extraccion del Summit Bank de Nueva Jersey por 100.000 dolares. Lo miro con los ojos grises, achinados ahora, y bajo la voz-. Quise reconciliarme con mi hijo. Quise ayudarlo sin que el se enterara. Pero el hijo de puta heredo el orgullo de su madre irlandesa. -Hizo una larga pausa-. Nunca imagine que alguien iba a morir.

– Nunca imagino…

– Tampoco se por que lo mataron.

– ?Y quienes quieren hacer esos negocios, Ingeniero?

– La negrada de siempre -dijo-. Basta por hoy. Nos vemos otro dia. -Volvio a apretar el boton de la campanilla, que sono en algun lugar de la casa. Casi inmediatamente se abrio la puerta y entro una muchacha igual a la otra pero vestida de otro modo.

– Yo soy Sofia -le dijo-. Veni, vamos, te acompano. -Tapo al padre, que dormitaba, y le acaricio el pelo. Luego ella y Renzi salieron juntos-. Yo te conozco a vos -le dijo ella cuando cerro la puerta. Estaban en una sala lateral, una especie de escritorio, que daba al parque-. Nos vimos hace mucho tiempo, en una fiesta, en City Bell, en la casa de Patricio. Zas zas. Touche. Yo tambien estudie en La Plata.

– Increible. Como me puedo olvidar de vos…

– Yo era de Agronomia -dijo ella-. Pero iba a veces a escuchar algunas clases en Humanidades y era muy amiga de Luciana Reynal, el marido es de por aqui. ?No te acordas? Si escribiste un cuentito con esa historia…

Renzi la miro sorprendido. Habia publicado un libro de cuentos hacia anos y resulta que esa chica lo habia leido.

– No era con esa historia -alcanzo a decir-. No puede ser que no me acuerde de vos…

– Una fiesta en City Bell… Y la mataste a Luciana, que tarado, ella sigue vivita y coleando. -Lo miro, seria-. Y ahora escribis paparruchadas en el diario.

– Nunca habia oido esa palabra. Paparruchadas. ?Es un elogio?

Tenia ojos de un color raro, con la pupila que de pronto se le agrandaba y le cubria el iris.

– Dame un cigarrillo.

– ?Como esta ella? -pregunto Renzi. Tenian eso en comun y se sostuvo ahi para seguir la conversacion.

– No tengo la menor idea. Y desde luego no se llamaba Luciana, se hacia llamar asi porque no le gustaba el nombre.

– Claro, se llamaba Cecilia.

– Se llama… pero hace anos que no la veo. Venia con el marido en los veranos. Uno de esos idiotas que se la pasan jugando al polo, ella queria especializarse en la filosofia de Simone Weil, imaginate, y tambien tuvo una historia con vos y seguro te dijo que se iba a separar del marido.

– Yo la queria -dijo Emilio. Se quedaron callados y ella le sonrio-. Y vos que haces -pregunto el.

– Cuido a mi padre.

– ?Y aparte de eso?

Sofia lo miro, sin contestar.

– Veni que te muestro donde vivo y charlamos un rato.

Cruzaron un pasillo y salieron a la otra parte de la casa. Una galeria abierta daba al jardin. Del otro lado se veia un pabellon con dos grandes ventanales iluminados.

– Nos sentamos aqui -dijo Sofia-. Traigo un poco de vino blanco.

Se habian quedado en silencio. Una mariposa nocturna giraba sobre los focos con la misma decision con que un animal sediento busca el agua en un charco. Al fin golpeo contra la lampara encendida y cayo al piso, medio chamuscada. Un polvillo anaranjado ardio un instante en el aire y luego se disolvio como el agua en el agua.

– En verano me vuelvo flaca -dijo Sofia, que se miraba los brazos-, vivo al aire libre. Cuando era chica me obligaba a dormir en el campo, bajo las estrellas, con una manta, a ver si podia vencer el miedo que me daba estar sola ahi porque Ada no queria, le tiene terror a los bichos y prefiere el invierno.

Sofia se paseaba por el borde de la galeria, con una suave sonrisa, lejana y tranquila. Como todas las mujeres muy inteligentes que ademas son hermosas, penso Renzi, consideraba su belleza algo irritante porque le daba a los hombres una idea equivocada de sus intereses. Como si quisiera negarle lo que estaba pensando, Sofia se paro frente a el, le tomo la mano y se la puso entre los pechos.

– Manana te voy a llevar a conocer a mi hermano -dijo.

Segunda parte

15

Desde lejos la construccion -rectangular y oscura- parece una fortaleza. El Industrial -como todos lo llaman aqui- ha reforzado en los ultimos meses la estructura original con planchas de acero y tabiques de madera y con dos torretas de vigilancia construidas en los angulos suroeste y sureste en los lindes extremos de la fabrica que

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