– Me temo que estas mintiendome.
– Ese es un miedo con el que tendras que vivir mientras hables conmigo. Mira, por ahi viene un camarero cargado de cervezas, paralo. Empiezo a no poder soportar esta fiesta absurda.
Tomo un vaso y dio un trago largo, que le devolvio un poco del calor que necesitaba. Los ninos habian empezado a bailar en corros. Cogidos de las manos, imitaban los movimientos amenazadores y terrorificos de los trasgos y los fantasmas. Reian, saltaban. Penso que, practicado por ninos, aquel ritual ganaba en contrapuntos inquietantes. Bombones, confeti, pastel… nada de aquello tenia que ver con ella. No era su fiesta. Desde hacia tiempo ninguna fiesta era la suya. Anos atras habia tenido la sensacion de que su fiesta estaba siempre celebrandose en otra parte. Era una invitada, pero no podia asistir. No sabia por que razon. El miedo, quiza. El miedo, ?a que?: el miedo inconcreto a la vida, a si misma, a la locura. ?El miedo a la locura? La locura como frontera tangible hacia un territorio cercano, espantoso. Pero se habia equivocado; su poder de autodestruccion no era tan fuerte como habia creido. Durante las ultimas etapas de su biografia habia estado librada a si misma, a su propia capacidad para hacerse dano, pero no se habia vuelto loca, ni habia caido en un abismo sin retorno. Seguia alli, mas o menos normal. A lo mejor la presencia de Santiago era una proteccion para ella, un bastion de realidad, y por eso no se habia alejado de el.
Los ninos danzaban y danzaban torpemente. Algunos se habian ajustado las caretas de calavera sobre los pequenos rostros, congestionados por el calor del esfuerzo y la excitacion. Las madres los observaban, orgullosas, un poco preocupadas porque la danza se desbocara y acabara en una debacle general. Pero no habia cuidado, los ninos sabian que estaban representando una comedia para los mayores, se adaptaban a su calidad de perros amaestrados.
Susy, ?donde estaba Susy? La vio, arrobada frente a las criaturas cadavericas. ?Cual es el problema de Susy? ?Tenia Susy un problema? No lo tenia. Sus problemas nacian al parecer de su preterita madre. Cada uno tiene su problema, busca el suyo. Hay problemas que sirven para mantenerte encadenado toda la vida, frente a las olas y los vientos, te protegen, te impiden salir en tu barca y navegar. El mar es peligroso, profundo, oculto, y siempre navegas solo, sin saber si los materiales con los que esta construida tu barca son resistentes o si te hundiras a los primeros embates del viento. No, mejor un problema. Paula nunca supo si estaba dotada de talento para escribir, para vivir. Ahora lo sabia. Cuando uno toma conciencia de que no se puede culpar a nadie del propio fracaso, un descanso total invade el animo. Ya no le importaria pasar el resto de sus dias descansando. Hay quien logra esa meta: pintores fracasados que se dedican a enmarcar cuadros, musicos sin talento que componen melodias para publicidad, escritores frustrados que dan clases de literatura. Claro que existen soluciones mas comodas: dejarse arrastrar por los acontecimientos cerrando los ojos con suavidad. Por eso ha acompanado a Santiago hasta Mexico, por eso esta en la colonia, rodeada de mujeres felices y ninos disfrazados de muerte.
Fue en busca de otra cerveza y descubrio que Susy la observaba con censura. Algo asi como: «No iras a emborracharte ahora, ?verdad?» Susy se preocupaba por ella, o quiza temia el espectaculo siempre embarazoso de los borrachos, que acababan incomodando a todo el mundo, privados de cualquier encanto social. Ni siquiera los borrachos celebres lo tuvieron: las cogorzas de Faulkner, las gloriosas mierdas de Hemingway, las ilustres melopeas de Fitzgerald fueron desagradables para quienes tuvieron que soportarlas. Por no hablar de las curdas femeninas, siempre con un patetismo anadido que las hacia especialmente estremecedoras. Los fragiles cuerpos de mujer entregados a la degradacion. Susy.
?Por que se hacia llamar Susy, por que no Susan, un nombre mas digno, mas hermoso. ?Por que la seguia Susy a todas partes, que buscaba en ella? En el fondo pensaba que era agradable tener un testigo que se escandalizara. Transitar por la vida sin testigos era mucho mas dificil, mas meritorio, mas doloroso tambien. ?Que podia querer Susy? La posibilidad de realizar y recibir confidencias. Las confidencias femeninas eran un clasico, pero a Paula iba a resultarle muy complicado hacer confidencias. Su esposo, el fiable Santiago, se distanciaba de ella por momentos. Esa misma manana habia salido a dar un paseo sin decirle ni una palabra, ni siquiera adios. Claro que ella dormia en ese momento, pero unas semanas atras se hubiera inclinado sobre la cama para saber si de verdad dormia o no. Era consciente de haber tensado en exceso la cuerda durante los ultimos anos, pero Santiago parecia poder soportarlo todo. Eso habia llegado a irritarla. Santiago era como un Atlas que habia llevado sobre sus hombros el peso de la vida en comun, pero tanta capacidad para encajar golpes solo podia deberse a la indiferencia. Santiago ya no sentia por ella sino indiferencia. Obvio. Probablemente la decision de trabajar en Mexico habia sido un intento para huir de ella. Pero ella habia anulado las posibilidades de esa huida, siguiendolo. Intento pifiado. ?Pobre Santiago! Habian aguantado juntos mucho tiempo, todo el tiempo, habian aguantado incluso mas alla del tiempo. La longevidad conyugal parecia ser un activo importante. Pequenez humana. Susy tendria probablemente un par de maridos a lo largo de su vida, quiza incluso tres, el optimismo de los americanos es llamativo.
– Susan, ?cuantas veces se ha casado tu madre?
– ?Dios, que pregunta en medio de esta fiesta! ?Y por que me llamas Susan de repente?
– Susy es ridiculo, suena a comida japonesa.
– Dos, se caso dos veces, la primera con mi padre. Siempre acabo en divorcio. Mi madre es una de esas mujeres que hacen sufrir a los hombres inutilmente, una mujer atormentadora.
– ?Como es fisicamente?
– ?Te estas imaginando a una mujer sexy y voluptuosa, una mujer fatal? Me temo que no, es… convencional: buen cuerpo, un poco rellenita, una bonita piel, ojos azules como los mios. Que le guste atormentar a sus maridos no significa que sea Mae West. Lleva vestidos de florecitas durante el verano… yo diria que parece una ama de casa media americana.
– Seguro que tiene mi edad.
– ?No, es mayor que tu! Cincuenta y tantos. ?Quieres que nos larguemos, que vayamos a tomar algo a San Miguel?
Error tactico. Esa joven inexperta creyo llegado el momento que tanto habia esperado para hablar de su madre, para procurarse un rato de terapia individual, para vomitar unos cuantos traumas infantiles. Pero no, se equivocaba, hoy no, quiza otro dia, cuando hubiera bebido lo suficiente, cuando estuvieran agotados todos los temas y todos los vasos.
– ?A San Miguel ahora? ?Ni lo suenes!, pero si estamos en lo mejor de la fiesta, en pleno sarao. Ven, vamos a bailar con los infantes.
Paula salto al corro de los ninos, se encasqueto una careta que le quito a uno de ellos y se sumo a la danza haciendo gestos exagerados, dando grandes zancadas. Los ninos se reian, las mamas aplaudian. Algunas se pusieron tambien a bailar. Todo concluyo con un momento de enorme animacion. Perfecto, su figura de mujer escandalosa se veia rehabilitada a ojos de la comunidad.
Pudo escabullirse media hora mas tarde, aprovechando que Susy se habia puesto a hablar con Victoria, que acababa de llegar. Era imprescindible que no la siguiera esta vez. Tomo el camino de San Miguel. Estaba anocheciendo. Busco el bar adonde el guia las habia llevado. Lo encontro sin dificultad en el callejon. Entro.
Parecia que los clientes formaran parte del mobiliario: viejo, despintado, miserable. Olia a alcohol fermentado y a madera carcomida. Le parecio un lugar maravilloso, como si alguien lo hubiera descrito en un buen libro. Se sento en el rincon mas oscuro y pidio mezcal. Todos la miraron al principio, pero una vez en la mesa su presencia perdio interes. Bebio, primero paladeando, despues de un solo trago. El calor del alcohol fluyo por sus venas. Empezo a sentirse bien, sin dientes que mordieran sus pensamientos. La intimidad que proporcionan los bares pobres y feos es la mas perfecta. Disfrutaba de la soledad.
Al cabo de un rato se abrio la puerta y pudo reconocer al guia. La miro largamente y se dirigio hacia la barra. Alli se quedo, pidio bebida y le dio la espalda. Ella se sirvio una nueva copita de la botella de medio litro que le habian llevado hasta su mesa. O aquel hombre era un cliente muy habitual o alguien le habia avisado de que ella estaba en la cantina. Aquel tipo era como un animal merodeador, quiza dispuesto a atacar en el momento idoneo. Paula penso que al fin le sucedia algo que prometia un poco de aventura, y no la serie de previsibles experiencias de la colonia. Se deleito comprobando como el daba la vuelta sobre su taburete y la miraba. De nuevo desafio la fijeza de sus ojos, aquella extrana superioridad tenida de provocacion. La bebida habia calmado por completo sus nervios, la excitacion y el enfado acumulados en la fiesta infantil. A lo mejor despues de beber una copa mas decidia llamar a aquel cretino, invitarlo a sentarse frente a ella. Pero le prohibiria hablar. No hubiera soportado que le hablara. Uno llama a un perro a su mesa para que se aproveche de algun bocado, pero el perro sabe bien que no puede molestar con sus ladridos.
De pronto volvio a abrirse la puerta y distinguio con claridad la silueta de Susy recortandose sobre la