personal: ?estaria casada?, ?habria sufrido privaciones alguna vez? ?Que la habria llevado a hacer un trabajo semejante? De pronto se sintio culpable porque habia perdido el hilo de sus explicaciones, como si los problemas de aquella gente le trajeran sin cuidado. ?Que era, un animalito domestico siempre inmerso en la propia piel? Vivia en una parte del mundo convulsa y doliente, pero solo se preocupaba por su pequena esfera personal. Quiza si se implicaba en aquellas labores humanitarias fuera capaz de abortar lo que se avecinaba. Una punzada le atraveso el estomago, ?no estaba fantaseando con una situacion que ni siquiera se habia planteado? Miro a su marido, atento a las palabras de la cooperante, serio y reflexivo como requeria la ocasion. Ramon nunca le habia dado un disgusto grave. Nunca habian discutido con acritud. Habia sido un buen marido, y un buen padre, tambien un amante sin excesiva pasion y un hombre poco comunicativo. Todo lo profundo que hubiera pensado o sentido durante aquellos anos de matrimonio habia quedado en su interior.

Se trataba quiza de algo educacional: los hombres no traslucen sus sentimientos, no manifiestan sus dudas, no dejan aflorar sus suenos. Los hombres son de una pieza. Ella tampoco habia sido una mujer en conflicto, ni habia pedido mas de el. ?Se atreveria ahora a hacerle algun reproche que justificara su decision de abandonarlo? ?Iba realmente a abandonarlo? No habia intercambiado ni cuatro frases con Santiago, pero daba igual, ya estaba todo dicho, todo decidido, un destino fatalista la impulsaba en aquella direccion. O al menos eso deseaba creer, como si estuviera privada de la capacidad de responsabilizarse. ?Tendria la fuerza necesaria para traicionar a su marido? ?Era esa la palabra: traicionar, o estaba dejandose llevar por un monton de topicos? Aunque la palabra fuera otra, el hecho permaneceria inalterable: lo dejaria por otro hombre. Ni siquiera estaba segura de que Ramon siguiera queriendola, ya nunca hablaban de amor. No era justo entonces que poner fin a su relacion fuera considerado como una traicion, si acaso una deslealtad a sus anos juntos, al proyecto comun que quedaria inconcluso. La cooperante continuaba contando los males de los campesinos. Aquella si era una buena razon para sentirse culpable: ella y sus companeras de colonia, aisladas en aquel pequeno universo de lujo y fiestecitas ridiculas, mientras que, fuera, la gente a quien de verdad pertenecia aquella tierra tenia dificultades para subsistir. Y, sin embargo, la culpabilidad que aquello despertaba en ella era mucho menos lacerante. Habia sido preparada para sentir verguenza frente al amor y el sexo; la injusticia social mordia menos el tejido de su conciencia.

Adolfo asentia, serio y grave, pero de sus eventuales comentarios se deducia que atribuia una cierta causa- efecto a las penalidades de los mexicanos. Eran unos tipos que no sabian sacudirse la indolencia, un modo practico y superior de considerar el asunto, autoexculpatorio. Manuela lanzaba exclamaciones sonoras, como si lo que les sucedia a los habitantes de aquel pais fuera algo inevitable, una especie de catastrofe natural. Y ella andaba en sus pensamientos privados. Ramon era el mas callado, solo hizo un par de preguntas justas, aplomadas, inteligentes.

Tras los postres, la cooperante se relajo y sorbio el cafe como si fuera un elixir de vida. Entonces Manuela le pregunto si estaba casada, si tenia hijos.

– No, y no creo que me case nunca. Este trabajo es dificil de compatibilizar, comporta demasiadas obligaciones.

– Seguro que te escandaliza un poco vernos aqui, metidas en esta colonia sin preocuparnos de nada mas - dijo Victoria.

– No, ?por que? Vuestros maridos estan haciendo un buen trabajo aqui, y vosotras los acompanais. Es como una prolongacion de vuestra vida en Espana.

– Dicho asi, aun suena peor.

Rieron todos. La cooperante encendio un cigarrillo, se echo hacia atras en la silla y lanzo el humo al aire con gesto satisfecho.

– Tampoco es que yo renunciara a cosas maravillosas para hacer lo que hago. La verdad es que llevaba una vida bastante absurda.

– Si todo el que lleva una vida absurda escogiera tu opcion, las ONG estarian llenas de voluntarios.

– Cada vez lo estan mas. Nadie les pregunta cuales son sus motivos para estar ahi.

Manuela exclamo, cargada de impetu:

– Adolfo, ?por que no hacemos nada por ayudar a los campesinos de la region?

– Hemos creado muchos puestos de trabajo en la presa.

– Me refiero a algo mas concreto.

– ?Obras de caridad?

Manuela dio un carinoso manotazo en el brazo de su marido a modo de protesta y se dirigio a la cooperante:

– No le hagas caso, los hombres siempre van a lo suyo. Pero haremos algo, ya veras, una fiesta benefica en la embajada, un te con donativos… no se, algo se me ocurrira.

– No he aceptado tu invitacion para pediros nada.

– Ya lo se, pero tengo ganas de que colaboremos en tu organizacion. Estaremos en contacto.

La chica sonrio. Salieron al porche para tomar una copa. El sol proyectaba una luz especial sobre el verde intenso de las plantas. Victoria se habia entristecido. Quiza lo que debia hacer para no traicionar a nadie era convertirse en voluntaria, vivir una vida ajena a si misma, libre de aquel pequeno circulo donde moraba la culpa.

Mientras atravesaban los jardines de la colonia para regresar a su casa, Ramon le pregunto:

– De modo que todo el mundo lleva vidas absurdas, ?es eso lo que piensas?

– No hablaba por mi.

– ?Echas de menos tus clases?

– ?No hablaba por mi, Ramon!

– De acuerdo, pero ?las echas de menos?

– Te aseguro que ni un solo dia he pensado en mis alumnos o en el departamento. A veces hasta tengo la sensacion de que no he dado clases nunca.

– Eso esta bien.

Acabaron de hacer el amor. Henry se tumbo y dio un ruidoso ultimo suspiro. Susy se incorporo, reprendiendolo.

– Te van a oir.

– Hay mucha distancia entre las casas.

– Pero en el silencio de la noche…

– Bueno, ?y que? Soy un marido que despues de una semana de duro trabajo vuelve a encontrarse con su mujer. A nadie le extranara.

– No seas primario.

– ?Primario? A eso se le llama amor.

Susy se levanto y cerro la ventana. Empezaba a hacer fresco. Se puso una bata ligera y fue hasta la cocina. Estaba sirviendose un vaso de leche en la penumbra cuando entro Henry y encendio la luz. Se volvio, deslumbrada.

– ?Por que enciendes?

– Tengo hambre.

– ?A estas horas?

– He sufrido un gran desgaste, tu deberias saberlo -bromeo.

Desnudo, empezo a rebuscar por los armarios. Saco una sarten y abrio la nevera.

– Creo que me preparare una tortilla.

Susy veia con desagrado como el pene de su marido rozaba las encimeras de la cocina, agitandose con cada uno de sus movimientos.

– ?Vas a cocinar desnudo?

– ?Por que no?

– Queda raro. Ademas, te puedes lastimar.

El solto un pequeno aullido jocoso y siguio tranquilamente con sus preparativos.

– Tampoco voy a hacer un souffle. ?No sera que estas escandalizada?

– La cocina no es un lugar para andar desnudo.

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