– ?Te has vuelto pudorosa! Creo que es la influencia de tus amigas espanolas. Los espanoles son muy religiosos.

– ?Lo son tus colegas?

– No especialmente.

– Entonces no se por que iban a serlo sus esposas.

– ?Por que te enfadas? Solo estaba bromeando. ?Se puede saber que demonios te pasa?

– Nada, a veces tengo la sensacion de que lo unico serio para ti es tu trabajo. El mundo de la colonia siempre te parece algo sin importancia, pura risa. Pero te recuerdo que en este mundo es donde yo vivo todo el tiempo.

– ?Eh!, ?adonde vas?

Dio media vuelta y salio. Henry se quedo de pie en medio de la cocina, con la sarten vacia en una mano, sin comprender. Cambio de opinion, no se prepararia una tortilla, sino que se beberia una copa de vino tinto. Se sirvio y salio a la terraza. El aire de la noche hizo que se le erizara la piel, pero le daba igual. Tomo uno de los cojines que descansaba sobre el sofa y lo tiro al suelo. Alli se instalo con su copa de vino. ?Ah, las mujeres!, uno nunca podia estar seguro de que les sucedia. Habia creido que Susy estaria bien en Mexico, lejos de su ambiente demasiado refinado, fuera del alcance de la influencia de su madre, siempre tan negativa para ella. Y de hecho, asi habia sido durante mucho tiempo, pero ahora de nuevo estaba nerviosa. Probablemente necesitaba algo que le perteneciera en exclusiva, algo propio real e importante. Quiza habia llegado el momento de que tuvieran un hijo. Bebio un largo sorbo. Las mujeres eran raras. Penso que se habia equivocado, un whisky le hubiera apetecido mas.

Lupe estaba haciendole una mamada, lenta, caliente, profunda. Mientras tanto, Rosita le masajeaba las tetillas con la lengua. Habia estado tranquilo durante mucho rato, pero de pronto no pudo aguantar mas. Sofoco un alarido que salia del centro de su cuerpo, del mismo lugar del que broto un chorro de su semen ardiente. Lupe se abrazo a sus caderas poniendo la cara sobre el pene palpitante y mojado. Lo acuno.

– Ya, mi nino, ya.

Entre las dos lo secaron y limpiaron como se hace con un recien nacido. El se dejaba hacer, ronroneando como un gato medio dormido.

– Y ahora nuestro nino se queda aqui, bien relajado, y nosotras volvemos a bajar, que hay muchos clientes en la sala. Es sabado, mi amor, y tenemos que apurarnos. Luego, cuando todos se marchen, volvemos a subir y dormimos contigo, ?si?

– No tengo sueno aun.

– Pues entonces te bajas y tomas unas cervezas nomas.

– Si, eso hare.

Las vio salir de la habitacion, morenas, dulces, atentas y suaves como madres. Empezo a vestirse despacio. Solo con la camisa y los pantalones estaria bien, podia ir descalzo. Los sabados no aparecia por alli ninguno de los ingenieros, debian ocuparse de sus locas esposas.

En el inmenso y destartalado bar El Cielito todo era animacion. Las chicas bailaban y charlaban con los clientes. El aire olia a alcohol y a reconfortante comida. Penso que tenia hambre. Se sento a la barra y pidio un plato de frijoles acompanados con cerveza. Rosita y Lupe atendian a los hombres: braceros, trabajadores y campesinos de todas las edades. Las oia reir. Aquellas chicas eran oro puro, un autentico sol, las mujeres mas carinosas con las que habia tratado jamas, y proliferaban otras igual de encantadoras en aquel local. Cuando le pusieron delante su plato y aspiro el calido aroma de los frijoles se sintio bien. No necesitaba mas para ser feliz. Acometio aquel banquete con autentica disposicion, pero entonces una mano le dio una palmada en la espalda, interrumpiendolo. Santiago Herrera se sento junto a el. ?Dios, no podia ser, se trataba de una alucinacion! ?Es que nunca iban a dejarlo en paz? ?Que pintaba alli uno de los ingenieros un sabado por la noche? ?Habia tenido una bronca con su mujer? ?Y por que se sentaba a su lado en vez de saludarlo desde lejos?

– ?Reponiendo fuerzas?

Casi se atraganto:

– Pues si, ya ve, pasando la noche del sabado.

Santiago pidio una cerveza, dio un primer sorbo prolongado, suspiro:

– Haces muy bien, este es el mejor sitio que se puede escoger.

– Si, pero…

– Pero ?que hago yo aqui?

– No iba a preguntarle eso, senor Herrera.

Santiago rio un poco y volvio a dar una palmada ligera en el hombro del joven.

– Llamame Santiago. Vamos a ser companeros de juerga, ?no?

Se le cayo el alma a los pies, el ingeniero pensaba quedarse alli. Companeros de juerga, ?que querria decir eso?

– ?No crees que las mujeres son complicadas, Dario?

– Mas que nada en el mundo, senor.

Habia deducido bien. Paula y el debian de haber tenido una discusion, ella lo habia echado de casa… no estaba seguro de por que, pero habia sido sin duda un jaleo conyugal.

– Y, sin embargo, los hombres huimos de ellas para volver a caer en sus manos poco despues.

Dario se animo un poco. Hablaria si era eso lo que se esperaba de el. Finalmente no tenia nada que recelar, aquel era un sitio publico y estaba fuera de su horario laboral.

– Esta en nuestra naturaleza, ya lo ve, no podemos pasar sin una mujer. Lo que ocurre es que hay muchas maneras de estar con una mujer. Yo aqui estoy contento, porque me dejan en paz.

– Si, venir aqui es una opcion, pero uno tiene siempre la tentacion de amarlas, de guardarlas en el corazon.

El ingeniero habia llegado ya medio borracho, no comprendia como no se habia dado cuenta desde el primer momento. Mejor, asi seria mas facil capear el temporal.

– Ya se lo que quiere decir, pero a veces uno debe pensar en si mismo nada mas.

– Tu aun no te has casado. ?Verdad?

– Tengo novia en Espana, y en cuanto acabemos aqui la presa y volvamos, me casare.

– ?Ves? Y, sin embargo, tienes tus dudas sobre el amor.

– Es que las mujeres son exigentes, nunca estan contentas.

– Nunca, es verdad.

Ambos dieron un trago a sus cervezas. Habian llegado pronto a un acuerdo. Finalmente no habia sido tan terrible encontrarse alli.

– ?Le parece que tomemos otra cerveza, Santiago?

Santiago apuro la suya. Brindaron en silencio con la nueva jarra. Dario se atrevio a preguntar:

– ?Le ha pasado algo con su esposa?

– Habia bebido bastante. Insistio en dormir sola.

– Ya.

Se arrepintio inmediatamente de haber demostrado su curiosidad, deberia habersela guardado. Aquel debia de ser un matrimonio en el que explotaban cargas de fondo cada dos por tres. Lo que dijo Santiago a continuacion le demostro que estaba en lo cierto.

– ?Sabes desde cuando no hago el amor, Dario?

Aquello tomaba un cariz que no le gustaba nada. ?Con que cara iba a mirar al ingeniero cuando hubieran pasado los efectos del alcohol? Pero era demasiado tarde para lamentarse, el habia iniciado aquel camino en la conversacion.

– ?Por que no sube con una de las chicas?

– No es solucion.

– ?Por que?

– Porque estoy enamorandome de una mujer y pienso en ella todo el tiempo; es como una enfermedad.

La confesion sono como un trallazo en la mente de Dario, que empezo a trabajar a toda velocidad. Enamorandose de una mujer. ?De donde podia salir alli una mujer? De la colonia, naturalmente, el ingeniero no estaba hablando de una campesina mexicana, ni de un amor por correspondencia. Y si se trataba de una mujer de

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