– Seguro, seguro que lo estara; y si no, lo animaremos nosotras.
Volvieron a San Miguel. Paula supo entonces que Susy se encontraba completamente a merced de su voluntad.
Ramon tiro a un lado la pieza. Alrededor de el, en plena extension de campo, varios trabajadores lo miraban con expectacion. Se dirigio al mecanico jefe:
– De modo que sin esta pieza no hay nada que hacer.
– Puedo intentar un apano mientras llega el recambio original, pero tendre que ir a buscar materiales a San Miguel.
– No podemos perder tiempo. Hazme una lista y yo ire; mientras tanto, tu empiezas a desmontar. Dos horas de ida y dos de vuelta. Para esta misma noche puedo estar de regreso. ?Podrias dejarlo listo para manana por la tarde?
– Lo intentare.
Se alejo de la maquina, enorme y muerta como un dinosaurio en un museo. Los hombres disolvieron la pequena reunion. Fue hacia el barracon de oficinas. Adolfo hablaba con Santiago, ambos inclinados sobre unos planos.
– Adolfo, hay problemas. La maquina del tajo de arriba se ha cascado. Hay que ir a buscar materiales a San Miguel.
– ?Joder, es como si trabajaramos con maquinas de segunda mano!
– Felipe puede intentar repararla, pero hay que traerle unas piezas de San Miguel hasta que llegue la original.
– Pues ojala sea asi, porque vamos acumulando retrasos. ?Quien va a San Miguel?
Santiago tomo la palabra:
– Ire yo. Esta tarde la tengo tranquila.
– Prefiero que vayais vosotros; si el encargado manda a uno de los suyos es capaz de tardar tres dias.
– Pensaba ir yo -dijo Ramon-. Pero si se anima Santiago me hace un favor, tengo la mesa atascada de papeles.
– No se hable mas -remato Adolfo-. A ver si salimos de esta lo antes posible.
Ramon salio del despacho y Santiago continuo escuchando las explicaciones que su jefe le daba frente a los planos. Sin embargo, ahora le costaba concentrarse. Lo oia lejano, y los detalles del trabajo habian dejado de tener interes para el. Dejo que terminara, tomo o hizo como si tomara notas en su libreta y se apresuro a marcharse. Adolfo resoplo, de mal humor:
– Siento que tengas que darte este mal rato. Quedate a cenar en la colonia, y toma bastante cafe; solo faltaria que te durmieras y tuvieras un accidente.
– No te preocupes, no tiene importancia.
– ?Si la tiene! Es tremendo trabajar en estas condiciones, en medio de ninguna parte, sin apoyo logistico…
– Somos como pioneros del salvaje Oeste.
– No te cachondees y ?cuidado por la carretera!
Fue al barracon donde los ingenieros dormian y entro en su habitacion. Se dio una ducha. Cogio un paquete de cigarrillos, una camisa limpia y las gafas que utilizaba para conducir. Echo una mirada a su mesa: informes de obra y una taza de te vacia. Lo miro todo como si no fuera a verlo mas. Cuando se encontraba en el quicio de la puerta volvio atras y anadio una cazadora a su reducido equipaje. Por las noches hacia frio. Subio al todoterreno y lo puso en marcha. Llevaba encendida la radio y el interior del coche se lleno de melodias mexicanas. Sustituyo la emisora local por un CD; las oberturas de Rossini sonaron, alegres y esplendorosas, haciendolo sonreir de placer.
Poco a poco fue dejando atras los ajetreados tajos de la obra, el campamento. Una vez en la carretera, lo asombro la magnifica luz de la tarde. Pronto empezaria a anochecer. Se dejo envolver por la musica, por la extrema sensacion de felicidad. Un hombre al volante de su coche encuentra la autentica paz, penso. ?Cuanto tiempo hacia que no se sentia tan bien, tan cercano a la calma profunda? Habia sido paciente, la desesperacion no le habia rondado mas de una o dos veces en su vida. Poseia la facultad de encajar bien los contratiempos, de no necesitar la perspectiva de una dicha inmediata para seguir adelante. Habia llegado bastante entero hasta ese momento y todo lo que habia sufrido quedaria atras. Vio como el sol rojo desaparecia tras las montanas. Con los anos habia aprendido a hablar poco, porque el silencio era una defensa inmejorable contra el dolor. Pero eso habia afectado a su capacidad para expresarse. En ese mismo instante no podria haber explicado con palabras que estaba sucediendole. Pero no era necesario, simplemente estaba encarando su nuevo destino con total seguridad, tranquilo y firme. Su dia habia llegado, sin mas. Afloraban en el sentimientos que parecian venir de un recuerdo lejano, aunque estaba convencido de que nunca los habia experimentado. Sin embargo, no habia nada magico en aquello, era sin duda tan racional como todo cuanto en el mundo sucede. Lo veia con nitidez, aunque no pudiera expresarlo. Con toda certeza, la pasion genera clarividencia, no es la madre del caos, como han intentado hacernos creer, sino la base de la verdad en su estado mas puro. Se dejo mecer por aquel bienestar, que no era sino la antesala de la dicha.
A mitad de trayecto paso frente a El Cielito. Comprobo que el coche de Dario ya no estaba alli, Dario habia ido a recogerlo. El recuerdo del chico le hizo sonreir. Era un elemento extrano. La gente de la obra no paraba de bromear sobre el por su desenfrenada aficion al burdel, por el modo discreto en que sin embargo llevaba tanta actividad sexual, sin ostentaciones ni comentarios jactanciosos. Pero entonces vio el coche aparcado en un lugar mas escondido. Dario aun no se lo habia llevado, aunque no debia preocuparse, lo haria con toda seguridad.
Mientras Santiago pasaba frente a El Cielito, Dario se encontraba en una de sus habitaciones, con Rosita. Sentado frente a la ventana, tenia los ojos cerrados, de modo que no pudo ver al ingeniero. Rosita le masajeaba el cuero cabelludo. La brisa fresca le daba en la cara y desde abajo le llegaba la musica del salon.
– ?Ya estas mas descansado, mi amor?
– Estoy mejor, pero en seguida tendre que marcharme en ese maldito coche.
– ?Ay, que mal, que mal, mi nino, que no lo dejan tranquilo!
Le hablaba en un ronroneo suave y envolvente que se conjugaba con la presion de sus dedos morenos sobre la cabeza vencida hacia atras.
– Abre los ojos y mira por la ventana, mi amor, veras que cielo rojo tan lindo.
Rojo y brillante como una piedra preciosa, era verdad. Le hubiera gustado que aquel momento se prolongara indefinidamente, vivir en aquel sueno sin despertarse: aquella enorme casa para el solo, con todas las chicas cuidandolo, acompanandolo el dia y la noche enteros. Pero sabia que debia regresar pronto a la colonia y eso lo desazonaba hasta hacerle perder el gusto por lo que estaba viviendo en el presente.
– ?A que es lindo, mi amor?
– Muy bonito, pero tengo que marcharme, Rosita, es muy tarde ya.
– Espera, espera un poco, que yo hare que te vayas mas contento.
La chica le separo las piernas con suavidad, se arrodillo frente a el, le abrio el pantalon. Dario volvio a dejar caer la cabeza sobre el respaldo del viejo sillon de mimbre. Empezo a jadear.
Santiago llamo a la puerta con un timbrazo corto que hizo sonar gorjeos de pajaros metalicos. Espero, tranquilo, y cuando ella abrio noto como el pecho le ardia. Victoria no hizo nada, no intento recomponerse de la sorpresa empleando ni una sola palabra. Se hizo a un lado, franqueandole el paso. Quedaron mirandose en silencio. Ella lo acogio en un abrazo cerrado. Permanecieron asi mucho rato. Despues Santiago la beso, sintiendo que el mundo era un lugar demasiado grande, pero que el habia encontrado su rincon, alli donde no azotan los vientos helados. Cuando ella se separo de sus brazos, estaba desorientado. La siguio hasta el salon y noto que Victoria se tambaleaba un poco.
– Estoy mareada.
– Yo tambien.
Ambos rieron, un poco nerviosos, pero de repente ella se echo a llorar. Santiago le hablo con voz tranquilizadora:
– Va a ser muy duro, ya lo se; pero no tengas miedo, todo saldra bien.
– ?Estas seguro?
– Si. Es pronto aun, no te preocupes por nada. Sabemos que nos vamos a ir juntos pero no cuando; si piensas asi te tranquilizaras.