Susy se quedo mirandola, un poco sorprendida. ?Era Victoria una cotilla que pretendia enterarse de las intimidades de Paula? No le habia parecido ese tipo de mujer. Claro que Paula excitaba la curiosidad de las personas. Habia llegado a aquel microcosmos cuando ya estaba constituido, y era una mujer singular. Se sintio halagada al darse cuenta de que los demas la consideraban lo suficientemente cercana a ella como para saber algo de su vida. Pero no era verdad, no sabia nada.

– Yo creo que Paula no tiene problemas concretos -dijo-. Por alguna razon que desconozco, la cosa es mas general: considera problematico el simple hecho de vivir.

– Suena muy misterioso, pero probablemente es verdad. Siempre he pensado que el caracter es mas definitorio en la vida de las personas que las cosas que les suceden.

– Algo asi. Cambiando de tema: ?sabes algo de la guelaguetza?

– Tanto como tu. Se celebra el sabado y toda la colonia esta invitada.

– Pues entonces no tendremos mas narices que ir.

– Me hace gracia que hables tan bien espanol.

– ?Llevo estudiandolo desde los diez anos! Es la unica imposicion materna que agradezco haber sufrido. Por cierto, mi madre viene a pasar aqui la Navidad.

– ?Ah, que bien!

– ?Viajareis vosotros a Espana?

– No, Ramon no es partidario de volver a Espana cada dos por tres.

– ?Vendran vuestros hijos?

– No creo, estuvieron aqui en verano.

– ?Que impresion te causa tener hijos tan mayores?

– No se, ninguna impresion especial.

Susy la miro con desanimo. No habia manera de que dijera nada interesante. Hizo un ultimo intento por sacarla de su eterna correccion:

– Victoria, ?a ti te gusta ser mujer?

Victoria se echo a reir. No comprendia adonde queria ir a parar la americana. ?Se habria enterado de algo?

– Es una pregunta que nunca me hago, Susy, ?soy una mujer!; en cualquier caso, siempre es preferible a ser, por ejemplo… ?un caracol!

Susy sonrio. Estaba decepcionada. Definitivamente, Victoria era una mujer muy convencional. Y, sin embargo, habian hablado otras muchas veces y nunca le habia parecido tan aburrida. ?Por que ahora sentia la necesidad de que alguien le manifestara originalidad, puntos de vista diferentes sobre la vida? La llegada de Paula la habia hecho cambiar, la llegada de Paula lo habia cambiado todo en la colonia, pero no era capaz de saber por que.

Lo que mas le fastidiaba de las fiestas era que, despues de haber tenido que organizar todos los detalles, lo obligaran a asistir. Tampoco se habia atrevido nunca a manifestar su deseo de mantenerse al margen, imposible descolgarse con una pretension semejante, lo hubieran tomado a mal. Aunque, finalmente, ?de que se quejaba? No podia decir que su trabajo fuera duro, ni que su estancia en Mexico estuviera resultandole pesada. Sin embargo, cada dia se encontraba de peor humor, mas pesimista, menos amable consigo mismo y con los demas. El siempre habia sido lo que suele denominarse un chico alegre, alguien con una capacidad mas demostrada para ponerse el mundo por montera. Y, sin embargo, ahora se comportaba como una eterna victima. No podia seguir asi, no existian motivos para el bajon de animo que lo atenazaba. ?Le ocurria algo malo de verdad? En absoluto. Tenia un trabajo muy bien pagado, disfrutaba de bastante libertad, lo pasaba bomba con las chicas de El Cielito, ?ah, y estaba Yolanda, por supuesto, una novia estupenda! ?Entonces? ?Que debia aguantar a las esposas cuando se ponian un poco pelmazas? ?No era para tanto! ?Que ahora se veia convertido en Celestino de asuntos amorosos?… La verdad era que eso lo tenia un poco desazonado. Era increible comprobar como los lios de amor, de sexo o de lo que fuera se prolongaban al parecer durante toda la vida sin importar la edad. Al fin y al cabo, el ingeniero ya era mayorcito, tenia una esposa, un nivel de vida envidiable, ?que lo impulsaba a meterse entonces en dibujos sentimentales? El habia creido que, una vez casado y con la vida solucionada, los asuntos de cama perdian interes. Pues bien, estaba en un error. Quiza nunca dejaba uno de verse aguijoneado por el temible punzon en las entranas. Fuera como fuese, no tenia mas remedio que afrontar la realidad, hacer de tripas corazon y realizar sus cometidos profesionales con mas impetu. De lo contrario, acabaria en un psiquiatrico, y un psiquiatrico en Mexico no debia de ser el lugar ideal.

Era el ayuntamiento de San Miguel el que celebraba la guelaguetza en honor de los ingenieros y sus familias. Tenia una cita con Berto Mendez, un concejal con el que ya se habia entrevistado en alguna ocasion. Se trataba de un individuo bastante irritante que tardaba una eternidad en hacer cualquier cosa, incluso era calmoso para hablar. Mala perspectiva, porque albergaba la esperanza de poder fugarse pronto.

Berto le mostro la iglesia donde se celebraria la guelaguetza. Se encontraba a las afueras de San Miguel y estaba completamente destruida, solo se conservaban algunas paredes que mantenian el techo en pie.

– En cuanto a la seguridad, Dario, ya ve usted que aqui no es facil que haya ningun secuestro.

– Pero si esta casi al aire libre.

– Justamente, a cualquiera que quisiera acercarse se lo veria llegar. Pondremos guardias en todos los laterales y unos cuantos en el camino. Alli estara el escenario con la orquesta. Los grupos de baile actuaran en aquella zona despejada y luego iran moviendose entre las mesas de los invitados.

– ?Entre las mesas?

– Tienen que sacar a algunos invitados a bailar con ellos; es lo que se hace en las guelaguetzas.

– ?Y eso es seguro?

– Pues claro, los danzantes no van a llevar una arma escondida entre las ropas.

– ?Los guardias van armados?

– Pues claro. Yo tambien llevare una arma, y si quiere le busco una para usted.

– ?Eso esta autorizado?

– Portar armas no es legal en Mexico.

– ?Entonces?

– Lo que no es legal no es legal. Pero una arma pequenita nomas…

Se extendio sobre calibres y modelos mientras Dario miraba nerviosamente el reloj.

– Yo no quiero llevar ninguna pistola. Espero que no sea necesario, ademas.

– Bien, entonces tiene que acompanarme a mi despacho para firmar un documento conforme esta de acuerdo con nuestras medidas de seguridad.

– Pero ahora tengo un poco de prisa, quiza otro dia.

– No, lo siento, ese documento nos hace mucha falta. Ya le dije que en Mexico lo que no es legal no es legal.

Habia menospreciado la capacidad de insistencia de Berto y no podia desairarlo sin mas. Al fin y al cabo, las labores diplomaticas recaian en el cuando no estaba el jefe, y sus ordenes eran tajantes: a las autoridades mexicanas, por muy escaso rango que tuvieran, habia que atenderlas siempre con el mayor interes. De modo que fue al ayuntamiento, subio, firmo y escucho las explicaciones morosas del campanudo mexicano. Cumplio con la legalidad, con la diplomacia y, encima, tuvo que tomar una cerveza para sellar el acuerdo segun la costumbre local. Todo aquello le hizo acumular un retraso con el que no habia contado, y penso que llegaria irremediablemente tarde a su cita.

Cogio su todoterreno y lo hizo volar. Se habia fiado de las descripciones que las chicas le habian hecho de sus casas para escoger una; pero no las tenia todas consigo. Para cualquiera de ellas, todas de familias humildes, alquilar una habitacion significaba una entrada extra de dinero que les venia muy bien. Podian estar exagerando las buenas condiciones de su vivienda. En ese aspecto, Rosita le habia parecido la mas veraz. Ninguna de las chicas vivia sola, sino en familias casi siempre numerosas que se prolongaban en tios y primos. Sin embargo, Rosita solo tenia tres hermanos varones que trabajaban en el campo de sol a sol, una garantia de silencio y discrecion. Su «ranchito» constaba de varias estancias y una amplia parte trasera con salida directa al exterior. De ese modo, el ingeniero y su misteriosa amante podrian acceder y salir sin encontrarse con nadie.

Le costo un poco encontrar el lugar, mejor, menos probabilidades de ser vistos. Rosita estaba esperandolo en la puerta. Se trataba de una de aquellas casas indistinguibles entre si que abundaban en la zona: gruesos muros

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