de mamposteria medio derruidos en algunas esquinas. Los restos de capas de pintura en diversos colores demostraban que, de ano en ano, alguien se habia ocupado de intentar frenar la decadencia exterior sin excesivos resultados. Por el patio, varias gallinas picoteaban la tierra, y un par de cerdos negruzcos grunian, malhumorados. Rosita le sonrio:
– Hola, mi amor, pense que ya no ibas a venir.
– He ido atareado de un lado a otro. Me duele la cabeza.
– ?Pobrecito, mi nino! Eso te lo arreglo yo con un masajito.
– Dejate de masajitos. No liemos las cosas que tengo prisa. Ensename la habitacion.
Lo condujo, rodeando la casa, hasta otro patio trasero. Comprobo que se podia llegar en coche hasta casi la misma puerta y dejarlo aparcado en un rincon poco visible.
– Tus hermanos no estaran, pero ?quien mas vive en la casa?
– Mi mama y mi abuelita.
– ?Demasiada gente!
– No las voy a botar de su propia casa. Pero no pasa nada porque esten; ellas andan ocupadas en sus tareas, y ni las veran.
– Asegurate de eso. ?Y los cerdos?
– ?Tambien te molestan los chanchos?
– ?Mujer, no son muy romanticos! Dan sensacion de suciedad.
– ?Ah, no; eso si que no! Estos chanchos son limpios como el oro y no se van a ir a ninguna parte. Bien que mi mama y mi abuelita se queden en la cocina, pero los chanchitos tienen libertad para ir donde quieran.
– ?No los matais?
– ?Como los ibamos a matar! Yo los conozco desde hace anos. Crecieron aqui. Guardan la propiedad y hacen mucha compania.
Dario la miro, incredulo, y agito la cabeza. Aquellos mexicanos estaban todos un poco pirados. Visitaron la habitacion, que le parecio correcta para el lugar donde estaban: paredes rugosas pintadas de verde, una ventana tapada con gruesas cortinas de colores, la cama, una mesa y dos sillas… como unica ornamentacion se veia un ahumado cuadro de la Virgen de Guadalupe pendiendo junto a la puerta. Dario lo observo con intencion critica.
– ?Te parece que este cuadro es adecuado? -pregunto senalandolo.
– ?Y por que no?
– Ya te imaginas que uso le van a dar a esta habitacion los que la alquilan.
– ?Tu viniste hoy para hacerme ofensas? Primero te molestaban mis familiares, luego los chanchos y ahora la Virgen. Pues esta Virgen no les puede hacer ningun mal; a lo mejor los protege.
– De acuerdo, no me marees. Si el cuadro los pone nerviosos, que le den la vuelta. Toma, aqui tienes dos mensualidades adelantadas. Cuentalo.
– No lo voy a contar. Yo me fio y nunca te ofendo.
– Bueno, pichona mia, tampoco ahora vamos a enfadarnos tu y yo por una tonteria.
La hermosa mexicana le dejo admirar la sonrisa de sus dientes blanquisimos. Lo abrazo, zalamera.
– Anda, ven, vamos a ver si la cama esta buena para este huesped que me trajiste.
– ?Con tu madre y tu abuela en la casa? ?Ni loco!
– Estan muy lejos de aqui. Ademas, a ellas no les importa, ya les conte que eres una buena persona. Anda, ven.
Le mordisqueo con habilidad el lobulo de la oreja, lo chupeteo suavemente, como si fuera un caramelo. Dario sintio como un escalofrio ralentizado descendia por su espina dorsal. Solto un leve gemido. Luego, antes de entregarse por completo, se reprocho su debilidad, que le haria volver a la colonia en una enloquecida carrera contra el tiempo.
Hacia mucho que follar no le apetecia. Si Santiago tenia o no amantes era algo que preferia no averiguar. Las tendria, por que no. Hacia casi un ano que apenas la tocaba. Habian hecho el amor alguna vez, pero ella no habia sentido nada, y tampoco se habia esforzado por aparentar que lo sentia. El sexo era un juguete que habia perdido sus atractivos. ?Como seguir entusiasmandose con un artilugio del que conoces a la perfeccion todos los resortes? Podria haber buscado otros hombres, probado alguna perversion, pero no le apetecio, demasiado trabajo. Se miro en el espejo del lavabo y se dedico una sonrisa despreciativa. En cualquier caso, uno de los elementos inevitables para follar era ella misma, y ya no se gustaba. Tambien conocia en exceso su cuerpo, sabia de memoria el mecanismo, el crujido de las valvulas y el chirrido de los tornillos. El cuerpo femenino en general le producia un horror creciente, aunque fuera joven y bello. Le desagradaban los muslos, el vientre, la ridicula parafernalia de las tetas. Era algo sin la menor nobleza, sin ninguna armonia. Parecia haber sido esculpido con materiales sencillos y baratos: arcilla, cuerda, paja. Pura labor de artesania, botijos destinados a ser rellenados de leche alimenticia, comodos cestos panzudos para contener fetos. Un cuerpo destinado a utilidades domesticas. Durante una temporada habia intentado asistir a un gimnasio, pero tuvo que dejarlo, no soportaba ver a tantas mujeres desnudas en los vestuarios. Sufria continuos impactos visuales cuando topaba con ellas en la ducha. Daba igual que edad tuvieran; lo ofensivo de su desnudez no era la decadencia, sino la estructura, la materia. Siempre habia deseado ser un hombre, pero sin la brutalidad y la simpleza que un hombre posee. Hubiera querido pertenecer a un tercer sexo. Un sexo con solo atributos mentales, fraguado con ideas difusas e irrealizables. Alli habria encontrado un lugar. Hubiera ambicionado que algun asunto, quiza la literatura, la mantuviera tan pendiente del trabajo que le impidiera pensar en si misma. ?Existia ese paroxismo de dedicacion a una causa? Sin duda; algunos cientificos consagran su vida a una molecula. Ano tras ano, la persiguen y se olvidan de comer, de dormir. Esa puta molecula, inclemente y esquiva, los mantiene a salvo del mundo real, de los deseos, del deseo, del cuerpo, de los cuerpos, de las desviaciones de su mente. Viven felices en su burbuja de ansia por saber.
Se necesitaban demasiadas cosas para escribir buenos libros, penso: inteligencia, cultura, conocimientos tecnicos, talento, inspiracion, voluntad, pasion, y disposicion para llegar hasta el borde de uno mismo y de sus obsesiones. Se necesitaba ser valiente hasta dejarse la piel, hasta entregarse por completo en aras de una maldita religion de la que ni siquiera nos han sido revelados los principios. Solo entonces se olvidaba uno del cuerpo y de sus estupidas necesidades.
A menudo escuchaba las sonatas de Beethoven, los conciertos para piano. A veces acompanaba la audicion con un poco de alcohol, el justo para que la percepcion de los sentidos fuera la adecuada. Ponia el volumen de la musica a toda potencia. Escuchaba. Aquello era lo que deseaba para si, tener aquel chorro de fuerza creadora, aquel vendaval, aquella pasion. Arrancar de si misma materiales preciosos como aquellos, poder desangrar las visceras de lo humano en un rio desbocado, en una ola arrasadora. Nunca habia deseado nada con una fuerza tan violenta. Ante aquella grandeza todo se volvia palido: el amor, los hijos, la paz de lo cotidiano, las puestas de sol. Pero no habia aparecido el talento con el que se articula algo asi. Las palabras no llegaron, no vinieron, no se presentaron reconocibles o enmascaradas. Y no sabia conformarse con las pequeneces que salian de su pluma. ?Dios, habia sido victima de la mas despiadada crueldad! Podia reconocer la cima hasta donde queria ascender, notar incluso el aire puro de la cuspide, el frio intenso y turbador que casi te impide respirar, pero se veia clavada en la pendiente, sin animos siquiera para subir un paso. Lo hubiera dado todo por estar al menos unos instantes en aquella maxima elevacion, alli donde explotan los pulmones de dicha creativa. Lo hubiera dado todo. De hecho, todo lo habia dado, a cambio de nada.
Hacia una de esas deliciosas noches mexicanas que elevan el animo: cielo estrellado, aire acariciante y olor a flores. La iglesia semiderruida estaba llena de luces que le daban un aspecto esplendoroso. Grandes ramos de gardenias habian sido colocados en los laterales del escenario, y sobre las enormes mesas redondas de manteles blancos habia velas encendidas. Ramon empezo a tararear la musica que sonaba en el ambiente mientras se acercaban. Ella casi no podia respirar porque sabia que iba a verlo y no estaba segura de poder guardar la compostura. En seguida lo descubrio entre la gente: alto, bronceado, los ojos azules, las espaldas anchas. Se percato entonces de que era guapo, pero ?que sentido tenia que fuera o no un hombre atractivo? Lo queria, lo queria desesperadamente, hubiera corrido hasta donde se encontraba solo para estar a su lado, para quedarse alli sin hablar, notando el calor de su cuerpo. Ni siquiera lo deseaba, se conformaba con verlo, estar con el, sentir que compartian el mismo espacio y que el mismo aire llenaba sus pulmones. Quererlo tanto le provocaba dolor fisico. Se aproximaron a los grupos que bebian y charlaban, aun de pie. Ramon se paro a saludar a alguien y