Santiago fue directo hacia ella. Penso que iba a caerse al suelo, incapaz de controlar la situacion. Estaba aturdida, estaba enloquecida, sentia una fuerte tension en la nuca. Se dieron dos besos protocolarios, pero ella noto un roce incandescente. Advirtio la fuerza de sus manos apretandole los brazos, con una presion intensa. El pecho le reventaba. Junto a aquel sentimiento amoroso torrencial estaba la sorpresa. Aquel hombre era un desconocido para ella; no hacia sino unos dias ambos podian estar juntos de modo distendido, pasear con tranquilidad. El era uno mas entre los residentes de la colonia. Y ahora, su simple presencia le aceleraba el flujo sanguineo, le impedia razonar. ?Que habia sucedido? Y, sobre todo, ?cuando?, ?cuando habian dejado de ser personas normales para convertirse en dos fuerzas que se atraian con aquel empuje? Lo miro un momento a los ojos intentando transmitirle todo su amor.

Victoria, era Victoria, estaba completamente seguro, la mujer del ingeniero Ramon Navarro. Joder, menuda historia! Llevaba razon Santiago Herrera cuando se lo dijo: se iba a armar una buena. Y no parecia que se propusieran ser muy discretos, ?como se habian mirado! Claro que el estaba sobre aviso, pendiente de lo que hiciera Santiago, quiza por eso se habia dado cuenta. En cualquier caso, habia pensado que no iba a ser facil dar con la enamorada misteriosa y lo habia adivinado a la primera de cambio. Aquella mirada no ofrecia duda. ?Victoria!, ?joder, Victoria!, nunca hubiera dicho su nombre si le hubieran preguntado por sus sospechas. La mas discreta, la mas silenciosa, la que parecia mas mosquita muerta. Nunca le daba la lata con peticiones o exigencias. Ahora que lo meditaba, no era una mujer fea en absoluto, de hecho, podia afirmarse que fisicamente estaba muy bien, aunque ya no era una nina. No sabia por que razon se le habia metido en la cabeza que se trataba de una chica mas joven que el ingeniero Herrera. Pero no, esta era de su edad; tenia hijos mayores en Espana que habian venido a visitarlos una Navidad. ?Para que te fies de las mujeres!, todas son enganosas, cuanto mas pacificas parecen… Seguro que Paula, la mujer del ingeniero Herrera, con todo lo tremenda que aparentaba ser, a lo mejor no se comia ni una rosca y hacia tantas cosas raras solo para escandalizar. ?Las mujeres! Lo asalto la idea desasosegante de Yolanda sola, a su aire, tan lejos de el. Bien, que hiciera lo que quisiera; finalmente no estaban casados aun. Solo esperaba que una vez que lo estuvieran ella le fuera fiel; de lo contrario, lo tomaria muy a mal. Como lo tomaria Ramon si se enterara de lo de su mujer. Victoria, ?era increible, una mujer con una cierta edad y la vida comodamente organizada! ?Cuando consigue uno olvidarse del amor y del sexo, por fin? Seguramente nunca. Una putada. ?Y que pensarian hacer aquellos dos, largarse juntos o solo dedicarse a follar durante una temporada en la casa que el les habia buscado? A lo mejor todo era culpa de aquel pais, del aire calido, de la falta de moral de la que hacian gala los nativos. Si todos hubieran estado en Espana, nunca se les hubiera ocurrido dedicarse al desenfreno, ni siquiera el hubiera pasado media vida en El Cielito. Si bien, en el fondo, daba igual, ?acaso era el un defensor de la castidad? ?Al carajo!, penso, y fue raudo en interceptar a uno de los camareros que se paseaban con bandejas llenas de vasos de whisky.

Se acomodaron en las mesas para cenar. En la de las autoridades estaban el alcalde de San Miguel y algunos concejales, los ingenieros y el director, un Adolfo que exultaba en aquellas ocasiones. Le gustaban las fiestas. Su esposa, sentada junto al alcalde, charlaba animadamente con el. Llevaba un vestido de seda rojo quiza impropio para su edad, pero que la convertia en una llamarada vistosa y atractiva. La orquesta de mariachis ataco por primera vez la alegre musica de los corridos. Aparecio un nutrido grupo de danzantes. Empezaron a evolucionar en corros que serpenteaban. Victoria y Santiago apenas se miraban. Era lo unico que podian hacer, cenar como todo el mundo y sonreir. Pero Victoria no tenia hambre, el gusto por la comida era una sensacion que habia desaparecido de su cuerpo desde que se enamoro.

Susy y Henry, desplazados de la mesa de autoridades por los concejales, se ubicaban con los mandos intermedios. Eran los mas jovenes, y el rigido protocolo no escrito de la colonia lo senalaba asi. Susy iba vestida de blanco. El pelo rubio y corto junto a un vestido virginal la hacian aparecer como una vestal de aire moderno. Henry, tan rubio e incontaminado como ella, hablaba y reia con unas funcionarias mexicanas.

La cena consistia en un bufet caliente del que cada invitado se servia. Una gran olla de frijoles negros humeaba junto a las ensaladas de aguacate y el asado de cerdo. El ambiente estaba lleno del apetitoso olor de las tortas de maiz. Victoria sintio que le flaqueaban las piernas cuando se dio cuenta de que, tras ella en la cola, esperaba Santiago su turno con un plato en la mano. Este le sonrio, le pidio con la mirada que se tranquilizara.

– Una fiesta magnifica -dijo.

Ella musito, incomoda y timida:

– Magnifica, si.

– Ven, vamos a pedir un poco de asado.

La tomo del codo dirigiendola hacia la parte del bufet donde un camarero cortaba generosas tiras de carne dorada. Cuando recibian su racion, le dijo en voz baja, sin perder la sonrisa cortes:

– El lunes, a las tres de la tarde, te espero en la iglesia del Perpetuo Socorro de San Miguel. ?Podras ir?

A Victoria la voz no le salia de la garganta. Hizo un esfuerzo en el que creyo desfallecer. Sin mirarlo a la cara contesto:

– Creo que si.

– Si surge algun imprevisto, no hay manera de avisarnos. Si yo no pudiera ir seria por una urgencia inaplazable del trabajo. Quiero que lo sepas. Si tu cambiaras de opinion…

Lo interrumpio con una firmeza que la sorprendio a si misma:

– No cambiare de opinion, nunca. Si no voy sera por una razon de vida o muerte.

Santiago sonrio. Victoria noto que se sentia aliviado por el suspiro profundo que emitio. La invadio una oleada de euforia; y lo mismo debio de sucederle a el, porque dirigiendose al joven camarero le dijo casi con una carcajada:

– ?Sirvanos, estamos dispuestos a devorar lo que sea!

Regresaron a la mesa, cada uno por su lado. Todo habia cambiado, ahora Victoria se sentia llena de fuerza, decision y coraje, de alegria. El enamoramiento hacia que detalles sutiles arrastraran consigo los estados de animo, haciendo que se desplazaran de un extremo al otro con increible radicalidad. Comprendio que estaba metida en aquel amor hasta el cuello, que no podia ni queria volver atras. Comprendio tambien que en todo aquel proceso, tomara la direccion que tomara, debia ser extremadamente fuerte. Ahora si podia mirar a Santiago a traves de la mesa sin miedo. Era un hombre hermoso, de una belleza rotunda y varonil. ?Como podia no haberse dado cuenta hasta aquel momento! Observo que, cuando bajaba los ojos, sus parpados de piel sin broncear contrastaban con la cara. La linea densa del nacimiento de las pestanas rubias le parecio lo mas sexualmente atrayente que habia visto jamas. Lo deseo con locura. La musica y el vino no hicieron sino incrementar su deseo. Acariciarle el pecho, beberse aquellos parpados de nino. La euforia no le habia hecho recuperar el apetito, apenas si podia comer; pero Santiago comia con una hambre de lobo, con delectacion. Comprobar eso la hizo reir de placer.

Manuela se encontraba feliz. Aquella guelaguetza o como demonio se llamara estaba resultando un exito. La gente parecia contenta, hablaba y comia, disfrutaba del espectaculo de los bailarines, que no descansaban ni un momento. Aquello corroboraba su teoria una vez mas: cuando un grupo humano se halla lejos de su patria, las fiestas son absolutamente necesarias. Incluso su propio marido le habia echado en cara que tantos saraos podian interpretarse como una frivolidad, pero ella sabia muy bien lo que se decia. Antes de que el desanimo y la sensacion de extranamiento hagan mella entre las personas, es imprescindible dotarlos de una vida social intensa. Eso suple el entramado de pequenas relaciones que todo el mundo tiene en su lugar de residencia y que se extiende mas alla de amigos y parientes, llegando hasta el quiosquero donde uno compra el periodico todas las mananas. Si, nadie podia negarle unas ciertas dotes para la psicologia, incluso una innegable habilidad para el estudio sociologico. Ademas, con aquella guelaguetza mataban dos pajaros de un tiro, ya que las autoridades de San Miguel tambien quedaban satisfechas con aquel acto de convivencia. Aspiro el aire de la noche y le dio un sorbo profundo a su cerveza mexicana, chispeante y ligera como la luz. Se sentia bien con aquel vestido que habia comprado en un viaje al Distrito Federal. Puede que fuera demasiado llamativo para su edad, pero aun podia llevarlo. ?Por que no?, sus carnes continuaban siendo firmes y a su marido le gustaba, o al menos eso creia, porque, de hecho, el ya nunca alababa su aspecto. Tenia demasiado trabajo, solo era eso. ?Ah, que importante era eso, un marido complice con el que poder contar! Era una mujer afortunada y a menudo daba gracias a Dios por ello. ?Con tantas cosas como se veian en los ultimos tiempos: esposas abandonadas, matrimonios que solo se mantenian juntos por interes, mujeres solas…! Dios se portaba bien con ella. Dios estaba presente tambien

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