la cabeza tapada por mantillas o panuelos, hombres que rezaban de pie. Necesitaba quedarse alli un rato, efectuar una especie de descompresion antes de regresar a la colonia. Las palabras de Santiago le resonaban en los oidos: «Ahora comprendo las pasiones amorosas de la literatura, las grandes sinfonias.» Ella habia aspirado a un poco de ternura, a recibimientos carinosos al volver de un viaje, y se habia encontrado con una dimension superior del amor. Si la pasion era aquello, valia la pena arriesgarlo todo, destruir todo lo anterior, dejarse llevar.

– Dona Manuela, no me malinterprete, pero es que no se si es una buena idea, la verdad.

– ?Dario, hijo, cualquiera diria que es nuestra primera Navidad en Mexico!

– Justamente, y antes nunca habiamos armado tanto follon.

– Porque los anos anteriores se iba mucha gente a Espana, pero esta Navidad coincide en quedarse casi todo el mundo, y ademas vienen un monton de visitantes, entre ellos, tu novia, si no recuerdo mal.

– Si, ya lo se. Pero digo yo, con que dejaramos de lado lo de las decoraciones como en Espana… porque en puridad tampoco las guirnaldas ni los abetos son cosas espanolas, sino importadas del norte de Europa.

– Mira, Dario, no vamos a discutir ahora sobre costumbres navidenas, asi que en cuanto tengas un rato te vas a Oaxaca y preguntas donde se compran todas esas cosas. Quiero la colonia llena de abetos, velas, nieve artificial y bolas de colores. Y, por supuesto, tambien un belen. ?De acuerdo? Voy a acabar pensando que te asusta el trabajo extra.

– No, senora, no es eso, usted sabe que estoy encantado de hacer lo que sea necesario. Solo tenia dudas de si quedaria bien.

– Quedara, hombre, quedara. Que te ayuden las chicas de la limpieza, el cocinero, todo el que pueda echarte una mano. Hasta luego, muchacho.

Dio media vuelta y se fue. «?Que barbaridad! -penso-, los jovenes de hoy en dia estan como atontolinados, a todo le ponen dificultades que parecen insalvables. Demuestran muy poca ilusion por los proyectos.» Dario era sin duda un buen chico: diligente, buen trabajador… pero en cuanto le pedia un extra se angustiaba en exceso. Claro que ella no era su jefa, ni de el ni de nadie, si bien se sentia en cierto modo responsable de la salud psiquica de la colonia, de que sus habitantes mantuvieran alta la moral. Y aquellas fechas resultaba crucial; es sabido que en Navidad a todo el mundo le da por pensar en cosas tristes. El ano anterior los que no volvieron a Espana se encontraron con una colonia decorada con motivos autoctonos, frios y tristes. No podia permitirlo mas, aquellos mexicanos cachazudos eran capaces de disfrazar un cerdo de Papa Noel como toda iniciativa. ?Ah, no!, seguro que si buscaba un poco, Dario podia encontrar un hermoso abeto para el jardin, era el quien debia ocuparse. Total, cualquiera diria que tenia tanto trabajo que hacer. Vio desde lejos a Victoria y la llamo:

– ?Adonde vas?

– Solo estaba dando una vuelta.

– Ve a vestirte y jugamos un partidito de tenis.

– ?Ahora?

– ?Victoria, ?tu tambien?! Parece que todo el mundo sea victima de una paralizacion general.

– No te entiendo.

– Da igual, manias mias. Anda, vamos a prepararnos. Hacer un poco de deporte nos ira bien a las dos. Soy casi la mas vieja de la colonia y tengo que estar empujando a todo el mundo para que se mueva un poco.

– Tu tienes un dinamismo fuera de lo comun.

– De tanto oir eso, al final voy a creermelo, y no es verdad, lo unico que pasa es que conservo un poco de ilusion por la vida.

– ?Cuantos anos llevas casada?

– ?Vaya pregunta ahora! Pues no se, mas de treinta me parece. Pero no es el momento de ponerse a charlar. Echamos un partidito y luego te lo cuento.

Victoria accedio sonriendo. No resultaba facil negarse a las energicas sugerencias de Manuela. Quiza sudar un rato y dejar la mente en blanco le vendria bien. Le dolia la cabeza de tanto pensar, de tanto echar en falta a Santiago.

Manuela gano el partido, naturalmente, y encima le rino porque no estaba prestando la debida atencion al juego. Era cierto, en realidad habia precipitado su derrota para poder charlar. De pronto sentia una gran necesidad de hablar sobre asuntos amorosos. No podia confiarle a nadie la verdad, pero hablar sobre amor la serenaba. En el pequeno vestuario, despues de haber tomado una ducha, lo intento de nuevo:

– ?Tu sigues enamorada de tu marido?

Recibio una risotada estruendosa como primera contestacion. Manuelase separo las guedejas mojadas de la cara y la miro a traves de ellas.

– ?Que demonio te pasa?

– Nada especial. Pregunto.

Siguio vistiendose con parsimonia, luego paro:

– Pues no se que contestarte. Supongo que si, y supongo que lo que voy a decir es algo que has oido mil veces. El amor se transforma con el tiempo. Cada vez es mas amistoso, mas complice, menos pasional.

– ?Al principio tuviste un amor pasional?

– ?Por que me preguntas todo esto?

– Lo siento, ya se que te parecera muy indiscreto, pero pasamos aqui juntas mucho tiempo, todas lejos de nuestro pais, y no sabemos nada las unas de las otras. Nunca hablamos de cosas personales.

– Llevas razon, pero es que en mi caso no hay mucho que contar. Conoci a Adolfo cuando los dos estudiabamos el ultimo curso en la universidad. No era un chico muy guapo, pero me gusto. Me parecio serio, formal, con fuste, alguien en quien podria confiar toda la vida. No me preguntes como pude saberlo, seria pura intuicion, pero la cuestion es que acerte. Pense: «Este hombre tiene que ser para mi.» El, si he de serte sincera, no me demostro ninguna atencion especial. Saliamos con otros amigos, nos moviamos por ahi, hubo algun coqueteo, alguna mirada cargada de intencion… hasta que comprobe que se le iban los ojos detras de una chica vasca que se unio al grupo solo para pasar un mes en Madrid. Entonces me movilice y ataque fuerte. Me mostre divertida, encantadora… hasta que un dia acabe confesandole que estaba loca por el.

– ?Como reacciono?

– Ningun hombre se queda indiferente cuando le sueltas una cosa asi, su tremenda vanidad hace que en seguida se interesen por ti. Ademas, no debio de sorprenderle demasiado, porque en seguida me creyo. Y, como ves, ha sido un exito. Nos llevamos bien, hemos disfrutado juntos de la vida, hemos tenido hijos, y cuando llegue la vejez, que ya no esta tan lejana, nos haremos compania y nos cuidaremos mutuamente. ?Es eso una pasion?, ?no lo es? No tengo ni idea, pero te aseguro que la serenidad de tener a tu lado a alguien que sabes que comparte los mismos intereses que tu, los mismos recuerdos, los mismos afectos… bueno, dudo de que haya algo mejor que eso.

– Te entiendo perfectamente. Lo que dices no es muy diferente de lo que hemos vivido Ramon y yo. Lo que pasa es que todos nos metemos en la rueda diaria de la vida: el trabajo, las obligaciones, los hijos… y al final tienes la sensacion de que vives con tu marido solo por las circunstancias que te rodean, por nada mas.

– Puede parecerlo, pero no es asi. Naturalmente la inercia de los acontecimientos diarios te lleva a que cada uno se ocupe de sus cosas; aparte de que los hombres dedican a su profesion una parte importantisima de si mismos; pero hay que mantenerse alerta, darse cuenta de que estas junto a tu marido, no olvidarlo. Tengo la seguridad de que la base de la union amorosa esta en nosotras. A nosotras nos toca velar para que todo vaya bien. Pero me has hecho ponerme seria cuando no me apetecia en absoluto.

– De acuerdo, nos hemos puesto demasiado trascendentes. Te invito a tomar una cerveza en el club para compensar. Y te prometo que no habra mas preguntas. Solo me cuentas todos los preparativos que estas haciendo para Navidad.

Tomaron la cerveza. Manuela se explayo sobre sus planes para las fiestas, pero Victoria la oia muy lejos, lo justo para asentir, reir, apostillar, dar verosimilitud a su pretendida atencion. Despues se despidieron y ella se fue caminando hacia su casa. Si, la serenidad, la paz de la larga convivencia ano tras ano, los proyectos comunes, los hijos… todo lo que Manuela habia dicho podian parecer un monton de lugares comunes; pero se daba cuenta de hasta que punto eran ideas razonables. La paz era justo lo que ella habia empezado a perder, siempre sumida en aquella convulsion permanente de pensamientos y sentimientos. ?Es que la calma no era algo realmente valioso? ?Acaso merecia la pena echar por tierra una vida en la que no habia existido sufrimiento, traicion ni dolor? Quiza

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