deba decirle: «Me he enamorado de otro y me voy con el, Ramon.» Piensa en el momento en que pronuncie el nombre de Santiago. Piensa en el momento en que todo el mundo sepa que se marcha con otro. Pero desea estar con Santiago, es lo unico que desea ya: estar con el.
Aborta el tropel de pensamientos dolorosos y regresa a la realidad de su paseo. Nochebuena en Mexico. Es extrano, todo es extrano. Es como si ya no estuviera viviendo su propia vida.
Ve las guirnaldas navidenas que ha colocado Dario. Eso la hace sonreir. El pobre, tiene que hacer un poco de todo. De repente recuerda que ha sido Dario quien les ha servido de Celestino para encontrar la habitacion donde se reunen. Vuelve el dolor. Pero se hace tarde y decide desandar lo andado. Mientras camina, se dice a si misma: «Todo se arreglara», y lo repite. «Todo se arreglara.»
– ?Usted cree que esto es realmente necesario, dona Manuela?
– ?Ay, Dario, hijo, eres capaz de agotar la paciencia de cualquiera!
– Pero es que mire que pinta tengo. Yo creo que va a ser contraproducente para los ninos. Si alguno cree aun en Papa Noel, en cuanto me vea con esta facha va a perder toda la ilusion.
– Tu por eso no te preocupes. Estas muy bien. Me da la impresion de que si te pusieramos otro cojin en la tripa quedarias mas propio. ?Es que eres tan flaco! ?No comes bien? Cuando llegaste a la colonia no estabas tan delgado.
– Es mi naturaleza.
– Ya -dijo ella, y lo miro maliciosamente.
Si hubiera tenido libertad para hablar le hubiera dicho un par de cosas a aquel chico sobre su naturaleza. Le dio otro cojin y Dario lo encajo en sus pantalones con muy poco entusiasmo.
– ?Y tu novia, por que no ha venido a ver como te vestimos?
– Esta arreglandose para la fiesta.
– ?Te das cuenta? A todo el mundo le hace ilusion la fiesta menos a ti.
– Pero es que yo soy el unico que va de adefesio.
– ?De adefesio! Habras de saber que representar a Papa Noel para los ninos esta considerado como un privilegio en los ambientes mas selectos. Mi propio marido lo hubiera hecho de haber llegado mas pronto a la colonia.
– Pues no le veo la gracia, la verdad.
– Seras recompensado por esta accion, y no me hagas decir mas, porque es una sorpresa.
– Pero si yo no pido nada, dona Manuela, es solo que…
– ?Calla de una vez!, que voy a ponerte la barba y la estropearas con tanta chachara.
– ?Y no podre hablar cuando la lleve?
– No tienes por que.
– ?Y que se supone que debo hacer cuando este con los ninos?
– Repartirles cajas con regalos y reirte de vez en cuando a carcajadas, cuanto mas campanudas, mejor. Pero ?es que nunca has visto a Papa Noel?
– Mi familia era muy tradicional y siempre celebrabamos los Reyes Magos.
«?Menudo elemento estas tu hecho con la familia tradicional!», penso. Si aquella pobre chica que acababa de llegar, tan mona por otra parte, hubiera sabido que su novio era semejante putero, quiza no hubiera hecho un viaje tan largo solo para verlo. Pero en fin, solo cabia esperar que cuando se casaran el sentara cabeza y se dedicara al matrimonio con autentica devocion, y sin protestar por todo tanto como lo estaba haciendo ahora.
A ella nadie podria acusarla de no ser comprensiva. De hecho, sabia que estaba pidiendole a Dario mas de lo que estaba escrito en su guion. Por eso habia hablado con su esposo y el habia rogado que la empresa lo compensara de alguna manera por sus servicios extra. Por ejemplo, pagandoles a el y a su novia un hotel en Oaxaca para el resto de aquellos dias. Finalmente, ?que hacian dos jovenes como ellos en el ambiente familiar que reinaba en la colonia? Ademas, la habitacion de Dario era demasiado sencilla. Suficiente para el, pero por una vez que venia su chica… Y luego estaba el problema de que, alojandose con el, todo el mundo en la colonia sabria que compartian la misma cama de manera muy llamativa. Eso podia hacer que la pareja se sintiera incomoda ante los demas. Bien sabia que los jovenes no concedian importancia a ese tipo de cosas en la actualidad, pero tambien era cierto que las clases trabajadoras eran mas pudicas y temerosas del que diran. En cualquier caso, con aquel obsequio resolveria varios problemas de un plumazo. Se alejo un poco del recien engalanado Papa Noel para tomar perspectiva que le permitiera juzgar el resultado.
– En conjunto, das el pego bastante bien. Hagamos una prueba, riete, quiero ver si el bigote resiste.
Los ojos de el se fruncieron bajo las cejas de algodon. Suspiro con paciencia, luego lanzo una carcajada dividida en tres tiempos. A Manuela estuvo a punto de darle un ataque de risa, este autentico, pero puso cara de circunstancias para que el muchacho no se desmoralizara.
– ?Bien, Dario, muy bien! Pareces el mismisimo Santa Claus subido en su trineo.
Le propino una palmadita de animo en la espalda y se alejo, contenta con su obra. «En fin, nadie es perfecto», se dijo; en realidad, habia visto hienas reirse con mucha mas gracia en los reportajes televisivos del National Geographic.
Habia echado el resto en su arreglo personal. El vestido le habia costado un monton de dinero. Por desgracia, estaba en Mexico; de haberse celebrado esa cena en su pais hubiera requerido los servicios de una maquilladora profesional. Cualquier cosa le parecia poco para la ocasion. Alli estaba el jefe de Dario, y todos los ingenieros de la empresa con sus mujeres. Nadie se quedaria con la idea de que la novia de Dario era una pobre chica tirando a paleta. Debian darse cuenta de que era guapa, de que tenia clase de verdad. Ninguna de sus companeras en el supermercado podia exhibir su cuerpo. Claro que tampoco ninguna contaba con un novio como el suyo. Todos eran mecanicos, o fontaneros, empleados en oficios manuales. Ninguno de ellos se relacionaba con gente tan importante como Dario.
Llevaba el pelo recogido en un mono alto, un peinado complicado que habia estado ensayando en Espana con la ayuda de su amiga peluquera. Su hermana Sonia, dos anos mayor que ella, le habia prestado los pendientes de su boda, unos aros con minusculos brillantes engarzados. El vestido era rojo, pero no de un rojo estridente y vulgar, sino del color intenso de la sangre. Antes de bajar al club se miro en el espejo. Estaba guapa, adecuada a la ocasion, elegante, digna no solo de aquella cena de Navidad, sino probablemente de reuniones aun mas importantes.
Al traspasar el umbral del salon noto que todas las miradas se centraban en ella. Disfruto extraordinariamente del momento en vez de sentirse intimidada. La mujer del jefe fue en su busca y le presento a todos los demas, que se encontraban de pie, con copas de champan en la mano. Saludo a todos como lo habia visto hacer en la television. Por fin le dieron una copa a ella tambien y llego el momento mas comprometido, debia hablar con alguien. Estuvo poco tiempo sola, en seguida algunas esposas se acercaron a ella y empezaron a charlar. Le explicaron que los ninos cenaban ya en la habitacion contigua. Cuando hubieran acabado pasarian al salon, donde Papa Noel les entregaria los regalos. Luego las cuidadoras los llevarian a sus casas para que pudieran dormir. Entonces se iniciaria la cena de los mayores. Hasta entonces no habia mas que hacer que seguir departiendo y bebiendo champan. Penso que debia llevar cuidado con el alcohol, no podia permitirse parlotear sin ton ni son. Miro a las mujeres de mas edad, las esposas de los ingenieros. Solo una era un poco mas joven, aquella chica rubia y bonita con acento extranjero que la habia saludado con tanta amabilidad. Las otras dos tambien eran hermosas, vestidas sencillamente pero con estilo indudable. La que le habian presentado como Paula parecia extrana, un poco desafiante y fiera. No le dio dos besos en las mejillas como las demas, sino que se limito a estrecharle la mano con una sonrisa burlona. Los hombres tenian aspecto atractivo. Aun cuando exhibian pieles tostadas por el sol no podian confundirse con simples trabajadores. Hablaban en voz baja. Se hubiera dicho que todo el mundo estaba relajado y en forma. No se notaba que la fiesta hubiera causado ningun tipo de excitacion. Tal y como habia pensado, en aquellos ambientes la gente nunca demuestra su estado de animo. Si se estan divirtiendo, se comportan exactamente igual que cuando se aburren. En eso debia de consistir el «saber estar» del que tantos comentarios habia oido. El ambiente le gusto. Penso que con aquel sistema de vida cualquiera podia habituarse en seguida a «saber estar». Ninguno de ellos habia tenido que preocuparse de ir a comprar ni de cocinar. Los ninos, que siempre eran un problema, cenaban al cuidado de sus sirvientas en otra habitacion, y cuando volvieran y empezaran a molestar, tambien los quitarian de en medio del modo mas civilizado. Nada tenia que ver todo aquello con las cenas familiares de Navidad que se celebraban en su casa. Alli estaban todos