apretujados en el salon con sus sobrinos, los hijos pequenos de su hermano, dando la tabarra desde el aperitivo al postre. Siempre habia detestado esas veladas y ahora comprendia perfectamente por que. Habia otro tipo de cenas en otra parte. Ella las celebraria algun dia asi. El piso que habia comprado era grande, y lo consideraba solo como un punto de partida. Dentro de unos anos, Dario y ella podrian irse a vivir a una urbanizacion donde tendrian una casa con jardin. Alli ofrecerian barbacoas y fiestas a sus amigos. Entre los dos ganarian bastante dinero. Dario ascenderia en la empresa, porque habia entrado con buen pie y era muy joven aun. A ella estaban a punto de nombrarla encargada y algun dia seria la encargada general. Eso suponiendo que no llamaran de algun supermercado de la competencia brindandole un puesto mejor con un sueldo superior. Tenia fama de ser eficiente en el trabajo, educada y con buena presencia. No se necesitaba mucho mas para prosperar. Quiza los tiempos se hubieran vuelto muy competitivos, pero tambien era cierto que muy pocos se entregaban al trabajo con ahinco. Estaban rodeados de inmigrantes que entendian las cosas tarde y mal, que no se esforzaban lo suficiente. Dario y ella llegarian, lo sabia muy bien, con paciencia y teson, pero llegarian. Y entonces vivirian exactamente como estaba viviendo alli, exactamente asi.
De repente hizo su aparicion en el club una senora de cierta edad. Llevaba un llamativo vestido plateado y una diadema tambien plateada que le parecio mas adecuada para una chica joven.
Susy miro a su madre, recargada de plata como una mina de Potosi, y penso para sus adentros: «Bueno, ha llegado la protagonista principal, y si no lo es aun, lo sera muy pronto.» No se equivoco, la senora Brown capitalizo la atencion desde su misma entrada. Para ello, empezo por dedicar una minima conversacion a cada una de las personas que le presentaban. Recordaba perfectamente las anecdotas que su hija le habia contado y hacia de ellas un uso diplomatico y halagador: «?Ah, Manuela, la mujer capaz de organizar unas olimpiadas ella sola!», «?Paula!, ?no es usted quien tiene que verselas con el viejo Tolstoi?». «Muy bien, mama, ya has conseguido un poco de simpatia general, sigue abundando», se dijo Susy. Conocia perfectamente el apabullante despliegue de encanto social del que su madre solia hacer gala. Todo el mundo la encontraba deliciosa en un primer trato superficial. Asi cazaba la arana a sus presas; si luego estas cometian el error de entablar amistad, entonces se veian envueltas en un entramado de quejas, lloriqueos, peticiones de apoyo y exhibiciones de desdicha psicologica. Se sintio asqueada por completo. Aquella mujer que bromeaba, charlaba y se mostraba tan segura era la misma que habia hecho desgraciado a su padre, a dos hombres mas despues, la misma a quien ella habia visto llamar a un psiquiatra aullando en plena madrugada, la que tragaba tranquilizantes delante de ella rogandole que se quedara a su lado, que no saliera de la habitacion hasta que se hubiera dormido. Una mujer debil, histerica, incapaz de vivir con dignidad, de envejecer dando un sentido a su vida. Se bebio todo el champan de un solo trago.
Paula la vio, levanto su copa en senal de brindis y la imito. «Salud, pequena americana -penso-, dichosa tu, que tienes unos fantasmas materiales y reconocibles sin la menor dificultad.» Se acerco a ella sonriendo. Susy agradecio su compania de manera especial. En cuanto la tuvo a su lado, le dijo al oido:
– Ahi la tienes, esa es mi madre, una reina del glamour.
– Si, ya veo, ?fabulosa actuacion, la suya! Estoy por pensar que te quejas por placer. ?Como una dama tan encantadora podria ser esa bruja aviesa y brutal que tu pintas? ?No seras simplemente una mala hija?
– Nunca he dicho que fuera brutal. Brutal seria yo con ella si me atreviera.
– ?Que harias, le dirias que la consideras una vieja y patetica vaca?
– Procuraria que la brutalidad fuera mas fisica.
– ?Una bofetada a lo Gilda?
– Una hostia con un bate de beisbol.
Paula se echo a reir sinceramente. La divertia el uso exacto y desinhibido que Susy hacia de los tacos espanoles.
– No te preocupes, contrataremos a un sicario. Aqui debe de ser muy facil. Y ya puestos, ?por que no la mata?, una simple hostia seria dinero desperdiciado.
– Llevas toda la razon.
A Susy le encantaba la actitud de Paula. No utilizaba ni un solo lugar comun en el asunto de su relacion con su madre. Al contrario, lo que hacia era abundar aun mas en las bromas sangrientas. Sintio con ella una perfecta complicidad.
Por fin los ninos entraron en el salon. Tras ellos iban las cuidadoras, engalanadas para la fiesta y con los rostros colorados por la tension de haber tenido que verselas durante la cena con aquellos crios excitados por la salida de la rutina. Los adultos estallaron en afectadas exclamaciones de bienvenida proferidas en el tono poco natural que se emplea con los ninos en sociedad. Ellos, en una alegre y atropellada procesion, miraban a todos lados con timidez, como si no conocieran a ninguno de los presentes. Sin embargo, por muy pequenos que fueran, ninguno corrio a refugiarse en las faldas de su madre. Habian sido perfectamente instruidos para colocarse junto al gran arbol navideno de papel que presidia el salon. Manuela, encantada con el espectaculo, corrio a dar las indicaciones para que los ninos formaran un bonito grupo que pudiera ser fotografiado. Cuando estuvieron en posicion, emergio un buen numero de camaras que nadie habia advertido hasta el momento. Los padres, encantados, disparaban fotos sobre la amable reunion. En ese momento hizo su aparicion un orondo Papa Noel dando destemplados golpes de campanilla y profiriendo carcajadas mas destempladas aun. Manuela gritaba, exultante: «?Ninos, mirad, ha venido a visitarnos Papa Noel!» Entre los varones se organizo un pitorreo considerable. Papa Noel se paraba en cada grupo de invitados para saludar antes de llegar al corro de ninos. Cuando llego junto a los ingenieros nadie pudo evitar los comentarios de tipo guason. Ramon le dijo a media voz:
– Papa Noel tambien podria llevar juguetes a un sitio que yo me se; seguro que algunas ninas ya mayorcitas estarian encantadas.
Todos rieron inconteniblemente. Dario, a pesar de su mal humor, no pudo por menos que reirse tambien; aunque su cara, florida de algodones, no podia denotar ninguna expresion. Santiago le echo un cable complice:
– ?Quereis callaros? Su novia esta ahi.
Papa Noel empezo a repartir cajas de caramelos y juguetes entre los ninos, con lo que organizo un alboroto considerable. Santiago aprovecho la confusion para acercarse a Victoria y susurrarle:
– Sal al jardin un instante. Nadie se dara cuenta ahora.
Obedecio, nerviosa y asustada. Vio como el desaparecia y, un segundo despues, lo hizo ella. Cuando pasaba por entre los arbustos, una mano la sobresalto, cogiendola del brazo. Santiago la atrajo hacia la espesura y la beso.
– No podia pasar mas tiempo viendote y sin tocarte.
– Tenemos que volver, esto es muy peligroso.
– Quiza seria un buen momento para descubrirlo todo.
– ?Estas loco? Asi, no.
– Besame, Victoria, besame.
Se besaron, buscandose la boca con hambre. Ella se aparto por fin con esfuerzo del abrazo apretado y urgente.
– El martes te espero en la casa a las doce, ?podras, querida?
– Si, ire.
Cuando ella ya se marchaba, Santiago la llamo, procurando no levantar la voz:
– Victoria, ?me quieres?
– Mas que a nada en el mundo.
– ?Estas segura?
– Si.
Victoria regreso a la fiesta, donde los ninos continuaban abriendo regalos entre exclamaciones y aplausos. Estaba alterada, el corazon le latia con intensidad. Miro a su marido que, riendo, ayudaba a Papa Noel con los ultimos paquetes.
No sospechaba nada. Se sintio miserable tras pensar eso. Aunque en definitiva pronto se enteraria de todo. Se horrorizo. Seguia sin poder encarar ese hecho como algo real. Vio como Santiago entraba en el salon y lo siguio de reojo. Aparentaba encontrarse completamente tranquilo. Se dirigio a la mesa donde se almacenaban las bebidas y pidio un whisky al camarero. Sus ademanes eran calmados y naturales. Luego fue al centro de la estancia y se sumo al espectaculo de los ninos. Sonreia. Victoria penso que demostraba una serenidad