Cielito de buena manana. En un recodo del jardin se dio de bruces con Henry, vestido para jugar al tenis.
– Hola, Santiago, ?que te has hecho en la frente?, llevas un poco de sangre.
Recordo que el azucarero que le lanzo Paula lo habia rozado levemente.
– No es nada.
– ?Como que no es nada? Te esta cayendo una gota. ?Por que no vas para que te curen en el dispensario?
– ?Has visto a Dario?
– No. Habia quedado con Ramon para jugar un partido, pero se ha largado precipitadamente al campamento.
– ?Por que?
– Dijo que se habia olvidado de acabar un trabajo importante. ?Vaya moral!, ?no?, trabajar en fin de semana.
– Si, vaya moral.
– Dejame que te ponga un poco de alcohol en esa herida.
Fue con el al dispensario. Era mejor limpiarse el rasguno para que nadie volviera a preguntarle. Henry saco un poco de algodon y lo impregno en alcohol. Empezo a darle unos toques suaves sobre la frente.
– Henry.
– Dime -contesto distraidamente mientras lo curaba.
– Tu estas al corriente de lo que sucede, ?verdad?
– No te entiendo.
– Dejate de disimulos, por favor. Me cuesta creer que Susy le haya contado a Paula lo que vio entre Victoria y yo sin contartelo a ti tambien.
El rostro de Henry se contrajo como si lo hubieran golpeado. Acto seguido, enrojecio con intensidad.
– A mi me cuesta creer que Susy haya hablado de eso con tu mujer. Lo siento, Santiago, de verdad. Te aseguro que intente evitarlo, pero Susy es… tan especial, a veces se comporta de un modo infantil, ya hemos discutido mucho sobre ese tema, pero no ha cambiado.
– Ya no tiene demasiada importancia; pensabamos destapar nosotros mismos la cuestion. No se que te habra dicho Susy, pero el caso es que…
– No tienes que contarme nada, te lo ruego.
– Quiero hacerlo. Quiero que sepas que Victoria y yo estamos enamorados. Proyectamos marcharnos de aqui dentro de poco. Sin embargo, no podemos largarnos de la noche a la manana como si se tratara de un acto deshonroso. Ademas, esta la resolucion del trabajo en Barcelona. ?Lo entiendes?
– Perfectamente.
– Hay un favor que me atrevo a pedirte.
– Dime lo que sea.
– Ramon acaba de enterarse. Yo no quiero dejar de ir a la obra, pero… aunque acabemos teniendo una conversacion, es preciso evitar cualquier riesgo de enfrentamiento. ?Podrias estar pendiente de que no nos quedemos solos el y yo?
– No tengo ningun inconveniente en hacer eso, pero si la cosa va a ser publica dentro de poco, ?no seria mejor que hablaras con Adolfo? Es un hombre abierto y comprensivo, y tambien quien de verdad puede ayudarte. Podria, por ejemplo, destinaros a tajos diferentes para que no coincidais.
– Si, llevas razon. Me hubiera gustado retrasarlo un poco mas, pero no tiene sentido.
– Eso no significa que yo no vaya a estar preparado para cualquier eventualidad que surja, aliviando tensiones y… de verdad que lo siento; Santiago, Susy ha ido demasiado lejos esta vez. Su comportamiento me resulta vergonzoso. Espero que cambie, porque, de lo contrario…
– Dejalo, Henry. Las mujeres se hacen confidencias, en realidad no es extrano que haya ocurrido. Creo que me ire a pasar el fin de semana a un hotel. Ya he tenido suficientes emociones.
Henry le dedico una sonrisa tensa y lo vio alejarse con firmes zancadas. «Es un hombre valiente -penso-, se ha enamorado en unas circunstancias muy dificiles. Se vera sometido a presiones emocionales, sociales, familiares… y, sin embargo, no esta dispuesto a renunciar a esa mujer; tampoco esperara, ni disimulara, ni jugara el juego con las reglas ajenas.» Sin ninguna duda tenia bolas, el tal Santiago, porque la situacion en la obra podia llegar a resultar traumatica… un entorno cerrado de trabajo donde el marido y el amante colaboran… ?como se come eso? Hubiera preferido que no lo hubiera escogido como posible mediador. Al fin y al cabo, el era extranjero y no tenia por que conocer la mentalidad espanola y, por tanto, saber que era recomendable decir o argumentar si las cosas se ponian feas. Pero se sentia obligado a aceptar debido a la desgraciada intervencion de Susy en el asunto. ?Como se habia atrevido a contarselo a Paula, sobre todo despues de haberselo advertido bien claramente! Hasta el momento, la inmadurez de su esposa habia revertido solo en ellos dos, pero ahora la influencia negativa de aquel modo de ser abria el campo y se extendia sobre los demas. Aquello no era tolerable. Susy debia comprender que no estaba sola en el mundo, que las personas que la rodeaban no podian hallarse sometidas a sus decisiones frivolas y a su falta de criterio. Hablaria seriamente con ella; aunque en realidad empezaba a estar cansado de actuar como un padre juicioso, era un papel desagradable, casi antinatural. De verdad habia tenido paciencia. Durante el tiempo que duraba su matrimonio, mas de una vez habia estado tentado de romper. Ansiaba una relacion madura con una mujer de verdad. Solo la esperanza de que Susy cambiara lo habia mantenido firme en su decision de seguir, Susy podia ser tan encantadora… Sin embargo, habia ido demasiado lejos y eso le hacia comprender algo que se revelaba como progresivamente incontestable: su esposa nunca seria diferente.
Santiago entro de nuevo en su casa. Al pasar por el salon vio a Paula sentada en la alfombra, aun en pijama, bebiendo.
– Me voy a un hotel, Paula, sera lo mejor.
– ?Y no vamos a hablar?
– ?Sobre que?
– Sobre nuestro matrimonio.
– Ya es un poco tarde para eso.
– Yo tengo cosas que decir.
– Hablaremos cuando estemos los dos mas calmados.
Llego hasta el dormitorio y empezo a llenar una bolsa de viaje con su ropa. Paula aparecio en la puerta y se quedo alli, observandolo con el vaso en la mano. El continuo su labor sin inmutarse.
– ?Me vas a dejar aqui sola, emborrachandome?
– Te voy a dejar sola, si te emborrachas o no es cosa tuya.
– Juegas fuerte, ?eh, muchacho?
– Cada uno lleva las riendas de su propia vida.
– Estoy impresionada, eres como un actor de Hollywood actuando de duro en una pelicula. Das la puntilla a la esposa beoda sin que te tiemble el pulso. Deberias decir: «Tu te lo has buscado, muneca.» Me encanta tu estilo, de verdad.
– Mejor asi.
– ?Te espera ella en el hotel?
– No sigas por ahi, Paula.
– ?Ah, perdon!, ?como se me ocurre mancillar el nombre de esa mujer virtuosa? Ella no bebe, ?verdad? No, seguro que no. Seguro que es prudente, carinosa, y hasta sabe cocinar comida vegetariana.
Santiago acelero sus movimientos. Queria salir de alli inmediatamente. Cualquier conversacion que se planteara en aquel tono no los conduciria mas que al enfrentamiento que pretendia evitar. Cerro la cremallera de su bolsa y se dispuso a salir, pero Paula estaba de pie en el quicio de la puerta, obstruyendola.
– No es necesario que te vayas a un hotel. Puedes dormir en la habitacion de abajo, no pienso agredirte.
– Volvere y hablaremos, no pienso huir. Pero creo que todo lo que nos digamos hoy estara bajo un influjo negativo. Mejor que me marche.
– Ya, y tu quieres que todo sea frio y civilizado.
– En la medida de lo posible, asi es.
– Perfecto. Tu llevas las riendas de tu vida, pero al parecer de la mia tambien. Te largas con otra y encima