– Tendre que irme en seguida. Estoy segura de que Ramon regresara a casa.

– De acuerdo, pero esta va a ser una de las ultimas veces en que nos separemos.

– Te lo prometo.

Leia tranquilamente el periodico cuando sono el telefono. Penso que era alguno de sus hijos desde Espana, pero no, era Santiago.

– Tengo que hablar urgentemente contigo, Adolfo.

– No hay problema, voy a estar en casa. ?Por que no pasais Paula y tu a tomar un aperitivo?

– Si no te importa, me gustaria que fuera una conversacion privada.

– ?Nos vemos entonces en el club?

– Adolfo, se que casi es hora de cenar, pero… en fin, disculpame. El caso es que estoy en San Miguel y me gustaria que te acercaras un momento por aqui. No sera mas de media hora.

– Si, claro, por supuesto. ?Pasa algo en la obra?

– No es eso, tranquilo. Estoy en la plaza, tomando una cerveza.

– Ahora mismo voy.

Colgo y fue a la cocina, donde Manuela daba los ultimos toques a una hermosa ensalada.

– Tengo que salir un momento.

– ?Adonde?

– Santiago quiere que me acerque un momento a verlo a San Miguel.

– ?Ha pasado algo en la obra?

– No creo; supongo que se trata de diferencias de criterio en el trabajo y por eso quiere darme su version fuera, donde no puedan vernos.

– ?Y te hace ir a San Miguel casi a la hora de cenar! No me parece bien, Adolfo, sinceramente. Estos muchachos se acostumbran a tenerte para ellos toda la semana y despues creen que en los descansos estas tambien a su disposicion.

– Bueno, mujer, es solo un rato. Volvere en seguida, me ha prometido que sera breve.

La plaza tenia el aire sonoliento que solia adquirir las noches de sabado. Unas pocas personas, turistas y ciudadanos de San Miguel, tomaban cerveza en las terrazas o formaban corros charlando de pie. Adolfo distinguio como Santiago le hacia una sena con la mano. Se acerco a el, se saludaron.

– ?Que pasa, hombre?, has conseguido alarmarme.

– Sientate, Adolfo, ?te pido una cerveza? Ire al grano lo mas directamente posible, es una faena hacerte venir hasta aqui.

Llamaron al camarero, que en seguida le llevo una gran jarra de cerveza helada. Adolfo intento disimular su curiosidad. Bebio, paladeo y solo entonces pregunto abiertamente:

– Bien, muchacho, pues tu diras.

– Adolfo, voy a marcharme de la obra dentro de quince dias.

– ?Cono, pero ?que dices?, si no hace ni unos meses que llegaste!

– Si, ya lo se, y te aseguro que no me iria si no tuviera una buena razon.

– ?Ha habido diferencias con alguien, algun disgusto?

– No, en la obra hay buen ambiente, y el trabajo ha sido interesante en todo momento. Buenos companeros… tu eres un buen jefe, ahora puedo decirtelo sin que parezca un halago…

– ?Y entonces?

– Es algo de caracter personal. Lo que ocurre es que… en fin, lo que ocurre es que Victoria, la mujer de Ramon, y yo nos hemos enamorado.

– ?Hostias! -exclamo en un susurro. Se callo acto seguido. Aturdido, bebio un sorbo de cerveza sin atreverse a mirar a su interlocutor. Por fin lo hizo-. ?Estas seguro?

Santiago no pudo evitar echarse a reir.

– ?De que?, ?de si yo la quiero a ella, de si ella me quiere a mi…?

– No, claro, ?que tonteria!, no es eso lo que queria preguntar. Bueno, en realidad no hay nada que preguntar; solo que, chico, es un lio del carajo, ?no?

– Del carajo total. Victoria ya se lo ha contado a Ramon y yo a mi mujer. Nos iremos juntos dentro de dos semanas. Ya es practicamente seguro que trabajare con una empresa de Barcelona. Pero, aun sin trabajo, nos marcharemos igual. Lo entiendes, ?verdad?

– ?Desde luego que lo entiendo! Es mas, en estas circunstancias, lo mejor sera que no vuelvas a aparecer por la obra.

– Eso es justo lo que no quiero hacer. No hay ningun motivo para que salga huyendo como un conejo. Tengo que regresar a la obra, despedirme de la gente que ha estado conmigo, seguir trabajando hasta que concluya el plazo legal de quince dias.

– Si, pero trabajar con Ramon al lado…

– Ahi intervienes tu. Lo ideal seria que nos enviaras a tajos separados, que procures mantenernos lo mas alejados posible.

– Si, puede hacerse, en fin… lo hare. ?Como esta ahora la situacion?

– No lo se con exactitud, ya sabes como son estas cosas.

– A decir verdad, no tengo ni idea de como son esas cosas. Llevo mas de treinta anos casado con Manuela, asi que si un buen dia se presentara delante de mi y me dijera que se iba con otro… no se como reaccionaria, sinceramente.

– Yo no pienso rehuir a Ramon. Es mas, pienso hablar con el; supongo que es lo que procede, aunque con el corazon en la mano te dire que no estoy muy seguro de que es lo que debo hacer.

– No me extrana, ?que puedes decirle, «muchacho, me he enamorado de tu mujer, lo siento en el alma»? Es una situacion muy embarazosa.

– Todo ira desarrollandose por si solo. En cualquier caso, es una decision tomada de la que no vamos a arrepentimos. Ahora ya no podria vivir sin esa mujer. Me comprendes, ?verdad?

– El amor tiene esas cosas, es asi. Lo que pasa, Santiago, es que eso se sabra. No sera facil mantenerlo en secreto.

– Cuento con ello, no importa.

Ambos se quedaron sin saber que mas anadir. Se miraron con cara de circunstancias. Adolfo se encogio de hombros. Intercambiaron un fuerte apreton de manos.

– Santiago, quiero que sepas como siento perderte para el equipo. Siempre me has parecido un hombre valioso y nos hemos llevado muy bien. Te ayudare en todo lo que pueda, y te deseo suerte, con sinceridad.

Se dieron un abrazo breve pero afectuoso. Luego, sin atreverse a mirarse a la cara, cada uno emprendio su camino.

Mientras conducia hacia la colonia, Adolfo seguia sin poder salir de su asombro. ?Menudo jaleo se le presentaba ahora! Se preguntaba como lograria salir airoso de semejante mision diplomatica. Porque era obvio que, como jefe, todo aquello le afectaba mas de lo que pudiera parecer en un principio. Intento tranquilizarse; al fin y al cabo, todos eran personas civilizadas y no era previsible que surgieran situaciones demasiado violentas entre ellos. Ademas, tanto Ramon como Santiago eran mas jovenes que el, pertenecian a una generacion en la que las costumbres sexuales se suponia que eran permisivas. No creia que fueran a liarse a navajazos ni nada por el estilo. Ambos eran hombres serenos… no sucederia nada; aparte de cierta incomodidad logica si ambos coincidian en la misma habitacion. Su mision era que coincidieran poco. Este tipo de cosas sucedian y habia que esforzarse por comprenderlas. Se quedo un momento absorto. ?Lo comprenderia el, comprenderia que Manuela se enamorara de otro? No estaba tan seguro, la verdad, si bien resultaba bastante inverosimil que eso llegara a hacerse realidad. Pero ?y si era al reves, y si fuera el mismo quien perdiera los papeles por otra mujer? Este caso ya se le antojo menos disparatado. Nunca habia pensado en ser infiel; tampoco se le habia presentado la ocasion, simplemente porque no la habia buscado. El trabajo habia llenado su tiempo por completo, y ahora, a su edad… claro que no se sentia tan viejo ni tan caduco como para no plantearse siquiera esa hipotesis. Si no tenia historias amorosas era porque no pensaba mover ni un dedo para conseguirlas. Algo distinto seria si una mujer se enamorara locamente de el. En ese caso, y si el tambien llegara a experimentar el mismo sentimiento… pero incluso entonces careceria de la valentia necesaria para fugarse con ella; mucho menos viviendo en la colonia, ante los ojos de todo el mundo. Definitivamente, no. Habia sido educado de una manera determinada y ahora no iba a cambiar. Era de ley reconocerle a Santiago un gran coraje o, para decirlo de un modo mas real, un par de

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