no hablar del trabajo! El desarrollo de la profesion es un autentico inhibidor de la libido, el mas potente que hay: la responsabilidad, las reuniones, los problemas diarios, las largas jornadas de estres, las luchas internas de poder en la empresa… En todo este trafago infernal, un hombre pierde horas y horas de dedicacion al sexo placentero y exaltado. Mas aun, pierde las ganas de ejercitarlo, lo cual ya es la ultima decadencia personal. No, en ningun caso podia concluirse que Dario estuviera loco. Tampoco su resolucion comportaba un desdoro para su persona. En cierta manera, incluso lo honraba.
Sin embargo, entre unos y otros le estaban dejando la obra descojonada. Ahora se le presentaba el conflicto de tener que pedir un sustituto de administrativo a Espana, y ya iban dos, si contaba a Santiago a otro nivel. Cuando estos llegaran, habria que esperar a que se aclimataran, ensenarles, irles exigiendo mayor rendimiento a medida que entraran en el trabajo… ?Ah, si el tambien pudiera volar! Pero para el ya era demasiado tarde, sus alas habian sido cortadas hacia tiempo. Pensandolo bien, era como si el aire de Mexico hubiera afectado emocionalmente a todo el grupo: Santiago huia con su amada, Ramon reaccionaba con increible violencia, Dario hacia de su capa un sayo, y a la americana, tan morigerada, resultaba que le gustaba intrigar… Todos menos el, el parecia un capitan condenado a permanecer en su nave varada hasta el final. ?Bah, la vida!, penso, y recordo las ultimas desavenencias con Manuela. A lo mejor no era ridiculo ni desaforado plantearse un divorcio a aquellas alturas. ?Que ganaria con eso? ?Estar solo y en paz durante su vejez!, unicamente preocupado por sus cosas personales, sin culpabilizarse por los demas, modelando sus dias como le apeteciera, sin seguir unas indicaciones morales que ni siquiera comprendia del todo.
Sintio un gran alivio al comprobar que su mujer no estaba en casa. Fue a servirse una cerveza. Ahora si le apetecia un poco de alcohol.
Henry leia un periodico americano junto a su esposa. Habian acabado de cenar y se sentaron en la terraza. La observo disimuladamente. Ni una palabra, no habia abierto la boca durante toda la noche. Algo le sucedia, naturalmente, pero se preguntaba que. No parecia estar afectada por ningun problema personal: ni llamadas extemporaneas de su madre, ni disgustos en la colonia… mas bien daba la impresion de tener algo en contra suya. Mostraba un entrecejo ligeramente fruncido y las respuestas a sus preguntas, casi siempre monosilabos, sonaban a reproche soterrado. Se habia vuelto un especialista en interpretar los silencios conflictivos de Susy. ?Cuanta paciencia empleada en ella, cuanta paciencia, Dios! Nadie podia sospechar hasta que punto habia sido paciente en los anos que llevaban de noviazgo y matrimonio. Siempre penso que ella iria adaptandose a la vida de una mujer adulta, pero continuaba con su comportamiento histerico e infantil. ?Era algo nuevo lo que estaba pensando? En absoluto, era el mismo problema, enquistado, siempre presente, que mediatizaba los hechos de sus vidas como una especie de omnipotente deidad. Y, sin embargo, hoy ese problema le parecia mas fastidioso que nunca, mas insoportable, mas lacerante. El enamoramiento de Santiago y Victoria gravitaba sin duda sobre el, y no era el unico, aquella novedad no habia dejado a nadie indiferente. En el campamento se habia creado un clima especial, todo se desarrollaba como de costumbre, pero se hubiera dicho que todos los hombres estaban afectados por una cierta inquietud, como si un cambio inminente los aguardara. Quiza la irrupcion de una pasion de aquel calibre en un entorno tan pacifico generaba una especie de campo magnetico de cuya influencia no se podia escapar. O era posible que solo el aspecto morboso de la situacion, con amantes casados liados con personas cercanas, fuera en realidad loque los mantuviera a todos en un estado parecido a la alerta.
Aquella misma manana habia estado charlando con Santiago. Siempre habian mantenido una relacion cordial, de modo que cuando el saco a colacion el tema de su enamoramiento no le extrano en absoluto. «Intenta justificarse delante de mi», penso cuando el empezo a hablar, pero luego se dio cuenta de que se trataba de otra cosa. Aquel hombre necesitaba confesarse con alguien, ser completamente sincero, e incluso era plausible que estuviera intentando advertirle de algo. De hecho, lo que le conto tenia similitudes inquietantes con su propio caso: una mujer obsesionada por sus problemas internos a la que no se puede ayudar y que acaba arrastrandonos a su abismo. La vida convertida en un infierno cada vez mas terrible. Esa era su historia con Paula, pero ?acaso su matrimonio con Susan no empezaba a reflejar esa misma situacion? Estaba casi seguro de que las palabras de Santiago pretendian hacerlo reflexionar. Le dijo: «No hay nada que se pueda hacer, ninguna influencia benefica que se pueda ejercer. Al principio te mueve la esperanza de que iras sacandola del pozo con paciencia y amor. Mas tarde, aun cuando has comprendido que nada puede cambiar, vives atenazado por la responsabilidad de no dejarla sola y te vuelves su protector frente al mundo. Solo al final comprendes que todos somos adultos y que hay una sola vida que esta a nuestro alcance. A ella y solo a ella le corresponde abandonar su talante autodestructivo, pero si sucumbe, esa sera solo su responsabilidad.» Si Santiago pretendia prevenirle, no era unicamente porque hubiera captado intuitivamente el paralelismo entre sus casos. Sin duda, Susy le habia hecho confidencias a Paula y esta se las habia confiado a su marido. Si, Santiago le estaba hablando muy claro, probablemente en un gesto de solidaridad masculina.
No era casual que la unica amistad que Susy habia trabado en aquel lugar fuera la de Paula. No, eran parecidas, mujeres atormentadas por alguna razon nada clara, neuroticas incomodas en su piel que atribuian sus males a razones concretas, pero cuyos conflictos se enraizaban profundamente en un desequilibrio mental. Y es sabido que no se puede curar un trastorno psiquico del que el interesado no es consciente.
Debia ser honesto consigo mismo, todo aquel asunto estaba haciendo que se replanteara su vida con una valentia que no habia reunido hasta el momento. A menudo se preguntaba: ?no soy demasiado joven para caer en una trampa de esta envergadura? Susan habia empezado a demostrar en aquellos dias los primeros signos de rebeldia hacia el, pero en el fondo continuaba colgada de su cuello como una nina que temiera a la oscuridad. ?Cuanto tiempo pasaria antes de que lo hiciera culpable de todos sus males y se dedicara a agredirlo sin ambages? Ella tambien estaba influenciada por la extrana presion ambiental de aquel enamoramiento, pero daba igual, fuera cual fuese la genesis del malestar actual de su esposa, lo que contaba era el resultado, y ese resultado estaba despertando en el dudas suficientes como para preocuparse por la continuidad de su matrimonio.
Miro a Susy de nuevo. Y ahora, ?que le sucedia, por que aquel silencio en el que se hallaba sumida desde que habia llegado? Doblo el periodico bruscamente y pregunto con voz seca:
– ?Te pasa algo, Susan?
– No.
– Pues nadie lo diria. Desde que llegue del campamento no has abierto la boca.
– No tengo nada interesante que decir.
– En ese caso puedes decir una tonteria, no me importaria en absoluto. Asi, por lo menos, sabre que estas viva.
– ?Significa eso que mi estado natural es decir tonterias?
– No, no he querido decir eso. A lo unico que aspiro es a que mi mujer me hable despues de una semana sin verme.
– ?Eres tu quien determina cuando se debe hablar y cuando callar?
– Un matrimonio se compone de dos personas, y en nuestro caso yo soy una de ellas. Supongo que tengo derecho a hacerte saber mi opinion.
– Y tu opinion es que tengo que hablar aunque no me apetezca.
– ?Basta, Susan, no seamos absurdos!
– ?Tu eres absurdo y tu has empezado esta absurda discusion!
– ?Exacto! Yo te he hecho una pregunta tremendamente ofensiva y tu me has respondido dulcemente. Es eso lo que ha pasado, ?no?
– ?Dejame tranquila!
Henry se paso las manos por la cara, intentando apartar la telarana en la que se sentia atrapado. Adopto un tono falsamente tranquilo.
– Empecemos de nuevo, por favor, no tiene ningun sentido discutir de esta manera. Lo que queria saber, lo que me preocupaba, Susan, es si estas callada porque hay algo que no marcha bien.
– ?No me hables como un maldito predicador o como un papa complaciente! Me has preguntado si me pasaba algo y te he dicho que no. ?Que mas quieres saber? ?Es que siempre tienes que estar al tanto de lo que estoy pensando o sintiendo? ?Por que me proteges tanto?
Henry perdio los nervios y empezo a gritar, puesto en pie, encarnado de indignacion.
– Justamente eso es lo que no quiero, Susan, lo que me carga, lo que no aguanto mas: protegerte, hacerte de papa y mama, soportar tus cambios de humor, tus explicaciones ridiculas sobre tus problemas ridiculos! ?Alguna vez tendras que conformarte con no ser el centro de todo, a vivir de una manera sencilla y razonable