como vive el resto de la gente!

Sus discusiones nunca habian alcanzado un punto tan violento, pero si alguna vez lo rondaron, llegado ese momento, Susy solia echarse a llorar con desconsuelo. Entonces el dejaba pasar unos minutos y corria a pedirle disculpas o a hacerle mimos. Pero en esa ocasion su mujer no lloro, sino que se levanto con total frialdad, disponiendose a abandonar la terraza.

– ?Susan, ?adonde vas?!

Se volvio y le sonrio con calma:

– El otro dia estuve follando con un mexicano, Henry, pero follando de verdad, sin amor ni jodidas ternuras. ?Y sabes que te digo?, que me gusto como no me habia gustado jamas en la vida contigo. De modo que a lo mejor voy en busca de mas.

Desaparecio con movimientos serenos, la sonrisa no desvanecida en su rostro imperturbable. Henry nunca habia visto a su mujer tan duena de la situacion. A lo mejor estaba volviendose loco, pero le dio la sensacion de que no mentia en lo que habia dicho. Se sento pesadamente. De pronto estaba mareado, como si hubiera bebido demasiado, como si le hubieran golpeado en la cara y aun no hubiera tenido tiempo de reaccionar.

Nunca antes habia paseado por aquellos barrios. Ni siquiera sabia que existieran. San Miguel siempre le habia parecido un pueblo pintoresco donde todo el mundo vivia feliz. Lo cierto era que ella sabia de la pobreza en Mexico por lo que habia oido, ya que nunca la habia percibido en la realidad. Veia en el mercado a los indios vestidos con sencillez, y ninguno de ellos parecia pasar hambre o sufrir enfermedades. Y sin embargo la pobreza estaba alli, Manuela se daba cuenta ahora, mientras caminaba como una zombi sin ningun destino definido. Casas cada vez mas oscuras y ruinosas, calles por cuya calzada sin asfaltar corria una agua negra y pestilente, ninos descalzos… Pero incluso enfrentada a semejante espectaculo, le costaba compadecer a aquella gente. Puede que vivieran con lo minimo, sin posesiones, sin cultura, pero al menos todos ellos tenian claro para que estaban en el mundo: para sobrevivir. Sus preocupaciones eran mantenerse vivos, comer todos los dias, procrear y cuidar de su prole. Aquellos eran afanes primarios y elementales, pero que no comportaban dudas, ni elecciones ni desenganos. Sin embargo, ?para que estaba ella en el mundo? Hasta el momento habia creido que para ocuparse de su marido, de sus hijos, para crear silenciosamente una armonia a su alrededor que se acoplase a la gran armonia preestablecida, superior, que venia de Dios. Pero ahora empezaba a percatarse de que todo aquello no eran sino entelequias, cuentos chinos que se inculcan, desde que son pequenas, en la mente de las ninas bien. No habia una armonia universal donde las cosas suceden segun reglas y valores, solo la ley de la selva: apanarselas, luchar, espabilarse para continuar. Ella nunca habia luchado por nada, ni por su subsistencia ni por seguir aferrada a la vida. Ninguna de las cosas que habia hecho implicaba coraje y autenticidad. No habia conocido el hambre ni el dolor ni la soledad, pero tampoco la alegria salvaje, la pasion, el ansia de vivir. Todo en sus dias habia estado cuidadosamente medido, nada sonaba a real. Su vida era como una sopa liofilizada: si leias los componentes escritos en el envoltorio aparecian mil verduras, pollo, legumbres, jamon… pero cuando abrias el sobre solo podias apreciar trocitos de materias indeterminadas que, disueltas en el agua, sabian todas exactamente igual. Esa era su historia: matrimonio, hijos, propiedades, alegria cotidiana… y a la hora de la verdad, todo eso no eran mas que palabras sin contenido. Adolfo ya no la queria, nadie la necesitaba. Su nietecita (solo de pensar en ella le entraron ganas de llorar) apenas la reconoceria cuando volviera a Espana, y, ademas, ?que podia hacer por aquella pequena? Nada, tenia a unos padres que la educarian como quisieran, al margen de su experiencia o sus ganas de ayudar. Se le escaparon las primeras lagrimas. La gente la miraba. Debian preguntarse que hacia una senora elegantemente vestida paseando por aquellos barrios y, encima, llorando. Debia contenerse, aunque apenas si era capaz. Un nino muy pequeno que andaba solo se quedo mirandola en medio de la calle. Manuela, conmovida, se acerco a el y le acaricio la barbilla. ?Le parecio tan hermoso!, con la piel tostada y los ojos negros y brillantes como aceitunas. Miro a su alrededor, ?que hacia aquella criatura deliciosa en un lugar tan miserable? Se la hubiera llevado a casa sin dudarlo ni un minuto. Se percato de los terribles desconchones en las paredes de las viviendas, que no eran sino barracas al borde del camino, del agua estancada en fetidos charcos. Vio tambien, por primera vez en su vida, algunas casetas pauperrimas sobre cuya puerta lucia una mortecina bombilla roja. «Deben de ser prostibulos -se dijo-, pobres putas que se ofrecen a pobres clientes.»

?Seria similar el local del que su marido le habia hablado? Si asi era no podia creer que los ingenieros asistieran para tomar una copa, ni que el joven Dario se hubiera aficionado a visitarlo asiduamente. ?Cuanto envilecimiento! Y no pensaba en cuestiones morales relacionadas con el sexo, sino en la insensibilidad que demostraban los hombres del campamento participando en la ignominia de aquellas desgraciadas chicas. Pero no eran los unicos insensibles, tambien las esposas de la colonia, ella misma, eran complices del ultraje que sufria aquella gente en su propia tierra. Desheredados de la fortuna que conviven, sirven y son humillados por extranjeros que exhiben sin el menor recato su dinero, su manera suntuosa de vivir, su desprecio por las desgracias que ellos sufren.

Dios no la habia abandonado. No, ella era una mujer activa, positiva, dificil de vencer, y ahora sabia cual iba a ser su destino. Por fin habia comprendido quien la necesitaba, y a esas personas, porque personas eran, pensaba dedicar a partir de ese momento toda su energia. Pero no lo haria como antes, practicando una caridad aseptica. Nada de subterfugios frivolos ni fiestas beneficas, ahora seria de verdad, cara a cara, descendiendo ella misma al arroyo. Si en las organizaciones de cooperacion no tenia cabida, sabria encontrar el modo de llegar individualmente a los necesitados aunque fuera recorriendo a pie todas las puertas de Mexico. Preparar comida para los ninos, llevar medicinas a algun anciano enfermo, transportar en su coche a los impedidos… No, el trabajo no se le acabaria con facilidad, de eso estaba segura. ?Como se habia dejado arrastrar por el desaliento pensando que ya resultaba inutil? Dios le marcaba el camino, y ella no tenia mas que seguirlo.

Empezo a escribirle un e-mail, pero en seguida se dio cuenta de que el ordenador no era el procedimiento idoneo en esta ocasion tan senalada. Debia escribir a mano y enviarle la carta por correo postal. Resultaba mas apropiado y, ademas, la demora en la llegada a destino le otorgaba una especie de tregua. Se trataba de una estratagema bastante infantil, pero el asunto era tan peliagudo que se permitio a si mismo hacer pequenas trampas. Tomo papel y boligrafo y empezo:

Querida Yolanda:

A veces pensamos que las cosas pasan porque si o porque algunas personas las fuerzan, pero no es verdad. Las cosas pasan porque somos como somos, y aunque lo sepamos, no lo queremos reconocer.

?Se entendia lo que queria expresar?, se pregunto. Quiza estaba siendo demasiado abstracto, pero daba igual. Explicaria sus razones del modo que mejor le surgiera. Continuo, un poco menos asustado:

Yo, por ejemplo, soy culpable de no haber querido enterarme de como soy en realidad durante mucho tiempo, y eso si lo cargo sobre mi conciencia. Lo que ocurre es que te dejas llevar por la vida, miras lo que hacen los demas y crees que te parece bien. Y te parece bien, no creas, a mi las vidas de la mayor parte de la gente me parecen bien, pero eso no quiere decir que yo pueda hacer lo mismo que ellos, ahi esta el error.

Bien, iba bien, ni el mismo Noah Gordon lo hubiera redactado mas claro y conciso. Empezo a tomarle gusto a la comunicacion epistolar.

Yo (y perdona que hable solo de mi, pero es necesario) estoy hecho de una pasta en la que, como dicen los psicologos, hay un poco de todo: el caracter, la familia, la educacion que te dan y hasta los genes. Pero no podria decir cual de esas cosas ha influido mas en mi forma de ser. Mi familia no, te lo aseguro, porque no tienen nada que ver con esto, y menudo disgusto que se van a llevar cuando se enteren.

El caso es que yo, Yolanda, no tengo madera de casado, no estoy hecho para el matrimonio, en fin. Tu me diras que bien podria haberlo pensado antes, en vez de tenerte entretenida todos estos anos, pero ya ves, mi intencion era buena. Hasta me vine a Mexico para ganar mas dinero y ahorrar, y hasta estaba de acuerdo en dejar que compraras ese piso de ciento cuarenta metros, aunque no me lo consultaste antes, pero da igual,

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