Anunciando esta medida se senalo que el orden debia ser conservado estrictamente, incrementandose, de ser necesaria, la severidad que exigia el estado de excepcion. Al mismo tiempo, sin embargo, el gobierno de la ciudad parecio aceptar, aunque de manera ambigua, que bajo el envoltorio de la extrana enfermedad podia albergarse un enemigo contra el cual los instrumentos utilizados hasta entonces habian fracasado. Sin renunciar totalmente a su posicion anterior el gobierno se planteaba la conveniencia de abrir la puerta a nuevas hipotesis.
No hubo, en cualquier caso, afirmaciones taxativas. Se procedio elipticamente provocando, de forma inesperada, un cierto debate en la prensa. Hasta entonces los periodicos habian seguido tajantemente las instrucciones de la censura, ocultando los datos y apaciguando los animos. A partir de aquel momento tambien las siguieron, incorporando articulos en los que la opinion particular del autor coincidia directa o indirectamente con los propositos perseguidos por las autoridades gubernativas. Durante bastantes dias se escribio mucho sobre el mal, y sobre sus origenes, naturaleza y eventuales consecuencias. Algunas plumas conocidas y muchas desconocidas intentaron demostrar que habian llegado a conclusiones definitivas. Hubo reflexiones metafisicas, incursiones misticas, recomendaciones religiosas, pero, en todos los casos, para los articulistas, el aislamiento del mal solo podia producirse mediante la aplicacion de la politica recomendada por los dirigentes de la ciudad. Pronto se hizo evidente que estos, inquietos por la influencia que augures y profetas habian conseguido en la poblacion, querian tender un puente a los agitadores como unica forma eficaz de mantener la situacion bajo control.
Salvador Blasi, al mofarse del supuesto debate en el que su periodico tambien participaba, reafirmo a Victor en esta evidencia:
– Es todo una payasada. No quieren que los predicadores sean mas fuertes que ellos. Pero no servira de nada. Ni los propios tipos que escriben son capaces de entender lo que han escrito. El mas divertido, por necio, es el articulo de Ramon Mora que hemos publicado nosotros. Nunca habia leido tantas incongruencias juntas. Seguro que se lo dicto su amiguito Penalba.
Victor recordo vagamente la Nochevieja en casa de Samper y a Ramon Mora, el sociologo, junto a Felix Penalba, senador entonces y ahora responsable de la censura. Blasi anadio:
– No servira de nada. ?Has oido hablar de Ruben?
Era la segunda vez que Victor oia mencionar aquel nombre. La primera fue en labios de Max Bertran.
– Este si dara quebraderos de cabeza. Es de la clase de protagonistas que la situacion reclama.
Blasi estaba en lo cierto. Pronto el nombre de Ruben estuvo en boca de todos, para la mayoria como motivo de interrogacion y para algunos presentandose directamente ya como invocacion. Estos ultimos lo llamaban el Maestro y le atribuian facultades excepcionales. Nadie sabia su apellido y ni siquiera si Ruben era su verdadero nombre. Nadie sabia, tampoco su origen, y a este respecto se cruzaban confusas historias sobre la fulgurante ascension que le habia permitido alcanzar el insolito poder de convocatoria del que gozaba. Lo unico que aparecia claro es que esta ascension habia coincidido con el desarrollo de la crisis de los exanimes En seis meses el enigmatico Ruben habia pasado de ser un perfecto desconocido a ser un rostro que se reproducia en los carteles que sus seguidores habian colgado por toda la ciudad.
En medio de la oscuridad que rodeaba su figura algunas informaciones, por extendidas, sobresalian por encima de las demas. El Maestro, al parecer, habia llevado hasta hacia poco una vida mas bien miserable. Las indagaciones que se remontaban mas atras lo identificaban con un anonimo prestidigitador que entretenia al publico en un local nocturno del barrio portuario. Arias, que conocia bien este barrio por vivir en el, le conto a Victor que si el personaje era el mismo que el creia no era mas que un pobre charlatan de los que habitualmente se encontraban en estos locales. No hacia nada excepcional. Unicamente algunos juegos malabares que aburrian a la gente. El publico preferia a una cantante, pesima segun Arias, experta en canciones obscenas. Era un personaje intrascendente.
Arias ignoraba que habia ocurrido con el posteriormente. No obstante la pista de Ruben reaparecia, en un nuevo escenario, a finales de febrero. Max Bertran aseguraba haberla detectado a partir de esta fecha. El Maestro, ya detentando este titulo, actuaba con cierto exito en un pequeno teatro, precisamente en una epoca la que, debido a las circunstancias, la mayoria de las salas teatrales habian renunciado a sus representaciones. Las suyas, no obstante, eran actuaciones especiales que, en todo momento, se referian al mal que habia penetrado en la ciudad. Max Bertran solo poseia noticias indirectas de lo que sucedia en el teatro, pues en este periodo todavia no habia visto actuar a Ruben. Este, de acuerdo con estas noticias, continuaba realizando ciertos numeros de magia pero simultaneandolos con ardientes sermones acerca del destino de la ciudad.
Poco despues las pistas seguidas por Ruben se multiplicaban prodigiosamente. Aparecian por todas partes. El Maestro ocupaba un lugar destacado entre los adivinos que causaban furor en los circulos adinerados pero, paralelamente, contaba con abundante clientela en los sectores mas modestos. Era un profeta de profecias sencillas y contundentes y, al mismo tiempo, un conocedor polifacetico de sabidurias arcaicas. Un consultor intimo de los problemas individuales y, como complemento, un expositor apasionado de las soluciones colectivas. Bajo los efectos de su oratoria, en la que se combinaban con habilidad la excitacion y la persuasion, su audiencia se habia incrementado sin cesar. Pero su dominio de la multitud no le habia hecho olvidar la necesidad de recabar adhesiones particulares, de modo que habia reclutado un nutrido grupo de discipulos fieles que compartian con entusiasmo sus directrices.
Entre estos discipulos los habia de todos los ambitos sociales, siendo los de condicion mas humilde los que trabajaban mas incansablemente por su causa. Eran, asimismo, los mas visibles, repartiendo folletos con extractos de sus alocuciones y vociferando sus consignas. No obstante, desde una posicion mas discreta tambien algunos hombres poderosos se habian adherido a sus filas. Asi, cada vez con menor disimulo, se comentaba el apoyo de ciertos politicos y comerciantes, destacando entre estos ultimos el del empresario Jesus Samper, quien ya se preciaba publicamente de la amistad de Ruben. Este, gracias a estos apoyos, empezo a disponer, ademas de grandes sumas de dinero, de una extensa red de influencias que cubria una porcion notable de la ciudad.
El Maestro, consciente de sus nuevas disponibilidades, cambio el escenario de sus actuaciones, abandonando el pequeno teatro e instalandose, no sin escandalo de unos cuantos, en el antiguo edificio que habia albergado la Academia de Ciencias. El que un prestidigitador de oscuro pasado se hiciera con los servicios del viejo hogar de la sabiduria cientifica suscito ciertas reservas. Sin embargo, la propia directiva de la Academia zanjo el problema alegando que esta, desde hacia anos, se habia trasladado a su moderna sede y que el mantenimiento de la anterior, practicamente sin ningun uso, no resultaba rentable. La generosa oferta economica del nuevo inquilino acabo por acallar las criticas, de modo que en un plazo muy breve de tiempo la severa arquitectura que durante mas de un siglo habia amparado los avances de la ciencia se convirtio en el centro de operaciones de Ruben. Alli, en medio del ajetreo provocado por las reformas que rapidamente emprendio, recibia a sus seguidores y aconsejaba a los que acudian en busca de sus consejos. Tambien alli, en el marco del gran auditorio que la Academia habia utilizado para sus ceremonias solemnes, daba, al atardecer, sus cada vez mas concurridas charlas ante un publico expectante.
Fue Max Bertran quien sugirio a Victor que le acompanase a una de estas charlas. El ya las habia presenciado en un par de ocasiones.
– No te arrepentiras. Es el unico espectaculo divertido que hay en toda esta desgraciada ciudad -le advirtio maliciosamente.
Bertran era portador de dos invitaciones, lo cual les permitio evitar la larga cola de los que pagaban su entrada para asistir a la sesion. El interior de la vieja Academia de Ciencias estaba en plena transformacion, con andamios por todas partes, ofreciendo al visitante un vivo contraste entre el pasado y el presente. De un lado, se tenia la impresion de penetrar en un enmohecido museo de recuerdos dejados atras por la ciencia, pero de otro, la vision de las recientes instalaciones, dotadas de la tecnologia mas avanzada, contribuia a desconcertar al observador con respecto al lugar en que se hallaba. Para acceder al auditorio debian atravesarse varias salas escasamente iluminadas. Una potente musica de fondo, aparentemente emitida desde un organo invisible, acompanaba la travesia. Por todas partes se acumulaban reliquias que habian pertenecido a la ciencia. Largas hileras de vitrinas, alineadas contra los muros, contenian una abundante coleccion de instrumentos cientificos. Junto a ellas, decenas de bustos, todos con expresion similar, atestiguaban el homenaje rendido a los benefactores del progreso. Sin embargo, estos ornamentos arqueologicos sucumbian facilmente ante el impacto producido por las aportaciones del nuevo inquilino. Grandes pantallas, colgadas en lo alto de las paredes, ofrecian escenas de las reuniones de Ruben con sus seguidores. Debajo de las pantallas, unos rotulos luminosos reflejaban sus palabras en una permanente sucesion de consignas.
– Cuando el auditorio esta lleno, como sucede siempre, la gente sigue la sesion a traves de estas pantallas -le aclaro Bertran a Victor.