– Ya se que dependes de tus enfermos. Incluso asi tambien tu hubieras podido marcharte.

Para sorpresa de Victor David parecia esperar este argumento. Lo hizo suyo inmediatamente.

– Es cierto. Podria marcharme. Voy a serte sincero: no me sirve la excusa de mis enfermos. Es un buen refugio, lo reconozco, pero nada mas. Se que no voy a irme pero no tengo autenticas razones de peso. ?Mi mujer y mi hijo? Podria llevarmelos si quisiera. En cuanto al hecho de que sea medico y estemos viviendo una situacion que aparentemente exige a los medicos una dedicacion especial te dire que ya hace tiempo que mi trabajo no cuenta para nada. Cuenta para hacerme una timida ilusion de que soy util. Nada mas.

– Eres util -afirmo Victor, arrepintiendose de su anterior agresividad.

– No discutamos sobre esta tonteria -dijo David, con una media sonrisa-. La cuestion no es esta. Quiza tu, con tu camara, seas mas util en estos momentos que todo el gremio medico. Pero la cuestion es otra. Lo que me interesa es saber por que estamos atrapados y no hacemos nada para dejar de estarlo.

David se removio sobre su asiento y la barca oscilo ligeramente. Continuo:

– Por eso te lo he preguntado a ti, Victor. Te conozco desde hace mucho y siempre he creido que eras un hombre libre. No protestes. Lo creo. No me negaras que te has movido con mas libertad que la mayoria. Tambien has pensado con mas libertad. Durante estos meses he esperado tu despedida. Me decia que si alguien estaba preparado para escapar ese eras tu.

– Supongo que no soy este hombre libre que dices. Mas bien no me siento libre en absoluto -replico Victor.

– Puedo entenderlo pero quisiera que me lo explicaras -pidio David Aldrey, como si necesitara que alguien confirmara en palabras lo que ya intuia.

Victor, aunque ya no se sentia agredido, se puso a la defensiva:

– Lo haria si pudiera. No puedo. Ni tan siquiera he pensado en ello. Lo unico que se es que es algo que viene de lejos. Ya no recuerdo cuando fue la ultima vez que me considere libre. Supongo que fue cuando todavia creia que la vida ofrecia muchas alternativas diferentes. Hace tiempo, mucho tiempo. Lo curioso es que he olvidado la epoca en que me meti en una calle que tenia una sola direccion, pero el hecho es que cuando me meti en esta calle deje de pensar que hubiera cualquier otra.

Estuvo unos segundos en silencio, mirando otra vez en direccion a la mancha de aceite. Concluyo:

– Si he de serte sincero debo decirte que lo que ahora me ocurre es unicamente algo mas evidente que antes pero no distinto. Quiero decir: lo que esta pasando en la ciudad pone al desnudo lo que era mas o menos inadmisible. No anade nada, solo lo pone en claro. Ademas, te repito, no he pensado en ningun momento en la posibilidad de marcharme. Me siento inmovil y lo peor es que quiza no me desagrade sentir esta inmovilidad.

La barca, llevada por el tenue vaiven, habia virado de modo que el Paseo Maritimo estaba situado a la espalda de Victor. Ante el el breve tramo de la linea de horizonte quedaba atenazado entre las escolleras. David, que le habia escuchado con atencion, hizo un gesto negativo con la cabeza, como si ratificara, sin ganas, un presentimiento. Pero lo que dijo, acto seguido, ya no se referia directamente a Victor.

– Vivimos encerrados en una carcel de cristal y me temo que empiece a gustarnos estar asi. Seria una fanfarronada de mi parte decir que se lo que pasa. Nadie lo sabe, y yo tampoco. Pero desde que empezo todo eso he tenido la impresion de mirar a mi entorno a traves de un caleidoscopio. Las formas han ido cambiando a medida que se giraba el cilindro. Con esto no quiero decir que yo lo girara. No se quien lo hacia. Simplemente se giraba y el fondo quedaba modificado, con nuevas figuras cada vez. El sentido de la enfermedad se trastocaba. O el del mal, o el de la locura, como quieras llamarlo. Primero, estos pobres diablos eran solo enfermos, igual que tantos otros, y para mi lo seguiran siendo. Pero luego he comprobado que la enfermedad podia verse desde otro lado. Y desde otro lado yo no tengo nada que hacer. No estoy seguro de lo que se ve. Es el caleidoscopio y varia. A veces es toda la ciudad la enferma, otras veces es su pasado lo que la ha hecho enferma. Los exanimes han sido la fase terminal de lo que ya llevabamos dentro despreocupadamente cuando creiamos que todo en nosotros era saludable. Despues, al manifestarse con crudeza, le hemos dado la vuelta al mal. Entonces le hemos dejado actuar como un iman. Estamos bajo los efectos de su atraccion y no tenemos ya el menor deseo de escapar a el. Ya no se si podriamos vivir sin el.

A Victor le parecio que David habia meditado detenidamente lo que le habia comunicado. Era probable que le hubiera invitado a pasear por el puerto para decirle lo que ahora acababa de oir. Penso que su amigo habia cambiado en las ultimas semanas. Nunca habia sido un hombre cargado de esperanzas pero tampoco, exactamente, un esceptico. Se aferraba a un impulso, o a un deber, que le libraba del escepticismo. Ultimamente, sin embargo, confiaba muy poco en el papel que desempenaba. Destruido, a causa de la alteracion de todas las normas, el potencial que habia almacenado como medico, creia que sus actos eran puramente mecanicos. El medico, incluso el mas abnegado, era una figura superflua cuando se habian subvertido las lindes que acotaban la enfermedad. David no temia el fracaso en la curacion de sus enfermos. Eso formaba parte del duelo en que, desde hacia anos, participaba. Lo que realmente temia es que ya no hubiera enfermos, sino sombras, y que lo que se consideraba salud fuera la maxima expresion de lo incurable.

– Es posible que lleves razon. Pero, entonces, no entiendo por que te pasas horas y horas en el hospital, luchando contra un enemigo que, segun dices tu mismo, no esta alli. No tiene sentido.

David fue contundente:

– No lo tiene, es verdad. Al principio no me di cuenta. Ahora lo se. A pesar de todo, continuare haciendo lo mismo hasta el final.

?El final?: tampoco esta palabra, penso Victor, tenia mucho sentido. Para que lo tuviera hubiera sido imprescindible averiguar a que debia ponerse fin y donde estaba el comienzo de aquello que alguna vez finalizaria. Paso por su mente la imagen de una infinita sucesion de munecas rusas conteniendo, cada una de ellas, a las demas. A el, que en el reparto habia adoptado el caracter del observador, le resultaba ya completamente imposible desbrozar en que momento de esta sucesion se encontraba. Su percepcion del tiempo estaba embotada: era incapaz de decidir cual era la primera muneca y cual la ultima.

Pero no anadio ningun comentario a la afirmacion de David. A la vuelta fue Victor quien se hizo cargo de los remos. La corriente habia arrastrado la barca hacia la orilla y el camino de retorno fue mas rapido de lo que habia sido la ida. Cuando llegaron al muelle el barquero persistia en su asiento del amarradero. Puesto que las gaviotas habian desaparecido, ahora se entretenia recortando un madero con una navaja. Pasaron por su lado sin que el barquero levantara la vista. Unicamente despues de recorrer unos pasos oyeron una voz ronca que les gritaba:

– Vuelvan cuando quieran. Son mis unicos clientes.

X

Desde mediados de junio el calor se apodero de la ciudad con el mismo encarnizamiento con que lo habia hecho el frio durante el invierno, y bajo el dominio del calor las corrientes corruptoras atravesaron todas las fibras del organismo. El aire ardiente avivaba la podredumbre y quemaba los pulmones. Las inmundicias, esparcidas ya sin distincion de barrios, se acumulaban freneticamente como si la ciudad se hubiera arrancado los intestinos para mostrarlos sin pudor. A pesar de ello ninguno de sus habitantes trato de respirar fuera de aquella atmosfera irrespirable. Nadie abandono la ciudad. La logica de aquel estado de sitio nunca declarado se impuso sin paliativos, anulando cualquier perspectiva de viaje o, simplemente, de vacaciones fuera de la ciudad. El que una costumbre tan generalizada se cercenara de raiz, sin que existiera un impedimento explicito que obligara a ello, formaba parte de aquellos secretos bien guardados a los que los ciudadanos se prestaban con rara obediencia. A lo sumo se oian esporadicos comentarios sobre el deterioro que debian sufrir las casas de recreo, inutilizadas desde el ano anterior. Pero nadie tomaba la menor iniciativa para atravesar la muralla invisible que les separaba de ellas. Como si se respondiera a una determinacion comun se daba por descontado que el unico territorio que existia era el de la ciudad.

El creciente calor hizo que pronto este territorio se asemejara a una olla a presion cuya temperatura se acercaba peligrosamente al punto de ebullicion. De la manana a la noche una densa capa de vaho circulaba pesadamente por las calles, inoculando veneno a traves de puertas y ventanas. Cuando la neblina se hizo permanente el Consejo de Gobierno trato de restringir el trafico de automoviles, pero el colapso de los transportes publicos hizo que cualquier medida perdiera de inmediato su eficacia. Se decia que escaseaba el carburante, sin

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