Fue en vano que yo intentara darle las gracias mas reiteradamente que otras veces para recuperar la normalidad de que habiamos gozado antes de 'los hechos de fin de ano', como los llamaba ella cuando queria precisar una fecha o un periodo.

Los 'hechos…' se habian convertido en un hito que separaba el pasado del presente, como la 'guerra' lo fue para nuestras abuelas o como yo misma hablaba del 'curso anterior' para situar los hechos en el pasado. No solo era extrano su talante, sino que ademas desaparecia y aparecia sin tener jamas en cuenta el horario de las comidas, o el de la limpieza, o el de la compra, que con tanto rigor habia respetado antes de los 'hechos…', y no es que no hiciera su trabajo, pero se las arreglaba para que nunca coincidiera con la hora adecuada. Y yo, en aras de recuperar la tan ansiada normalidad, apenas se lo recriminaba.

Asi que solo en los dos o tres dias que llevaba en la casa se habia diluido aquella sensacion de orden que la propia Adelita habia impuesto y mantenido y, lo que era peor, tampoco recuperaba el tiempo porque pretendia darme un plato de sopa a las cinco de la tarde, y cuando le decia que no lo queria, subia a mi habitacion a limpiar, pero al instante sonaba el telefono, al que se precipitaba, y acto seguido tenia que salir agobiada por extranas prisas e insolitas urgencias de parientes y amigos que la solicitaban sin dilacion, retrasando la huida el tiempo justo de contarme tragedias cada vez mas horripilantes que exigian su experimentada presencia. Pero no se entretenia en hablar de si misma y de sus dotes inigualables, que tal vez daba ya por sabidas, sino que mas parecia que tuviera la mente vagando en algo distinto que, era evidente, la hacia sufrir, la tenia nerviosa y agitada, la hacia tartamudear al responder alguna pregunta, y en cualquier momento, sin previo aviso, podia volver a salir por la puerta de la cocina como alma que lleva el diablo, para no regresar hasta la madrugada cuando creia que yo ya dormia y comenzaban a cantar los gallos. Seguia su recorrido por el ruido de su mobilette sin silenciador que salia por el camino trasero de la casa, se iba atenuando con la distancia hasta que perdia su nitidez tras los bosques y se fundia finalmente con los ruidos de la carretera lejana.

O en sentido contrario, un vago murmullo de avispa se iba desgajando de los ruidos de la carretera hasta horadar el silencio del jardin con la nitidez de sus tercas explosiones.

'Pues dile que se vaya, si no te sirve de nada', me dijo Gerardo por telefono el dia que estuve en Gerona. 'Esta se lleva algo entre manos y tu lo vas a pagar. ?Te has dado cuenta de lo nerviosa que estas?' 'No me digas que estoy nerviosa. No puedo soportarlo. Los hombres siempre decis estas cosas a las mujeres. No estoy nerviosa, estoy preocupada, eso es todo. Y creo que no me falta razon. Pero bueno, ?que te parece lo del abogado? Menos mal que el tercero se ha hecho cargo del caso y tal vez se anime a ocuparse del insolito comportamiento de la policia.' '?No habra pasado ya el tiempo de denunciar un hecho que ocurrio hace mas de tres meses y que se hizo con toda legalidad?', pregunto, esceptico.

'?Con toda legalidad llamas tu a dejar pasar el tiempo reglamentario desde que el joyero dio la noticia a la policia, antes de comunicarmelo? ?Te parece que se ha respetado la legalidad al comprar una joya como esta por un precio infinitamente mas bajo del que se paga en el mercado? Estamos hablando de un doble delito, la estafa por parte del joyero y el incumplimiento del deber por parte de la policia, ?a eso llamas tu con toda legalidad?' 'Siempre acabas viendo el caso como si la perjudicada no fueras tu, sino Adelita, la pobre, la han estafado, a ella, tan inocente.

Comprar por un precio inferior a su valor no esta penado por la ley.' El tono era de burla, pero yo no me inmute.

'Tu diras lo que quieras, pero es logico que yo pretenda aclarar lo que ocurrio.' '?Como lo vas a aclarar? No hay precio establecido para un brillante por grande que sea, y la policia siempre puede decir que tu no estabas, ya lo hemos discutido muchas veces. Esperemos a oir la opinion de este nuevo abogado. ?Te ha dicho algo hoy?' 'No es eso lo que me preocupa ahora, lo que quiero saber es por que el segundo abogado, en cuanto ha sabido de que se trataba, no ha querido llevar el caso. ?Tu crees que hay algo contra mi? No se, por ser forastera, por no vivir aqui.

?O contra mi padre? Yo que se.' 'Lo que faltaba, ?no te dejaras llevar ahora por la paranoia? Este caso te esta trastornando, te lo he dicho muchas veces. ?Que quieres que haya contra ti?' Siempre estabamos igual.

Gerardo habia dicho que iria a pasar conmigo la Semana Santa, pero en el ultimo momento prefirio irse a la montana a caminar. Unos amigos habian organizado una excursion al Engadina, en Suiza, y el, despues de preguntarme si yo queria acompanarlo, habia tomado la decision de irse.

'?Estas segura de que no quieres venir?', insistio aun antes de colgar.

'No puedo, ya ves que las cosas se me complican.' 'No veo yo que se te compliquen tanto. Despides a Adelita, cierras la casa, pones la alarma y te vas. Y olvidas de una vez la joya, el juicio y los abogados. Se sensata y ven.' Pero yo no habia podido desprenderme de la telarana que me envolvia. O me dejaba llevar de una actividad furibunda como cuando busque el nuevo abogado, o, decepcionada por el vacio que encontraba cada vez que iba al restaurante de la carretera, me sentaba en la butaca frente a la ventana en el estudio, mirando con insistencia aquel otro vacio que se habia formado bajo la higuera la noche de mi llegada y que solo volvia a llenarse fugazmente. Una sombra que iba y volvia, que a veces se detenia bajo las ramas de la higuera un instante, o que trajinaba cajas para desaparecer tras la casa.

El lunes era dia de mercado.

Y cuando Adelita vino a decirme que se iba le dije: 'Yo tambien tengo que ir al pueblo, asi que venga usted conmigo en el coche, ira mas comoda si tiene que traer paquetes.' No se muy bien por que se lo dije, de hecho yo no tenia nada que hacer en el pueblo, era ella la que siempre compraba verduras y frutas y lo que hiciera falta. Tal vez el cansancio o quien sabe si la esperanza de que algo sucediera en aquel torbellino de voces, colores, vendedores bajo los toldos y gentes caminando al sol.

Se quedo callada un momento y me miro como si procesara mi proposicion y buscara la respuesta adecuada, pero no debio de encontrarla porque finalmente hizo un gesto de avenencia, se dio la vuelta y murmuro: 'Voy a buscar los cestos. La esperare en el coche.' Seguia el silencio mientras el coche bajaba por el camino vecinal y se mantuvo en silencio tambien durante el breve trayecto hasta el pueblo.

Llegamos a la calle lateral que daba a la plaza del mercado y, cuando no habia yo aparcado aun, ella quiso escabullirse. Decia que tenia mucha prisa. Pero yo, no se por que, no estaba dispuesta a dejarla marchar.

'Prisa ?para que? ?Que tiene usted que hacer? Son las nueve y media de la manana. Venga conmigo y tomese un cafe con calma.' Nos sentamos en la terracita de un bar instalada sobre la acera.

Ella no estaba a gusto, era evidente. Sin embargo, no era la primera vez que tomabamos juntas un cafe. Antes de los 'hechos…' a menudo iba con ella al pueblo y, despues de charlar un rato sentadas bajo los arboles, ella iba a sus compras y yo me acercaba a correos o daba una vuelta y la esperaba de nuevo en el cafe a la hora que habiamos convenido. Pero ahora la situacion era distinta. Ella estaba tensa y nerviosa y yo, que desde que habia llegado creia ver sombras en todo lo que decia y no lograba encontrar un apice de normalidad en lo que ocurria a mi alrededor, me puse al acecho. ?Que le ocurre?

?Que esconde? Me transmitia su inquietud.

Nos trajeron los cafes. Desde el bar y calle arriba hasta perderse de vista, los puestos del mercado se sucedian unos a otros formando hileras de mesas y mostradores cubiertos de verduras y hortalizas.

Los vendedores habian montado sus toldos porque finalmente habia salido un sol primaveral intenso, mas intenso tal vez porque era la primera manifestacion de calor del ano. La gente iba y venia con sus cestos o sus carritos, mirando, deteniendose para comprar, oyendo las virtudes del producto que les recitaba con entusiasmo y conviccion el vendedor y charlando con cualquier otra persona que se terciara. El runrun de las voces, apenas sin estridencias, continuo, sonoro, se esparcia por el aire con el aroma fresco de las lechugas y los primeros guisantes y habas.

Montanas de naranjas se mantenian inmoviles como un magico juego de construcciones, imperterrito frente a los golpes y empujones de los viandantes. Sacos de cebollas y patatas y coliflores en torno a los puestos o frente a ellos como avanzadillas, hierbas aromaticas colgadas de las perchas, e hileras de manzanas rojas y tentadoras que desafiaban a las flores con su color, eran desde el cafe una diversion y un placer para los sentidos.

De pronto Adelita, que habia permanecido en silencio como el nino que acepta de mal grado el castigo de su superior y, tal vez en senal de muda protesta, no habia probado el cafe, se revolvio en el sillon de mimbre demasiado grande para ella. Yo deje de contemplar el movimiento y el color del mercado para seguir la direccion de su inquieta mirada.

Apoyada la espalda contra la pared y una pierna doblada, con el sombrero negro casi sobre los ojos, alli estaba el hombre jugando de nuevo con un papel, mas alto aun que de costumbre por la sombra que alargaba su cuerpo delgado y se extendia por la acera casi hasta nuestros pies. El ala del sombrero no le impedia mirar en

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