cercana, verla llegar en su propia mobilette sin bolsas ni cestas.

Eso queria decir que alguien la habia traido a casa cuando yo estaba de paseo, que ella se habia vuelto a marchar y que ahora volvia. ?Que mas daba! Eso creia yo, porque si me importaba; sus movimientos traian consigo parejos otros que, aunque me costara reconocerlo, me tenian mas en vilo que sus elocuentes trastornos, que la marcha de la casa, que todos los problemas que habia venido a solucionar, el robo, la policia, la joya. ?Que me estaba ocurriendo?

?De donde procedia esa desazon que yo no habia sentido jamas, cuando pensaba en el hombre del sombrero, de donde ese agujero de dolor en el pecho al recordarlo junto a ella?

Yo entraba por la puerta delantera cuando oi cerrarse la de la cocina y en seguida Adelita, sollozando con desespero, vino a reunirse conmigo con paso rapido, atropellandome casi.

'?Que le ocurre?', pregunte con frialdad.

?Como podia ser aquella mujer tan bella del mercado la misma que ahora mostraba ese rostro rojo y abotargado y que, entre sollozos, intentaba convencerme de una nueva tragedia? Porque tragedia habia, puesto que la cabeza de alfiler en que se habian convertido sus ojos, escondidos en la hinchazon de los parpados, era real.

'Un hermano de una amiga, que tenia cancer y que lo habian tenido que llevar al hospital de Palam9s, y nadie podia porque el padre se habia ido a Gerona con el coche y no lo encontraban y mientras tanto tuvo un vomito de sangre…' Sono el telefono. Y aunque ella quiso precipitarse a descolgar, interrumpiendo el encadenamiento de tantas desgracias, un punto mas de atencion en la mancha de sangre que describia o en el profundo dolor de la familia, le hizo perder la vez, y yo la adelante: '?Diga!' Ella me miraba con ansia y habia suspendido los sollozos.

'?Es la senora Fontana?' 'Si, soy yo, ?quien es?' 'Soy Rosendo Prats Sisquella, abogado. Usted estuvo hablando con mi hijo ?recuerda?' '?Como no voy a recordar?' E hice un gesto con la mano para que Adelita interrumpiera los sollozos que habia reanudado y que apenas me dejaban oir la voz. 'Si, ?digame!' 'Nada, nada de particular. La llamaba para decirle que mi hijo y yo hemos estado considerando el caso y que con mucho gusto nos ocuparemos de el. Le ruego que nos de unos dias, tal vez unas semanas, para saber a que atenernos e investigar las causas de unos comportamientos que podrian llamarse presuntamente irregulares.' Lo interrumpi: '?Presuntamente? ?Que quiere decir presuntamente? El robo tuvo lugar, la policia lo supo y no me aviso con el tiempo suficiente para que yo recuperara la sortija. ?Que hay de presunto en este comportamiento?' 'Lo comprendo, lo comprendo, pero tambien usted tiene que comprender que en la justicia las cosas no solo hay que saberlas, sino que hay que demostrarlas, y cuanto mejor demostradas esten, tantos mas puntos tendremos a la hora de conseguir lo que queremos. ?Me sigue, senora Fontana?' 'Si, claro', dije con poca conviccion pero dispuesta a agarrarme a lo unico que tenia.

'Asi que, si usted no tiene inconveniente', continuo, ceremonioso, 'la llamaremos, bien sea mi hijo bien sea yo mismo, si necesitamos su ayuda, quiero decir si hubiera algun dato que no estuviera en nuestro poder. Solo queria reiterar que estamos a su disposicion y que esperamos tener el gusto de saludarla personalmente muy pronto.' '?Cuando quiere que vaya a verlos?' 'Se lo haremos saber.' '?No necesita que le haga unos poderes?' 'No, no de momento, ya le digo que la llamare en cuanto la necesite. Entretanto usted no haga nada sin antes consultarnos.' 'Claro. ?Que podria hacer yo?' 'Nada relativo a este asunto, no haga nada, le digan lo que le digan los amigos que, a veces, ya se sabe, con buena intencion dan consejos que no se basan en la estrategia que habran elegido los que de verdad van a defender sus intereses. Asi que, nada mas, no tengo mas que decirle, senora Fontana.

Tendra noticias nuestras. Buenas tardes.' 'Buenas tardes, senor Prats, hasta pronto.' Adelita se habia escabullido.

La puerta trasera se habia cerrado tras ella y posiblemente estaba llorando su desconsuelo escondida en su casa o, si no queria que la viera su marido, en el campo, tal vez bajo la higuera junto a la casa de enfrente. Los celos son serpientes que se escurren por todos los entresijos de la imaginacion y de la conciencia.

A toda prisa, subi la escalera y me precipite a la ventana de mi cuarto, mas pequena que la del estudio, escondida ahora por una celosia de hiedra que habia brotado a borbotones ocultando la fachada y colgando sobre los cristales como los parpados de la ventana.

Era un bello atardecer, la 'sagrada hora del regreso', la sombra alargada del sol poniente dulcificaba el paisaje y deslumbraba la casa de enfrente con una luz tamizada que embellecia aun mas las piedras tostadas de las paredes hasta la cubierta de tejas pintadas de musgo, dorado por el sol, la lluvia y el tiempo. Junto a ella, las largas ramas de la higuera con sus diminutas hojas recogian el sol del ocaso lanzando los hilos de sombra contra el monte a sus espaldas. Pero bajo ella no habia nadie.

Los dias que faltaban para mi vuelta a Madrid fueron dias extranos, dolientes. Miraba sin ver por la ventana de mi cuarto casi el dia entero, ajena a un paisaje que cambiaba a cada hora con la firme entrada de la primavera. De haber prestado atencion, habria visto convertirse las ramas de los arboles, desnudas cuando llegue, en anticipos de la frondosidad que adquiririan en unas semanas. Los campos cubiertos de hierba por las lluvias, que fueron de un verde lozano los primeros dias, amarilleaban aqui y alla, y los bordes de los caminos se habian cubierto de flores rojas y amarillas. El bosque, donde volvia a caminar manana y tarde buscando refugio en mis pensamientos, crepitaba de vida, cantaba bajo el sol, y los vuelos de las golondrinas cruzaban como trazos de lapiz el firmamento, pero yo apenas tenia mas oidos que para mis propias preguntas ni otra obsesion que el agujero negro de ansiedad en el interior de mi alma. A veces un atisbo de sensatez me llevaba a alejarlo de la mente, consciente de la falta de sentido que tenia esa obsesion, y desviaba entonces el pensamiento hacia otros problemas mas acuciantes y cotidianos, pero la mayor parte del tiempo, aunque anadiera intensidad al vacio de dolor que no cejaba, me regodeaba en el recuerdo de su cuerpo, largo y delgado como una espiga apoyado en la pared y de sus ojos cruzandose con los mios. La imagen era siempre la misma, de tal modo que a la angustia del corazon se anadia el cansancio de la repeticion. Pero ?que otra imagen podia convocar? ?La del juzgado o la de Adelita y el, aquel primer dia que Gerardo y yo los habiamos descubierto? ?La del restaurante, tan fugaz, tan dolorosa en el recuerdo?

No, eran imagenes lejanas que habian perdido brillo e intensidad y que poco decian frente a la repetitiva del mercado que me aportaba tanta excitacion como cansancio.

Y aunque hubiera pasado horas caminando por el bosque, o sentada inutilmente en el restaurante con los obreros de la construccion o en el bar con la vista fija en las calles que desembocaban en el mercado, la vuelta a casa se tenia subitamente del color de la esperanza y hacia los ultimos metros corriendo y jadeando para subir la escalera y asomarme a la ventana.

El paisaje inmutable me devolvia sin la menor compasion un decorado yermo, porque habia perdido la capacidad de ver otra cosa que no fuera el espacio vacio bajo la higuera que se extendia ahora hasta el horizonte y abarcaba los montes y las lomas y saltaba sobre ellos hasta fundirse con el mar.

Las horas de la noche se alargaban interminables en reproches a mi misma y a mis necios sentimientos que, me decia, no sostenian un examen racional de la situacion ni admitian la mas minima base logica. ?Que me estaba ocurriendo?

?No estaria mi espiritu obsesionandose y regodeandose inutilmente en la imagen para eludir lo que estaba sucediendo en mi alma? ?No seria este un pretexto de mi inconsciente para no reconocer lo que Gerardo me habia dicho tantas veces, que no queria enterarme de lo que ocurria? Tal vez, me decia con cierta esperanza, agarrandome a esa luz del entendimiento que habria de liberarme de la tortura. Y por un instante, o incluso por unos minutos, me alejaba de mis obsesiones y recordaba vagamente a Adelita y su comportamiento cada vez mas extrano que, sin embargo, yo aceptaba como si no lo viera, como si nada tuviera que ver conmigo, incapaz de establecer una relacion entre su proceder de esta semana y el robo que se habia producido pocos meses antes.

Pero ?que relacion podia establecer? ?Que sabia yo de sus idas y venidas, de sus llantos imparables desde aquella primera tarde que me atrono con sus sollozos?

?Como podia interpretar sus ausencias y, sobre todo, ese reguero de ruido de su mobilette, yendo y viniendo, de dia y a altas horas de la noche, nadie sabia hacia donde ni desde donde? Pero podria haber exigido su presencia, me recriminaba, haberle preguntado que le ocurria, por que tenia la casa tan desatendida, por que se tomaba tantos dias de fiesta, ella que nunca antes se habia ido cuando yo estaba en la casa pretextando que ya se tomaria la fiesta que le correspondia cuando yo estuviera ausente.

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