siquiera por que precisamente nosotros, tan socialmente acratas como habiamos sido, fuimos al altar. Todo esta confuso en mi mente. Como confusos son los pocos meses previos a su muerte cuando, tras cinco anos de vida en comun, los dos ya eramos conscientes de nuestro escaso entendimiento y sabiamos que su enfermedad no tenia remedio. Se fue como habia venido, sin dejar huella ni apenas memoria de si mismo, ni tan solo de la sombra de amenaza que suponia a todas horas la defensa a ultranza de lo que queria en cada momento.
Como tampoco su ausencia supuso para mi una liberacion. Y, sin embargo, habia sido el quien habia creado a mi alrededor un cinturon de soledad al que me habia acostumbrado de tal modo que en ningun caso necesite romper. Tenia muy pocos amigos. ?Como era posible que en tantos anos, aun hoy, no tuviera mas que conocidos, apenas un par de amigos en Madrid, la ciudad abierta donde cualquiera podia haberlo sido? Si, es cierto, algun colega que pensaba pasar las vacaciones enc la playa cerca de la casa del molino llamaria este verano tambien con la intencion de visitarme, pero yo apenas tendria animo para responder y con cualquier pretexto le diria que cuanto lo sentia, precisamente en esos dias iba a estar ausente, otra vez, quiza, no te olvides de llamarme si vuelves.
?Reanudar el camino de la investigacion cuando el murio? No se como podria haberlo hecho, pero en cualquier caso fue entonces cuando mi padre se puso enfermo. Y, sin embargo, ahora al pensarlo sabia que no era esa la razon. Pero ya era demasiado tarde: siempre me falto coraje. No tenia problemas economicos porque habia heredado de Samuel una pequena fortuna que me ayudo a mantenerme en el camino de la seguridad y de la economia de esfuerzos. Ademas, tras varios anos de ayudante, cuando habia salido a concurso la plaza de profesor asociado de la asignatura de Biologia General, me habia presentado y la habia sacado. Y profesionalmente no deseaba mucho mas.
?Cuando llego Gerardo? Al poco tiempo seria, y no me fue dificil sustituir a uno por otro, Gerardo era tanto mejor y pedia tan poco a cambio que yo interprete mi propia decision como un acto de modernidad. El amor, la pasion, ?a quien le importaban entonces? No lo recuerdo, los hechos y las fechas de mi vida se confunden como si los viera a traves de un cristal esmerilado. Tal vez porque los oculto, consciente de cuanto me doleria reconocer que esas capitulaciones iban a suponer la rendicion incondicional de todos los demas objetivos que me habia trazado en todos los aspectos de mi vida y de mi misma, llevada a cabo de una forma tan paulatina y tan poco traumatica que solo me di cuenta cuando ya no habia vuelta atras.
Habian pasado muchos anos, demasiados, sin rectificar la decisione primera, me decia ahora, y tal vez la musculatura y los tejidos de mi alma y de mi conocimiento, a base de no moverlos ni utilizarlos, se habian anquilosado de tal modo que ya no obedecian, y no me quedaba mas que envidiar lo que de ningun modo podrian alcanzar. La edad no perdona, la edad nos arrebata lo mejor de nosotros mismos, esa era mi justificacion. Pero sabia que no era la edad la que me habia arrebatado la pasion, el coraje y la vida, sino que, de haberlos tenido alguna vez, habian sido la cobardia y el ansia de seguridad las que habian elegido un paisaje en el que no podia fructificar mas que la rutina. Me habia convertido en una criatura de la costumbre y, ahora, solo ahora, de pronto y por un camino impensable y desfasado, rocambolesco y contradictorio, descubria que lo que de verdad me habria gustado ser era una criatura de la imaginacion.
No espere al dia siguiente de acabar con la correccion de los examenes para volver a la casa del molino. Me fui aquella misma noche. Gerardo se habia disgustado de tal modo al negarme yo a ir a Barcelona unos dias, 'para hablar, para que te quites ese incomprensible peso que te ha dejado la historia de Adelita', decia, que durante los ultimos dias de mi estancia en Madrid ni siquiera llamo. No me importaba, es mas, apenas me enteraba.
Me fui con el pretexto de un trabajo urgente, tenia que hacer una seleccion entre los articulos sobre los virus que inducen tumores que habia publicado a lo largo de los ultimos anos en el suplemento de salud de un periodico, corregirlos a la luz de los ultimos descubrimientos y anadir alguno si hacia falta, para un libro que me habia pedido la misma editorial que habia publicado mi libro anterior, tambien de divulgacion, tambien sobre infecciones virales. Asi se lo dije en una carta, breve carta que le envie tras intentar en vano hablar con el por telefono. No estaba o no queria ponerse. Creo que llego a imaginar entonces que mi obsesion por ir a la casa del molino, ahora que Adelita ya no estaba, se debia a que habia alguien en el pueblo o en las cercanias, o tal vez en la misma casa, que reclamaba mi presencia. Y como habia una buena dosis de verdad en ello, no lo desmenti y me fui.
Recuerdo de mi llegada la soledad de la que fui consciente durante la larga la noche de San Juan, mas evidente quiza por el bullicio luminoso del cielo sobre un paisaje tan familiar y tan conocido en el que por mas que aguzara la vista no lograba ver ni una sombra, ni un movimiento bajo la higuera frondosa de la otra margen del valle.
Llegaron los primeros dias de julio. Los campos segados se alternaban con el verde intenso de los chopos, de los cipreses y de las hojas de las vides en las vinas. El cielo era de un azul claro, diafano, no del azul intenso de los atardeceres de Madrid, pero igualmente bello. Sin embargo, yo no lo veia. No tenia ojos mas que para esa higuera que se habia poblado con una frondosidad verde y potente que, de todos modos, no podria haber ocultado la figura del hombre que yo buscaba en ella.
No veia nada, no hacia nada, sobre la mesa mis articulos, junto con los papeles, los libros y el ordenador, comenzaron un proceso de inmovilidad que los llevo a confundirse con la propia mesa, como un inmenso bodegon que trascendia de su marco e invadia mi vida entera, inutil en su soledad, porque ni siquiera mis ojos le daban la vida.
Me habia instalado en las habitaciones del piso alto de la casa donde estaba tambien el estudio que habia sido de mi padre y que el llamaba siempre 'el despacho'. Era una habitacion que debia de tener un reclamo o un hechizo especial porque tambien a el le atraia, y se encerraba entre aquellas cuatro paredes de una ala de la casa, gelida en invierno, que se habia empenado en construir de cara al norte desoyendo los consejos de los albaniles, ignorando la sabiduria de la tradicion y olvidando su larga experiencia en vientos tormentosos. 'Da igual', decia mientras subian las paredes y se reia de el el constructor. 'En los dias claros me asomo a la ventana y hacia occidente veo los Pirineos nevados.' Era cierto, la vista desde una de las ventanas era tan espectacular que, incluso cuando no habia nieve, suspendia la respiracion, pero aun asi yo, y supongo que tambien el, me pasaba las horas muertas sin ni siquiera asomarme a mirarla. Ignorando los articulos que habia de escribir para completar el libro, habia encontrado un refugio, o me parecia que habria de encontrarlo.
La casa habia quedado solitaria y desierta. No tenia animos para buscar otra guarda, porque antes habia que emprender la remodelacion de la vivienda que seguia con su porqueria incrustada y sus papeles en el suelo, tal como la habia encontrado aquel ultimo dia de la estancia de Adelita en la casa.
Y pensar en ello me producia tal pereza que preferia renunciar a la guarda. Ademas, quedaban todavia tantos cabos por atar en una historia que no acababa de comprender, que la sustitucion de Adelita a la fuerza me habria alejado de mi objetivo. Eso creia. Me las arreglaba provisionalmente con Marina, una mujer que venia del pueblo a limpiar, mantener las habitaciones aireadas y descargarme a mi, ocupada en otros menesteres, del cuidado de la casona, aunque yo, por mas que sabia en que habia de centrar mi trabajo, vagaba por los paisajes mas misteriosos de mi misma o de la historia inacabada que a su modo cada vez reclamaba mas atencion, una historia que mantenia desde el principio la pincelada de inquietud que se originaba en su nucleo profundo que, aun sin aparecer, irradiaba mas veneno y mas destruccion que un proyectil lanzado directo al corazon. Un nucleo de atraccion y de zozobra que va deshojando las flores que lo envuelven, un agujero negro que solo conocemos por las tensiones, las desapariciones y los conflictos que origina su inexplicable comportamiento, su ciego existir.
'Y ?que mas?', se burlaba Gerardo el dia que decidio llamarme, '?que mas vas a inventar en esa historia que ya termino? ?Que te ocurre? ?Que estas buscando, o que ocultas?' 'Eso es lo que me ocurre, creeme', insistia yo y, procurando ver mi problema desde otro angulo, anadia: 'Es que no entiendo nada, mi inquietud radica en que no entiendo nada.' 'No hay nada que entender, dejalo ya.' 'Hay mucho que entender.' 'Hay un lio, lo reconozco, del que sera mejor que te alejes. Has intentado defender a tu guarda, has descubierto que te enganaba, que se dedicaba a la prostitucion…' 'Yo no diria tanto', proteste.
No me hizo caso: '…buscar al culpable, y la historia se te ha escurrido como si quisieras pescar un pez con la mano. Y aun asi cada vez hay mas puntos negros, y cada vez te es mas dificil descifrarla. Olvidala.
?No te vas a poner tu sola contra la judicatura y la policia, no?' A finales de mes incluso fue a verme y se quedo conmigo un par de dias. Debio de encontrarme desmejorada, porque el susto se le dibujo en la cara.
'Estas mal, deberias llamar a un medico, hazme caso. Tal vez lo que tienes es una depresion.' 'Una