mezclaban rostros dulces y cuerpos deformes, gritos de policias y camionetas grises, ladrones bizcos de rasgos conocidos y personajes de mi pasado convertidos en degenerados y viciosos seres que se lamentaban gimiendo en su viscosa transformacion, me perseguian y me ultrajaban. Pesadillas en las que me sentia al mismo tiempo o alternativamente despreciada, vilipendiada, deseada y escarnecida, y que la memoria repetia al despertar para dejarme jadeando de deseo, de frustracion y de angustia. Y aun asi, cerraba de nuevo los ojos, obsesionada por volver al sueno y encontrarme con aquella mezcla de rostros, cuerpos y actitudes tras las cuales, como a la luz de un relampago o del resplandor fugaz de una ventana al abrirse contra el sol, apareceria el hombre que no lograba encontrar en el ambito de un tiempo y un espacio que habia dejado de ser real.
Del resto del mundo no veia nada, y si lo veia no me calaba en el animo como otras veces, como otros anos, a la manera de esa lluvia fina y compacta de la primavera que empapa la tierra sin abrir surcos ni hacer destrozos. No, ahora llovia a rafagas, anticipando las ventoleras y tormentas de setiembre, pero yo ni vi llegar la lluvia ni la senti, ni me di cuenta cuando se fueron las nubes cargadas, barriendo los campos hacia el ocaso, como tampoco repare en los tijeretazos de los hombres que recorrian con sus cestos los corredores entre las vides. Y cuando se fueron al cabo de unos dias y dejaron las ramas vacias languidamente esparcidas por el suelo bajo un sol mortecino que arrancaba timidos destellos de las hojas doradas, tampoco me percate de ello.
Sera que estoy anemica, llegue a pensar al sentirme tan exhausta.
'Senora', habria dicho Adelita, 'deje que le tome la tension', y con sus pasitos cortos y rapidos, 'camina como si llevara patines', habia dicho Gerardo el dia que la conocio, habria ido a su casa y habria vuelto con el fonendoscopio, dispuesta a demostrar cuan lejos llegaba su sabiduria hospitalaria.
Y yo habria sonreido con suficiencia y bondad, confiada como entonces. Pero el tiempo no vuelve atras. 'No puede ser que un acontecimiento domestico, no es mas que eso, te haya afectado tanto', la voz de Gerardo con un deje de sorpresa y al mismo tiempo de burla volvia como un reproche.
A veces era tan doloroso mi estado de animo que me escudaba en mi propia historia y, volviendo la vista atras, me lamentaba del mal uso que habia hecho de ella. ?Que vida he tenido? Me decia entonces mirando al pasado. Un padre, un marido, una carrera y ese Gerardo que se derrite de puro bueno. ?Que cancion he cantado yo? Olvide mi profesion, no me dedique a la investigacion como queria, no luche por lo que creia que era mi vocacion y segui los dictados de un marido al que ni admiraba, ni tal vez siquiera me gustaba. No he tenido hijos, no me han tentado las riquezas o el exito o el poder, y no he conocido la pasion, repetia como si en la repeticion hubiera de encontrar el consuelo. Jamas, ni siquiera cuando era joven, tuve el coraje que me hubiera hecho falta para hacer lo que me habia propuesto. Y ahora ya es tarde, es tarde para todo. De lo unico de que podria vanagloriarme es de haber llegado a la rutina del trabajo y, como mucho, a languidecer ante el paisaje o al mirar la luna llena, sin saber exactamente que mas hacer mientras me reconcomen mis propios pensamientos, incapaz de transmitir o de compartir o de despertar ningun sentimiento, ninguna emocion, mas alla de las estrictamente formales.
Otras veces buscaba una causa fisica, algun sintoma de un mal oculto, el estomago, que segun dicen provoca malhumor, o el higado, que cansa el cuerpo y el alma, pero mi salud no tenia fugas, asi que casi siempre acababa atribuyendo mis males a la depresion, sobre todo cuando en alguno de los frecuentes altibajos entre la ofuscacion y la lucidez, mi inteligencia, que no sabia que le estaba pasando, tenia sin embargo la vaga conciencia de que ese sopor que me envolvia, esa modorra prenada de inerte inquietud, era como el silencioso preludio de un seismo, una espera inmovil que a la fuerza habia de desembocar en un estallido, como el de un forunculo que necesita echar lo que contiene de putrefaccion y dolor. O ?seria esa quietud de mi alma el inicio de una situacion que ya no habria de cambiar? ?El inicio de una madurez que habia coincidido con esos acontecimientos y que me habia derrotado dejandome inquieta y pasiva para siempre?
Tal vez, me decia con un halito de esperanza, no era mas que una simple crisis. Ya no tenia por que temer la crisis de los treinta, ni la de los cuarenta. Ahora me acechaba, si acaso, la de los cincuenta. O la depresion. Y asi volvia a recomenzar la rueda imparable de mis obsesiones y de lo que las provocaba. No tengo remedio, no tengo remedio, sollozaba en mi desespero.
Pero un nuevo e inesperado hecho habria de sacarme de ese absurdo pozo de desolacion de forma tan rapida y concluyente que, de no haber estado tan pendiente de el, habria perdido por completo la fe en la legitimidad de mis emociones y sentimientos.
7
Una tarde miraba el campo sin verlo, desde la ventana, con esa melancolia tan distinta de la que sentimos a la hora placida y azul que precede al crepusculo o cuando reparamos en la inminencia de la llegada del otono. Y de pronto vi subir por el camino una camioneta blanca, y detras de ella, un coche.
A medida que se acercaban pude leer las letras de los costados de la camioneta, 'Maquinas de Coser La Puntual ', y recorde en seguida que esa era la marca de la maquina de coser que Adelita se habia comprado. El coche que la seguia era un viejo Dodge azul marino, limpio y brillante, mas elegante parecia precisamente porque era un modelo antiguo. Hemos llegado a un punto, reflexione, en que todo lo antiguo nos parece mejor. Y mientras subian los vehiculos me distraje dandole vueltas a cuanto amor habia por las viejas casas de campo, por las ruedas de carro, por los azulejos descascarillados. Mi padre tambien habia sucumbido a esa pasion por lo preterito, de otro modo nunca se habria comprado esta casa rodeada de campos que ya nadie cultiva, con un jardin de cesped verde que se traga, mejor dicho se tragaba, toda el agua del pozo.
Desde su muerte habiamos dejado de regarlo, en seguida se habia secado y yo lo habia sustituido por gravilla dorada. Ahora, tras tanto tiempo sin renovarla, la poca que quedaba dejaba clapas polvorientas que en verano se llenaban de hierbas y rastrojos. A mi no me disgustaba, pero recorde que a Adelita le horrorizaba. ?Por que no plantamos cesped otra vez, como antes?, decia cada pocos meses; el jardin estaba precioso entonces, parecia un parque que rodeaba la casa y le daba mas prestancia y mas categoria. Y permanecia embobada ante el espectaculo que le deparaban el recuerdo y la imaginacion.
Tenia razon, pero el esmirriado pozo de la casa daba tan poca agua y era tan sensible a los periodos de sequia, que no habia quedado otra opcion que renunciar al jardin. ?Que avidos estamos por hacer lo que hacen los demas, que poco amantes somos de seguir nuestros propios gustos, de hacerle caso a nuestro criterio!, recorde que tantas veces me habia dicho Gerardo.
Si alguien comienza a sembrar cesped, todos tenemos que hacer lo mismo, tengamos agua o no, vivamos en un pais seco o no. Seguia dandole vueltas a la incongruencia de una casa de campo que, sin embargo, exigia jardines britanicos en este pais de sequias, desertizaciones e incendios, cuando me desperto de mi ensimismamiento un bocinazo que venia de la parte trasera de la casa, donde debian de haber aparcado los dos vehiculos. Baje la escalera y sali por la puerta de la cocina.
'Hola, buenas tardes', dijo el hombre que habia salido de la camioneta y se acercaba dando vueltas al juego de llaves con una mano, mientras con la otra se arreglaba el cuello de la camisa para que no se lo escondiera demasiado la chaqueta que se acababa de poner. Detras de el habia bajado del coche su companero, un poco mayor pero igualmente vestido con pulcritud un tanto antigua, como el modelo de Dodge, traje de rayadillo azul palido, camisa de hilo azul marino, panuelo de seda al cuello y mocasines marrones. Eran evidentemente amigos o conocidos o colegas. Los dos sonreian.
'Usted debe de ser la senora', dijo el mas joven alargando la mano.
'?Que senora?', pregunte.
'La senora de la casa.' 'Soy la senora de la casa, si.
Y ustedes, ?quienes son? ?A quien buscan?' 'Buscamos a Dorotea.' Habia cierto desafio en la voz suavizado por la sonrisa.
Me quede un poco cortada, pero finalmente respondi: 'Dorotea ya no esta aqui.' '?No?' Sonrio ya francamente el mayor. '?Se ha ido?' 'No esta aqui ya', repeti con voz neutra.
'?No me diga que la ha puesto de patitas en la calle?' Habia torcido la cabeza y me miraba casi de reojo con una media sonrisa.
'Piense lo que quiera.' Mi voz era cada vez mas seca.
'?Por puta?', pregunto de pronto el joven con curiosidad. '?La ha echado por puta?' Hubo un momento de silencio.