Sono el telefono un par de veces pero no le hice caso.

Desde que habia ido a Gerona a conocer uno de los probables clientes de Adelita y le habia dicho que no llamaran mas, ya ni me molestaba en acudir, como si, hiciera lo que hiciera, las senales que me llegaban de otro mundo ya no alcanzaran el fondo del corazon.

Aquel 'No, Dorotea ya no esta aqui, no llame mas' de los primeros dias se habia convertido en un silencio que no respondia solamente al deseo de que quien preguntara por ella supiera que aqui, en esta casa, ya no podria encontrarla, sino al extrano desinteres por todo lo que no fuera el pequeno, miserable mundo, al que habia reducido mi vida, un simple punto de zozobra y desaliento dentro de mi que habia borrado todo lo que hasta ahora lo habia sostenido, la angustia del trabajo, la esperanza de las fiestas y de los encuentros, el gusto infantil por la critica y el cotilleo con los colegas, la ilusion de que Gerardo me propusiera un viaje, la dulzura de la normalidad de la vida cotidiana en compania, la buena acogida de mis triviales libros, la alabanza de un amigo y tantas cosas a las que ahora no daba el menor valor, del mismo modo que me resultaba insoportable reconocer su inconsistencia que tantos miedos y esperanzas habia provocado, mi vida entera, mi biografia anodina, mi insipida e insustancial cancion.

Pero ya tarde, casi de noche, cuando una vez hube cerrado las puertas y me disponia a subir a mi habitacion, en el momento que pasaba junto a la comoda de la entrada, un timbrazo violento me sorprendio y, sin darme tiempo a dejarlo sonar, lo cogi. '?Diga!' Era Gerardo que me reclamaba, que me echaba de menos. Podria haberme emocionado su interes a pesar de los desplantes que le habia dado, su ternura, su disposicion a ir a verme, a ayudarme, porque, dijo, sabia que necesitaba ayuda. Pero su voz no altero en nada el ritmo de mi corazon y sus preguntas no lograron arrancarme una explicacion ni una respuesta. Si, debi de hablarle con frialdad, no demasiada, mas bien con indiferencia, distraida, con ganas de que colgase y yo pudiera deshacerme de las memorias compartidas que su voz a la fuerza habian de suscitar. Vino a decirme que le parecia que hablabamos por ultima vez, con una voz tan solemne y tan ronca que no supe interpretar si se referia a su proxima muerte o a la mia; en cualquier caso, fuera la que fuera, era inminente, parecia decir, e inevitable. Por ultima vez en esa ultima vez, rogaba, dime de que se trata, que es lo que te ha hecho apartarte de todo y de todos, que te ocurre, o que te ha ocurrido, que ha cambiado el rumbo de tu vida de tal modo. Aun dandole la razon y reconociendo que si, que mi vida habia cambiado, no podia responderle porque tampoco yo sabia por que.

Ni lo sabia ni tal vez lo queria saber, me bastaba dejarme llevar por la pendiente ciega que, sin augurar la llegada de un acontecimiento singular, miraba hacia su propio fin, deseandolo o quiza solo atisbandolo. Ese era mi estado de animo, no habia mas que contar, le dije para acabar. Y el repitio como despedida: 'Algun dia me diras que te ocurre, como te has convertido en un ser tan extrano y tan ajeno', y, tras un breve silencio que yo me cuide de no interrumpir, anadio: 'Algun dia lo sabre.'

9

Aunque las visitas a los protagonistas de la historia no me habian aportado ninguna informacion y me encontraba en ese punto en que la investigacion, por simple que sea, parece haber entrado en una via muerta, no me daba por vencida.

Habia intentado ver a cada uno de los tres abogados y al joyero, habia vuelto a la comisaria de Gerona y al juzgado de Toldra. Tanto abogados como policias se habian comportado de un modo peculiar, como si hacerme sortear obstaculos fuera el modo mas rapido y expeditivo de disuadirme para que siguiera buscando. Ni yo misma sabia que buscaba, pero si sabia que queria aclaraciones. Pero, a partir de un momento determinado, como si fueran una unica voz y aun habiendome recibido con extrema amabilidad, ninguno me habia aclarado nada. Se ponia en marcha una forma de funcionar que acabo figurandoseme la habitual de todas las oficinas y de las instituciones oficiales, de todos los estamentos de mi pais: el senor que se encarga de este asunto no esta, lo lleva el personalmente, no sabemos cuando volvera, tiene por costumbre venir a esta hora pero hoy no ha venido, tal vez mas tarde, no le puedo asegurar. Era siempre la misma historia. Y no teniendo en mi poder una sola prueba, un testigo que pudiera apoyar mis acusaciones, decidi ir a ver a Adelita. Estaba segura de que, a pesar de todo, si la encontraba sola lograria hacerla hablar, y si no lo conseguia, tal vez la venceria el dinero, estaba dispuesta a todo.

Julian, aquel amigo de Madrid, el marido de mi colega Teresa, que en su momento me habia dicho que no tenia nada que hacer, hablo conmigo por telefono e insistio en que abandonara mis infulas de detecti-g ve, que olvidara lo que habia ocurrido en mi casa y me dedicara a vivir en paz.

'Han convertido tu casa en un burdel, si, de acuerdo, pero ?que quieres? ?Investigar y descubrir la personalidad y el nombre de los que iban por alli? Y ?que haras una vez los tengas? ?Acusarlos?

?De que? Cuanto mas importantes sean, y peor el delito de que los quieras acusar, suponiendo que hubiera alguno, mas dificil te seria adentrarte en sus secretos, y mas complicado avanzar. Ademas, aunque pudieras demostrar que habian participado en orgias en tu casa, ?que? El unico consuelo que te quedaria seria contarlo y dar los nombres a la prensa. Eso tu no lo haras, pero aunque lo hicieras, ?crees que sin pruebas los publicarian? Y aun con ellas. Los periodicos saben muchas de las cosas que ocurren y se las callan.

Y si lo publicaran, el lio en el que se meterian no les compensaria el exito de haberlos descubierto.

Habrian de ser realmente importantes para que se atrevieran. Importantes y conocidos. Y con pruebas fehacientes. Y aun asi…' 'Pero es que ya se quienes son algunos de ellos. El joyero, el policia de la mancha roja…' 'Con eso ni siquiera se hace una cronica de sociedad', dijo, burlon. 'Con lo que tienes, ?que quieres hacer?, ?que quieres demostrar? ?Que son los mismos los que asisten a las juergas que los que te han robado? No puedes. Mejor sera que te andes con cuidado, y te quedes callada. Como incordies demasiado, al final se volveran contra ti o con cualquier pretexto te encontraras metida en un lio.' Pero yo no me desprendia, no podia desprenderme de esa busqueda, tal vez porque se confundia con otras mas oscuras que habian surgido dentro de mi con una fuerza desordenada y ciega, que tampoco acababan de encontrar su camino.

Menos mal, me decia aquellos dias, que Gerardo no aparece, por-i que de haberle contado todo lo que habia descubierto, algo me decia que al final tal vez tambien el me habria echado la culpa a mi. No porque hubiera creido que yo habia participado en las orgias, pero si que era igualmente culpable por no haber sabido despedir a Adelita cuando era el momento. En consecuencia, todo lo que habia ocurrido me lo habia buscado yo. Que el ya me lo habia dicho, que yo no le habia hecho caso, y ahora, ?que?

Estoy segura de que, dispuesto como estaba a recriminarme esta debilidad, habria pasado por alto el hecho de que mi casa llevaba anos convertida en un burdel, muy probablemente desde antes de morir mi padre, es decir, desde que Adelita habia entrado en la casa.

Querido Gerardo, dulce amigo, que habia vuelto a llamar aun un par de veces, aunque yo, con la cabeza y el alma en otros asuntos, apenas habia hecho otra cosa que contestar con monosilabos, no de malos modos, pero dandole a entender que, por ahora al menos, no tenia ganas de ningun acercamiento, ni de la mas minima reconciliacion.

Debio de entenderlo asi, porque en algun punto de la conversacion, movido por la decepcion y tal vez porque no estaba habituado a recibir negativas de este tipo, me vino a decir, poniendo en mis manos la decision y la responsabilidad, algo asi como que tal vez si dejabamos pasar demasiado tiempo ya no habria ocasion de recuperarlo. Yo no me di por aludida y el no insistio.

No podia hacer otra cosa. Mis pensamientos llevaban ya demasiado tiempo alejados de el, mi vida anterior iba borrandose como si no hubiera tenido importancia, como si solo hubiera sido el preludio de algo que, de acuerdo, no habia llegado aun, pero todo parecia anunciar su inminente aparicion. Estado de alerta podria decirse que era el mio. Algo habia de ocurrir, algo se preparaba. Tal vez yo confundiera la excitacion del ultimo descubrimiento, con la apariciona del hombre del sombrero, que habia vuelto a ver junto a la higuera y que rondaba mi mente a todas horas, mientras me perdia buscando una prueba, un camino por el que seguir, como si el estuviera al final de un laberinto del que yo tenia que encontrar la salida.

No sabia exactamente donde vivia Adelita. Nunca habia estado en su casa y solo recordaba lo que me habia dicho aquel primer dia cuando me la presento y recomendo la carnicera; habia dicho en la carretera del interior, a unos tres kilometros de aqui, y aqui era precisamente el pueblo. Tambien recordaba alguna indicacion que ella

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