que me dijo.
Despues se puso a hablar con la madre y a consolarla como si fuera una nina pequena que quiere un caramelo. Aun estuve un rato con ella, atontada por el mazazo que habia recibido. Despues me fui sin que ninguna de las dos se molestara en esconder su total indiferencia.
Camine hasta el coche, anonadada. No comprendia lo que podia haber ocurrido y la pena que sentia tenia mas del golpe que deja un susto enquistado en el alma, que de tristeza o pesadumbre. Tal vez fuera la duda. Recorde que la mujer de la tienda habia hablado de la Guardia Civil, ?por que la Guardia Civil? ?Es que habia indicios de algo mas que del ataque al corazon?
Sin saber que hacer, me fui a casa. La cabeza me daba vueltas y tenia ganas de tumbarme. Al entrar en el camino vecinal vi venir a Jalib, el jardinero, que habia acabado su trabajo y se iba caminando hacia su casa. Nunca hablaba Jalib, tampoco lo habia hecho cuando estaba Adelita ni menos aun cuando se fue. Detuve el coche y le pregunte: '?Jalib, sabe usted algo de Adelita?' Jalib me miro con una mezcla de curiosidad y desconfianza.
'Se fue, ?no?, se fue a su casa. Ella me dijo que ya no queria trabajar mas, que su marido tenia un empleo muy bueno y que queria quedarse en casa.' 'Eso le dijo, ?cuando? Haga memoria.' 'No se, pocos dias despues de que usted se fue, la ultima vez.
Me la encontre en el pueblo con ese vendedor de maquinas de coser, un hombre alto, con un sombrero.' Otra punzada lacerante, y aquel agujero de dolor.
'Pero ahora, ?que sabe de ella?' Era evidente que Jalib no queria hablar del presente. Se entretuvo en una historia larga, para lo parco en palabras que el era, sobre el marido que estaba enfermo y los hijos, y lo que decian en el pueblo sobre si les recalificarian unos terrenos donde tenian la casa en que vivian, en las afueras, en el barrio que hay detras de los montes.
'No, ahora, ?que sabe usted de ella ahora? ?Es cierto que tuvo un ataque al corazon?' '?Un ataque al corazon? No, no creo. Dijeron que habia tenido un accidente, que una noche iba en la mobilette hacia su casa, tarde era, dicen, y como nunca llevaba luces, un coche la embistio y tuvieron que llevarla al hospital sin conocimiento.' '?Quien la embistio? ?Se sabe?' 'No lo se', respondio, como si le hubiera hecho una pregunta rara.
'Y ?que paso?' 'No se, no lo se del todo cierto porque mi mujer me dijo que se habia muerto, pero, en cambio, la asistenta social que viene a vernos de vez en cuando dijo que se estaba recuperando.' '?Cuando fue el accidente?' 'Hace mas de un mes, si, cinco o seis semanas, por lo menos. Despues ya no he vuelto a saber de ella.' La carnicera, a la que fui a ver a ultima hora de la manana, me aseguro que Adelita, la pobre, habia muerto. Pero no podia decirme de que, porque ella, como todo el mundo, se habia enterado cuando ya estaba enterrada. Si, decian que habia sido de accidente, pero mas bien parecia que habia sido -bajo la voz- un suicidio, que se habia suicidado, que ya no podia mas, que no hay quien aguante una vida asi.
'No aguante, ?que?', le pregunte.g 'A usted que le voy a contar, si todo se sabe, ?no ve que en el pueblo somos cuatro gatos? Que si viene una y te dice, que si viene la otra y lo cuenta. Todo se acaba sabiendo. Pero yo, callada, que no quiero meterme en lios, ademas, mire, yo por mi no se nada, solo se lo que me cuentan, asi que, ?yo que se si es verdad o mentira! Lo mejor es callar y escuchar. Eso es lo que le dije al de la Guardia Civil que vino a preguntar. ?Que sacara usted de que yo le cuente si le puedo dar varias versiones y todas ellas distintas? Yo no me muevo de la carniceria, no he visto nada. Por no saber, no sabia siquiera que Adelita ya no trabajaba en su casa, y eso que si sabia que usted estaba muy contenta, pero ya sabe, no tengo ojos mas que para el trabajo y lo que se dice en la tienda, yo ni me fijo, yo voy a lo mio.' 'Pero ?que se dice en la tienda?' 'Pues de todo, ya sabe como es la gente, que si hace esto, que si lo otro. Que si va, que si viene.
Que si la camioneta gris la va a buscar. Que si se la ha visto aqui o se la ha visto alla. Que si lleva un traje nuevo cada vez que sale o que si su hijo mayor se ha comprado otro coche. De todo, de todo dicen, la cuestion es hablar y hablar. Ahora bien', dijo levantando la cabeza y sosteniendo en alto el trinchante con el que habia dejado un costillar a medio partir y mirandome como si lo que iba a decir no admitiera replica, 'lo que yo creo es otra cosa, lo que yo creo es que algo le ha pasado a la muchacha, por dentro, me refiero, y esto se veia venir. ?No la veia llorando todo el dia en los ultimos tiempos? y si no lloraba venia aqui con los ojos rojos, callada, ella que antes no paraba de hablar de lo que tenia y de lo que sabia hacer, pues ahora no decia mas que lo que queria que le pusiera. Y mire lo que le digo', volvio a blandir el trinchante, 'yo no he visto nadai y ya sabe lo poco que me gusta hablar, y el poco caso que le hago a lo que me cuentan, pero si he de decirle la verdad, yo creo que suicidarse, si se ha suicidado, ?eso si es posible!' Sali de la carniceria tan perturbada y abstraida que un coche me pego un bocinazo y freno apenas a medio metro de distancia. Pedi disculpas con un gesto, o hice amago de pedirlas, pero segui adelante. Al llegar a la plaza llena de gente que iban y venian del mercado o que se habian sentado a las mesas a tomar un cafe, me deje caer en una silla sin importarme el sol que tanto odiaba. Era un dia caluroso, sin viento, y tendria que haberme puesto bajo la sombrilla. Pero una sensacion de abandono, de cansancio, de profundo malestar se habia apoderado de mi y no me sentia capaz ni siquiera de pensar donde tenia que sentarme. Veia las sombras de la gente caminando, sombras minusculas al sol de verano, sombras deformes, que se distorsionaban desplazandose obedientes tras los cuerpos que las engendraban.
Vibraba el asfalto por la reverberacion del sol y la silla donde me habia sentado retenia el fuego acumulado en la manana atravesando la tela de mis pantalones y abrasandome los muslos, pero aun asi no me cambie de sitio, no me apetecia irme a uno de los asientos libres bajo las sombrillas y los toldos.
Vino un camarero y le pedi una cerveza, que bebi de un trago. Pedi otra e hice lo mismo, y una tercera y una cuarta. El alcohol zumbaba en mi cabeza ahuyentando la inquietud y creando un vago estado de somnolencia que incrementaba el poderoso sol de mediodia. Por ella me deje mecer, haciendo cabalas sobre la muerte, hasta que me invadio una tristeza de tal profundidad y calibre que habria llorado si no hubiera tenido ese prurito de mantenerme en mi lugar en toda ocasion. Pero en mi interior, lloraba, lloraba y gemia de desconsuelo y pesar, con la facilidad que sea nos concede cuando bebemos grandes cantidades de alcoholes suaves.
Lloraba mi alma en sus profundidades, mientras mis ojos entornados se aislaban del mundo, conscientes de que ninguna sombra habria de interponerse entre el sol y yo, ninguna imagen se materializaria para suavizar mi congoja, ni para sustituirla por otra congoja menos dolorosa, menos irreversible, menos irremediable. ?Que sera de mi ahora? No volvera, nunca volvera, nunca ha existido, lo invente yo.
Nubes de confusion y desconcierto se agolpaban en mi mente agitada.
?En quien estas pensando, a quien quieres en vano convocar?, decia la voz de la conciencia. ?Que sera de mi? No tengo nada, nunca he tenido nada, y ahora solo me queda tiempo, tiempo, tiempo que se extiende infinito ante mi sin paisaje ni figura con que aderezarlo. Soledad del alma, soledad. De pronto, mi pensamiento dejo de moverse. No habia objetivo ninguno que alcanzar, ni esperanza que mantener por estupida y efimera que fuera, ese era mi tiempo, ese mi futuro.
La cerveza comenzo a trajinar arriba y abajo de mis conductos digestivos, desbancando las lagrimas que de todos modos no habian salido a la luz. Me encontraba mal, estaba mareada. Pague la cuenta y, tratando de ocultar hasta que punto me vacilaban las piernas y conteniendo el vomito que, como las lagrimas, pugnaba por salir, llegue al coche y arranque. A las afueras del pueblo, me detuve y en un recodo, junto al esqueleto de un inmenso tronco de olivo que debia de haber muerto hacia muchos anos, vomite, avergonzada, pero durante unos segundos, arrastrada por el bienestar de mi estomago apaciguado, mi alma encontro la paz.
Adelita cuelga de la rama de una higuera, debe de tener el cuello roto porque la cabeza se ha doblado sobre el pecho como si noc tuviera huesos, como un pelele que lo hubieran atado con la cuerda recta como una linea que sale de la copa de hojas verdes. Que extrano que Adelita haya elegido la rama de una higuera para ahorcarse siendo como es tan endeble y quebradiza su madera. Ella tendria que saberlo, ella es del campo de Albacete, en el sur tambien habra higueras.
Veo las vinetas en la pagina del libro que me regalo mi abuela cuando aprendi a leer, 'Lecciones de cosas'. Hay un nino que va a subirse a una higuera. Su madre lo previene pero el no le hace caso.
Al final, en la ultima vineta, el nino esta en el suelo despanzurrado porque la rama se ha roto. Yo nunca me he subido a una higuera porque no las habia ni en el patio de la escuela ni en el parque ni en la playa donde ibamos los veranos, pero pienso ahora que Adelita debia de saberlo. Dorotea, asi se llama la mujer que cuelga de la rama, solo puede ahorcarse en esta higuera, precisamente en esta higuera. O tal vez no es cierto que este colgando de una rama, tal vez lo imagino yo, o invento y sueno su balanceo y por eso no se rompe la rama, porque los suenos pueden ser como queramos. Los suenos los inventamos, los hacemos a medida para que