encajen en una realidad que nos hubiera gustado de otro modo. Y si ella quiere ahorcarse en esta rama de esta higuera, poco importa que la rama pueda o no pueda sostener su peso el tiempo suficiente para que la cuerda que da vueltas alrededor del cuello le corte la respiracion o le rompa el cogote, que tampoco se si podria, porque su cuerpo es tan menudo, aunque por lo ancho y lo corpulento de su torax parece pesado. La veo asi porque necesito un final para la historia, y despues de tanto buscar me encuentro con que tiene razon la carnicera, o la mujer del almacen, no se cual de las dos lo dijo, no puede tener otro final, tarde o temprano tenia que ser asi, porque los caminos que nos vamos formando cone los anos nos conducen sin remedio hacia un unico final predecible y posible ya cuando entramos en la voragine de la primera obsesion, un final que corrobora la muerte, sin que la muerte sea necesariamente ese final. Asi, sea cierto o no que Dorotea o Adelita se ha ahorcado y cuelga de la rama de esta higuera en aquel claro al fondo del valle, si lo es que este ha de ser su final, asi lo veo yo desde esta ventana cegada tambien para mi como cegado esta para mi el termino irreversible al que me aboco. O tal vez si que lo que quiero con esta ultima escena no es encontrarle un final a Dorotea, sino a la historia o, mejor aun, lo que estoy haciendo no es otra cosa que contar mi propia historia, dando siempre vueltas a lo mismo con otro aspecto y otro enfoque, y asi yo tambien me voy envolviendo en una soga, convencida de que no es la mia, una soga que me inmoviliza cada vez mas, hasta que me convierto en un mero paquete, un bulto, que apenas interviene en su propio devenir.
Pero la higuera, ahora me doy cuenta, no esta donde deberia estar, no hay paisaje, la higuera nace en mi cama, dentro de mi habitacion, que no es la mia, sino la terraza de un bar del mercado, y tal vez la que esta en el paisaje, en el lugar donde deberia estar la higuera, soy yo, pero no tan lejos que no pueda verle los ojos abiertos y fijos en sus propios pies, pequenos y abultados, que se balancean sobre las almohadas. Quiero acercarme a ella, pero tengo los pies hundidos en un suelo pegajoso del que no puedo desprenderme, y es que el miedo, si, el miedo me tiene atenazada, y aunque supiera volar, aunque pudiera, que puedo hacerlo ahora que estoy dormida, no me dejaria esa melaza que me aprisiona, pero tengo que llegar como sea a ella, tal vez alargando los brazos sobre los campos y los arboles y amarrandome a las nubes, intento levantarlos mirando al cielo pero no puedo, y cuando vuelvo a mirarg Adelita ya no esta, ni la higuera plantada en mi cama, ni la cuerda, ni siquiera la cama, aunque lo que yo quiero ahora es desprenderme del suelo, pero es imposible, cada vez la melaza me cubre mas, ahora ya llega a las piernas y me doy cuenta de que llegara a las rodillas.
?Como le voy a dar el dinero ahora? Estara en Francia y no podre darselo y su marido morira porque no tiene Seguridad Social ni puede cobrar la pension porque tiene que atravesar la calle y esta llena de guardias civiles con capa y tricornio y guantes blancos que caminan unos tras otros al compas de una musica estridente, una marcha militar que me lleva a gritar pidiendo ayuda y un hilo de voz previene de mi presencia al sargento Hidalgo, que dirige el peloton.
Me hace un gesto, calma, dice, calma, tranquilidad, tenga paciencia, dice, lo veo en el movimiento de los labios porque no lo oigo, no oigo mas que la musica, tenga paciencia, todo se arreglara, pero no me saca de la charca pegajosa que se espesa cada vez mas, y el sigue con el mismo gesto, marcando el paso al son de la fanfarria mientras la melaza avanza y ahora ya me cubre los muslos y el vientre, no puedo mover las piernas, ni los brazos, estoy paralizada y a mi alrededor no hay mas que un paramo de cemento que cubre los campos y los montes, una lava que se va acercando a mi. Me convertire en cemento igual que la melaza y todo lo que me rodea, ni siquiera podra palpitar mi corazon como ahora ni sentire el dolor de sus latidos y sus contracciones. Abro la boca para pedir auxilio pero no me responde la voz, tengo la garganta seca y mis esfuerzos por chillar se convierten en sordas carrasperas y gestos mudos. Se que desfallezco, que el cansancio de tantos inutiles esfuerzos por hablar, por moverme, me han desvencijado. Pero lo intento otra vez y no puedo, y otra vez y otra, pero nadie responde porque nadie me oye, ni siquiera yo oigo mi propia voz.
Me desperto un alarido en la noche mas oscura, y tarde en comprender que finalmente me habia salido la voz. Pero la vuelta al ambito conocido de mi habitacion, cuando logre encontrar el interruptor de la luz, que parecia haberse extraviado en la pared a mi espalda, no me devolvio la tranquilidad. Es cierto, me dolia el pecho de los golpes del corazon, y tenia la frente chorreando, aunque todo mi cuerpo temblaba. Pero en medio de este desasosiego que se habia pegado a mi piel de una forma tan real como real era aun la melaza del sueno, recorde al sargento de la Guardia Civil, el sargento Hidalgo, el unico al que no habia ido a ver, el unico, pense, capaz de ayudarme, tal vez el unico que sabia lo que estaba sucediendo.
Era de noche aun y la pesadilla me habia desvelado. Con cautela busque un libro para apartar de mi mente las inquietantes imagenes del sueno, pero ninguno lograba abstraerme y recorria las lineas de una pagina o de dos sin enterarme de lo que leia, atenta a los crujidos de la madera en la noche, a las burbujas de aire condenadas a deambular por las viejas canerias de la casa, al ajetreo invisible de insectos, roedores o reptiles en la oscuridad del campo, como si tras ellos se agazaparan, redivivos, los personajes de mi delirio y se confundiera con sus chirridos el motor de la camioneta gris. Habia cerrado la ventana del cuarto, acuciada por el oscuro temor que me envolvia aun como una sutil telarana y, aunque me asfixiaba, soporte con estoicismo y aprension el inmovil y enrarecido ambiente del cuarto. La claridad del alba me encontro dormitando entre el terror y la somnolencia y por el peso de tantas horas de angustia debi de caer rendida sin que las defensas contra el miedo tuvieran ya fuerza para resistir los embates del cansancio.
Cuando desperte, eran mas de las once de la manana.
Ire a verlo, decidi mientras me preparaba un cafe. Si, ire a verlo, no se como no se me ha ocurrido antes. ?Sera que los suenos nos previenen de lo que nos olvidamos, y nos indican un camino en el que no habiamos pensado? ?Sera que incluso nuestras ensonaciones recurren a la verdad, a la realidad, y de hecho inventar no inventamos nada? Y mas timidamente aun: ?Sera posible que, incluso inventada, esta agonia que me corroe a todas horas sea amor?
El sargento Hidalgo me recibio con mucha amabilidad. Desde la puerta de su despacho, me miro, inquisitivo.
'?Ha adelgazado usted? ?Se encuentra bien?' 'Tengo ojeras, ya lo se, pero estoy bien', menti, 'he dormido mal. Eso debe de ser.' 'Sientese, por favor', y el ocupo el sillon de su escritorio.
'?En que puedo ayudarla?' 'Vera, es que, ?recuerda aquella guarda que me robo la joya?' 'Claro que me acuerdo. Usted se fue a Gerona y ella acabo confesando aquella misma noche. ?Por que?' 'No, bueno, no se. Es que tal vez usted no lo sepa, pero yo no la despedi.' El asombro lo dejo mudo. Abrio mucho los ojos y con un gesto de la mano, sin que desapareciera aquella expresion que habia aumentado el tamano de sus ojos, me indico que siguiera.
'No la despedi. Me parecio que tenia que darle una oportunidad.
Pero las cosas se fueron complicando. Desaparecia, volvia muy tarde por la noche…' '?Le robo algo mas?' 'No, que yo sepa no robo nada mas, aunque es dificil saberlo,c porque tengo que reconocer que no he examinado lo que hay y lo que no hay. De hecho, serviria de muy poco. La casa fue de mi padre y lo que hay en ella lo compro el o lo trajo el de nuestra casa. Asi que, aunque se supone que yo tendria que tener el control de los objetos, no lo tengo, pero esto no importa ahora para lo que le voy a contar.' Me miraba, intrigado, pero yo continue: 'El dia que yo me fui, despues de las vacaciones de Pascua, o sea, tres meses despues del robo, cuando ya estaba en el taxi para ir a la estacion, Adelita me dijo que por falta de datos y de pruebas, el caso se habia sobreseido y que por lo tanto no se habia celebrado el juicio.' '?Pero si teniamos la confesion y la denuncia de usted! ?No es posible!' El sargento no salia de su asombro.
'Si, ya lo se, pero al parecer la denuncia no se tuvo en cuenta, tal vez desaparecio, no lo se. En el juzgado, donde estuve hace unos dias, dicen que no tenian constancia de esa denuncia, y que, al alegar Adelita que se habia declarado culpable bajo presion, se habia sobreseido el caso.' 'Quien tiene que ir al juzgado a enterarse de lo que ha pasado es un abogado, no usted. A usted no le diran nada.' Y anadio como para provocarme: 'Y menos siendo mujer.' 'Tenga en cuenta que los abogados no quieren hacerse cargo del caso y acaban desentendiendose', respondi, ignorando su comentario.
'He consultado con tres: uno desaparecio, el otro dijo que no le interesaba y el tercero no ha hecho mas que entretenerme y hacerme perder el tiempo, una manera como otra de desentenderse.' 'Ya comprendo', fue la respuesta.
Ahora llegaba lo mas dificil.
Tenia que hablarle de la otra profesion de Adelita y de su nombre de guerra y de las bacanales que habia organizado en mi casa. Teniae que decirle todo lo que sabia y como lo habia sabido. Hice un esfuerzo por resumir, pero procure no ocultarle nada. Y cuando me toco hablar del hombre del sombrero, me entretuve en los detalles