Me incorporo.
– ?Por que nunca se hablo de estos golpes? El asesino hubo de empezar su trabajo por ellos. ?Como, si no, encadenar a dos siendo el uno?… Bueno, ?y por que un solo asesino y no dos o tres? La fiebre comercial de los gemelos pocas veces fue inocente, les habia granjeado muchos enemigos, todos lo sabiamos… Aunque me inclino decididamente por un asesino solitario y sus golpes para dejar a sus victimas sin conocimiento. Sin la menor duda, pues en caso de sobrevivir alguno, como ocurrio, podria contar que rostro les ataco… ?Viste algo mas al llegar, Lucio Etxe? Me refiero a alguien, no precisamente un bulto, menos un rostro: una sombra, la sensacion de no estar solo, el presentimiento de que alguien os acechaba de cerca…
– Si, vi una cara -revela con desfallecimiento-. No el cuerpo… Serian mis nervios… Si, vi una cara. La olvide hasta hoy.
Cierra los ojos y pienso que esta realizando un intenso esfuerzo por recordar, incluso con una concentracion inusitada. Pero es solo cansancio.
– Deja de recordarme todo aquello -dice, sin abrir los ojos-. Me estoy poniendo malo…
– Te aseguro que casi me estas invitando a sospechar que alli no habia nadie mas que tu -le ataco con sorprendente temeridad-, tu, golpeandoles en la oscuridad con la piedra y, esperando en la arena, las cadenas y candados de que te habias provisto: y, sobre la marcha, de criminal se te ocurrio convertirte en falso salvador y asi realizar una operacion redonda y convencido de que, a tu regreso con los Zalla padre e hijo, la marea habria subido lo suficiente para encontrar ahogados a los dos infelices; tu serias el mas asombrado por encontrar a Eladio aun con vida.
– ?Que me estas diciendo, Sancho Bordaberri, que me estas diciendo?
Se encoge, apretandose el estomago con ambas manos y acaba vomitando sobre las pequenas penas. Respiro hondo: ?habrian llegado a tanto Spade y Marlowe? Desciendo de la pena y sostengo a Lucio Etxe hasta incorporarlo y conducirlo a la arena y sentarlo, mientras limpio su boca con mi panuelo. A traves de mis manos y brazos me ha llegado la profunda orfandad de los Etxe.
– Son dardos que se disparan en las investigaciones sin que se crea mucho en ellos -le consuelo-. Son cosas de mi profesion, nada personal.
– Banquete para los carramarros -murmura Lucio Etxe senalando su vertido amarillento.
– Solo algo mas -le pido-. Llegas a la pena y te pones a tirar de los dos cabos… ?Por que de los dos si estaba claro que Leonardo ya estaba fuera de toda ayuda?
– ?Crees que los nervios me dejaban pensar?
– Y entonces Eladio te grita que dejes de tirar…, el ya lo habria hecho inutilmente…, y vayas en busca de los herreros. ?Es asi? -Lucio Etxe asiente con la cabeza-. Y cuando llega Antimo, asierra uno de los cabos…
– Aserro el collar que tenia Eladio alrededor del cuello.
– ?Por que no eligio el de Leonardo?
– ?No lo se!
– Y luego, ?quien tiro de Eladio hacia arriba y quien de Leonardo? Alli estabais tres…
– ?Por Dios, basta ya! Quiero marcharme a casa.
– Espera, es importante… Pues si alli estaba el asesino…, quiero decir, si era uno de vosotros tres…, habria sacado primero al muerto, dando tiempo a la mar de terminar con el medio vivo. Considero fundamental conocer que manos tiraron de quien.
– ?Estas loco! -exclama Lucio Etxe con sus ultimas fuerzas-. ?Como me dijiste que se llama esto que haces?
– Investigar. Soy investigador privado.
– ?Pues eres un investigador de mierda!
Y escupe con asco los ultimos restos subidos de su estomago.
4
Son las siete. Esta libreria jamas se ha abierto tan temprano, solo me ve algun trabajador que se encamina con sueno a la estacion de Algorta. Pero yo no tengo sueno, mi sangre esta tan despierta como un torrente de montana.
Si no enciendo las luces no es porque sea septiembre y la primera claridad del dia se filtre al interior, sino por evitar el ruido de la luz. Voy directo hasta el fondo y me siento a la mesita; al pasar ante los lomos de Raymond Chandler y Dashiell Hammett les dirijo un hola de hermandad. Me he sentado apretando las rodillas una contra otra y cruzado de brazos contra el pecho por apaciguar mi marejada interior. Ni siquiera me permito un recuento de mis primeros pasos como investigador. Pero me rindo al peso de mis parpados…
De pronto, la voz de Koldobike hace saltar todos los resortes:
– ?Como te han ido las cosas en la playa?
– ?Cosas? ?No hay cosas, solo hay novela!… ?Como sabes que estuve en la playa?
– Llevas encima un carro de arena.
– He asaltado a Lucio Etxe y a su hijo en su ritual diario. Ya saben quien es Samuel Esparta. No es poco. Lucio ha vertido sobre mi un chorro de viejos recuerdos. Yo preguntaba y el no solo respondia sino que me regalaba lineas de investigacion bloqueadas desde hacia diez anos. Ha sido realismo puro, la imaginacion ha quedado al margen. ?La novela se esta escribiendo sola!
– El Etxe ya se lo estara contando a alguien y la bola empieza a rodar… y preparate cuando llegue al asesino fantasma que tu aun no conoces y el a ti si.
Comprendo que no vibre conmigo -desconoce el placer de un texto largamente perseguido-, aunque no deja de dolerme su causticidad, que es algo asi como su segunda piel.
La veo moverse con determinacion hacia la puerta, levantar con ambas manos un objeto alargado y, al parecer, de poco peso, y regresar con el. Un biombo desplegado de tres cuerpos surge de la nada para proteger mi mesa por dos lados.
– La oficina de Sam Esparta… Lo tenia en casa, en el cuarto de los trastos.
No se que responder a ama cuando me dice: -Te he oido salir mas pronto que nunca esta manana y ahora llegas con el traje. ?Se puede saber adonde has ido tan elegante a las cinco de la madrugada y con ese sombrero que tu abuelo se trajo de las Americas?
La curiosidad de mi hermana Elise por saberlo es mucho mas lejana; mientras dispone los platos sobre la mesa de la cocina solo me envia una fugaz mirada. Tiene dos anos mas que yo y es costurera a domicilio, aunque si ha de trabajar en casa, como hoy, pierde la comida incluida en el jornal. Contemplo su hermosa cabellera rubia; la de Koldobike es de color zanahoria. Algun dia tendre que asombrar a mis dos mujeres con el viraje - intermitente- que he dado a mi vida; confio en que no sea a traves de una notificacion solemne sino de un deslizamiento imperceptible. Sam Spade y Philip Marlowe nunca tuvieron que dar explicaciones; simplemente, se mostraron como investigadores privados. Pero, claro, mi vida empezo antes que mi novela.
– Vuestro padre siempre me decia donde habia estado -dice ama-. A veces me lo decia antes de estar.
– Hoy se me ha ocurrido dar una vuelta por la playa. -Son las primeras palabras de un informe que deseo se vaya completando sin mas palabras-. Estaban los Etxe y hemos hablado.
– Charla de principales. Esos solo saben hablar con los carramarros -dice ama.
– Cambiate antes de sentarte -dice Elise.
Claro. En mi cuarto me desprendo de la chaqueta por primera vez en diez horas; y chaqueta, corbata, camisa, pantalon y sombrero van cayendo sobre la cama. ?Existe Samuel Esparta fuera de este disfraz?
«Tranquilo, no has hecho mas que empezar, incluso Koldobike parece que ha dado su parabien a tu nueva entidad.» Permaneci sentado tras el biombo no menos de una hora; Koldobike sabe respetar mis transiciones. Luego la llame y le dije: «Sientate, nena», y ella traslado la tercera silla de la libreria a la oficina y se sento al otro lado de la mesa esgrimiendo el bloc y el lapicero. Es tan buena lectora de nuestra Seccion que me envio: «Cuando