VII
El problema del metisaca -explicaba el diestro cortando el aire con el florete- se estudia por paralelas. Generalmente, en duelo, por lo menos en esta ciudad, se tira a hacer sangre. ?Mero pinchazo! Pero en batalla o en asesinato, el metisaca permite el doble golpe fulgurante: hieres por vez primera y retiras, y como el herido se encoge, vuelves por segunda vez, ahora media cuarta a la derecha, y en viaje paralelo al primero. Si has estado bien, en esta segunda entrada le aciertas con el corazon. En esta casa se tira lo que se puede por figura geometrica, triangulos y tangentes, y los pies manteniendose en el angulo recto. Y el metisaca doble, repito, que es tan de mi gusto, consiste en trazar las paralelas en el aire.
El diestro, que era mas bien pequeno, usaba medio tacon, y tenia la nariz sorprendentemente movediza, gustandole que las visitas se fijasen en el detalle para poder explicar que su intuicion era olfativa, y que habia terminado por tener la nariz tan suelta y casi giratoria por seguir con ella, mas que con los ojos, el juego de la espada.
– Las mas de las veces -terminaba de explicar- es por el tiron que me da la nariz que mi espada acierta a parar o halla facil los espacios intercostales del enemigo.
Y se acariciaba el apendice nasal, delgado, abierto de bocas, aguzado en la punta y marfileno.
Desde que habia leido «Los Tres Mosqueteros», el diestro gastaba una melena a lo Aramis, que tenia de rubio. Era flaco y muy nervioso, y tenia la mirada dramatica del espadachin que, medico de su honra, en toda dolencia receta el acero. No sabia estar sin la espada en la mano, y cuando recibia forasteros se situaba debajo de su retrato al oleo, en el que aparecia vestido de negro, flexionada la pierna derecha, y saludando con la espada, como al comienzo de leccion. Se llamaba Quirino, y tenia la unica sala de esgrima de la ciudad. La mocedad, en los ultimos, anos, habia perdido la aficion al arte, y preferia pasar las tardes en el pichon, tirando ya con escopeta, ya con flecha.
Fue Tadeo quien le insinuo a don Leon que podrian pasar un rato en la sala de Quirino, ya que se habia puesto aquella tarde de lluvia y no podian ir a pasear por la orilla del rio como tenian dispuesto, visitando de paso las ruinas del puente viejo, que don Leon habia visto en una estampa, decia, y en el petril del primer arco habia un hombre que tocaba la guitarra. La verdad es que la insinuacion de Tadeo era interesada, ya que queria ver como andaba su amigo, el del jubon azul, en espada, visto lo que se hablaba en secreto de la terrible facilidad de Orestes para dar la muerte en la hora de la venganza.
– Mi arte de espada -dijo don Leon a Quirino- no es tan depurado como el tuyo. Mi arte es simple y militar, y poco mas he aprendido que aquello de «contra tajo, estocada, y viceversa». Ademas, que en mi pais no se conoce el florete, no hay duelos de honor, y toda la geometria que se sabe es agrimensora para deslinde de huertos despues de las inundaciones. Yo lo que tengo -anadio don Leon- es que veo muy bien el cuello de mi contrario, jugando la espada ancha de doble filo, y voy a el de corte, que no de punta, y tajo con medio molinete como verdugo con hacha.
Quiso Quirino ver la prueba de esta habilidad, y puso en el centro de la sala uno de los munecos del juego del estafermo, que era el quien tenia la exclusiva por privilegio real, ofreciendo a don Leon una espada larga, de hoja acanalada, de la familia del mandoble milanes. Don Leon la tomo, la hallo ligera, la blandio y se puso frente al giganton del estafermo. Agil, simulaba el ataque adelantando la pierna, o se defendia retirandose, sosteniendo el terreno. Levantaba, con gracia de bailarin, el brazo izquierdo, y giraba alrededor del estafermo rapido y muy seguro de si mismo. El senor Quirino sujetaba al muneco por la cintura y lo llevaba de aqui para alla, poniendolo fuera del alcance del atacante. Y en una de estas, cuando rapidamente lo apartaba, pretendiendo pasar hacia la espalda del hombre del jubon azul, este, con un quiebro solo de cintura, se hallo en el punto critico, y descargo el golpe en el cuello del muneco, de derecha a izquierda, y la cabeza de carton piedra con los mofletes pintados de bermellon quedo colgando sobre el pecho del estafermo unos instantes, antes de desprenderse del todo y caer al suelo. Tadeo aplaudio y el senor Quirino admiro el golpe.
– ?Magister meus! ?Admirable! ?Eso que la espada esta mellada!
Y en su entusiasmo, el pequeno Quirino, aunque la postura era forzada, puso uno de sus pies en la cabezota, y desenvainando la espada, se apoyaba en ella, ofreciendose a la admiracion del publico, como si fuese el vencedor de Goliat y acudiese Israel jubiloso a saludar al heroe benefico.
Mando Quirino calentar agua para el bano a un criado de nacion finesa que tenia, especifico para estas higienes balnearias, y mientras tanto, convido a una copita de vino dulce, y aunque habia sobradas sillas, prefirio sentarse en la cabeza del estafermo.
– Mi padre, que en paz descanse -conto Quirino a don Leon-, ensenaba esgrima en Provenza, a pie y a cabailo, y era muy apreciado. Se llamaba senor Elido, y habia que creerle, porque no era nada hiperbolico, que habia aprendido de un centauro retirado el arte de la jineta. Se habia ido a vivir a Provenza porque no podia pasar sin comer cada dia ajos fritos por mor de mantener el juego de las articulaciones y los huesos sin sombra de reuma, cosa necesaria para su oficio, y solamente en Provenza habia ajos de la calidad y la frescura que el exigia. Yo mismo hago curas de ajos en las lunas humedas, y por el mismo motivo. Adiestro mi padre a los mas de los gentileshombres provenzales, y en los mayos salia con ellos al campo a fingir batallas contra imperiales o saboyanos, y en una de esas excursiones, habiendose adelantado con el senor vizconde de los Baux, atravesando un pinar encontraron una madre que corria dando gritos, llevando de la mano a una hija suya, y la hija tendria quince anos y era rubia, muy agraciada. Mi padre y el vizconde le preguntaron a la fugitiva el porque de las lagrimas, y la madre, haciendo arrodillar a la hija, explico que habia aparecido un dragon en la comarca, que habia caido en la tema de pedir aquel bello fruto de su vientre para moza, que se estaba quedando ciego y queria ganarse la vida por ferias y fiestas haciendo de tarasca, desde Germania a Cataluna, y que si no le daban la nina de grado, que entraria en la aldea abafando y devorando. Mi padre le dijo que se sosegase, que el iria con su lanza a la bestia, y que el senor vizconde se llevase la nina al seguro de su gran castillo. Y asi fue, y el vizconde, despues de darle a la madre diez escudos de plata en garantia, se despidio con la nina a la grupa de su caballo, y mi padre, lanza en ristre, se fue al dragon. Y llego tarde a combatirle, que aquella misma manana, saliendo el animal de un prado florido en el que un ciego le daba lecciones de canto a cambio de la noticia de donde habia escondido un violin Guarnerius, y el dragon aprendia facil, que tenia buen oido y voz delicada; digo que el dragon, perdido el bien de la vista, se habia despenado por un acantilado en el camino orillamar, y yacia, pestifero, rota la bolsa del bafo, entre las rocas, medio sumergido, y la cabeza enorme, con la lengua verde asomando entre los aguzados dientes, surgia de las ondas. Y mi padre, desde aquel dia, no sonaba mas que con alancear dragones, y que venia desde Avinon un pintor de milagros a retratarlo al lado de la bestia muerta, el valeroso con el pie izquierdo apoyado en la cabeza del draco. Y murio mi padre de no poder ver cumplido su sueno, y cuando estaba con delirios imaginativos no podian entrar en casa personas con tricornio, que los tomaba por infantes del dragon, de cabeza con cresta emplumada -que es como salen del huevo estas criaturas-, y queria alancearlos, y gritaba que viniese el pintor para el retrato, y a mi madre le pedia que le trajese las calzas bermejas. Y de los suenos de mi padre le quedo a servidor el deseo de que un dia me pongan de campo -y soy muy aficionado, como todos los artistas, a que me retraten-, al oleo, con el pie izquierdo sobre la cabeza de una bestia. De ahi que cuando rodo la cabeza del estafermo no me pudiese resistir a hacer un ensayo.
El senor Quirino se acerco a don Leon -arrastrando la cabeza de carton piedra, que no queria cambiar de asiento-y le dijo, confidencial:
– ?El golpe de derecha a izquierda y de abajo arriba! ?No lo puede mejorar nadie! Hace anos que vinieron dos detectives a averiguar si yo se lo habia ensenado a alguien, que corria la voz de que llegaba Orestes a vengarse, pero antes queria perfeccionarse de espada antigua. Yo no se lo habia ensenado a nadie. Pero, si por un casual viniese Orestes secreto, te lo mandaria a que se lo ensenases, infalible. ?Y no porque yo tenga aficion a los regicidios, sino por amor del golpe perfecto!
Don Leon dijo que le gustaria mucho conocer a aquel Orestes, y paso al bano, que ya estaba el fines esperando, en la mano la cana con la que sorbia un buche de agua caliente, y se la soplaba despues al banista en los rinones. Y cada buchada era de un cuartillo, mas o menos.
Tadeo habia asistido en silencio a aquella escena de la prueba de