Queda un hijo, que es una espada vagabunda, esperando el momento de la venganza. Egisto debe morir, y morira. La espada de Orestes es infalible. Se asegura que la hermana fugitiva, Electra, se le ha metido en la cama al hermano para impedirle dormir, y por tener un hijo en cuya sangre vaya doblada la intencion de la venganza. En palacio, la otra hermana vela con una luz junto a las almenas. Fijate en que todo esta escrito. Todo lo que esta escrito en un libro, eso va pasando, vive al mismo tiempo. Estas leyendo que Eumon sale de Tracia una manana de lluvia, y lo ves cabalgar por aquel camino que va entre tojales, y pasas de repente veinte hojas, y ya esta Eumon en una nave, y otras veinte, y Eumon pasea por Constantinopla con un quitasol, y otras cincuenta, y Eumon, anciano, en su lecho de muerte, se despide de sus perros favoritos, al tiempo que vuelve a la pagina primera, recordando la dulce lluvia de su primer viaje. Pues bien, Orestes se sale de pagina. Orestes esta impaciente. No quiere estar en la pagina ciento cincuenta esperando a que llegue la hora de la venganza. Se va a adelantar. No quiere perder sus anos de mocedad en la espera de la hora propicia. Esta cansado de escuchar a Electra. No quiere estar atado de por vida al vaticinio fatal. Quiere vivir la libertad de la tierra y de los mares, esta enamorado de una princesa de una isla, tiene naves y caballos, recibe cartas de emperadores que quieren alquilarlo por general en jefe, le gusta escuchar musica o jugar al polo, o a las cartas. Y decide ir a buscarte y darte muerte.

– Pero no tenia todavia motivos. Yo no habia rematado a Agamenon.

– ?Ni le importa! Tu tienes que matar a Agamenon el dia en que el rey regrese. Orestes tiene que ir a matarte a ti, porque tu has dado muerte a Agamenon. Pero, para Orestes, su intervencion se reduce a matar a Egisto. Muerto Egisto, se acabo su papel. Hace mutis y se va a sus vagancias. Si se adelanta y te mata, evita la muerte de su padre, lo que no le importa, y finiquita su obligacion. Ademas, que le da asco que te acuestes con su madre.

– ?No hay otro mas higienico que yo! -se asombro Egisto.

– ?El asco no es por lo fisico! Orestes quiere salir de la rueda, vivir libre. Y finge ser Agamenon que regresa. Se disfraza, disfraza a sus criados, imita el rugido paterno.

– ?Yo mate a Orestes? -pregunta Egisto poniendose de pie, cruzando los brazos sobre el pecho.

– ?Casi seguro! El muchacho habia bebido para darse animos. En puridad, matarte a ti en aquel momento era matar a un inocente. Eras el querido de su madre, eso si. ?Lo unico! Y si infaliblemente te hubiese dado muerte llegando en su momento a vengarse, en aquella ocasion, borracho e impaciente, no tenia ninguna probabilidad. Lo mato la prisa juvenil.

– ?Y Agamenon?

– ?Habra muerto en Troya, o andara por ahi buscando empleo!

A Eumon, de tanto como habia hablado seguido, se le seco la boca y fue a echar un trago y a ver como andaba la cena. Egisto se sento en las raices de la higuera y considero todo lo dicho por el tracio. ?Habria estado todos aquellos anos esperando a un Orestes que estaba muerto y enterrado? ?Su gran enemigo, su matador, podrido en la tierra, envuelto en el cortinon rojo! ?Como estar seguro? Porque sin una prueba irrefutable lo dicho por Eumon no lo libraba de la larga, paciente, temerosa espera. ? Le contaria las sospechas de Eumon a Clitemnestra? ?Orestes muerto! ?Por eso no daba nadie con el!

Silbo como echando el miedo de su pecho, y se dirigio a la posada, en la que entro preguntando como estaba la sopa y pidiendo un vasito de anisete, que siempre que cabalgaba varias horas necesitaba un carminativo.

V

Madrugando al siguiente dia para ir hacia el puerto, que un campesino que llevaba al mercado dos sacos de manzanas, bien estibados en las parihuelas de su asno, aviso que se avistaba navio griego, antes de montar hizo Egisto un aparte con Eumon, y recordandole su discurso de la noche pasada, le pregunto si creia verdaderamente que el muerto de la escalera de palacio era Orestes.

– El vino me hizo confuso parlanchin, amigo Egisto, y me limite a decir en voz alta mis mas secretas deliberaciones. En mi pais paso por intelectual esceptico, y no veas en mis palabras de ayer otra cosa que no sea un intento de ayudarte a hacer mas llevadera tu terrible espera. El muerto puede ser Orestes, o no serlo. Lo que importa es que tu tengas la seguridad, o la esperanza, de que lo haya sido. Unos dias estaras cierto de ello, y otros no. Pero, con las dudas, tu vida sera diferente. Un hombre que duda es un hombre libre, y el dudoso llega a ser poetico sonador, por la necesidad espiritual de certezas, querido colega. La filosofia no consiste en saber si son mas reales las manzanas de ese labriego o las que yo sueno, sino en saber cual de las dos tienen mas dulce aroma. Pero esto es arte mayor. Bastete saber que tu vida sera diferente con las dudas, como te decia, y que si es lo mismo morir de Orestes que de una fiebre sabatina, a la fiebre no la tienes por visita irremediable.

– ?Es que si no fuese Agamenon el muerto, quedo disminuido en la tragedia! -casi sollozo Egisto.

– ?Tu valor no se discute, amigo! -afirmo Eumon abrazandolo-. Ya veras como si profundizas en el asunto, terminas saliendo del escenario para platea, ves el argumento con nuevos ojos y acabas separando de ti el Egisto regicida!

No entendio muy bien Egisto toda aquella reflexion del intelectual tracio, pero se sintio animado al ver lo que a su colega filosofo, lo que era un descubrimiento, le habia preocupado su pleito. Ayudaba la manana a un animo ledo, que era de esas limpidas de principios del otono, cuando sopla suroeste y la luz parece surgir de la tierra misma. Las palomas picoteaban por entre las patas de los caballos, y desde su jaula en el dintel de la puerta de la posada despedia a los viajeros el jilguero. Se escuchaba proxima la respiracion del mar, y Egisto admiraba el vuelo grave de las gaviotas.

La nave griega que se esperaba llego puntual, y antes de que comenzase la descarga de mercancia, que la mas de ella eran serones de higos y barricas de vino, descendieron los pocos pasajeros, y entre ellos uno mozo, que con la mano derecha sujetaba por el mastil un laud italiano. Vestia de verde, y no cubria la alborotada cabellera rubia. Eumon y Egisto se habian sentado en unos sacos de centeno, contemplando la maniobra y curioseando el pasaje.

– A mi -dijo Eumon- lo que mas me gusta de la arribada de una nave es que descienda de ella una hermosa mujer desconocida. Ahora estamos disfrazados, por exigencias de tu incognito, pero yo en estos casos me visto de gala, anuncio que soy rey tracio y me pongo en el muelle a contemplar el atraque y el desembarque, jugando distraido con monedas de oro, y de vez en cuando dejando caer una al suelo, que recoge uno de mis ayudantes de pompa, que anda alerta no se pierda. La hermosa mujer desconocida busca con la mirada de sus ojos verdes a quien preguntar donde es la posta, y me ve a mi y se acerca, y entre reverencias la instruyo, y me ofrezco a acompanarla y darle custodia, si se dispone a viajar por caminos solitarios.

– ?Y en que acostumbra a parar el asunto? -inquirio Egisto.

– Si te he de decir la verdad, lo mas bonito es que todo quede en una despedida muy sentida, la dama en su caballo disponiendose a partir, y yo acercandome presuroso, como movido por una fuerza ciega, y besandole el pie apasionadamente. A veces me propaso hasta el tobillo. Lo que no quiere decir que no se me hayan entregado algunas, ya por obsequios, ya por insistencia en la ronda, ya por hallarse muy lejos de su patria. Pero, ya te digo, lo mejor de la llegada de una nave es la expectacion de si habra o no desconocida.

No la hubo en aquella ocasion, y los dos reyes se dirigieron al mozo del laud, presentandose como correos que esperaban navio que viajase hacia Occidente.

– Somos latinos -dijo Eumon el tracio-, y de oficio correos, y venimos de recorrer toda Grecia en busca de un tal Orestes, para entregarle un pliego sellado.

– Yo -respondio el mozo- soy de nacion hiperborea, y en ella nunca se pronuncio tal nombre, que no somos tan sonoros. Este es el primer viaje que hago, con permiso de mis senores padres y despues de haber aprendido la lengua en que estamos hablando de boca y estilo de un prisionero de

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